Literatura
Trivialidad de lo trascendente, de Diógenes Armando Pino Ávila
Donde imperan las pequeñas conversaciones y las tareas domésticas, en esas rutinas implantadas por inadvertencia y en los espacios donde la respiración se hace ruido, se encuentran las grandes momentos de una existencia.
Sobre esos minutos, imágenes y recuerdos que dan sentido a la vida (o que a menudo la erosionan), reflexiona el poeta Diógenes Armando Pino Ávila en su poemario “Trivialidad de lo trascendente”, con esa pluma ligera y sutil que nos invita a recorrer el vecindario, esos encuentros con la tecnología y esos días de trabajo interminables.
Pirata cibernético
Trabajador de la cultura y amante del folclor,
Cantador de tamboras y buen percusionista
Aquí se desempeña, como ilustre profesor,
Y por fuera del colegio es hábil prestamista.
Los rendimientos financieros que da su capital
El hombre sabiamente ha sabido reinvertirlos
Ha comprado un carro con solo parpadear
En él se pavonea muy orondo los domingos.
Ayer en valiente reto, su cerebro desafía,
Tomó la decisión de comprar computadora
Trastrocando la felicidad por la agonía
Y demostrando terquedad este cabecidura
Trata de aprender de golpe esa tecnología
Que le tiene estresado y al borde de la locura.
II
Ahora anda sumido en una confusión muy grande
Se ha vuelto desconfiado irascible y algo paranoico
Navegando a la deriva en Internet hasta muy tarde
Adivinando palabrejas de lenguaje muy exótico.
Adorador de crackers, de los lamers el terror,
Pirata cibernético, de macros, arrobas y punto com,
Habla como un sabio de Windows del setup y de la Bíos
Experto del Excel, Access, Word y PowerPoint.
Charla de hackers, hardware de software y de Ram,
Le teme a los troyanos y se comunica por E mail,
Su correo es un misterio y se cuida del espam
Usa software moderno sin licencia legal
Abrió página Web y enamora por un chat,
Genio cibernético de los keygen y de los cracks.
La lluvia de mi edad
La lluvia alegre cae torrentosa
Y hacen fiesta las gotas en el tejado
Luego resbalan, caen a tierra y retozan
Emitiendo música de piano encantado.
En el asfalto se juntan, bailan una danza
Y corren calle abajo semejando un río
Mientras la triste tarde gris avanza
Llenando mi alma de infinito hastío.
Asomo a la ventana y observo el espectáculo
Que a mis ojos brinda esa lluvia vesperal
Disfruto el juego, las risas de los muchachos
Que contentos se bañan bajo mi alar,
Me pongo nostálgico casi llego al llanto
Soy consciente al fin, de mi verdadera edad.
El águila financiera
Tengo un gran amigo llamado José Luis
Que vive feliz y contento en nuestro pueblo
Del que a diario todos cuentan historias mil
De él se tiene ya, un extenso anecdotario.
Es un hombre casero que ahora necesita
Ver el noticiero acomodado frente a su televisor
A su esposa e hijos va comentando la noticia
Con esa soltura de amigo y gran conversador.
De la sección bursátil les explica el pormenor
Y con aparente experticia saca cuentas y anota
Los cambios que han dado el petróleo y el carbón,
De Wall Street asevera: el Dow Jones repunta y flota.
Pero un recuerdo le calla, le invade un gran temor,
Es que mañana le llega, el cobrador del “Cuentagotas”.
Peluquero de mi pueblo
En mi pueblo vive excelente peluquero
En verdad un estilista, locuaz y singular
Que de todos conoce los mínimos secretos,
Incluyendo sin tapujos la vida conyugal.
El hombre habla del cura, alcalde y personero
De los que conoce sus vidas y consciencias,
También cuenta pormenores del concejo,
Y la nueva fortuna del secretario de hacienda.
Cuando te motila, te cuenta con gracejo
Las cosas que le pasan a casadas y solteras,
Mientras se sonríe mirándote al espejo.
Ya que entre polvos, lociones y barberas
Este peluquero a todos toma el pelo
Mientras la lengua afila y repica su tijera.
Cotidianidad
Hoy es lunes, aburrido estoy en casa
Estresado y triste, sumido en un sopor,
Sintiendo impávido el tiempo que pasa
Y la mella que hace en mí la situación.
Me asomo a la calle, veo la gente pasar
Con el seño adusto y su paso muy ligero,
Maldiciendo por adentros tener que trabajar
y la desgracia infinita de no tener dinero
Entre los que pasan abundan los loteros,
Vendedores de rifa, fantasías y nirvanas,
Estudiantes ruidosos, verduleras y lecheros
El que vende pócimas, el que todo mal te sana,
El que ofrece pastas para el sexo y tinte para pelo,
¡Tal es el acoso, que de comprar entran las ganas!
Eiusdemfarinae
Megafonea y dice disparates
El peluquero –o mejor- el estilista,
Que es amigo íntimo del alcalde
Y a la oposición desacredita.
En campaña es orador y despotrica
Del contrario, con sádica altanería,
Y la máxima autoridad acolita
Sus desplantes –y también su sodomía-
Recibe emolumentos del erario
Público, sin tener oficio conocido
Nadie sabe por qué cobra salario
Pero se presume -hay un cocido-
Es algo raro, obscuro y estrafalario
En que los dos andan metidos.
De maestro
Trabajando llevo ya dos meses
Sin nombramiento, sin sueldo, sin nada.
Este es uno más de los reveses
Que sufro en ésta vida ¡que trastada!
Tengo que lavar y planchar la ropa
Yo mismo, jorobado en un aguamanil.
Y esto no es nada, –una pequeña cosa–
¡Tomo sopa de cilantro y perejil!
La paso sin un cuarto en los bolsillos,
Ésta es una situación más que infernal,
No tengo con que comprarme un cigarrillo,
Ni una aguja, ni un mísero dedal
Y he de andar así, como los grillos
Cantando hambriento ¡en actitud filosofal!
Diógenes Armando Pino Ávila
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