Literatura
“La novela histórica es un artefacto eminentemente literario”: Pablo Montoya
Ganador del Premio Rómulo Gallegos 2015 por su novela ‘Tríptico de la infamia’, el escritor santandereano Pablo Montoya se ha izado a las primeras posiciones de la literatura del país y ha contribuido al renombre de las letras colombianas a nivel internacional.
Profesor de literatura de la Universidad de Antioquia, miembro de la Red de Escritura Creativa de RELATA del Ministerio de Cultura, y autor de libros de cuentos, ensayos y novelas, entre los que destacan La sed del ojo (2004), Lejos de Roma (2008) y Los derrotados (2012), Pablo Montoya se ha distinguido con diversos premios prestigiosos como la beca para autores extranjeros otorgada en 1999 por el Centro Nacional del Libro de Francia o el Premio Alcaldía de Medellín (2005) a su obra “Réquiem por un fantasma”.
En esta entrevista, el autor nos revela importantes claves para entender la construcción de la obra “Tríptico de la infamia” y nos explica qué es lo que caracteriza a la novela histórica.
¿Qué lo llevó a escoger Europa para desarrollar la trama de Tríptico de la infamia?
Esta es una novela que trata sobre las relaciones entre el artista y una sociedad tras ser embestida por grandes tribulaciones, como lo fueron en su momento las guerras religiosas y el exterminio indígena producto de la conquista de América. Temas que por otra parte siempre han acompañado a los seres humanos, y que, pese a desarrollarse en una época lejana, tienen mucha vigencia en este momento, porque vivimos en un mundo asediado por los extremismos religiosos: pensemos en los atentados al Charlie Hebdo o aquellos perpetrados por el Estado Islámico.
De tal manera que se trata de una novela que busca reflexionar sobre esa permanencia cultural de carácter nefasto en la que todavía estamos imbuidos, en la que prefiero desvincularme de los problemas de Colombia para concentrarme en los del hombre en general.
¿Cómo surgió la idea de escribir esta novela?
Soy un escritor al que interesa sobremanera la relación entre la literatura y el arte: la música, la pintura, la fotografía; vengo trabajando alrededor de estos temas desde hace mucho tiempo, y algunos años atrás me encontré con tres pintores muy desconocidos, casi fantasmales, del siglo XVI –Le Moyne, Dubois, De Bry-, quienes fueron perseguidos por motivos religiosos. Los tres eran protestantes. Poco a poco fui metiéndome en sus vidas, procurando reflexionar sobre sus obras, y progresivamente fui construyendo un tríptico protagonizado por estos pintores, de tal manera que entre los tres se teje una mirada a partir de la pintura de estos grandes conflictos sociales, que además considero fundacionales en la historia de América Latina.
¿Hubo algún detonante?
Fui descubriendo algunas cosas de estos tres artistas, pero el primer impacto tuvo un carácter visual que luego estuvo acompañado de un proceso de investigación y de escritura en el que, para el caso de esta obra, tardé mucho tiempo: comencé a escribirla hacia 2010 y la terminé cuatro años más tarde. Fue una novela que, por fortuna, me permitió viajar mucho gracias a una serie de becas que me permitió recorrer varias ciudades de Europa en procura de seguir la huella de estos pintores. Luego, siguió todo un proceso de plasmar esta investigación en el papel, así como de ir estructurando el texto definitivo a partir de muchas correcciones.
En las que se permite algunas licencias…
La novela histórica es un artefacto eminentemente literario que no debe leerse como un libro de historia, aunque también este tipo de textos debe abordarse con suma precaución porque se trata de discursos del lenguaje que de alguna manera constituyen una manipulación del pasado. En la novela histórica el escritor tiene mucha más libertad para inventar, transformar y cambiar, aunque con la constante preocupación por mantener cierta verosimilitud que pueda ser trasmitida al lector: así es que la novela está llena de anacronismos, junto con la presencia constante de un narrador del siglo XXI. No tengo problema en inventar el pasado.
¿Qué tan riguroso fue este proceso de investigación que lo condujo a escribir Tríptico de la Infamia?
Debido a que soy profesor universitario inicié un acercamiento a través de académicos franceses, ingleses y alemanes que se han dedicado a estudiar la obra de algunos estos pintores; leí, vi algunas de sus obras y después comencé a consultar algunos archivos, en particular el de Lieja (Bélgica), donde nace uno de ellos –Théodore de Bry- y en cuya Universidad hay una galería que me sirvió mucho. Como además quería mostrar un panorama pictórico del siglo XVI visité muchos museos de Alemania, Francia, Holanda y España, acompañado de la lectura de las novelas históricas que se han escrito sobre esa época en Europa y América Latina, con el fin de informarme respecto a la manera como un escritor contemporáneo recrea ese pasado.
¿Álvaro Mutis, por ejemplo?
Álvaro Mutis es un escritor a quien yo aprecio mucho, particularmente en lo que se refiere a su obra poética y sus primeros cuentos, así como en su novela breve de La mansión de Araucaíma, o La muerte del estratega –un cuento histórico, a su modo, que retrata la historia de un personaje en la antigua Bizancio-. Aunque para el caso de Colombia también está, por supuesto, William Ospina y su trilogía sobre la conquista –Ursúa, El país de la canela y La serpiente sin ojos-; novelas que en su momento reseñé y critiqué.
Trilogía respecto a la que su novela guarda una gran distancia…
Hay una gran diferencia en el tono y la manera como se celebra ese periodo, que para el caso de Ospina tiene un carácter celebratorio del que yo no hago uso, en la medida que Tríptico de la infamia parte de una certeza: la conquista de América fue un gran crimen en el que no hubo un solo trazo de epopeya o de grandeza. De allí venimos: ese crimen nos dejó nuestra lengua y toda una serie de tradiciones que no creo deban ser motivo de encomio.
Usted es escritor asociado de la Red de Escritura Creativa de RELATA ¿Cómo ha sido esa experiencia?
La última vez que participé en esta experiencia lo hice en Barranquilla-, he tenido la oportunidad de asistir a muchos talleres: Villavicencio, Turbo, Apartadó, Bogotá, Pereira o Montería; Bucaramanga, por supuesto-, de tal manera que me parece una apuesta muy positiva y encomiable por parte del Ministerio de Cultura como parte de su esfuerzo por promover el interés por la lectura en un país que ha sido tan golpeado por la violencia y en el que se lee tan poco.
¿Qué impresión tiene del panorama actual de los nuevos valores literarios?
Se está escribiendo mucho, junto a las grandes editoriales hay un tejido alternativo de editoriales pequeñas que es muy importante porque ayuda a conformar un mapa en el que las jóvenes generaciones vienen pisando duro. Sin duda alguna es un ambiente frenético que está atravesado por la violencia en sus diferentes facetas, algo que puede ser bueno pero que también suele estropear algunas obras. El tiempo dirá qué de ese gran corpus literario permanecerá finalmente.
¿Y frente a las actividades desarrolladas en RELATA qué destaca?
Los chicos hoy están escribiendo y leyendo; hay una serie de talleres en las cárceles, aparte de aquellos que también tienen en cuenta a personas muy jóvenes y de la tercera edad. Esos espacios no existían antes y la proliferación de la intolerancia, el irrespeto y agresividad social eran mucho más fuertes. No digo que estas acciones por parte del Estado colombiano sean la solución a los problemas de violencia, pero sí contribuyen a generar un ambiente menos hostil donde el poder de la palabra finalmente prevalezca sobre la infamia.
Juan Carlos Millán Guzmán
2 Comentarios
Muy buena entrevista. Aún no he leído a Montoya, espero hacerlo pronto. Berta Lucía Estrada Autora de la columna Fractales
P. Montoya es inmenso baluarte de las letras colombianas, lo cual he venido siguiendo desde las páginas de la Revista de la U. de Antioquia, donde labora; un buen crítico y reseñador del devenir literario latinoamericano; ¡Bon Sort!!
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