Literatura
Metamorfosis de un pueblo: La vida secreta de Agustín Codazzi

Quiero compartir con los amables lectores algunos apartes de mi próximo libro. Es una búsqueda por escudriñar el pasado, identificar el presente y sembrar memoria para el futuro.
Agustín Codazzi había sido cuestionado por su trabajo; aun así, emprendió su último recorrido para concluirlo. Llegó a comienzos de enero de 1859 a la población de El Banco, Magdalena, desde Bogotá.
“Anhelaba Codazzi el momento en que pudiese dar por concluidas sus tareas, que ya no tenían para él más atractivo que su amor a la gloria científica que debía afianzarle, pues el transcurso del tiempo había traído a gobernar al país, hombres que no supieron o no quisieron apreciar aquella obra, como los que en 1850 habían organizado y protegido con esmero la comisión corográfica. En los ciudadanos que formaron los Ministerios y las Cámaras legislativas durante las administraciones de López y Obando, y la accidental de Mallarino, halló Codazzi otros tantos apreciadores de su mérito y del alto valor nacional de la obra puesta en sus manos”.
Manuel Ancízar, escritor de la Comisión Corográfica, vaticinaba con preocupación lo que aguardaba a la expedición en las inhóspitas tierras del bajo Magdalena.
“Moore, con la genial franqueza británica, exclamó: —Si no hubiera tenido mis borradores bajo llave, habría creído que usted los había copiado a ocultas--.
¡Satisfactoria prueba de que aquello no eran mapas pintados y de que la censura de ellos, así formulada, pasaba de intrépida!
El hecho es que Codazzi sintió ajada su delicadeza, injustamente lastimada su honra profesional, y que, al marchar hacia el bajo Magdalena, a principios de 1859, no emprendió el viaje con su habitual alegría, sino desalentado y pesaroso, teniendo que hacer un gran esfuerzo para separarse de su familia.”
A mediados de enero tomó tierra en El Banco para dirigirse a Chiriguaná y, atravesando las llanuras de Valledupar, penetrar en el grupo de la Sierra Nevada por las abras que presentan sus estribos occidentales.
Por estos escritos de Manuel Ancizar se deduce que llegó o desembarcó en el caserío Los Tupes.
“Compró unos burros, cabalgadura común y usual en aquellos parajes, y, cargando sus instrumentos y corto matalotaje, se puso en marcha hacia una ranchería llamada Pueblito, acompañado solamente por el pintor de la comisión y por un hombre torpe y perezoso que hacía de arriero”.
Estimo que Agustín Codazzi pudo haber llegado a Codazzi entre el 18 y el 20 de enero de 1859. Para entonces, la iglesia del pueblo se llamaba Iglesia Parroquial del Espíritu Santo, como consta en los primeros registros de bautismo de 1856, de la parroquia Divina Pastora de Codazzi. De allí nació el nombre: El Pueblito del Espíritu Santo.
Durante su recorrido desde la Ciénaga de Zapatosa, tras salir de Chiriguaná y remontar el río Cesar, fue picado por el mosquito Anopheles, único género capaz de transmitir el parásito Plasmodium, causante de la malaria. Los síntomas suelen aparecer entre diez y quince días después de la infección. Es decir, llegó infectado o contagiado a El Pueblito.
El cartógrafo Agustín Codazzi escogió El Pueblito porque, estratégicamente, desde allí se visualizaban la imponente Sierra Nevada y el valle del río Cesar, que en ese tiempo conformaban las llanuras del territorio del Valle de Upar. Bordeaban la cordillera para llegar al pueblo, pasando por los lugares donde hoy se encuentran los corregimientos de Los Brasiles y El Desastre, que aún no existían en aquella época.
Al llegar a El Pueblito, dio estrictas órdenes al arriero para continuar la marcha al amanecer del día siguiente; pero el imprudente dejó que las bestias se extraviaran durante la noche y no fue posible moverse de la ranchería.
Codazzi, al verse detenido allí, perdiendo un tiempo precioso, se exasperó contra el arriero, sintiéndose luego con algo de fiebre. Fiebre fue, que, a pocas horas, merced al clima, al desamparo y a los malos alimentos, dio con él en el suelo, sobre una estera que le habilitaron por cama, donde, luchando su recia constitución con la enfermedad —cada hora más violenta—, rindió su inquieto espíritu el 7 de febrero, a los sesenta y seis años y seis meses.
Este relato lo tomé del periódico El Mosaico, números 1 al 8 de 1864, publicado en Bogotá, y de un periódico de Santiago de Chile. Una vez terminada su labor en la Nueva Granada, en Bogotá lo esperaba una propuesta para realizar la corografía del Perú.
El artículo, de veinticuatro páginas, relata al final:
“Limpiaron de yerbas un poco el suelo en la próxima sabana y, dando silenciosa sepultura al cadáver, se marcó el lugar con un tosco empedrado; humildísimo túmulo, por cierto, pero que de ninguna manera será oscuro ni en tiempo alguno será olvidado por quienes veneren la ciencia unida a la modestia y a los benéficos propósitos”.
El relato de sus últimos días fue recogido por el dibujante Manuel María Paz, miembro de la Comisión Corográfica, quien fue testigo de su agonía.
Para el mes de junio de 1858 había entregado en limpio los mapas corográficos de todas las secciones en que se dividía el territorio de la Nueva Granada. Faltaba únicamente completar la carta del bajo Magdalena, visitando una pequeña parte de la antigua provincia de Cartagena y explorando a fondo la Sierra Nevada de Santa Marta.
El viejo cartógrafo sigue allí, en el corazón de las montañas, donde su lápiz y su fe delinearon los contornos de una patria.
Luis Carlos Guerra Ávila
Sobre el autor
Luis Carlos Guerra Ávila
Magiriaimo Literario
Luis Carlos "El tachi" Guerra Avila nació en Codazzi, Cesar, un 09-04-62. Escritor, compositor y poeta. Entre sus obras tiene dos producciones musicales: "Auténtico", comercial, y "Misa vallenata", cristiana. Un poemario: "Nadie sabe que soy poeta". Varios ensayos y crónicas: "Origen de la música de acordeón”, “El ultimo juglar”, y análisis literarios de Juancho Polo Valencia, Doña Petra, Hijo de José Camilo, Hígado encebollado, entre otros. Actualmente se dedica a defender el río Magiriamo en Codazzi, como presidente de la Fundación Somos Codazzi y reside en Valledupar (Cesar).
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