Literatura

Encender la imaginación con 30 llamas de un fósforo

Luz Helena Cordero Villamizar

23/09/2024 - 04:40

 

Encender la imaginación  con 30 llamas de un fósforo
30 llamas de un fósforo, una obra de Jorge Osbaldo / Foto: créditos a su autor

 

El pasado 18 de septiembre, el escritor boyacense Jorge Osbaldo presentó su nuevo libro: 30 llamas de un fósforo (Cero editores). Una interesante colección de textos que hace un recorrido por la simbología que ha encarnado el fuego, a través de la historia. A propósito del libro, este bello comentario de la poeta Luz Helena Cordero.

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La simbología del fuego comprende todas las culturas y atraviesa todas las eras de la humanidad. El fuego es símbolo de amor y erotismo, así como de cólera y guerra. También es iluminación, fuego interior, «mi corazón es el hogar». Según una tradición iniciática, «el fuego es del cielo, pues sube, mientras que el agua es de la tierra, pues desciende en forma de lluvia». El fuego representa la destrucción, el ardor satánico, Lucifer es el portador de la luz celestial. Además, simboliza la purificación, la regeneración. Los incendios de los campos dan paso al verdor de los plantíos. En el Popol-Vuh los gemelos dioses del maíz mueren en una pira para renacer en los brotes verdes, y posteriormente se convierten en el nuevo Sol y la nueva Luna. En las cremaciones rituales el fuego es un mensajero entre el mundo de los vivos y el de los muertos. En la teología representa a Dios.

¿Qué poeta osa prescindir de la palabra «fuego», o desaprovecha su fuerte simbología? Quizá ni el más oscuro. «Sed del fuego», dice Neruda. «Flor de fuego deshojada por dos», así se refiere al beso Delmira Agustini. Francisco de Quevedo puso la tapa con sus oxímoros para referirse al amor: «hielo abrasador», «fuego helado». «El fuego no pesa… es carga leve… La nieve es agua y pesará llorando». «Fuego de las palabras y palabras del fuego», escribe Juan Gelman. O los «cabellos escarchados por el fuego» de Alejandra Pizarnik. Ojos de fuego, fuego muerto, fuego cruel, fuego líquido, dulce fuego, rosa de fuego… ¡Cuánto incendio en la poesía!

Esta colección de “microficciones” de Jorge Osbaldo aviva la fogata con su título: 30 llamas de un fósforo. Cada una parece corresponder a una dimensión simbólica del fuego y algunas mezclan varias simbologías; otras son verdaderas conflagraciones de los sentidos. Cada texto lleva al final unas líneas, a modo de coletilla, en las que hay humor, ironía, sarcasmo.

En cada llama hay una sucesión de imágenes, historias, juegos verbales, guiños y hasta bromas al lector. El fuego es vómito de volcanes que sepultan pueblos, el fuego arrasa campos, se alza en humo por el Vaticano recordándonos las brujas quemadas. En otros casos, el fuego es una chispa de pan de oro que salta de una carta del tarot y enciende la cara de un filibustero. Hay polillas como Ícaros que, de tanto rondar las llamas, van a parar donde sabemos, aunque aquí Jorge Osbaldo introduce un juego surreal de camisas, candil y borrachera. Un fósforo provoca el incendio de un edificio cuando solo se pretende matar un zancudo; otro más, chamusca los vellos púbicos de una reina de ajedrez. Una anciana milenaria raspa la cabeza de un fósforo en el lomo rocoso de una cordillera y vemos el paisaje de un pueblo olvidado.

Hay llamas de dolor como aquella que inicia la guerra; esa otra donde se quema la virgen de La Candelaria, o aquella que dibuja un zoológico donde los colores aúllan y la escena parece brotar de una pesadilla. Hay llamas de ternura donde muere una abeja, esa chispa en el reflejo de la mañana. Y esta llama, quizá mi preferida, en la que arden los girasoles de Van Gogh y no hay lluvia en sus cielos, ni agua o vino en sus bodegones que puedan sofocar el fuego. Y el poeta pintor apenas busca «su oreja entre una multitud de trastos y pinceles».

Al final, un fósforo nos advierte que no rasquemos su cabeza. Pero ya es tarde para apagar el incendio. Y menos cuando en la última línea surge “La llamada”, de Remedios Varo, esa mujer-fuego, con su cabello flameado, mujer alquimia, sabiduría, magia. Estas treinta iluminaciones de Jorge Osbaldo, condensan la múltiple simbología del fuego. Y, de llama en llama, encienden la imaginación.

 

Luz Helena Cordero Villamizar

Poeta, psicóloga y Magistra en Literatura (Bucaramanga, Colombia). Ha publicado, entre otros, los libros: Postal de la memoria (antología personal), Por arte de palabras y Canción para matar el miedo.

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