Literatura
Una voz necesaria o un inclemente látigo
Su voz tal vez fue nutrida por el viento seco que corría en la ranchería, donde de niña, vio la vida asomarse como un ilustre visitante que se ve de lejos. Sus racionamientos literarios pretenden advertimos o liberarnos de un círculo vicioso, que encarna una educación subyacente en la esfera nacional, y consume el inconsciente de manera abrumadora, dictándonos el quehacer. Lo políticamente correcto para que las élites y sus subalternos históricos conserven sus privilegios. Esto Malcolm X dejó claro cuando dijo: “Si no estamos prevenidos ante los medios de comunicación, nos harán amar al opresor y odiar al oprimido”.
Al recorrer las páginas del libro que reúne una parte importante de la obra de la escritora wayuu una angustia mayor se apodera del lector. Nadie saldrá ileso. Hay en Estercilia Simancas Pushaina un fuego que empieza a escaparse de sus propios dominios para habitar en muchas manos latinoamericanas. Su obra bellamente concebida no teme denunciar los desafueros de los políticos y sus administraciones en la Guajira. Esa “dama”, tantas veces saqueada por muchos de sus hijos y por la voracidad del capital extranjero. Con la anuencia de un Estado indolente y arrodillado a los favores de las monedas fuertes. El valor de la escritora tiene su génesis en las aguas cristalinas de una cultura que traspasa milenios, y en su propio ser. En “Manifiesta no saber firmar”, de manera consistente Estercilia lo deja ver (así como cuando vamos a comprar maíz en el mercado de Uribia o cuando vamos a cobrar una ofensa).
Estercilia toma la literatura como el medio ideal para mostrar una realidad que revela saqueos, pésimas administraciones y miserias humanas. Una sabiduría poderosa de gente bellísima que en la práctica cotidiana defiende la cultura, sus usos y costumbres. En otro lugar del planeta un lector desprevenido pensará que historias como “Manifiesta no saber firmar”, “Nacido el 31 de diciembre”, “Jamû”, “¿De dónde son las princesas?” y “El encierro de la pequeña doncella”, corresponden a una literatura de ficción, fantástica o mágica. La literatura de Teeyita o Teeya, como la llama la gente que de seguro la adora, es una ficción que, en nuestro caso, no sólo supera la realidad, sino nuestro propio acerbo literario. Es la mitografía la que defiende la vitae de los pueblos, considerando como sostiene el buen escritor barranquillero Julio Olaciregui que Los mitos trascienden la racionalidad cotidiana, son una posibilidad creativa para liberar al hombre de un destino demasiado limitado. Nuestros pueblos ancestrales defienden la diferencia, lo diverso, cuando conviven con una realidad que sucede como en el cine, es decir, en un mundo paralelo que, en este caso, a los arijunas no se les permite apreciar.
Simanca Pusahina, es una mujer wayuu, que nació en el resguardo Caicemapa, en 1975, es abogada de profesión y activista social y humana. Ester, como me permito llamarla, asume en propiedad las consecuencias que trae una literatura de denuncia. Alguien podrá afirmar que Simancas es una escritora indigenista ¿Y si lo es qué? Lo importante es que esa voz está revertida de una universalidad incuestionable. Ante la realidad Estercilia se cuadra como una experimentada boxeadora de pesos completos. Golpea con todo lo que da su ser, pero esa realidad parece de acero. Estercilia no renuncia por lo que se me antoja como una voz necesaria o un inclemente látigo para la realidad narrada.
La literatura, ya sabemos, puede tener distintas finalidades, y un texto, según los intereses del lector, infinidades de significados. La suya es una voz que nos muestra sin los artificios que atraganta a ciertos autores una realidad insoslayable. Uno llega a pensar que los textos reunidos en ese libro que empieza hacer carrera en América Latina, y de seguro llegará a otras latitudes del mundo, debería ser un texto obligado para todos aquellos políticos que ganen en un proceso de elección popular a cualquier corporación, así no sólo podrán adquirir un conocimiento estructural de las sentidas necesidades del pueblo que a través del voto le dio la confianza de gobernarlos, sino que lo conocerán mejor y recuperarán la sensibilidad que la dinámica social que plantea el capitalismo, les arranca de cuajo. Comprendemos que las necesidades sociales, económicas y culturales de cada comunidad son específicas.
Miguel Rocha Vivas señala, en un acertado prólogo, que su literatura ha llegado a generar un proceso en el cual el Estado se ve obligado a respetar por ley los nombres, pertenencias y soberanía lingüística (Manifiesta no saber Firmar). Este prólogo que acompaña las obras incluidas en el libro (titulado Por los valles de la arena dorada) es un cuento más que increíble y que he releído de manera imparable porque supera mis propias realidades, y muestra el desprecio del Establecimiento por todo aquello que sepa o huela a cultura diferente a la blanca mestiza. Miguel Rocha, quien prologa, nos anuncia que Simancas Pushaina avanza en su opera prima y ya tiene esa hermana wayuu unos lectores que con ansia correremos a las librerías para comprar su primera novela.
Uriel Cassiani
Sobre el autor
Uriel Cassiani
Garras de leopardo
Poeta y escritor, gestor cultural, activista social y humano de las comunidades afros. Representante Legal de la Corporación Socio Cultural de Afrodescendientes Ataole, que agencia proyectos pedagógicos, culturales, artísticos y productivos en el Caribe Colombiano. Cofundador del Taller literario Mundo Alterno (2001), Integrante de los talleres de poesía Luis Carlos López (2001) y Siembra (2002).
En 2010 publicó Ceremonias para criaturas de Agua Dulce. En 2011 publicó el poemario Alguna vez fuimos árboles o pájaros o sombras. Editorial Pluma de Mompox. Entre sus trabajos inéditos están los libros: Dosis personal (Poesía) Música para bandidos (Novela) Las fugas probadas de la memoria (Cuentos). Un Brebaje para Orika (Novela).
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