Literatura

Alejandra

Diego Niño

04/12/2017 - 07:00

 

 

Dedicado a Alejandra Ávila

Si solo te hubieses llamado “la novia de Gonzalo”, sin más adornos, sin más parafernalias, no existiría el riesgo de convocarte y de que no acudieras al hacerlo. Pero una tarde vino él y dijo: «te presento a mi novia»; y te limitaste a decir, toda sonrisa, toda ternura: «mucho gusto, Alejandra». Un nombre hecho de soles y diluvios. «¿Cómo dijiste?», pregunté para que volvieras a pronunciarlo con tu jota corta y tu erre serpenteante. «Alejandra», repetiste como quien rescata un verso del olvido. Y yo, que había perdido las esperanzas en los faldones de la madurez, te regalé mi admiración.

Después vino el azar para eludir el abismo que nos separaba. Fuimos lo que nunca imaginamos que seríamos: amantes y esposos, amigos en algunos casos, enemigos en la mayoría de noches en las que solo había humedad y Mozart en esta casa que resulta enorme para mi soledad y angosta para tus expectativas.

«¿Cómo me dices que te llamas?», te preguntaba al amanecer. «Alejandra», respondías como si mi destino cupiera en las ranuras de tu nombre. «¿Alejandra?», indagaba nuevamente. «Alejandra», certificabas con una sonrisa que resbalaba de tus labios.

De esa manera se hacía la mañana al filo de tus ojos.

Pero luego sucedió que él era alto, mirada experta, dedos ágiles, decisiones sagaces. También ocurría que se llamaba Gabriel, nombre de estirpe arcangélica, tocaba piano, hablaba cinco idiomas y tenía anclada la esperanza en las bolsas de Nueva York y Frankfurt. Ocurría además que yo era yo, lo que parecía ser poco para ti, que me llamaba Diego (nombre de dudoso origen latino, tan humano como Pedro o Juan) y que Mozart y mi futuro no rendían al dieciocho por ciento.

«Me sobran razones para amarte», explicaste en la otra orilla del teléfono. «Deberías callarte en lugar de usar frases de cajón», atajé tu intento de huir por los caminos de la cordialidad. Entonces callaste como debiste hacerlo aquella tarde que pronunciaste tu nombre entre jotas cortas y erres serpenteantes.

 

Diego Niño

@Diego_ninho 

Sobre el autor

Diego Niño

Diego Niño

Palabras que piden orillas

Bogotá, 1979. Lector entusiasta y autor del blog Tejiendo Naufragios de El Espectador.

@diego_ninho

0 Comentarios


Escriba aquí su comentario Autorizo el tratamiento de mis datos según el siguiente Aviso de Privacidad.

Le puede interesar

Tankas, versos de sexo subliminal

Tankas, versos de sexo subliminal

  El tanka es una forma de poesía que nació cerca del año 600 D.C en Japón. Un tanka era en su origen un poema de carácter libid...

Desiderata, el poema de Max Ehrmann

Desiderata, el poema de Max Ehrmann

Camina plácido entre el ruido y la prisa, y recuerda que la paz se puede encontrar en el silencio. En cuanto te sea posible y sin ren...

Cuento: Ficciones sobre la conducta del Rey

Cuento: Ficciones sobre la conducta del Rey

  El rey es joven y hermoso. Muchas mujeres, en la soledad de sus bañeras, acariciándose los senos, sueñan con dormir entre sus br...

Trivialidad de lo trascendente, de Diógenes Armando Pino Ávila

Trivialidad de lo trascendente, de Diógenes Armando Pino Ávila

Donde imperan las pequeñas conversaciones y las tareas domésticas, en esas rutinas implantadas por inadvertencia y en los espacios do...

Memoria Fascinada: cuentos y poesías upecistas

Memoria Fascinada: cuentos y poesías upecistas

Muchas antologías de cuentos se han publicado en el Cesar con el fin de dar a conocer las promesas del departamento. Algunas centradas...

Lo más leído

Síguenos

facebook twitter youtube

Enlaces recomendados