Literatura

La canción que ocasionó una muerte

Arnoldo Mestre Arzuaga

13/12/2024 - 05:35

 

La canción que ocasionó una muerte
El cementerio central de Valledupar / Foto: archivo PanoramaCultural.com.co

 

Si bien es cierto que mis cuentos están sentados en hechos de la vida real, también es evidente que algunos adornos son de mi creatividad, lo que le da vida a la ficción para convertirse en una figura literaria.

El éxito de un buen cuentero consiste en saber realizar esa mezcla de realidad e invención, de tal manera que el lector se confunda y no entienda cuando la verdad parezca mentira y la mentira parezca verdad. En eso consiste también el realismo mágico que muchos creen que Gabriel García Márquez fue el creador. Pero no es cierto que algunos escritores costeños copiemos su estilo, una cosa es que los costeños escribamos como hablamos y otra muy diferente es que Gabo sea el dueño de ese estilo. Mal haría yo en escribir imitando a un escritor andino de los cuales no conozco sus monsergas ni sus chocarrerías. Como costeño que soy, escribo como habla un costeño.

Lo sucedido hace algunos años en un pueblito cerca del Nuevo Pueblo de Valencia, fue real. De eso hace más de una veintena de años, cuando el viagra empezó a circular comercialmente y los hombres mayores de cincuenta años comprobaron su eficacia. Algunos la tomaban a escondidas de la pareja seleccionada para un encuentro pasional. Le decían que su virilidad se debía, a la ahuyama y al ñeque que habían comido en su juventud, se creían ellos mismos sus mentiras y hacían alarde de su masculinidad.

Las tragedias son así: suceden de un momento a otro y nadie puede evitarlas. Juan, Santiago y Orlando, eran viejos amigos, jugaban ruedas de dominó mientras consumían cervezas y escuchaban las canciones de moda. El equipo de sonido a todo timbal dejaba escuchar la canción de Calixto Ochoa interpretada por Diomedes Días, “Las vueltas de la vida”.

Yo no me siento tan joven

Pero muy viejo tampoco

Y ahora es cuando más disfruto

De lo que a mí me domina …

Orlando era el menor de los tres, estaba en el despunte de sus setenta años, mientras que sus amigos pasaban de los ochenta, no sé si era por sátira a sus amigos o realmente le gustaba esa canción

Cuando el hombre está muy viejo

Es la horrible situación

Cuando mira a una muchacha

No más se muerde los labios

 

Y le cae un desespero

Como el burro garañón

Con ganas y sin poder

Solamente malhayando.

Se reía a carcajadas mientras miraba a sus amigos, en un principio no le paraban bolas algunas, pensaban que eran cosas de parrandas, pero la cosa se puso color de hormiga, cuando en varios momentos regresaba el casete para repetir una estrofa

A los 25 años esta es la primera etapa

Y al llegar a los 50 ya se sabe que es la segunda

Y al llegar a los 70 todavía el pájaro canta

Pero para los ochenta ya la cosa esta muy dura.

Su risa era tan irónica, que Santiago, el mayor de los contertulios que ya contaba con 84 años, lo afrontó, bueno y cuál es la vaina tuya, que te la das de arrechito. ¿Qué crees? ¿Que nosotros no tenemos como satisfacer a una mujer? Ahora con esas pastillas de Pfizer yo me le mido a cualquier mujer joven, y para que lo sepas no una vez, sino hasta tres veces. Esta última frase hizo que la risa de Orlando fuera más sonora, señalando con su dedo índice la bragueta del pantalón de Santiago y sin contener la risotada, le dijo, “nojodaaa, con ese muerto que tienes entre las piernas, no creo, a eso no lo resucita ni Jesucristo, más bien cuídate, porque la fiscalía dictó orden de captura en tu contra, por cargar un muerto entre tus piernas, parece que el diablo se hubiera aparecido en ese momento”.

El rostro de Santiago cambió de color, se tornó pálido y sin control ninguno, se levantó de la pesada banqueta donde estaba sentado, la levantó con todas sus fuerzas y la estrelló contra la cabeza de Orlando, todo fue tan rápido, que Juan nada pudo hacer para evitar esa mala hora que le quitó la vida a Orlando. El doctor Gil Aguancha nada pudo remediar en el puesto de salud donde lo atendió. Dictaminó muerte instantánea por la ruptura del hueso parietal.

Al día siguiente, por una canción, dos amigos abandonaron el pueblo: uno con rumbo al cementerio central de Valledupar, y el otro fue remitido a la cárcel de Santa Marta por temor a la reacción de los hijos de Santiago.

 

Arnoldo Mestre Arzuaga

Sobre el autor

Arnoldo Mestre Arzuaga

Arnoldo Mestre Arzuaga

La narrativa de Nondo

Arnoldo Mestre Arzuaga (Valledupar) es un abogado apasionado por la agricultura y la ganadería, pero también y sobre todo, un contador de historias que reflejan las costumbres, las tradiciones y los sucesos que muchos han olvidado y que otros ni siquiera conocieron. Ha publicado varias obras entre las que destacamos “Cuentos y Leyendas de mi valle”, “El hombre de las cachacas”, “El sastre innovador” y “Gracias a Cupertino”.

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