Literatura

La vida está en otra parte, de Milan Kundera

José Luis Muñoz

28/06/2016 - 06:20

 

La vida está en otra parte, de Milan Kundera

Quizá La vida está en otra parte, título que llama a reflexión, se podría haber titulado La insoportable maestría de Milan Kundera, porque el escritor checo, que publica periódicamente toda clase de libros, desde novelas a ensayos, aunque el pensamiento forme siempre parte intrínseca de la narración, consigue colarnos otra pirueta literaria en un artefacto aparentemente, sólo aparentemente, liviano pero lleno de profundidad.

La excusa argumental es la vida del mediocre poeta Jaromil, el héroe y villano de esta farsa, del que Milan Kundera nos desvela sus cuitas desde el minuto cero, el de la mismísima concepción. Cuando estaban haciendo el amor alguien abrió la puerta en la casa de al lado, la madre se asustó, dejaron de hacer el amor y terminaron de hacerlo más tarde con un nerviosismo compartido al que el padre achacaba la concepción del poeta.

La historia comienza en la Segunda Guerra Mundial y se extiende a lo largo de la etapa comunista de Checoslovaquia, ahora Chequia. La madre del poeta en ciernes es una mujer posesiva, que desprecia a su padre biológico, se enamora de un pintor y reprocha a su hijo hasta el embarazo. Si hasta hoy misma se siente angustiada ante su propia desnudez es a causa de Jaromil, que le deformó el vientre. ¡Y hasta el amor de su marido lo perdió por su causa, por insistir a toda costa en que naciera!

Abundan en la novela situaciones deliberadamente estrambóticas, de vodevil teatral, como cuando Jaromil, convertido en el alter ego Xavier,  salta desde el puente Carlos de Praga a una ventana abierta, encuentra a una mujer en la habitación y deba esconderse bajo la cama cuando entre el marido en  la estancia. Y el techo que estaba encima de Xavier comenzó a moverse rítmicamente y las briznas clavadas en el rostro de la mujer como tres flechas tocaban rítmicamente la nariz de Xavier y le hacían cosquillas, hasta que Xavier, de pronto, estornudó.

Siguiendo en ese tono cómico y siempre distendido, pero nunca frívolo, Milan Kundera se permite toda clase de gamberradas y chistes por cuenta de la incultura. Al cuñado que creía que Voltaire había sido el inventor de los voltios lo acusaron de fraudes inexistentes.

La vida sexual de Jaromil ocupa una parte fundamental del libro. La timidez de Jaromil es un tormento por lo que dificulta sus relaciones con el sexo opuesto. La palabra chicas era tan triste como la palabra añoranza y la palabra fracaso. El autor se sirve de hipérboles para subrayar los aspectos, casi siempre desastrosos, de la vida sexual de su poeta protagonista, de su torpe iniciación sexual con una chica hermosa con la que se siente siempre espantosamente cohibido, incapaz hasta de controlar sus reacciones físicas. Hasta entonces sus toqueteos con las chicas se parecían a un largo viaje, en el que iba conquistando las diversas cotas: pasaba mucho tiempo hasta que la chica se dejaba besar, mucho tiempo hasta que se dejaba tocar los pechos y cuando le podía tocar el culo, entonces es que ya había llegado muy lejos.

Al hilo de la sexualidad del joven e inexperto poeta, Milan Kundera reflexiona sobre la actividad amorosaPero, además, había otras cosas que lo inquietaban: ¿en qué consiste exactamente el acto amoroso? ¿Qué es lo que siente uno? ¿Qué es lo que atraviesa su cuerpo? ¿No es un placer tan grande que se pone uno a gritar y pierde el control de sí mismo? ¿Y no queda uno en ridículo gritando así? ¿Y cuánto tiempo dura aquello? Dios mío, ¿cómo se puede hacer una cosa así sin estar preparado? Se lamenta el protagonista cuando su miembro viril no está a la altura requerida y le concede una autonomía propia, regañándolo. Y aquel que estaba entre sus piernas le pareció un bufón, un payaso, un enemigo que se reía de él. Iba con una cabeza triste y ajena apoyada en el hombro y con un payaso sonriente entre las piernas. 

Habla el autor de La insoportable levedad del ser de la belleza, al hilo de la poesía, y de la belleza, al de la sexualidad, de los cuerpos femeninos, fundamentalmente, que nublan al protagonista que los mitifica, lo que no le impide, en otra de sus arriesgada piruetas literarias, cuando Jaromil se convierte en Xavier, admitir la belleza de la senectud. Bailaban juntos en medio del salón los dos solos; y Xavier vio que la mujer tenía el cuello maravillosamente marchito, la piel alrededor de los ojos maravillosamente ajada y que alrededor de su boca había dos maravillosas y profundas arrugas, y se sintió feliz de tener entre sus brazos tantos años de vida, de tener él, un estudiante, entre sus brazos, una vida casi completa.

Se puede leer el libro como una sucesión de sentencias inteligentes y profundas, ante las que habría de detenerse el lector. La ternura nace en el momento en que el hombre es escupido hacia el umbral de la madurez y se da cuenta, angustiado, de las ventajas que, como niño, no comprendía. O, esta otra: La libertad no comienza cuando los padres son rechazados o enterrados, sino cuando no hay padres. Cuando el hombre nace sin saber de quién es hijo. Cuando el hombre nace de un huevo tirado en un bosque. O esta otra, en referencia a Lermontov, un poeta. Cambió la pluma, que es la llave de la propia alma, por la pistola, que es la llave de las puertas del mundo.

Toda la novela es un extraordinario juego literario en la que el Milan Kundera narrador pasa, sin interrupción, a cómplice del lector, en un tú a tú con éste. A la luminosa explosión de aquellas palabras siguió un largo silencio; los dos sabían el resultado de su encuentro en un piso vacío (recordemos una vez más que la chica de las gafas no tenía intención de ponerle ni ninguna clase de remilgos a Jaromil). Constantemente hay apostillas sobre lo que dice, reflexiones, considerandos en un constante juego literario al que invita a participar al lector.¡Fijaos en él cómo camina, con qué atención de cada uno de sus pasos! Va como si soportara sobre sus espaldas todo su destino; va por la escalera como si no subiese exclusivamente al piso alto del edificio, sino también al piso alto de su propia vida, desde el cual va a ver lo que aún no había visto.

También podría titularse la novela La vida está en otra parte  como La tragedia de un hombre ridículo si éste no fuera el título de una de las películas más poco valoradas, y con razón, de Bernardo Bertolucci, porque carga con saña Milan Kundera contra ese falso poeta del realismo socialista, cuyos versos son de una ramplonería y mediocridad absolutas, y con él contra otros poetas, haciendo gala de una provocación iconoclasta, especialmente los románticos Arthur Rimbaud, Lord Byron y Percy B. Shelley, que escribieron sus vidas como si fueran sus propios poemas y acabaron estas de forma trágica, fieles a sus principios estéticos y vitales.

Transita en su novela libertaria, en la que el escritor checo se salta todas las normas narrativas sin soltar un momento las solapas del lector, y ahí radica su maestría, ese hacer lo que le dé la gana sin perder el hilo, de la primavera de Praga al Mayo del 68 francés, del que, a pesar de su siempre mirada irónica, parece hacerse eco. Porque la vida real está en otra parte. Los estudiantes arrancan el empedrado, vuelcan los coches, levantan barricadas; su entrada en el mundo es bella y ruidosa, está alumbrada por las llamas y la festejan las explosiones de las bombas lacrimógenas. ¡Cuánto más difícil lo tuvo Rimbaud, que soñaba con las barricadas de la Comuna de París y no pudo salir de Charleville para verlas! En cambio, en 1968 miles de Rimbauds tienen sus barricadas propias; parapetados detrás de ellas rechazan cualquier compromiso con los actuales dueños del mundo. La emancipación del hombre será total o no será.

Termina Milan Kundera, tras haber conducido al lector por sus trescientas páginas divididas en siete partes (El poeta naceXavierEl poeta se masturbaEl poeta huyeEl poeta tiene celosEl cuarentón y El poeta agoniza), divididas a su vez en capítulos muy breves, casi siempre, que facilitan la ágil lectura del libro, en un último tú a tú, autor/lector, en una asunción de que toda obra de arte establece siempre un diálogo entre las dos partes. Quedémonos mirando aún un par de segundos esa lámpara silenciosa, esa luz benefactora, antes de que el pabellón que es este capítulo desaparezca de nuestra vista.

Dice Milan Kundera a propósito de la arquitectura de La vida está en otra parte: "Cada capítulo tiene la intención de ser narrado en un modo diferente: primera parte: narración “continua” (es decir, con vínculo causal entre los capítulos); segunda parte: narración onírica; tercera parte: narración discontinua (es decir, sin vínculo causal entre los capítulos); cuarta parte: narración polifónica; quinta parte: narración continua; sexta parte: narración continua; séptima parte: narración polifónica".

Vivir o escribir. ¿Está la vida en otra parte? Vivir y escribir.

 

José Luis Muñoz 

 

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