Literatura
Crónica: Te espero en Valledupar
El bus llegó al terminal de Valledupar a las diez y media de la mañana. Hernando Ruíz esperó a que bajaran los pasajeros en su mayoría y, con toda calma, tomó su pequeño maletín, que era lo único que traía y se dispuso a salir del terminal y abordar un taxi que lo llevara al Pedazo de Acordeón.
No conocía a Valledupar. A pesar de que la ciudad de Barranquilla, donde vivía, estaba relativamente cerca de la Capital Mundial del Vallenato (como le decían), nunca se había propuesto visitar esa ciudad.
Hacía menos de una semana que había asistido a una exposición de pintura en la Casa de Cultura de Barranquilla y ahí la conoció. Se llamaba Carolina Araujo, tenía 19 años, su cabello lacio y rubio le cubría la mitad de la espalda. Su tez morena clara y unos ojos azules que parecían faros de luz lo habían deslumbrado. Con un cuerpo bien torneado, caminaba con especial gracia, haciendo la admiración de todos los concurrentes.
Desde que Hernando la descubrió, la exposición había ocupado un segundo plano. No perdía detalle de sus palabras donde hablaba de las costumbres y de los lugares a visitar en Valledupar.
Cuando tuvo oportunidad, preguntó a la linda edecán que le informara sobre el Festival de la Leyenda Vallenata, que ya se anunciaba en los diferentes medios.
–Este año será la versión 45 del Festival –le contestó amablemente Carolina– se hará un homenaje a Calixto Ochoa uno de los grandes compositores vallenatos, tendremos variados representantes de nuestra cultura y se efectuará una feria, Expofestival, donde diferentes productores de la región ofrecen sus productos a visitantes de todo el país, incluso del extranjero que vienen a disfrutar de la fiesta más importante para Valledupar.
–¡Qué linda voz! –pensaba Hernando–. Esta niña parece un sueño de lo hermosa que es. Además, está bien preparada, habla con mucha propiedad y le da un hermoso marco al evento.
El muchacho estaba deslumbrado con la belleza de Carolina y pensaba que sería lindo hablar más con ella, verla más tiempo de cerca, pero era tímido y ni por ahí le pasaba por la cabeza abordarla, estaba seguro que sería rechazado. Estaba sumido en sus reflexiones cuando escuchó una dulce voz a sus espaldas:
–¿Qué te ha parecido el evento?
La dueña de la dulce voz era la misma Carolina que se había acercado a Hernando sin que éste se diera cuenta.
–Muy bonito en verdad, te felicito. Veo que la gente ha quedado bien impresionada con las obras que han presentado –Hernando contestó lo primero que se le ocurrió, tratando de ser lo más amable posible–. ¿Tú vives en Valledupar?
–Sí –contestó la muchacha– trabajo para el departamento de Turismo de la Gobernación y me daría mucho gusto que visitaras mi ciudad, estoy seguro que te gustará.
Hernando estaba aturdido, hablaba con dificultad, la cercanía de la linda mujer lo turbaba y lo volvía más tonto que de costumbre. Tratando de recuperarse tomo aire y le dijo:
–¿Tú serías mi guía en Valledupar?
–Por supuesto, yo personalmente te mostraría los lugares de interés de mi ciudad, si te animas me avisas, te dejo mis datos. Sólo llámame y nos ponemos de acuerdo.
- 2 -
Hernando la llamó al siguiente día y, dos días después, estaba comprando pasaje para Valledupar.
Pidió al taxista lo llevara al Pedazo de Acordeón, de acuerdo a las instrucciones de Carolina. Ubicado en la Avenida Hurtado, es una obra del escultor bogotano Gabriel Beltrán donde rinde homenaje a Alejandro Durán que con el nombre del monumento ganó el primer festival vallenato en 1968.
Pero Carolina no estaba. A los pocos minutos de haber llegado un jovencito que vendía dulce se le acercó y le dio un papel que decía: “alcánzame en Los Poporos. Caro”
EL muchacho de inmediato tomó otro taxí y le indicó que lo llevara a los Poporos. Al llegar, pudo admirar ese monumento homenaje a las tres etnias indígenas de la Sierra Nevada: arhuacos, koguis y arzarios. Carolina seguía sin aparecer, causando el desencanto de Hernando que había hecho mil planes para agradar a la linda vallenata.
Un vendedor de patilla lo hizo regresar a la realidad. Ofreciéndole una tajada de la jugosa fruta, le dijo como en un murmullo: “la niña Carolina está en la Iglesia de la Inmaculada Concepción, espérela frente a la entrada”.
El joven Barranquillero volvió a animarse y de inmediato se trasladó a la Plaza Alfonso López. Dirigiéndose a la entrada de la iglesia, donde tomó asiento frente a la entrada del recinto que es un templo colonial construido en 1782, restaurado en 2003, donde se encuentra, además de la imagen de la Inmaculada Concepción, la del Ecce Homo, patrono de Valledupar, cuya procesión se realiza los lunes santos. Ecce Homo es una expresión latina que significa “He aquí el hombre”
Dentro de la iglesia se efectuaba una misa, acompañada por un coro que los presentes escuchaban con devoción.
- 3 -
Cuando el evento terminó, Hernando buscaba entre las personas que salían a Carolina. Estaba seguro que la vería, tenía grabada su imagen en la memoria y en el corazón.
Al vaciarse la iglesia, Hernando pudo divisar por fin a Carolina que llevaba un vestido celeste de algodón que resaltaba su figura y la hacía lucir muy hermosa.
La chica se dirigió a Hernando y, ofreciéndole la mejilla, lo saludó cordialmente.
–Nando, qué gusto que hayas venido. Discúlpame que no te haya recibido donde quedamos. Tuve una serie de diligencias que no podía dejar de hacer, pero hice lo posible para que te encargaran mis mensajes.
Nando no sabía qué decir. Después de besarla, tomó su mano y le dijo:
–Nunca olvidaré la forma tan especial de conocer esta hermosa ciudad, no sabes cuánto lo agradezco.
Los chicos tomados de la mano se alejaron del lugar.
EMILIO ENRIQUE ACEVEDO
Finalista Primer Premio Ciudad Valledupar 2012: “Te espero en Valledupar” resultó finalista del Primer Premio Ciudad Valledupar 2012. Su autor, Emilio Enrique Acevedo, es un músico y escritor mejicano que reside en Valledupar. Es autor de la novela “La niña del Tepeyac” y de numerosos cuentos publicados en revistas literarias.
Sobre el autor
Emilio Enrique Acevedo
Aquí Entre Nos
Emilio Enrique, escritor mexicano nacido en el Distrito Federal, bajo el signo de Sagitario (diciembre 2) es autor de La Niña del Tepeyac, obra que lo ha dado a conocer en algunos países de Centroamérica y en su país. Radicado actualmente en Colombia, dirige en Valledupar una Fundación que tiene tres grandes objetivos: La Culura, la asistencia al campo colombiano con nuevas técnicas de cultivo y el apoyo a personas con cáncer. Es compositor y músico, área donde ha tenido buenos resultados. Enamorado de Colombia, espera desde este país proyectarse a toda latinoamérica como escritor, tarea a la que está entregado.
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