Literatura

Julio Cortázar: el novelista antes de Rayuela

Carlos Arturo Caballero

20/03/2014 - 12:00

 

Julio Cortázar¿Cómo leer Rayuela hoy 50 años después? Un breve recorrido por las novelas que la precedieron y acompañaron nos puede brindar una idea acerca de su génesis.

Las primeras novelas de Cortázar, Divertimento (1986) y El examen (1986), publicadas póstumamente, fueron escritas durante la década del 40, años de gran efervescencia política y en un contexto intelectual que desde las tribunas de la revista Sur, cuya figura más visible era Jorge Luis Borges, se mostraba abiertamente adverso al peronismo. Según su primera esposa, Aurora Bernárdez, ambas novelas no fueron premiadas en los certámenes donde se presentaron y no llegaron a publicarse por falta de editor. En su opinión, la negativa a publicarlas no obedecía a razones políticas; sin embargo, a pesar de que Cortázar no militaba expresamente en algún partido político, había expresado su disconformidad frente al peronismo renunciando a una cátedra en Mendoza.

En 1960, Editorial Sudamericana decide publicar Los premios, obligando a Cortázar a postergar Divertimento y El examen. Aurora Bernárdez también señala que durante esa década Cortázar destruyó el manuscrito de otra novela titulada Soliloquio, de lo cual el autor se habría arrepentido posteriormente. Diario de Andrés Fava (1995), también publicada póstumamente, en un inicio formó parte de El examen, pero fue desprendida de esta novela por su extensión y porque el protagonismo del personaje, reveló Cortázar, habría desequilibrado la trama de El examen al concitar mayor atención. No obstante, en el Diario de Andrés Fava se anticipan varios motivos estructurales característicos de Rayuela. En “La espiral de Julio Cortázar”, Mauricio Ostria González contrasta dos tipos de concepciones acerca de la narrativa, la espiral y la circunferencia, inscribiendo a Cortázar en la primera, porque tiende a la apertura, al quiebre, al juego, al azar —como en los cuentos “El perseguidor” y “Las babas del diablo”—, es decir, un movimiento centrífugo y centrípeto a la vez, la búsqueda del hombre total y la deconstrucción narrativa, en oposición a la otra modalidad caracterizada por el eterno retorno de lo mismo.

Un dato singular de Divertimento es que está fechada en el carnaval de 1949, con toda la impronta simbólica de lo que significa el carnaval en tanto transgresión del orden imperante. De otro lado, el título nos remite a una forma musical del siglo XVIII, ligera y elaborada con pocos instrumentos. El epígrafe que abre la novela, un fragmento de Tempestad en Jamaica, un best-seller de entretenimiento para niños, refuerza la idea de una novela concebida como un breve juego en el que se esbozan, aparentemente sin complejas elaboraciones, los lineamientos de su teoría de la novela afianzados años después en Rayuela. Si bien el juego no adquiere en Divertimento las dimensiones de su obra posterior, se advierte en esta novela que para Cortázar el juego no es algo frívolo sino un ritual tomado seriamente por los participantes, del mismo modo que los niños se toman muy en serio sus juegos.

El dualismo del título alude tanto a lo que en su sencillez es complejo como a la relativización de los grandes proyectos artísticos. A propósito, recordemos que Cortázar mantuvo a lo largo de toda su obra una abierta confrontación contra la solemnidad, ante la cual opuso el juego y el azar —trivializando la solemnidad de la vida cotidiana y las reglas sociales—, es decir, una escritura sin garantías que invita al lector a salir de la “Gran Costumbre”. El túnel (1948) de Ernesto Sábato se publicó por la misma época. En esta novela y en Divertimento está presente el enigma ante la contemplación de un cuadro. Y aunque Sábato y Cortázar tomaron contacto con el surrealismo, el autor de Rayuela no se adscribió a la escritura automática, pese a su evidente apuesta por el azar. Su diálogo con el surrealismo es paródico. Más cercana es su relación con la estética de Alfred Jarry.

El insecto, voz en primera persona, es quien presenta al resto de personajes de Divertimento, a la vez que se presenta a sí mismo como un reverso de los otros, situado más en la vigilia mientras los otros, en el sueño. El insecto quiere cortar el ovillo, pero el nudo, manifiesto en el enigma del cuadro, se lo impide. El nudo representa el obstáculo que permanece por más que se corte el ovillo. Los motivos del ovillo, el nudo y el laberinto están presentes en Divertimento —los cuales anuncian el capítulo 126 conocido como “la araña”, que integraba el manuscrito original de Rayuela, pero suprimido por el autor en la publicación, siendo reemplazado por el denominado “el tablón” —así como el de la tejedora en varios cuentos, por ejemplo, en “El otro cielo”. El lenguaje poético de Divertimento induce a leerla como un caso especial entre su obra novelística en directo diálogo con Rayuela. Además, hallamos en esa primera novela un antecedente de las célebres “instrucciones” en el capítulo correspondiente a las instrucciones para ovillar: “Del mismo modo que el ovillo está ahí (o la madeja, su pequeño mar fofo naranja o verde sobre la falda) y vos tirás de una punta, entonces la punta se entrega, la sentís ceder desenvuelta, oh pibe qué estupendo tirar y tirar, sobre un cachito de cartón vas envolviendo el hilo para hacer un buen ovillo sin nudos (...). Perfectamente sacás el hilo y te parece que después de todo el otro ovillo no estaba tan enredado (...)”.

Cortázar terminó de escribir El examen —fechada el 21 de septiembre, día del estudiante— a mediados de los cincuenta. La novela presenta a un grupo de amigos intelectuales, escritores y periodistas, que deambulan por Buenos Aires en la víspera de un examen de literatura al que llegan finalmente a presentarse, pero que no se realiza; una ciudad caótica que se cae a pedazos; y postales urbanas de lugares emblemáticos de la capital como Plaza de Mayo, Colón, el Once, el puerto, la avenida Corrientes, entre otros que, por el modo como se muestran, da la impresión de que Buenos Aires está a punto de ser destruida, “un Buenos Aires que se está hundiendo, que está envuelto en niebla; hay una infestación de hongos, en el subterráneo viven perros, y la gente acude masivamente en homenaje a un hueso exhibido en la Plaza de Mayo”, anota Peter Standish en un estudio sobre esta novela. Las relaciones entre personajes como Juan y Clara, Andrés y Stella, nos remiten a Traveler y Talita, y a Oliveira, Gekrepten y la Maga de Rayuela.

Los juegos de palabras, la libertad formal, las frases truncas, el juego lingüístico del glíglico, la evasión de narrar el desarrollo de acontecimientos y en lugar de ello privilegiar un desarrollo discursivo que no conduce a ningún lugar, percepciones fragmentarias de la realidad al modo de Morelli, prefiguran varios aspectos contenidos en Rayuela. El intelectualismo de los personajes de El examen, sus temas de conversación, los lugares que frecuentan y donde se reúnen también anuncian al Club de la Serpiente de Rayuela. Prevalece el narrador omnisciente en tercera persona, pero varios pasajes podrían ser atribuidos por el lector a alguno de los demás personajes, como sucede también en Los premios (1960) y Rayuela.

Bestiario (1951) y Las armas secretas (1958) son dos colecciones de cuentos que anteceden a la novela Los premios. En aquellos años, Cortázar ya había fijado residencia en París. En una carta a Emma Speratti Piñero, fechada en París al 27 de octubre de 1961, Cortázar manifiesta la necesidad de plantear una visión diferente a la que tuvo sobre la novela hasta ese instante, pero siempre en oposición al realismo. En tal sentido, Los premios se encuentra próxima a Adán Buenosayres (1948), de Leopoldo Marechal, por la imbricación del lenguaje poético en la prosa, como se aprecia en los soliloquios de Persio, personaje de Los premios.

Uno de los escritores más leídos en la década del 40 era Eduardo Mallea, que tiene en La bahía del silencio (1940) a la novela más representativa de aquellos años. Sin embargo, Cortázar se coloca decididamente contra esta tradición. Mallea lucía demasiado serio para el gusto de Cortázar, como un autor que no produjo ruptura; por ello prefirió rescatar a Marechal, quien escribió una novela de la ciudad desde adentro mismo, no desde la contemplación naturalista-descriptiva de Mallea. De otra parte, reconoció su filiación borgeana en lo relativo a la escritura del cuento, y admiró a Bioy Casares, en especial su tercera novela, El sueño de los héroes (1954). Viaje terrible (1941), nouvelle de Roberto Arlt, es otro referente para tomar en cuenta en torno a Los premios; de modo similar a esta novela, en la de Arlt los personajes son puestos en una situación límite en el contexto de un viaje con destino incierto, donde poderes siniestros, invisibles y organizados actúan sobre la voluntad de los individuos.

A través de la novela, Cortázar exploró asuntos distintos a los del cuento fantástico. Mientras la novela fue el espacio destinado a las indagaciones metafísicas, el cuento lo fue para indagaciones terapéuticas. En En busca del unicornio (1983), Jaime Alazraki, uno de los más connotados estudiosos de la obra cortazariana, observa que, mediante la novela, el escritor argentino realizaba una búsqueda existencial, y en el cuento, atisbos sobre sus fascinaciones. No obstante, Cortázar declaró en relación a Rayuela que ésta congregaba la filosofía de sus cuentos, una indagación sobre lo que determinó su materia o su impulso.

Los premios inicia la etapa de preparación de Rayuela. Personajes de distinto estrato social ganan un viaje en barco por una lotería. Desconocen el rumbo, las vacaciones se convierten en un encierro y la solidaridad de los individuos es puesta a prueba. El registro del lenguaje es un indicador asociado al estrato social. Los más pobres muestran un uso limitado, incorrecciones gramaticales, vocabulario restringido, y recurren al lunfardo en cualquier circunstancia; los de clase media, como la familia Trejo, imprecisiones, barbarismos, frases hechas y el lunfardo sólo los varones; y los de clase alta, flexibilidad, conocimiento de otros idiomas, arte, filosofía y empleo del lunfardo de manera limitada. Los de esta clase evitan el contacto con los demás, carecen de compromiso alguno con la nación o la región, son más bien europeizados. Los personajes destacan por un individualismo feroz, una solidaridad transitoria, desarraigo, inacción y abulia. El “no te metás” es la consigna asumida por todos los personajes en distintos grados. Se trata de personajes desencantados e indiferentes ante la muerte y la injusticia, cerrados en torno a sí mismos. Los únicos que intentan romper el individualismo, como el Pelusa y Medrano, se expusieron a riesgos mortales. Los premios reflexiona sobre la inutilidad de plantear metas y de buscar al otro; pero también podría ser leída como una crítica al desarrollismo capitalista y al socialismo poco revolucionario y comprometido.

El ovillo, el laberinto, el ajedrez y la recreación de los mitos fueron también obsesiones borgeanas. No obstante, a diferencia de Borges, quien se repite intacto en sus últimos cuentos, Cortázar trasciende sus propias reconfiguraciones de los mitos evitando caer en convencionalismos. Respecto a la transgresión de las formas convencionales del lenguaje, Cortázar es más disruptivo, y Borges más conservador. Incluso lo distancia del autor de El Aleph la actitud crítica contra el peronismo: Cortázar revisó constantemente sus posturas estéticas y políticas. Vargas Llosa testimonia que el Cortázar militante de los ochenta a favor de Cuba y Nicaragua contrasta con el escéptico político de los sesenta y setenta. El antiperonismo irreductible de Borges y Bioy Casares se opone a la constante revisión de Cortázar al respecto. En “Cortázar y el peronismo”, Eduardo Jozami puntualiza que, contrario a su condición de escritor apolítico, Borges estuvo siempre dispuesto a suscribir iniciativas, declaraciones y textos de explícita condena al peronismo, mientras que el primer Cortázar eligió un perfil más bien bajo, limitándose a entrevistas muy posteriores, cuando ya había modificado en parte sus puntos de vista sobre el peronismo. Cortázar fue consciente de la diferencia entre el contexto de 1973 y el primer peronismo. Pero el entusiasmo que le provocó el peronismo del 73 no supuso la modificación total de sus reparos hacia Perón.

María Elena Legaz sugiere leer Rayuela hoy como los fragmentos del diario de un argentino autoexiliado en París en la antesala al mayo francés, como las memorias de un náufrago transitando entre dos orillas, “la de acá y la de allá”, y las peripecias de los exiliados voluntarios que desembarcan en París, provenientes de distintos lugares del mundo, tensionados entre el multiculturalismo y el etnocentrismo. De mi parte, añadiría que la trayectoria novelística cortazariana desde Divertimento pasando por Rayuela hasta 62 / Modelo para armar traza una teoría de la novela que apuesta por escribir sin garantías, lo cual nos debe seguir incitando hoy, cincuenta años después, a vigorizar una relectura de la novela argentina más influyente en el siglo XX.

 

Carlos Arturo Caballero

Acerca del autor: Carlos Arturo Caballero. Investigador peruano (Arequipa, 1974). Licenciado en literatura y lingüística por la Universidad Nacional de San Agustín (Unsa), de Arequipa. Magíster en literatura hispanoamericana por laPontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Estudia el doctorado en letras en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Argentina. Ha publicado Imágenes de la literatura (2004) y La mirada virtual: cultura y política desde la blogósfera (2013). Edita la página de cultura El Náufrago del diarioNoticias de Arequipa.

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