Literatura

Trivialidad de lo trascendente, de Diógenes Armando Pino Ávila

Redacción

01/08/2013 - 11:50

 

Donde imperan las pequeñas conversaciones y las tareas domésticas, en esas rutinas implantadas por inadvertencia y en los espacios donde la respiración se hace ruido, se encuentran las grandes momentos de una existencia.

Sobre esos minutos, imágenes y recuerdos que dan sentido a la vida (o que a menudo la erosionan), reflexiona  el poeta Diógenes Armando Pino Ávila en su poemario “Trivialidad de lo trascendente”, con esa pluma ligera y sutil que nos invita a recorrer el vecindario, esos encuentros con la tecnología y esos días de trabajo interminables.

 

Pirata cibernético

Trabajador de la cultura y amante del folclor,

Cantador de tamboras y buen percusionista

Aquí se desempeña, como ilustre profesor,

Y por fuera del colegio es hábil prestamista.

 

Los rendimientos financieros que da su capital

El hombre sabiamente ha sabido reinvertirlos

Ha comprado un carro con solo parpadear

En él se pavonea muy orondo los domingos.

 

Ayer  en valiente reto, su cerebro desafía,

Tomó la decisión de comprar computadora

Trastrocando la felicidad por la agonía

 

Y demostrando terquedad este cabecidura

Trata de aprender de golpe esa tecnología

Que le tiene estresado y  al borde de la locura.

 

II

Ahora anda sumido en una confusión muy grande

Se ha vuelto desconfiado irascible y algo paranoico

Navegando a la deriva en Internet hasta muy tarde

Adivinando palabrejas de lenguaje muy exótico.

 

Adorador de crackers, de los lamers el terror,

Pirata cibernético, de macros, arrobas y punto com,

Habla como un  sabio de Windows del setup y de la Bíos

Experto del Excel, Access, Word y PowerPoint.

 

Charla de hackers, hardware de software y de Ram,

Le teme a los troyanos y se comunica por E mail,

Su correo es un misterio y se cuida del  espam

 

Usa software moderno sin licencia legal

Abrió página Web y enamora por un  chat,

Genio cibernético de los keygen y de los cracks.

 

La lluvia de mi edad

La lluvia alegre cae torrentosa

Y hacen fiesta las gotas en el tejado

Luego resbalan, caen a tierra y retozan

Emitiendo música de piano encantado.

 

En el asfalto se juntan, bailan una danza

Y corren calle abajo semejando un río

Mientras la triste tarde gris avanza

Llenando mi alma de infinito hastío.

 

Asomo a la ventana y observo el espectáculo

Que a mis ojos brinda esa lluvia vesperal

Disfruto el juego, las risas de los muchachos

 

Que contentos se bañan bajo mi alar,

Me pongo nostálgico casi llego al llanto

Soy consciente al fin,  de mi verdadera edad.

 

El águila financiera

Tengo un gran amigo llamado José Luis

Que vive feliz y contento en nuestro pueblo

Del que a diario todos cuentan historias mil

De él se tiene ya, un extenso anecdotario.

 

Es un hombre casero que ahora necesita

Ver el noticiero acomodado frente a su televisor

A su esposa e hijos va comentando la noticia

Con esa soltura de amigo y gran conversador.

 

De la sección bursátil les explica el pormenor

Y con aparente experticia saca cuentas y anota

Los cambios que han dado el petróleo y el carbón,

 

De Wall Street asevera: el Dow Jones repunta y flota.

Pero un recuerdo  le calla, le invade un gran temor,

Es que mañana le llega, el cobrador del “Cuentagotas”.

 

Peluquero de mi pueblo

En mi pueblo vive excelente peluquero

En verdad  un estilista, locuaz y singular

Que de todos conoce los mínimos secretos,

Incluyendo sin tapujos la vida conyugal.

 

El hombre habla del cura, alcalde y personero

De los que conoce sus vidas y consciencias,

También cuenta pormenores del concejo,

Y la nueva fortuna del secretario de hacienda.

 

Cuando te motila, te cuenta con gracejo

Las cosas que le pasan a casadas y solteras,

Mientras se sonríe mirándote al espejo.

 

Ya que entre polvos, lociones y barberas

Este peluquero a todos toma el pelo

Mientras la lengua afila y repica su tijera.

 

Cotidianidad

Hoy es lunes, aburrido estoy en casa

Estresado y triste, sumido en un sopor,

Sintiendo impávido el tiempo que pasa

Y la mella que hace en mí la situación.

 

Me asomo a la calle, veo la gente pasar

Con el seño adusto y su paso muy ligero,

Maldiciendo por adentros tener que trabajar

y la desgracia infinita de no tener dinero

 

Entre los que pasan abundan los loteros,

Vendedores de rifa,  fantasías y nirvanas,

Estudiantes ruidosos, verduleras y lecheros

 

El que vende pócimas, el que todo mal te sana,

El que ofrece pastas para el sexo y tinte para pelo,

¡Tal es el acoso, que de comprar entran las ganas!

 

Eiusdemfarinae

Megafonea y dice disparates

El peluquero –o mejor- el estilista,

Que es amigo íntimo del alcalde

Y a la oposición desacredita.

 

En campaña es orador y despotrica

Del contrario, con sádica altanería,

Y la máxima autoridad acolita

Sus desplantes –y también su sodomía-


Recibe emolumentos del erario

Público, sin tener oficio conocido

Nadie sabe por qué cobra salario

 

Pero se presume -hay un cocido-

Es algo raro, obscuro y estrafalario

En que los dos andan metidos.

 

De maestro

Trabajando llevo ya dos meses

Sin nombramiento, sin sueldo, sin nada.

Este es uno más de los reveses

Que sufro en ésta vida ¡que trastada!

 

Tengo que lavar y planchar la ropa

Yo mismo, jorobado en un aguamanil.

Y esto no es nada, –una pequeña cosa–

¡Tomo sopa de cilantro y perejil!

 

La paso sin un cuarto en los bolsillos,

Ésta es una situación más que infernal,

No tengo con que comprarme un cigarrillo,

 

Ni una aguja, ni un mísero dedal

Y he de andar así, como los grillos

Cantando hambriento ¡en actitud filosofal!

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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