Literatura

Luisa Villa: entre la voz de los ancestros y la memoria de los tigres

Luis Mario Araújo Becerra

24/09/2024 - 05:05

 

Luisa Villa: entre la voz de los ancestros y la memoria de los tigres
Luisa Villa Meriño, autora de Dios fue mejor cuando era tigre / Ilustración de Eliana García Meriño y foto de Arturo Rivera

 

La poeta Luisa Villa Meriño (El Copey, Cesar), estudió Artes Plásticas y Visuales en la Universidad Pedagógica Nacional y Maestría en Derechos Humanos, Gestión de la Transición y Postconflictos en la ESAP. En 2023 ganó el Premio Internacional de Poesía Gabriel Celaya (España), con Hijas de las perras negras. Así mismo, fue Ganadora de la Residencia Artística Colombia–México, FONCA (2015). Ha publicado los poemarios: Dios fue mejor cuando era tigre, 2024 (Por Ed. Morgana en México y por Ed. Escarabajo, Colombia), Hijas de las perras negras, 2024 (Ed. Gallo de Oro, España); Tratado sobre las brujas, 2023 (Jade Publishing, EE. UU). Ha sido incluida en las antologías: Morir es un país que amabas, 2024 (Ed. Abisinia - Escarabajo); La Bestia Indócil (Ed. Morgana, México. 2024), Yo vengo a ofrecer mi poema, (Ed.Abisinia, 2021) y Prima antología di landai ispanoamericani (Proyecto Lune. Italia, 2014).

Es un gusto presentar esta entrevista, con la que continuamos el ciclo sobre nuevos escritores del Caribe.

Luisa, por fin podemos reunirnos para hacer esta entrevista. Entre tu viaje a España a recibir el premio Gabriel Celaya, luego a las Ferias del Libro de Bolivia y Valledupar y tus compromisos académicos no habíamos coincidido…

Así es. Qué bueno que podamos conversar, ahora.

Hay una dificultad al entrevistar a una poeta, porque su mundo es tan profundo que uno puede irse por las ramas. Sin embargo, me arriesgo.

Bueno, toma el riesgo.

Vienes de una dinastía de músicos importantes. Abel Antonio Villa; luego tu papá… Y has dicho que tu acercamiento a la poesía, antes que, por los libros, es por esa vía.

Como mujer afrocaribe, la oralidad ha sido parte fundamental en mi vida, y, por ende, en mi escritura; esa oralidad nutre a nuestros pueblos originarios y étnicos. La oralidad es otra forma de texto, propone una lectura diferente, desde los sentipensares, sobre las realidades de nuestros pueblos y naciones.

Cabe mencionar la importancia que ha tenido en mi formación y mi habitar poético el vallenato y el bullerengue, como parte de la oralidad de nuestro Caribe colombiano.  Desde muy niña escuché una caja, una guacharaca y un acordeón acompañando historias cantadas de la vida en comunidad, de las relaciones con el territorio, de una lucha con un tigre, de la añoranza de la aldea, del dolor de estar en la ciudad y fuera del territorio; historias de campesinos, montañeros, agricultores… de arcoíris, paisajes, aguaceros, golondrinas…

Mi padre, Abel Antonio García Villa, es cantante, compositor, guacharaquero, toca la tumbadora, es artesano: hace guacharacas… que más poético que eso. Así que busqué los libros, y pegué el oído a mis ancestros y ancestras. Me ingenié para hallar un lenguaje que no me separara de esa ancestralidad que me cobijara como un útero.

Además de la música, creo que es muy importante para ti lo popular: el pueblo, su voz, historias, creencias…

Hemos heredado de ancestros y ancestras indígenas y negros el comprendernos como territorio; el comprendernos en una unidad que nos hace tener corresponsabilidades, en comprendernos como comunidad; somos Ubuntú “Soy porque Somos”. Los griegos consideraban que el Yo era un conjunto de Yoes. Así que esta filosofía ancestral me atraviesa…  Somos cuerpos salpicados por la historia, por las realidades y contextos, y esas salpicaduras atraviesan la escritura.

De otra parte, a negros, negras e indígenas…  no sólo nos han arrebatado nuestras historias, también han sido otros, los verdugos, quienes han querido contar nuestras historias e interpretarlas a su modo… Hoy queremos recuperarlas, queremos que nuestras historias se dejen de contar desde la visión del Cazador. Que comiencen a contarse desde la visión del tigre. Por eso, para mí es importante hablar, escribir sobre nuestras cosas, sobre nuestras historias, cosmogonías, culturas, saberes….  hacer memoria de lo que pasó y a quiénes les pasó… para que no se diga que nunca pasó, que nunca fue, que nunca existió…   hacer memoria para sanar.

No es raro este interés por lo popular. Aunque viviste muchos años en Barranquilla, naciste en un pueblo. Con tu familia saliste de allí por la violencia de la época. ¿Qué recuerdas?, ¿qué hay de esas vivencias en tu poesía?

Yo hablo de lo ancestral y lo comunitario. Nací en El Copey, Cesar. Salimos en la etapa de violencia de los 80s. En Barranquilla, mis padres se encargaron de que no olvidáramos de dónde veníamos. En Barranquilla, llegamos a la periferia, al Sur Occidente de la ciudad, a un barrio llamado La Esmeralda, un barrio de invasión que conformaron personas llegadas de diferentes pueblos del Caribe, por diferentes circunstancias; en tanto era relevante e importante el de dónde veníamos cada familia, era fundamental. En esos barrios del sur se establecen las familias en especie de Kuagros Familiares (concepto que se utiliza para definir la forma de organización social y familiar en San Basilio de Palenque), así que, nos identificábamos no sólo por el apellido sino por nuestros lugares de procedencia: los Carmona, los Rapalinos, los Martínez, los Pintos…  A mí me identificaban como una de los Villas, de los músicos… y éramos los Copeyanos (mi mamá nació en el Copey, Cesar) y los Chiboleros (mi papá había nacido en Chibolo Magdalena).

Aunque crecí en Barranquilla, nunca fui una barranquillera, no sólo porque en ese entonces había muchas estigmatizaciones sobre los pueblerinos, mi familia y yo éramos pueblerinos. Crecí con orgullo de mi origen provinciano. Cada día, en casa había una historia sobre El Copey, un sueño sobre El Copey…  nuestras comidas y formas de vivir eran muy provincianas.

Pero quiero decir también que más que apropiarme de Barranquilla, me apropié y sentí a ese barrio periférico, la otra cara negada de la ciudad, que fue y ha sido importante para mí en todos los sentidos, allí fui también comunidad y fui resistencia colectiva. Sin embargo, crecí añorando El Copey y queriendo regresar, era el deseo de retorno de mis padres que yo recibía también, tengo intactos recuerdos de mi infancia allí, de los paisajes, del río, de las calles…  de cómo era antes.

El otro día me contabas una anécdota que me conmovió: tu padre, cuando llegaron a Barranquilla, a pesar de la situación compleja, se las ingeniaba para conseguirte libros.

Mi papá trabaja en el quiosco o Parque de los músicos, en la calle 72, en Barranquilla, un lugar que ha sido abandonado por la alcaldía distrital. Allí, mi papá le encargaba libros de segunda mano a los recicladores, les compraba lo que pudiera, lo que estaba a su alcance … así fue como vi crecer mi primera y pequeña biblioteca que él mismo construyó, también un escritorio en madera, para que yo hiciera mis tareas, ese escritorio lo usé incluso hasta antes de venirme a Bogotá. También heredaba libros del hijo de un compositor vallenato; cada año él cambiaba sus libros de textos y me dejaba los suyos antiguos. Pero el primer libro que descubrí, exploré y leí fue ‘La alegría de leer’, de quinto grado, que mi abuelita materna guardaba debajo de la cama, yo lo sacaba lo leía y se lo volvía a guardar; en ese libro aprendí el primer poema.

Lo que me impresiona es el poder que las decisiones de los padres pueden tener en el destino de sus hijos. Eres poeta, también por eso…  

Mi padre, Abel Antonio García Villa, y mi madre, Luz Marina Meriño Fontalvo, han sido fundamentales en mi vida. En mi casa se cultivó espontáneamente el profundo deseo por la búsqueda de la justicia; el arte inundaba mi casa, la sensibilidad…. las notas del acordeón, los sonidos de la guacharaca, morrocoyas de mascotas…  Mi madre tenía un cuaderno donde anotaba pensamientos, frases y canciones, y yo le ayudaba a transcribir canciones en ese cuaderno. A mi madre, mi padre y mi abuela materna les gustaba dibujar; mi mamá pintaba retratos; mi papá: animales, y mi abuela: mujeres lavando ropas en ríos. Mis tías me contaban historias, leyendas… me ensañaban juegos y cantos ancestrales. Ser poeta es una vocación, una necesidad para una mujer, como mencionó Audre Lorde.

Entremos a la obra. Leí dos libros tuyos que me sorprendieron por su unidad: Dios fue mejor cuando era tigre e Hijas de las perras negras. En ellos está presente cierto reclamo político.

De acuerdo con lo anterior; la política como la poesía ha de permitirnos hablar de la crisis de la vida pública, reflexionar sobre la vida pública. La política debería ser como la poesía, estar en una constante búsqueda de la libertad. Yo busco mi dignidad y la de los míos mientras escribo, pero en los ejercicios políticos organizativos de base social también la busco. La política y la poesía me generan conocimiento social.

En los poemas, trabajas sobre la violencia contemporánea en Colombia, pero también viajas en la historia tratando de explorar sus orígenes: discriminación, despojo, violencia contra la mujer. Zapata Olivella, decía que el ciclo nunca se ha roto…

La invasión a América y África, la trata trasatlántica son una herida abierta; el colonialismo es un mal que aún nos aqueja…  esa historia de dolor no se ha sanado. Lo doloroso es que tanto África como América heredamos los sistemas de la colonia y nos ha costado rehacernos como naciones, recuperar lo perdido… Ese es el ciclo irrompible…

Me rodea gente fragmentada, una historia fragmentada, incluso yo misma, y he intentado con lenguaje suturar, resurgir, sanar… aprendí con mujeres Zapotecas, Nahuas, Mixtecas, Tsotsiles, Ñuu Savis, afromexicanas y mestizas mexicanas que sentirse mejor tiene que ver con esa memoria histórica oculta que nos habita y transforma.

A mi modo de ver, tu obra tiene un cariz político, pero no se agota allí. Tiene unos elementos de alto valor simbólico y estético que trascienden. Esther Ramón, jurado en España, lo dice: “Este libro se inscribe entre los pocos que logran salvar ese difícil equilibrio entre una asombrosa originalidad y talento poético y contundente denuncia social y política”.

Esther Ramón fue generosa, es una poeta que admiro, que me encanta… fue muy asertiva en su modo de interpretar el libro Hijas de las perras negras.

La historia no se terminará de contar… faltan tantas voces: la de los excluidos y excluidas. Una vez dije, y lo reafirmo aquí: por muchos siglos a las mujeres, y aún más a las mujeres negras e indígenas, les fue negada la existencia, la voz propia, la palabra, la escritura… y fueron otros los que quisieron contar nuestras vidas y nuestras historias a su acomodo. Contaron, favoreciendo al cazador; contaron favoreciendo al norte sobre el sur, a los hombres sobre las mujeres, a lo blanco sobre lo negro, lo indígena…  por tanto, escribir para mí es la forma de posicionar mi voz como mujer negra, como una provinciana que mira al mundo…  alguien que quiso romper el silencio impuesto, y cómplice de una historia machista, racista, fascista y colonial.

En uno de tus poemas, dices: “Nos llamaron hijos del perro y de la perra negra/ y sacaron un decreto para golpearnos cuando asomáramos/ el hocico rebelde en las puertas”.   En tu obra está presente el elemento identitario “afro”. Sus luchas y su contexto “mágico-religioso”. 

No me gusta mucho el término mágico-religioso, este término es teoría occidental en su intento colonialista de no querer comprendernos; los pueblos y las naciones originarias hablamos de espiritualidades, de pensamientos ancestrales, de sabidurías ancestrales, de cosmogonías originarias, de MUNTÚ, de Buen Vivir… Somos esa conexión con el territorio, con lo vivo y lo no vivo… nuestro pensamiento ancestral es perdurable como la piedra…  

Mi origen lo busco en mi conexión con lo sabio femenino, de eso habla mi escritura. Tuve una abuela paterna que escribía cartas, una abuela materna que dibujaba, andaba y amaba la música, una bisabuela materna rezandera, una bisabuela materna gitana, una tatarabuela paterna partera, una tatarabuela paterna que cantaba pajarito… Una hermana ilustradora y artesana, Eliana, y otra hermana, Ada Luz, que es bailarina de danzas afrocaribes.   

Mi origen, mi historia y mi territorio es negro, he sido cada vez más consciente de las implicaciones que eso ha tenido. En esa conciencia racial comprendí que se siguen privilegiando unas existencias sobre otras y que la libertad sigue costándonos la vida.

En el libro, Hijas de las perras negras, tienes un epígrafe de la poeta y activista Audre Lorde, y dedicas un poema a Edwidge Danticat. Quiero saber un poco más de tus lecturas.


Leo teoría, leo a muchas mujeres, leo muchas cosas, leo la vida y leo especialmente los sueños. Te puedo mencionar otras autoras como Chimamanda Ngozi Adichie, Maya Angelou, Mariama Ba, Marvel Moreno, Doris Lessing, Szymborska, María Rosa di Giorgio, Alda Merini, Lispector, Maryse Condé, que me la enseñaste tú …   

Aunque tratas temas históricos o sociales, tu poesía mantiene un tono intimista, conversacional. ¿Tienes esa intención? 

Claro que sí, la teoría se encuerpa. La vida se vive con el cuerpo. Silvia Brijaldo escribe que, con el cuerpo se conoce y con el cuerpo se escribe.  Mientras que Suely Rolnik habló de “Cuerpos Vibrátiles” que “nos muestran sus poéticas íntimas… Mi cuerpo está salpicado de historias, de memorias, de hombres y mujeres, de nostalgia, de países, de ciudades, de historias, de guerras …  todo eso está en mis poemas y mis prácticas artísticas visuales y performativas, es un intimismo que entra en dialogo con las otras intimidades, con las otras vidas…  el intimismo es más que un espacio cerrado. Quiero resaltar que apostándole a esta visión de escritura performativa o escritura expandida creamos, junto a mi compañero de vida, Jorge Arturo Rivera Vargas, el colectivo JAGUAR y VENADA, desde el que trabajamos apuestas poético visuales (acompaña a esta entrevista una fotoperformance del proceso).  Hemos metido nuestros cuerpos en la disputada memoria. Mi cuerpo médium… conecta muertos y vivos, pasado y presente… Creo, como asegura Silvia Brijaldo, que la escritura, contrario a ese quehacer en solitario que se le atribuye, es un campo de experimentación colectiva.

Un verso tuyo se pregunta: “¿Qué mito estoy repitiendo?”. Esto es muy importante, porque tus poemas están situados, y a la vez, recrean un universo: la abuela, lo afro, el patio, la curandería, el mundo ritual, la naturaleza, los oficios, los marginados, el Caribe.

La escritura es mi rito. La escritura es mi retorno, es el único retorno en el que vuelvo al mismo lugar, al de siempre, el lugar que mantiene las cosas como eran… Quiero responder con una cita de Audre Lorde, desde su texto La Hermana, la Extranjera: Cuando concebimos el modo de vida europeo como un mero problema a resolver, pretendemos alcanzar la libertad basándonos tan solo en nuestras ideas, porque los padres blancos nos dijeron que lo valioso son las ideas. Pero a medida que ahondamos en el contacto con nuestra conciencia ancestral y no europea, que ve la vida como una situación que debe experimentarse y con la que hay que interactuar, vamos aprendiendo a valorar nuestros sentimientos y a respetar las fuentes ocultas del poder de donde emana el verdadero conocimiento y, por tanto, la acción duradera. 

Otro elemento central en tus textos es el de la lucha memoria-olvido. ¿Por qué es tan importante para ti la memoria histórica, ancestral, la memoria familiar?  

A los hombres y mujeres nos preocupa nuestro origen y nuestro fin. Saber nuestro origen justifica nuestra existencia, nuestro origen redirecciona la vida y sus sentidos.

No quiero que quien lea esta entrevista se lleve la impresión de que tu obra es desconsoladora; al contrario, veo en ella una increíble dosis de esperanza, una presencia de la ternura y del amor y del valor de la palabra como medicina. Dices: “Por encima de la crueldad, todos los días, levantarse a escribir/ a borrar y borrar y escribir”.

Hablo del dolor porque no quiero que ocurra más, nunca más; porque todo tipo de horror me aterra y quiero mantenerlo lejos. La escritura me ayuda a alejar el horror y la muerte. Siempre he dicho que la poesía es la oración que acompaña el rito para alejar la muerte. Tengo esperanza e insisto en vivir, siempre quiero vivir; por muy cansada que esté sigo en pie, no puedo estar quieta, necesito hablar porque se esperaba que mujeres como yo calláramos, porque se esperaba otro destino para mujeres como yo; decidí hacer todo lo contrario, decidí luchar, buscar la libertad, escribir, hablar, hablar, hablar… tal vez sea esa mi fijación: la del vivir, la del creer… eso es la que me obliga a moverme, a escribir…

 

Luis Mario Araújo Becerra

Sobre el autor

Luis Mario Araújo Becerra

Luis Mario Araújo Becerra

La reserva

Abogado, escritor y docente universitario. Autor de El Asombroso y otros relatos (cuentos), Literatura del Cesar: identidad y memoria (ensayo), Tras los pasos de un médico rural (ensayo), Las miradas a la guerra y La aldea (novela). Ha sido incluido en las antologías Cuentos Felinos 5, Tercera antología del cuento corto colombiano y Antología de cuento y poesía de escritores del Cesar. 

5 Comentarios


Claudia Judith Navas Barrera 24-09-2024 11:10 AM

La escritura y la poesía es el ritual cotidiano, la vela encendida que cuida el sentido de lo humano, del Ser-aqui como decía Martin Heidegguer. Congratulaciones y exitos querida Luisa. Abrazos profundos

Oscar Arcos Palma 24-09-2024 12:34 PM

Excelente entrevista, como todas las presentadas por Luis Mario Araujo en este medio cultural de maravilla. Las entrevistas tienen su valor en la medida en que Luis Mario plantea interrogantes que llevan a conocer la formación y el pensamiento de jóvenes escritores(as) del Caribe Colombiano -a todas luces bien fundamentado y de honduras- y a descubrir el sustrato de sus obras.

María Angélica Pumarejo 24-09-2024 01:39 PM

Qué bueno descubrir a Luisa, Luis Mario. Gracias por presentarla de forma tan generosa y a Luisa por su poesía y su sabiduría.

Carlos Sanabria 24-09-2024 09:34 PM

Una entrevista magistral. Se nota que hay una investigación previa por parte del entrevistador. Y las respuestas de Luisa, nos muestran a una poeta profunda y comprometida con su época.

Ivan Diaz Soto 26-09-2024 01:12 PM

Se nota la investigación y la forma profunda de escudriñar la poesía habitada en Luisa,, gracias por estar pendiente de la literatura caribeña exponiendo en tus entrevistas,personajes de muy buena , poesía y letra,a Luis agradecerle por permitir dejar conocer su talento

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