Literatura
El erotismo en la poesía colombiana de la Generación desencantada
José Manuel Arango (1937-2002), Giovanny Quessep (1939), Harold Alvarado Tenorio (1945), María Mercedes Carranza (1945-2003), Juan Manuel Roca (1946), Darío Jaramillo Agudelo (1947) y Juan Gustavo Cobo Borda (1948) incluyen todos la temática de lo erótico en sus libros. De hecho para Arango, Alvarado y Cobo, es uno de los ejes fundamentales de la poesía. Así se pueden señalar libros casi completamente eróticos de su autoría: Este lugar de la noche (1973) y Signos (1978) del primero; Recuerda Cuerpo (1983) del segundo; y Casa de citas (1981) del tercero, son una muestra. Los demás poetas, quienes a diferencia de los resaltados no tienen libros dedicados exclusivamente a lo erótico, también retoman y profundizan este tema en sus producciones.
Enteramente dedicados o no al erotismo, en los poemarios de la Generación desencantada el erotismo es tratado de forma directa. No hay matices que la oculten, la hagan más puro o lo suavicen. De hecho, es un tema más recurrente que el amor y cuando se habla de este último casi siempre se hace desde la perspectiva del Eros. El resultado: una expresión sin tapujos y abierta, que pregona el goce del cuerpo y el placer del sexo como plenitud vital y creadora antes de la llegada de la muerte. Muerte que además rodea a los poetas, si se consideran las circunstancias sociales y políticas de la época en que han vivido y que los lleva también a usar el erotismo para establecer contrastes entre el ser y la realidad que lo circunda y, así, dar testimonio de una cotidianidad desgarrada en la cual el erotismo se presenta como una salida a la misma.
Los poetas de esta generación, a diferencia de los de las anteriores, no se alinearon con un credo político ni se declararon anarquistas como los del movimiento nadaísta. Más bien se muestran indiferentes o escépticos ante la realidad nacional. Característica que puede explicarse considerando la Colombia que les ha tocado vivir. En primer lugar muchos nacieron en «la década tumultuosa de la segunda guerra mundial. De sus padres habían oído hablar mucho de la violencia sin sufrir durante su infancia muy directamente las consecuencias más escalofriantes de la crisis política nacional para que resultaran traumatizados» (Alstrum, 2000: 21). Asimismo, de adultos, tuvieron que acogerse al Frente Nacional. Fenómeno político que generó alta apoliticidad entre los jóvenes, ya que como decía María Mercedes Carranza, se vio «muy claro que el poder en Colombia se repart[ía] irremisiblemente entre las dos grandes fracciones políticas de la clase dirigente» (1982: 339). Por otro lado les tocó presenciar el fortalecimiento y la posterior crisis de la izquierda. Terrenos políticos que los llevaron a optar mejor por el escepticismo. En los años posteriores, y hasta la actualidad, a estos escritores les ha tocado ser testigos de la degradación del país: narcotráfico, sicariato, paramilitarismo, terrorismo y corrupción, que han sumido en la violencia a las ciudades y al campo.
Bajo este panorama es comprensible no esperar de estos poetas el compromiso político y más bien la declaración de la autonomía de su labor poética. La poesía como un acto individual también escéptico, que no puede cambiar el mundo, pero que sirve como una forma de apropiarse y dar testimonio de él. Abocados a la recuperación de la ciudad como tema de su poesía y a dejar un testimonio de sus recorridos vitales, han tenido que vérselas con la historia nacional y dejar clara su posición, que más que política es de corte humanista. Así Carranza, Arango, Roca, Cobo y Alvarado, han dejado plasmados en sus poemas el desgarramiento que les produce el sinsentido de la violencia. Como Roca, lo declara en el poema «Generación» del libro País secreto (1988: 50), en el cual valora a la poesía como la salvación para él y sus coetáneos (10-15):
Y aunque nos acorrale una nación sombría
Y un puñado de muertos nos gobierne,
Gozamos el rayo solar en un vaso de vino.
Llevamos, quiéranlo o no,
Una parcela de sueños donde crecen
Las secretas plantas del poema.
¿Pero qué decir y cómo hablar de esa realidad dolorosa? ¿Cómo pueden esas secretas plantas del poema, ayudar en este panorama tan sombrío? Los poetas de la generación desencantada lo hacen de una manera personal y a veces insistente. De hecho, hay libros enteros como País secreto (1987) de Roca, Canto de las moscas (1997) de Carranza o Cantiga (1987) de Arango, dedicados a lo horroroso de la historia colombiana. Ya sea a través de la alusión directa o con juegos retóricos. Juegos en los que en ocasiones aparece el erotismo. Una combinación tal vez poco esperada, pero que en estos poemas se vuelve determinante para dimensionar la agudeza de la violencia. Este aspecto es introducido especialmente por Arango, que no duda en presentar el contraste entre lo grotesco: muerte y belleza en su libro Cantiga. Por ejemplo en los dos siguientes poemas (2009: 82, 86):
Como para el amor
Desnuda
las piernas recogidas un tanto
las rodillas aparte
como para el amor
5. El inspector de turno
dice ajusta los hechos a la jerga
de oficio
el secretario
–con dos dedos– teclea
10. Yo
–también me he anudado mi pañuelo a la nuca–
miro el pubis picoteado.
Noticia de una muchacha ahogada
Fue cosa de un instante
Los faros del automóvil la desnudaron
En el puente corvo
sobre el río que divide la ciudad de sí misma
5. que arrastra sus heces
Adentro del vestido traslució el cuerpo negro
los pechos negros
el vientre
los muslos negros
En ambos poemas el celebrado cuerpo femenino que lleva a la plenitud vital en el encuentro erótico, en éstos señala el horror de la violencia. En el primero la mujer en una posición «Como para el amor» lo dice el título, realmente es un cuerpo descompuesto y picoteado al que le hacen el levantamiento. El yo poético, un posible transeúnte que presencia la escena, señala con sus impresiones y con la descripción de la posición del cuerpo (1-4), la atrocidad de la muerte en esas condiciones. El contraste señala una realidad con la que no se transa, lo que se concluye con la forma en la que el yo poético observa el cuerpo, «como para el amor», con un tono nostálgico y que denota contrariedad. Lo que indica tal vez el deseo de que la realidad no sea la muerte sino la vida, la vida a la que se hace alusión con la reminiscencia del acto amoroso implícita en la descripción de la mujer.
Alejandra Toro Murillo
Acerca de esta publicación: Este ensayo referente a la Generación desencantada y el erotismo es un breve resumen del ensayo original titulado “El erotismo en la poesía colombiana de la Generación desencantada Golpe de dados”, publicado por Alejandra Toro Murillo en la revista América, cahiers du Criccal.
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