Literatura
El último capítulo, de Olgalucía Gaviria Ángel

Olgalucía Gaviria Ángel (Bogotá, 1954) es escritora, productora y directora de cine y televisión. Su trayectoria literaria reciente es fecunda: Conversaciones con mi gata Simona (2019), El hilo invisible (2022), Conversaciones con mi madre Lucía (2023), El tren de las 11:11 (2024) y, ahora, su más reciente novela El último capítulo (2025).
Victoria recibe una oferta laboral para mudarse a Australia por un año. Andrés, su esposo, se opone: la mudanza transformaría radicalmente la vida de sus hijas y, sobre todo, implicaría separarse de su padre, Fernando, un viudo de 85 años que vive con ellos. Finalmente, Victoria lo convence y deciden buscar un lugar donde Fernando pueda quedarse. Así inicia un relato sobre la fragilidad y la fortaleza de los vínculos familiares.
La obra abre con un prólogo tenso, marcado por la difícil decisión que cambiará el destino de Fernando. A lo largo de 21 capítulos, lo acompañamos en este nuevo tramo de su historia junto a Sebastián, Agustín, Paula, Natalia, Elena, Evaristo y Esther, personajes entrañables que encarnan la complicidad y el afecto en la madurez. El libro concluye con un epílogo luminoso que transmite esperanza y serenidad, y que invita a imaginar una vejez plena, lejos del estigma de la resignación.
La autora presenta a los personajes principalmente a través de diálogos, lo que los hace cercanos y creíbles. Fernando es el centro emocional de la narración: un anciano que oscila entre la nostalgia y la soledad, pero que también se abre al descubrimiento tardío de que la existencia aún puede regalar sorpresas.
El relato está lleno de escenas íntimas y conmovedoras. Cito un fragmento:
“Fernando pasó una mano temblorosa por el cristal que resguardaba la foto. Pensó que su Beatriz seguía allí, sin inmutarse, ajena a aquella caricia que jamás podría volver a entregarle. Deseó poder rozarle las mejillas como tantas veces había hecho en su vida”.
La prosa de Gaviria Ángel se distingue por un detallismo envolvente que hace posible que el lector visualice los escenarios, perciba los aromas y acompañe cada gesto de los personajes:
“Al final del pasillo, Agustín abrió con precaución una puerta doble. Salieron a una pequeña terraza en el exterior del edificio y, con cuidado, bajaron la escalera. A Fernando le pareció demasiado larga y oscura, pues se tenían que contentar con el resplandor lejano de la luna creciente. Finalmente, sintió bajo sus zapatos un mullido pasto y le llegó a la nariz el reconocible aroma de la planta caballero de la noche”.
Este nivel de minuciosidad narrativa es uno de los grandes logros del libro.
El escenario de esta historia puede situarse en cualquier lugar del mundo. Aunque el hogar de personas mayores donde Andrés y Victoria llevan a Fernando, se llama La Puerta Dorada, el espacio adquiere un valor simbólico: es un umbral hacia nuevas oportunidades, un lugar donde, pese a la edad y a los prejuicios, todavía se pueden vivir primeras veces. Fernando, terco y ensimismado al inicio, descubrirá allí el poder de la amistad y del amor que se reinventa sin importar la edad.
La portada: símbolo de un umbral
La portada del libro refuerza el espíritu de la narración: un hombre mayor, de espaldas, camina hacia un haz de luz que se abre como un portal. La paleta rojiza acentúa la idea de vitalidad y fuerza, mientras que la figura simboliza la inevitable soledad del final del camino y la esperanza de un tránsito hacia algo más. Esa puerta luminosa conecta con La Puerta Dorada del relato: metáfora de las oportunidades que aún esperan, incluso en el último tramo de la travesía personal.
Una mirada a la vejez
El último capítulo propone una visión de la vejez como posibilidad y no como límite. La novela transmite ternura, humor y, sobre todo, serenidad. Escucharla en audiolibro me regaló una sensación poco común: paz, aceptación y claridad. Sentí que las palabras estaban escritas desde la convicción personal de la autora, quien a sus 71 años sigue creando, explorando y teniendo primeras veces. Esa vitalidad es inspiradora y atraviesa toda la obra: nunca es tarde para comenzar algo nuevo.
He leído otros trabajos literarios de la autora —El tren de las 11:11 y El hilo invisible— y percibo una constante: la exploración del lazo indestructible que une a los vivos con quienes han partido. Sus personajes siguen conversando con sus muertos, escuchándolos, sintiéndolos cerca, aceptando la ausencia con amor y gratitud, como quien comprende que la vida es un tránsito hacia el reencuentro.
El último capítulo es una historia que conmueve sin caer en sentimentalismos. Una novela que invita a valorar los vínculos familiares, a pensar la vejez con dignidad y alegría, y a recordar que mientras queden amaneceres, siempre habrá capítulos por escribir.
Emma Claus
Sobre el autor

Emma Claus
Mientras Hannah duerme
Nació en Becerril, Cesar. Vive en Alemania. Se graduó en ingeniería en minas, pero la literatura siempre le habló al oido, al final, la escuchó y aún siguen conversando. Empezó a escribir a los diez años. La poesia ha estado en su vida desde el principio, tanto que tiene cuatro poemarios sin editar en orden de creación: Principios (1990-1998), Cuando duermo (1999-2001), El forjador y otras odas (2002-2006) y Nuestro secreto (2007-2010). Algunos de sus textos fueron incluidos en los libros “Antología para amarte Uno”,” Antología para amarte dos” de la fundación Siembra, en Sogamoso, Boyacá y en antología de la Revista de arte y cultura en Tunja, Boyacá. En 2020, publicó de la mano de la editorial independiente Calixta su primera novela “Siempre bajo la lluvia”.
Es una apasionada de las buenas novelas y de la literatura colombiana, por eso dedica parte de su tiempo a escribir reseñas, así motiva su lectura y la divulgación de escritores colombianos. Todo inicia con el nacimiento de su hija Hannah y el único tiempo que tenía para escribir y leer era mientras ella dormía, de allí, el nombre de esta columna: Mientras Hannah duerme.
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