Literatura
Versos en una noche de luna llena en Valledupar
Cada noche de luna llena tiene su recital en Valledupar. Son momentos donde la palabra vuelve a mecer los oídos, a nutrir el alma y exacerbar la imaginación con metáforas y anécdotas inolvidables.
La última tuvo lugar en su escenario de ensueño, la Casita de Bahareque, en pleno barrio del Cañaguate. Un espacio representativo del centro histórico y de la identidad vallenata. Ahí los eventos culturales organizados por la Fundación AVIVA se impregnan de un candor romántico y exclusivo, difícil de olvidar.
Esa noche del viernes 25 de enero no varió en su formato, pero sí en su contenido. Cerca de una luz tenue colocada en una esquina del patio, y bajo la intensa mirada del gran astro nocturno, los escritores se sentaban detrás de la mesita de madera oscura, con serenidad, frente a un público paciente y silencioso.
Primero intervino el poeta Harold Ferreira para leer algunos de sus poemas. Las temáticas de sus lecturas –algunas aparentemente anodinas pero de gran valor literario– incitaron a la reflexión. Finalmente, todo es rescatable en la literatura, y más todavía, en pleno recital de luna llena.
Nos sorprendió especialmente la lectura de un poema erótico, leído con pausada voz y ritmo constante, mientras la imagen atrevida de una pareja en pleno esfuerzo de unión iba construyéndose en la mente de todos. La soberbia del deseo poético contrastó con la quietud de un público contemplativo.
A continuación intervino Boris Serrano para exponer una faceta desconocida de escritor. De pie, y con una voz firme, la lectura de sus textos nos hizo pasear por conceptos tan diversos como el ser supremo, la mujer, la guerra, la pasión, el deseo y la pasión. Su intervención terminó con la lectura de un escrito que hacía referencia a la muerte de su abuelo César Pompeyo Serrano.
El poeta Álvaro Maestre llamó de entrada la atención de los espectadores con la lectura de su texto “Sobrevivientes”. En él estaba reflejada la capacidad de adaptación extrema del Ser humano y su instinto para superarlo todo, hasta el peor de los dolores o la misma muerte. “Es muy difícil matar a la raza humana”, señalaba el autor en ese texto.
La intervención de Iván Zuleta iba teñida de un tono reflexivo. “No sé si escribo para los demás o para mí”, dijo él, y enseguida después la jocosidad se hizo notable. El recuerdo de César Pompeyo Serrano, alias “Mano checha”, narrado con gran expresividad, fue uno de los motivos para la sonrisa ya que pudimos conocer el carácter rígido, casi militar, de un hombre especialmente apreciado en el Valle. “Antes de salir a la calle, él compraba la yuca, iba donde su hijo y le pedía que se la preparara con queso”, explicó antes de remedar la gruesa voz de César Pompeyo.
Finalmente, Fabiola Van Sprahlen cerró esta noche literaria con una lectura de poemas llenos de ternura e ilusión. El deseo de una “tierra prometida” se ligó con la hermosura de un poema dedicado a su hijo y la respuesta lógica del público no pudo ser otra cosa que esos aplausos calurosos que siguen retumbando en las inmediaciones de la casa de bahareque…
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