Literatura

El sastre innovador

Arnoldo Mestre Arzuaga

02/08/2016 - 07:10

 

Augusto Morales, el sastre que llegó a Sagarriga de la Candelaria procedente de algún pueblo ribereño del rio grande de la magdalena, no se sabe a ciencia cierta si era una” loca” arrebatada con ínfulas de nobleza, o alguien que de buena tinta estaba al tanto de la historia monárquica europea, y quiso mostrar sus conocimientos al montar una parodia donde personificaba todos los miembros de la familia real, incluyendo la guardia que la protegía, cuando organizó y dirigió los carnavales con el asentimiento general de las personas representativas del pueblo.

Para la época, Sagarriga de la Candelaria gozaba de una paz total y duradera, el cultivo del algodón era fuente de trabajo, progreso e ingreso seguro para sus habitantes. Además, la caza, la pesca y las grandes extensiones de tierra cultivadas en pan coger abastecían a la población en su alimentación. La diversión sana despuntaba entre su gente.

Todo empezó cuando Augusto y mercedes Fernández improvisaron unos disfraces para colarse en la fiesta de Buena Orozco, la anfitriona, y Carmela Redondo, una hermosa jovencita que lucía la corona como reina del carnaval y escogida a dedo por la misma Buena. Viendo que la pareja era la atracción del baile, decidieron parar la música para exigirles que abandonaran el lugar, aludiendo que no eran invitados y, además, la fiesta era para los jóvenes selectos del pueblo. Augusto, indignado por semejante afrenta, tomó a mercedes de la mano, abandonaron el lugar, pero desde afuera gritó: “Les voy a tumbar a esa reinita de pacotilla, ahora sí van a ver cómo se organiza un carnaval”, y mirando a mercedes le dijo: “Comadre usted me va a acompañar, desde ya es Mercedes, primera reina del carnaval 1958”.

Al día siguiente muy temprano, el sastre todavía con un nudo en la garganta por lo sucedido la noche anterior, decidido a cumplir su amenaza, viajó a la ciudad de Valledupar, y en el almacén del turco Aguancha, compró cortes de tela de todos los colores, antifaces, papel brillante y todas las fantasías y baratijas que le servían para llevar a cabo su venganza. De regreso, en la entrada del pueblo, lo esperaba Mercedes con un número considerado de simpatizantes, todos gritaban  acordes: ¡Viva Mercedes primera, nuestra reina del carnaval!

Con esta perorata llegaron hasta el negocio de Sabas Peñaranda, reconocido en la región, como el mejor sitio para reuniones sociales, después de acordar con Sabas la participación para cada parte en los bailes. Augusto gritó triunfante, “¡Ahora si van a saber lo que es un carnaval de verdad verdad!”, y señalando al picotero le ordenó en voz alta, el pájaro picón picón, inmediatamente todos empezaron a bailar con una alegría desbordante. Cuando el reloj marcó las doce, mandó a suspender la música, se subió en una mesa y dirigiéndose a los allí presentes, empezó a leer el primer bando real:  “Augusto primero, rey del carnaval 1958 para honrar a los dioses momo vaco y arlequín, ordena bailar y bailar hasta que el cuerpo aguante, además, reconoce como reina única del carnaval, a Mercedes Fernández, quien estará rodeada de las princesas que estime convenientes. Jesús González se encargará de la animación y de contratar la música, el señor Néstor Martínez,  desde este momento queda a cargo de la seguridad de la reina y está autorizado para organizar su tropa”, y así fue nombrando uno a uno a todos sus colaboradores. Finalmente Héctor Fernández, hermano de la reina y quien acababa de llegar del batallón Rondón de Buenavista, donde prestó su servicio militar, nombrado como general de generales y su función sería supervisar la tropa.  Al bajarse de la mesa le hizo una señal con su mano derecha al picotero, para que hiciera sonar el éxito del momento.

“Un pájaro picón picon

un pájaro picón picón

tienes las alitas negras

y el piquito colorao…“

Faltando solo siete días para el sábado de carnaval, el tiempo era corto, después de autoproclamarse rey y organizar toda su comitiva, tenía que recurrir a todos los medios para recoger fondos y organizar la coronación de Mercedes primera, pero el éxito del primer baile hizo fama en el pueblo. En todas las esquinas y sitios de corrillos solo se hablaba de los carnavales de Augusto.

Buena Orozco y Carmela Redondo no veían con buenos ojos lo que estaba haciendo el sastre. Si en un principio se burlaban de su idea, ahora les preocupaba, sobre todo por la aceptación popular.

Eran siete días cruciales donde había que trabajar mucho, de modo que el sastre cosía noches enteras elaborando camisas y gorras de color caqui para la tropa. A Jorge Alí el carpintero del pueblo, le mandó a construir cincuenta fusiles de madera, el entusiasmo era tan palmario, que muchas personas influyentes del pueblo se sumaron, Tomás Ordoñez, que tenía un bus y un camión, los puso a disposición del sastre para que se trasportara a los pueblos vecinos, Narcisa Valera, reconocida matrona, prestó sus joyas de oro Momposino, que le compró a Miguelito Villazón, para adornar a la reina el día de la coronación, Teodoro Fragoso, acordeonero famoso, que con su música alegraba reuniones y cumbiambas, se ofreció para acompañar a la comitiva real en los viajes a otras poblaciones cercanas, otras personas proporcionaron su aporte en dinero en efectivo.

El jueves organizaron la primera salida, recorrieron el pueblo bailando al son del conjunto musical de Teodoro Fragoso, era una comitiva numerosa, más personas se le iban sumando por donde pasaban. Mercedes, a pesar de sus treinta y cuatro años y ser madre de cuatro hijos, se veía esplendida, lucía una falda roja, con colibríes negros estampados, levantada por la crinolina de tul bien almidonada y planchada  que llevaba por debajo, y una blusa negra bien ceñida a su cuerpo escotada tanto en la parte dorsal como en la frontal, sostenida por dos delgadas tirantes elásticas forradas del mismo color. Todo este conjunto la hacía parecer como un grandioso capullo de rosas. Prensada en la parte superior de su oreja derecha, resplandecía una flor roja de cayena, lo que le daba más luz a su rostro y a su tez morena acanelada, los labios pintados del mismo color del fondo de la falda y de la flor, además de su cabellera suelta y las grandiosas argollas que pendían de sus orejas, hacían prevalecer mas su belleza, indiscutiblemente Mercedes era una preciosidad de mujer, que enloquecía a todos los hombres de la región y a los nuevos que la veían por primera vez.

Augusto, bailaba a su lado vestido como un oficial de la marina, la ropa blanca resaltaba su piel morena, la punta negra de la cachucha reposaba en su fileña nariz y ocultaba sus ojos negros, lo que le daba un porte de elegancia y autoridad, las princesitas también bailaban a la zaga de la pareja real, la tropa dirigida por Néstor Martínez y vigilada por el general de generales, Héctor Fernández, a quien ya por enamorador las princesas llamaban “el bacano”, iba de lado a lado luciendo sus fusiles de madera y atento a todos los movimientos de la comitiva.

Finalmente, llegaron a la plaza y, allí, Mercedes y Augusto bailaron la cumbia cienaguera. Al terminar su actuación, fueron aplaudidos por todos los que lo seguían, después abordaron los vehículos de Tomás Ordoñez, la alegría era incontenible, otros carros particulares se le sumaron al bus y al camión, las notas musicales de Teodoro fragoso, dentro del bus donde iba la reina, el rey y las princesas, se sentían más fuertes y sonoras, los ocupantes hacían coro y palmoteaban al son del acordeón. Primero visitaron al corregimiento de San Martín, después a Guaymaral, regresaron y, finalmente, llegaron a Caracolí, donde  fueron atendidos por Luisa Luque, la anfitriona, que había sido informada con antelación, ésta había decorado un salón con adornos carnestoléndicos, y el pueblo entero estaba enterado de la llegada de la pareja real y su comitiva.

Se bajaron de los vehículos a la entrada de la población y se establecieron de la misma forma como lo hicieron en Sagarriga de la Candelaria, los soldados siempre estaban atentos a todos los movimientos de la pareja real, Jesús González iba encabezando al grupo soltando voladores, para hacer más notoria la llegada, la gente fue saliendo de sus casa de lado a lado de la calle, por donde iban pasando, los perros despavoridos huían aullando por la explosión y el bullicio de la gente, el acordeón de Teodoro fragoso, no dejaba de sonar, entonando los acordes “del amor, amor”, la voz melodiosa de Eliecer Pinto, se escuchaba más resonante, cuando cantaba sus versos.

“Este es el amor, amor

el amor que me divierte

cuando estoy en la parranda

no me acuerdo de la muerte

 

En el mundo suceden cosas

que con mis ojos yo las veo

las mujeres de esta tierra

se hacen el bien con el deo“

Cuando finalizaba el verso, todos lo festejaban, especialmente Augusto, porque éste era su preferido. Entraron al salón de Luisa Luque bailando, el pick up sonaba a todo volumen el éxito de los carnavales:

“Un pájaro picón, picón

un pájaro picón, picón

de día no se deja ver

de noche es más descarao”.

La gente del pueblo se sumó a los visitantes y se contagiaron de la alegría imperante, cuando el baile estaba en su furor, Luisa Luque, le hizo una señal a Augusto, para que se acercara. Éste, sin dejar de bailar, colocó su oído a la altura de la cara de la anfitriona, ella le dijo algo gracioso, que le produjo mucha risa y satisfacción y lo animó a bailar mas entusiasmado.

Cuando eran las tres de la madrugada, el general de generales, ordenó la retirada, le impartió instrucciones a su capitán Néstor Martínez, para que la organizara, al instante el camión y el bus se cuadraron en la puerta del salón de baile, la pareja real y la comitiva los abordaron.

Ya rumbo a Sagarriga de la Candelaria, como todos estaban intrigados por lo que le dijo Luisa Luque a Augusto al oído, empezaron a preguntarle. Él se reía, le brillaba el rostro, pero les dijo que no les podía decir, una de las princesitas le rogaba: “Dinos  augusto, no seas malito, ¡la curiosidad nos consume!”, pero el insistió que no lo podía decir, que era un secreto y él se lo llevaba a la tumba.

Indiscutiblemente, Augusto era un hombre impredecible, el curso de sus hormonas no estaba definido para los habitantes del pueblo, por eso sorprendió a todos los que se encontraban a la mañana siguiente comiendo en la mesa de fritanga de Edilia Quintero, se tomaba un café y al mismo tiempo consumía una arepa de huevo. Cuando Edilia, después de observarlo detenidamente, le dijo familiarmente: “mano Augusto, tienes la cremallera abierta”, él, sin inmutarse, le respondió: “Mana yiya, al hombre mujeriego no le da tiempo cerrarse la cremallera”.

Era viernes, faltaba solo un día para la coronación de Mercedes primera. Ese día todos trabajaron mucho, a pesar del trasnocho en Caracolí, con el éxito que tuvieron se levantaron muy temprano para los preparativos. Jesús González viajó a un pueblo muy cercano, a Barranquilla, donde había hecho unos arreglos con el cantante de la banda musical “palo teso”. Mercedes y las princesitas ocuparon todo el día con las medidas del vestido que iban a lucir. Graciela Aponte, la costurera, estaba disgustada, tenía tanto trabajo que llegó a pensar no poder cumplir con semejante tarea, pero la llegada de una ayudante que había llamado por telégrafo a la vecina población de Urumita, la hizo respirar más tranquila. Augusto, también estaba diseñando su vestuario y el de los militares de rango.

Era tanta la fama de los carnavales de Sagarriga de la Candelaria, que al pueblo empezó a llegar gente de todas partes para presenciar la coronación de la pareja real, entraban y salían vehículos constantemente, la pensión “Yadi” de la viuda de Pinto, arrendó todas sus habitaciones, muchos viajeros pidieron alojamiento en casas de familia y otros solicitaron permisos a las autoridades, para que les permitieran colgar sus hamacas en los colegios y escuelas públicas.

Todo esto preocupó mucho al inspector Cayetano Fernández, por eso en asocio de su secretario Hernando Alí, procedió a elaborar la siguiente resolución:

“”Sagarriga de la Candelaria febrero 8 de 1958

Resolución n0 013

Por la cual se toman medidas para la organización de los carnavales.

El inspector de policía de esta población

Considerando:

Primero.  Que se han de celebrar los carnavales durante los días  9-10-11 y 12 de febrero del presente año, y es costumbre de los habitantes de esta población llevar a cabo: disfraces, bailes, salones de bailes y comparsas.

Segundo.  es necesario tomar medidas, para que los festejantes se comporten con alegría entusiasmo y sanamente.

Resuelve:

Primero.  Prohibir terminantemente el porte de cualquier tipo de armas dentro de la población, para evitar hechos que lamentar y que atenten contra la salud de los miembros de la comunidad.

Segundo.  Solamente podrán usar disfraces con el rostro cubierto las mujeres, que se distinguirán con un número visible proporcionado por esta inspección.

Tercero. Se prohíbe usar sustancias o elementos nocivos para la salud, lanzados contra las personas-

Cuarto.  Dentro del salón de baile, queda prohibido llevar botellas en la mano.

Quinto.  La policía será quien controle lo ordenado en esta resolución-.

Publíquese por bando y cúmplase.

El inspector

Cayetano Fernández

El secretario

Hernando Alí.””

Esa misma tarde, Hernando Ali buscó al chiquito mejía para que le tocara el bando. Recorrieron todo el pueblo, hacían paradas en las esquinas, y sitios más concurridos, los niños por curiosidad los seguían, el secretario con una bocina elaborada en zinc lizo, era quien leía la resolución, chiquito era un hombre cojo, tenía una pierna más larga que la otra, daba la impresión que cada vez que se afirmaba en la más corta, daba el golpe en la caja: boom, boom, boom…

A las ocho de la noche, se inició el baile donde Sabas Peñaranda. El ambiente no fue igual al de la noche anterior, el cansancio y la perspectiva de la coronación, mantenían en suspenso a las princesitas al rey y a la reina, ese día se acostaron temprano, por iniciativa de Augusto.

Por fin llegó el gran día, esperado por todos. Desde muy temprano, con la colaboración de muchos hombres del pueblo, se construyó la tarima. La orden de Augusto era que se hiciera al aire libre, para que todo el mundo participara de ella, la calle de las margaritas fue la elegida ya que allí vivía la reina.

Eran como las tres de la tarde cuando la población fue alertada por un repique de campanas. Todos corrieron para la calle principal, la que al final se ensancha y se estrella con el frente de la iglesia, para ver qué sucedía. El bus y el camión de Tomas Ordoñez hacían su entrada. Jesús González venia con medio cuerpo afuera del vehículo, la banda “palo teso” se escuchaba en todo su furor, los músicos se bajaron del bus tocando, el cantante Orlando Medina cantaba con movimientos rítmicos.

“Yo vine de la montaña

yo vine de la montaña

mi mujer quedó dormida

mi mujer quedó dormida

 

Por una varita e´caña,  oyeme compa

casi que pierdo la vida

 

Ya me voy pa barranquilla

la ciudad de maravilla

la ciudad de maravilla

por una varita e´caña

oyeme compa

casi que pierdo la vida.”

La muchedumbre no podía dar crédito a lo que estaba presenciando. A la plaza seguía llegando gente, como hormigas que salían de todas partes, la locura era colectiva, Augusto formó la culebra bomba, iba adelante bailando y agarrada de su cintura detrás del él, iba Mercedes, lo mismo hicieron las princesas, se formaron una a una agarradas de la cintura, después seguía el general de generales. Era tanto el entusiasmo que el capitán Néstor Martínez no pudo controlar a los soldados, también se enfilaron a bailar colgados de la inmensa fila, todos los movimientos que hacía Augusto lo hacía el resto de los integrantes de la fila.

Al terminar la presentación, todos aplaudieron con entusiasmo, el cantante dio dos pasos hacia delante de la banda, y se dirigió al publico: señoras y señores, muy buenas tardes, en nombre de la banda “palo teso” y en el mío propio, reciban nuestro más ferviente saludo, gracias al señor González, que nos contrató estamos aquí con ustedes, esperamos que nuestra música sea de su total agrado, los esperamos esta noche en el salón de baile, para que sean ustedes quienes juzguen nuestra presentación, se inclinó un poco en señal de reverencia y exclamó: hasta entonces.

Por fin llegó el momento esperado por todos. A la calle de las margaritas no le cabía un alma más, la hora fijada para la ceremonia se había cumplido, Augusto y su comitiva no aparecían por ningún lado, la gente empezaba a impacientarse, el animador inició dándole unos toquecitos con el dedo índice al micrófono y a decir algunas frases cortas: “Hola, hola, probando, probando”. Cuando comprobó la eficiencia del equipo, empezó su repertorio: “Muy buenas noches para todos, estamos a pocos minutos de presenciar el espectáculo más grande y más bello, que se haya presentado en este pueblo, el colorido y la organización, se lo debemos a un solo hombre, que ha puesto todo su empeño y dedicación para que sea algo inolvidable, este hombre es Augusto Morales, que ya me he atrevido a llamarlo el sastre innovador, para él pido un caluroso aplauso”. El aplauso del público fue tan fuerte y tan largo, que se escuchó a muchos kilómetros de distancia y el animador tuvo que interrumpirlo para continuar con la ceremonia. “Gracias, gracias…”.  

Para darle más rimbombancia, a la emoción,  la orquesta interrumpió con el éxito de los carnavales: el pájaro picón, picón, mientras la orquesta tocaba, fueron apareciendo en la tarima los personajes esperados por todos. Primero lo hicieron las princesitas, estaban vestidas como unas mariposas, los colores sicodélicos eran predominantes. Después, en medio de vivas y aplausos, apareció la pareja real, Augusto condujo a Mercedes hasta una silla decorada para la ocasión, que se encontraba en el centro de la tarima, e inmediatamente se hizo en otra que estaba al lado. Mercedes lucía esplendida y radiante, las joyas de Narcisa Valera, y las baratijas que Augusto compró en el almacén del turco Aguancha le daban un toque real. Augusto parecía el rey momo, su vestido para la ocasión fue diseñado y hecho por él.

Cayetano Fernández, como primera autoridad, fue la persona designada por Augusto, para llevar a cabo la coronación, cuando se dirigió al público, lo hizo en una forma breve: “Como primera autoridad, me ha tocado coronar a nuestra hermosa reina, pero antes quiero recordarles, que se diviertan en sana paz, que la ocasión sea ejemplo para los pueblos vecinos, como sinónimo de cultura y buen comportamiento, que el alcohol y la maicena no nos conduzcan a hechos que lamentar”.

Tomó dos coronas en sus manos y se dirigió a la pareja real, primero lo hizo con Mercedes y, seguidamente, colocó la corona de Augusto, los aplausos retumbaban y los gritos de viva Augusto y Mercedes, se escuchaban a muchos kilómetros de distancia, la reina Mercedes se puso de pie, y fue poco lo que habló. “Quiero que el capitán Néstor Martínez y su tropa, me traigan ya en el estado en que se encuentre, a Carmela Redondo”, se sentó e inmediatamente Augusto dio otra orden: “A mí me traen a Buena Orozco”.

El cantante Orlando Medina tomó el micrófono para complacer al general de generales: ”Señor Héctor Fernández con mucho gusto les presentamos el tema musical Quiero amanecer”.

“Tengo el alma en pena

por culpa de las mujeres

porque doy amor

y yo recibo desengaño

sin embargo vivo alegre

todo el tiempo parrandeando.

En medio de la interpretación musical, apareció Néstor Martínez y su tropa abriéndose paso entre la multitud, traían a Carmela Redondo, la subieron a la tarima, daba gritos, y hacía esfuerzos por liberarse de sus captores, estaba vestida con un camisón de dormir delante de la pareja real, Mercedes de nuevo se puso de pie y dijo: “Que suba Yindo a la tarima”. Yindo era el hombre más feo del pueblo, tenía el rostro caratoso y labio leporino, una vez que éste subió a la tarima, la reina ordenó:  “Yindo baile con la señorita”,  y dirigiéndose a la orquesta le dijo: “Maestro, que siga la música”.

Carmela quiso poner resistencia, pero el público gritaba: “Que baile, que baile”, así que le tocó bailar en medio de la risotada de la gente.

Augusto le preguntó al capitán Néstor Martínez por Buena Orozco, éste le respondió que se había encerrado con trancas en su casa, y desde adentro amenazó, que no respondía por la vida del que entrara a su casa.

Fueron cuatro días de verdaderas fiestas, el pueblo jamás ha vuelto a disfrutar otras iguales.

Augusto el sastre que innovó los carnavales en Sagarriga de la Candelaria cuando se autoproclamó rey y eligió su comitiva, murió a la edad de 84 años, después de padecer una larga enfermedad. Con frecuencia se le veía en las calles arrastrando una pierna y apoyado de un bastón, contándole a todo el que se encontraba cómo le había tumbado los carnavales a Buena Orozco y a Carmela Redondo, y le brillaba el rostro cuando confesaba lo que había jurado no decir nunca: “Luisa Luque me dijo que yo movía las caderas mejor que todas las mujeres que se encontraban en la fiesta”.

Héctor Fernández, el general de generales, murió dos años después en un absurdo enfrentamiento de familias.

Mercedes abandonó el pueblo después de la muerte de su hermano. Se radicó en Valledupar, donde vive rodeada de sus hijos y de sus nietos, gracias a ella pude contar esta historia. Todavía suelta la carcajada cuando recuerda que hizo bailar a Carmela Redondo con el hombre más feo del pueblo.

 

Arnoldo Mestre

nondomestre@hotmail.com

Sobre el autor

Arnoldo Mestre Arzuaga

Arnoldo Mestre Arzuaga

La narrativa de Nondo

Arnoldo Mestre Arzuaga (Valledupar) es un abogado apasionado por la agricultura y la ganadería, pero también y sobre todo, un contador de historias que reflejan las costumbres, las tradiciones y los sucesos que muchos han olvidado y que otros ni siquiera conocieron. Ha publicado varias obras entre las que destacamos “Cuentos y Leyendas de mi valle”, “El hombre de las cachacas”, “El sastre innovador” y “Gracias a Cupertino”.

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