Literatura
Literatura universal: Caín, de José Saramago
Siempre que abro un libro de José Saramago me invade un sentimiento extraño: algo así como una ilusión por el reencuentro con su narrativa cantante y rítmica, y la intriga causada por el fondo crítico de su pensamiento.
No hay ningún aspecto de la humanidad que escape al prisma del Nobel luso, y por vía lógica tampoco la religión. José Saramago es un observador neutral que se inmiscuye en los asuntos más diversos para establecer un informe y dar su diagnóstico más severo y tajante.
Puede compararse a un observador de la ONU pero con la diferencia que sus informes son leídos por un público inmenso. Millones y millones de personas que le dan toda la razón, y por ese motivo algunas instancias lo consideran como persona non grata.
Fue el caso del gobierno de Portugal tras la publicación de “El evangelio según Jesucristo”, donde se narran las vivencias del hijo de Dios pero desde una perspectiva totalmente anodina, o el gobierno de Israel después de que José Saramago comparara la política de este país en los territorios ocupados con los campos de exterminio nazis de Auschwitz.
José Saramago es la perfecta imagen del escritor comprometido que, mientras se gana el público más devoto, también ofende a los poderosos, y eso es otro motivo para volver a leerlo con frecuencia.
En este caso, quiero comentarles una lectura tan desequilibrante como refrescante, que no dejará a nadie indiferente. Se trata de Caín: una de sus últimas obras (publicada el año 2009), que reconstruye la vida errante de un hombre marcado para siempre por el asesinato de su hermano Abel.
Desde el principio, el autor expone su capacidad abrumadora para recrear los escenarios más desconocidos y opacos. Con su estilo flotante y fluido, Saramago nos adentra en los primeros días de un mundo todavía en formación.
Adán y Eva son los que tienen el gran honor de estrenar el portentoso jardín de Edén, de disfrutar de las abundancias que lo caracterizan, pero luego de una sucesión de hechos que todos conocemos, reciben el castigo eterno de una vida laboriosa y llena de necesidades.
Caín es el gran protagonista de esta historia y, desde el principio, el narrador lo coloca en una situación incómoda ya que su ofrenda es rechazada por Dios y comparada directamente con la de su hermano.
A partir de entonces, empieza el relato de un hombre que José Saramago presenta como la víctima de un designio inescrutable. Marcado de una señal en la frente, Caín no podrá nunca olvidarse del asesinato perpetrado a su hermano y vivirá como un errante.
El sarcasmo y la severidad del narrador se asocian en este texto mientras reflexiona sobre los hechos que afligen los primeros días de nuestro planeta. Los episodios de la muerte de Abel, la destrucción de Sodoma y Gomorra, las guerras de los israelitas, la prueba impuesta a Job o el diluvio son los escenarios que Caín visita durante su marcha forzada e incomprensible por el mundo y el tiempo.
Es cierto que en las líneas de esta obra queda reflejada la máxima incredulidad de un autor que no duda en recrear la Génesis a su modo de ver y, seguramente muchos lectores chocarán frente a esta libertad del autor, pero quiero aquí subrayar la agilidad de un escritor capaz de sorprendernos con una historia conocida de todos.
Saramago no se salva de las polémicas, pero a todos los que aman la literatura y se aferran al ejercicio de escribir quiero hacerles esta pregunta: ¿Para qué escribe un autor? ¿Para repetir lo que ya se ha dicho o para crear nuevas perspectivas e incitar al diálogo?
Sobre el autor
José Luis Hernández
La Lupa literaria
José Luis Hernández, Barranquilla (1966). Abogado, docente y amante de la literatura. Ofrece en su columna “La Lupa Literaria” una perspectiva crítica sobre el mundo literario y editorial. Artículos que contemplan y discuten lo que aparece en la prensa especializada, pero aplicándole una buena dosis de reflexión y contextualización.
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