Literatura
Andrés Caicedo: ¡Qué viva la música!

El 04 de marzo representa un doble aniversario centrado en el mismo individuo, una fecha que nos presenta la encrucijada terrible de celebrar la aparición de la mayor obra del precoz y genial escritor caleño Andrés Caicedo: ¡Qué viva la música! Y conmemorar, a la vez, su decisión previsible -aunque incomprensible- de suicidarse con una dosis letal de barbitúricos. 4 de Marzo de 1977, fecha que nos señala estos dos sucesos en la biografía del escritor que planteó que nunca se debía dejar de ser niño y, por ende, “vivir más de veinticuatro años era una insensatez”.
“Soy rubia, rubísima. Soy tan rubia que me dicen: ‘Mona, no es sino que aletee ese pelo sobre mi cara y verá que me libra de esta sombra que me acosa’. No era sombra sino muerte lo que le cruzaba la cara y me dio miedo perder mi brillo…”. Es el inicio reverenciado, en tono juvenil y desenvuelto, de la novela que redondea la leyenda creciente a la que su autor dio inicio con su muerte y que lo llevó a ser un fenómeno nacional, y hoy por hoy, ha permitido traducir su obra a seis idiomas, cosa que no consigue un autor colombiano contemporáneo con mucha frecuencia.
Andrés nació el 29 de septiembre de 1951, siendo el quinto hijo de Carlos Alberto Caicedo y Nellie Estela y el único varón que sobrevivió. Sus otros dos hermanos varones, uno mayor y uno menor, murieron a muy temprana edad. Tuvo tres hermanas: María Victoria, Pilar y Rosario.
Su precocidad literaria se evidencia desde los tempranos 13 años en los que escribió su primer cuento El Silencio. Las Curiosas Conciencias, su primera obra de teatro, la escribió a los 15 años, al igual que su tremendo relato Infección.
A los 17 años escribe La Piel del Otro Héroe, con la cual ganaría el Primer Festival Estudiantil de Cali. A los 18 años inicia su crítica cinematográfica en los diarios: El Espectador, El País, Occidente y El Pueblo, es ganador del Concurso de Cuento de la Universidad del Valle con el relato Berenice y ocupa el segundo lugar en cl Concurso Latinoamericano de Cuento organizado por la revista venezolana Imagen con el relato Los dientes de Caperucita, a los 20 años funda (junto a Carlos Mayolo y Luis Ospina) y dirige el Cine Club de Cali y a los 23 creó la revista Ojo al cine, de la cual quedó el sexto número a espera de su publicación al momento de su suicidio y escribió su cuento Maternidad, que sería considerado por el mismo como su mejor obra.
Su vida y su obra estuvieron mediadas por cuatro grandes amores o pasiones: El Teatro, su primera obsesión, en el cual dirigió varias obras de Ionesco y trabajó en el Teatro Experimental de Cali bajo la batuta del maestro Enrique Buenaventura. El cine, del cual fue espectador furibundo y admirador de Hitchcock, Buñuel y Peckinpah y al cual intentó llevar, sin éxito, con su amigo Mayolo, su guión Angelita y Miguel Ángel en 1972. Los libros, que devoró con fruición haciéndose fanático de Poe y Lovercraft de quienes aprendería a retratar con maestría el terror en los espacios juveniles que exploró en toda su obra. Y la música, que permea varios de sus textos y en particular ¡Qué viva la música! En cuya primera parte predominan el Rock y particularmente los Rolling Stones. Su segunda parte está relacionada con la salsa dura predominante en los barrios populares de Cali. No es casual que en sus textos haya una tremenda musicalidad, que puede atribuirse al impacto causado por el estilo de Guillermo Cabrera Infante.
¡Que viva la música! es ya un clásico de la literatura colombiana, contado en primera persona por el personaje de María del Carmen Huerta con la que Caicedo logra destacarse novedosa y originalmente apropiándose progresivamente de un lugar preponderante en la narrativa colombiana, dando relevancia a la sociedad urbana y sus problemas sociales, realidad que se contrapone al realismo mágico reinante en sus años de producción y que lo convierte en el primer “enemigo de macondo” que tendría sus ecos y amplificaciones en escritores como Efraím Medina Reyes.
Andrés, en la persona de María del Carmen, nos invita a una fiesta sin sosiego con la cual deja la vida común de adolescente de la alta sociedad a la que está acostumbrada para sumergirse en los excesos, per con felicidad, en el mundo de la rumba, la música y las drogas. Vehículos por medio de los cuales se descubre una ciudad que hoy se lee distinta recorriendo sus calles y que en esos años simbolizaba el cielo en su norteña Avenida Sexta y su bello parque Versalles y representaba al infierno sureño en su río Pance, su caseta Panamericana y los refugios de la salsa y el sexo en los límites finales de la calle quince.
Todavía se dan como fresas salvajes la variedad de adolescentes sobre la cual Caicedo armó su prolífica obra: muchachos convulsos, pudientes, melómanos, adictos, parricidas, suicidas o en trance mortal, sepultados en vida por la culpa que trae el excesivo tiempo perdido, desesperados por sacarse del cuerpo los estragos de y el dolor tanto exceso, reacios a sobrellevar el ancla paterna, deseosos de una catarata de drogas que cure el aburrimiento… delincuentes… aunque muchos de sus crímenes sean encubiertos, silenciados, minimizados. Justificados.
La mejor forma de unirnos a la conmemoración de este doble aniversario y a todos los homenajes que se harán entorno a la vida y la obra de Andrés es, precisamente, adentrarnos en su obra, sus múltiples cuentos reunidos en numerosas recopilaciones: Angelitos empantanados, Destinitos fatales y Calicalabozo, entre otras.
En línea se pueden encontrar varios de sus textos en este enlace: por medio de los cuales se puede tener una adecuada introducción al universo Caicediano dentro del cual recomiendo los relatos: Los dientes de Caperucita, Mi cuerpo es una celda, Por eso yo regreso a mi ciudad, Vacío, Infección, Maternidad, Calbanismo y Noches sin fortuna.
Los siguientes documentales nos pueden servir, también, para adentrarnos en su vida y su obra: Unos pocos buenos amigos, Luis Ospina, 1986. Calicalabozo, Jorge Navas, 1997. Andrés Caicedo o La muerte sin sosiego, Sandro Romero rey, 2007. Noche sin fortuna, Alvaro Cifuentes y Francisco Forbes, 2011. Todo comenzó por el fin, Luis Ospina, 2015.
Para finalizar este breve recorrido conmemorando a Andrés y su obra, nada mejor que hacerlo con el epígrafe de ¡Qué viva la música! Y que ejemplifica su filosofía de vida, de obra y de muerte, que no fue más que su forma de eternizarse, de lograr que el escritor con cara de estrella de rock envejeciera perfecto, incólume y a salvo del desastre y el caos que con genialidad describió y a los cuales pretendió escapar con las 60 pastillas de secobarbital que ingirió hace largos 40 años.
“Que nadie sepa tu nombre
Y que nadie amparo te dé.
Que no accedas a los
tejemanejes de la celebridad.
Si dejas obra,
muere tranquilo,
confiando en unos pocos
buenos amigos”.
Luis Carlos Ramírez Lascarro
Sobre el autor

Luis Carlos Ramirez Lascarro
A tres tabacos
Luis Carlos Ramírez Lascarro (Guamal, Magdalena, Colombia, 1984). Historiador y gestor patrimonial, egresado de la Universidad del Magdalena y Maestrante en Escrituras audiovisuales en la misma universidad.
Autor de los libros: Confidencia: Cantos de dolor y de muerte (2025); Evolución y tensiones de las marchas procesionales de los pueblos de la Depresión Momposina: Guamal y Mompox (en coautoría con Xavier Ávila, 2024), La cumbia en Guamal, Magdalena (en coautoría con David Ramírez, 2023), El acordeón de Juancho (2020) y Semana Santa de Guamal, Magdalena, una reseña histórica (en coautoría con Alberto Ávila Bagarozza, 2020).
Ha escrito las obras teatrales Flores de María (2020), montada por el colectivo Maderos Teatro de Valledupar, y Cruselfa (2020), monólogo coescrito con Luis Mario Jiménez, quien también lo representa. Su trabajo poético ha sido incluido en antologías como: Quemarlo todo (2021), Contagio poesía (2020), Antología Nacional de Relata (2013), Tocando el viento (2012), Con otra voz y Poemas inolvidables (2011), Polen para fecundar manantiales (2008) y Poesía social sin banderas (2005), y en narrativa, figura en Elipsis internacional y Diez años no son tanto (2021).
Como articulista y editor ha colaborado con las revistas Hojalata, María mulata (2020), Heterotopías (2022) y Atarraya cultural (2023), y ha participado en todos los números de la revista La gota fría (No. 1, 2018; No. 2, 2020; No. 3, 2021; No. 4, 2022; No. 5, 2023; No. 6, 2024 y No.7, 2025).
Entre los eventos en los que ha sido conferencista invitado se destacan: Ciclo de conferencias “Hablando del Magdalena” de Cajamag (2024), con el conversatorio Conversando nuestra historia guamalera; Conversatorio Aproximaciones históricas a las marchas procesionales de los pueblos de la Depresión Momposina: Guamal y Mompox (2024); Primer Congreso de Historia y Patrimonio Universidad del Magdalena (2023), con la ponencia: La instrumentalización de las fuentes históricas en la construcción del discurso hegemónico de la vallenatología; el VI Encuentro Nacional de Investigadores de la Música Vallenata (2017), con Julio Erazo Cuevas, el juglar guamalero; y el Foro Vallenato Clásico (2016), en el marco del 49º Festival de la Leyenda Vallenata, con Zuletazos clásicos.
Ha ejercido como corrector estilístico y ortotipográfico en El vallenato en Bogotá, su redención y popularidad (2021) y Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020), donde además participó como prologuista.
Realizó la postulación del maestro cañamillero Aurelio Fernández Guerrero a la convocatoria Trayectorias 2024 del Ministerio de Cultura, en la cual resultó ganador; participó como Asesor externo en la elaboración del PES de la Cumbia tradicional del Caribe colombiano (2023) y lideró la postulación de las Procesiones de semana santa de Guamal, Magdalena a la LRPCI del ámbito departamental (2021), obteniendo la aprobación para la realización del PES en 2023, el cual está en proceso.
Sus artículos han sido citados en estudios académicos como la tesis Rafael Manjarrez: el vínculo entre la tradición y la modernidad (2021); el libro Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020) y la tesis El vallenato de “protesta”: La obra musical de Máximo Jiménez (2017).
1 Comentarios
Un regalo maravilloso para adentrarnos en la magia de Andrés Caicedo. Excelente sinopsis y un enlace fantástico.
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