Literatura
Conversaciones con mi madre Lucía, de Olgalucía Gaviria Ángel

A las puertas de su centenario, Lucía Ángel conversa con su hija, la escritora y productora Olgalucía Gaviria Ángel, en un libro que es al mismo tiempo una celebración, una meditación y un testamento universal. Conversaciones con mi madre Lucía no pretende ser una biografía ni una obra filosófica, pero en sus páginas encontramos la esencia de ambos mundos. Es, sobre todo, un acto de amor: una hija que admira y escucha a su madre, consciente de que la existencia es caprichosa y de que aún puede aprender de su voz el sentido de la fortaleza, la ternura y la serenidad ante el paso del tiempo.
Desde la primera página, Lucía responde con una sabiduría que cautiva por su sencillez. Cuando Olgalucía le pregunta de dónde viene, ella dice: “Yo vengo de la tierra, que es vida. Yo vengo del árbol de la vida”. Esa afirmación basta para entender el tono de toda la obra: una conversación que hunde sus raíces en lo elemental y, desde allí, se eleva hacia lo trascendente. Lucía no teoriza; recuerda, siente, agradece. Su fe no es dogmática, sino una certeza: la energía superior, la presencia de Dios, la gratitud ante el aire, el agua, la luz del sol.
El libro está dividido en secciones breves que recorren los grandes temas de la existencia: el propósito, los obstáculos, la felicidad, la amistad, el amor, la maternidad y la muerte. Cada bloque se construye a partir de preguntas de la hija y respuestas de la madre, que suenan a veces como proverbios, a veces como poemas. “En la vida tenemos que remar, remar y remar para salir adelante”, dice Lucía con humor y lucidez. O aquella frase que podría resumir su filosofía entera: “El propósito de la vida es ser feliz. Debemos intentar ser felices cada segundo, porque la vida se pasa muy rápido”.
Para Lucía, la soledad no es un castigo, sino una compañera; la vejez, un ejercicio de paciencia; la muerte, una puerta hacia otra dimensión del ser: “Mi espíritu está en paz”, dice, y en esa afirmación hay verdad. Es raro encontrar un relato donde la vejez no sea nostalgia ni derrota, sino plenitud. Conversaciones con mi madre Lucía ofrece eso: la posibilidad de mirar el paso del tiempo con aceptación y sin miedo.
Olgalucía, por su parte, no interviene desde la distancia de una entrevistadora, sino desde la ternura de una hija que observa, pregunta y aprende. Su presencia se percibe en la cadencia de las preguntas, en la manera en que acompaña la voz de su madre sin interrumpirla, en la delicadeza con que recoge cada palabra. En algunos pasajes, la hija también escribe —una carta a su madre, un poema de agradecimiento— y el diálogo se convierte en un tejido de dos voces donde el amor se escribe de ida y vuelta.
Hay momentos cargados de honestidad, como cuando Lucía dice:
“—Madre, ¿qué consejos me darías para ser tan sabia como tú?”
Y contesta:
“—El mejor consejo sobre la sabiduría es que seas sabia tú misma. (…) Sé paciente y persistente en tu aprendizaje. Y, por último, recuerda que la sabiduría no es un evento único: es un viaje de toda la vida”.
En esta respuesta, Lucía redefine la sabiduría como un camino personal y continuo: no se recibe de manera abrupta, sino que se adquiere en la experiencia misma de vivir. Su consejo invita a la autonomía interior y a aprender siempre, incluso desde la humildad de quien sigue creciendo.
El tono general del libro oscila entre la reflexión espiritual y la conversación familiar. En algunos pasajes, Lucía se eleva hacia lo místico —habla de la energía del alma, del silencio como espacio donde habitan las cosas más bellas— y, en otros, desciende al terreno más concreto, ofreciendo consejos prácticos: cómo cultivar la paciencia, cómo cuidar un matrimonio, cómo mantener la pasión por existir. Todo dicho sin solemnidad, con un lenguaje limpio y afectuoso.
Leer este libro es como sentarse una tarde a escuchar a una mujer que hoy 10 de octubre de 2025 cumple cien años y, sin embargo, sigue asombrándose del mundo. Hay en sus palabras una gratitud radical, una confianza que invita a reconciliarse con lo que somos. Y al cerrar sus páginas, uno siente que la conversación sigue abierta, que esas palabras —remar, respetar, agradecer, amar— se quedan resonando como una oración sencilla y verdadera. Lucía Ángel, con su voz firme y su sonrisa de tierra, nos recuerda que la existencia, pese a todo, sigue siendo el más precioso de los regalos.
Emma Claus
Sobre el autor

Emma Claus
Mientras Hannah duerme
Nació en Becerril, Cesar. Vive en Alemania. Se graduó en ingeniería en minas, pero la literatura siempre le habló al oido, al final, la escuchó y aún siguen conversando. Empezó a escribir a los diez años. La poesia ha estado en su vida desde el principio, tanto que tiene cuatro poemarios sin editar en orden de creación: Principios (1990-1998), Cuando duermo (1999-2001), El forjador y otras odas (2002-2006) y Nuestro secreto (2007-2010). Algunos de sus textos fueron incluidos en los libros “Antología para amarte Uno”,” Antología para amarte dos” de la fundación Siembra, en Sogamoso, Boyacá y en antología de la Revista de arte y cultura en Tunja, Boyacá. En 2020, publicó de la mano de la editorial independiente Calixta su primera novela “Siempre bajo la lluvia”.
Es una apasionada de las buenas novelas y de la literatura colombiana, por eso dedica parte de su tiempo a escribir reseñas, así motiva su lectura y la divulgación de escritores colombianos. Todo inicia con el nacimiento de su hija Hannah y el único tiempo que tenía para escribir y leer era mientras ella dormía, de allí, el nombre de esta columna: Mientras Hannah duerme.
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