Literatura
Cuatro poemas para enamorarse de la naturaleza, por José Atuesta Mindiola

La relación entre poesía y naturaleza es quizás lo que mejor caracteriza la capacidad del ser humano de retratar, admirar, cantar, y enamorarse de su entorno, pero también de convertir en palabras ese estado de asombro y de extrema sensibilidad que se genera al contemplar el milagro de la vida.
Describir con versos la grandeza de los elementos naturales que nos rodean es también describir el misterio de los equilibrios que sustentan este mundo, y adentrarse en una zona que supera los sentidos.
El poeta José Atuesta Mindiola ha dedicado gran parte de su creación a la naturaleza. No sólo por su conocimiento en biología, sino por esa atracción genuina que experimenta el ser humano cuando busca trascender y entrar en simbiosis con la Madre Tierra.
A continuación publicamos 4 poemas del autor en el que refulgen las grandes imágenes inspiradas en la infinita riqueza de la naturaleza y en esos espacios intangibles y eternos.
El pájaro y la rosa
El pájaro no se detiene
en el ojo de la espina.
Nunca abre sus alas
a la piedra escondida del relámpago.
Su pico no afila
el oscuro metal de la venganza.
Siempre regresa
con los colores de su canto
a los labios de la rosa.
***
Mazorca de agua
Contrario a la sequía
de la ausencia,
a la múltiple desolación
del desierto,
a la estéril resonancia
de la sed;
estás tú,
como mazorca de agua
desgranando sobre mí
el zumo vital de tu cuerpo.
***
Monólogo de un árbol citadino
Caligrama de fiesta son mis flores.
Soy silabario para los pinceles de la luz.
Para el mendigo, el sombrero de su alcoba.
Para el pájaro, el atril de su escritura.
Para el perro, la pared de su llovizna.
Para los alarifes del cemento,
soy un estorbo,
un extraño en lugar equivocado;
sus amenazas de muerte me persiguen.
Pero soy más que un verde monumento
en la agitada ceremonia de las calles.
Soy testigo: de la noche que avanza con el miedo,
de transeúntes perdidos en su sombra.
Y también soy testigo de mis floridos reclamos
que ululan la presencia de otros árboles.
Nadie quiere estar solo,
la soledad es carbón que deja el relámpago.
***
Caballos en el valle de la juglaría
Este Valle de abundantes llanuras
el verde adivinaba los caminos:
albergues de caballos solferinos,
negros, blancos y de otras cataduras.
Pedruscos de incisivas amarguras
para los pies de jóvenes equinos
que avanzaban con pasos saltarinos
hasta moldear sus pasos en finuras.
Numerosos jinetes presenciaron
aquellas sendas de caballería
que los golpes de piedras fatigaron.
Caballos de especial galantería,
orgullosos los abuelos cabalgaron
por este Valle de la juglaría.
José Atuesta Mindiola
2 Comentarios
Muy lindos y refrescantes versos.
Johari gracias muy amable por la publicación de mis poemas. Fraterno abrazo
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