Literatura
El relato perfecto: teoría del cuento en Horacio Quiroga
El cuento en Quiroga puede definirse como una “producción concienzuda” que tiene como asidero su famoso Decálogo del perfecto cuentista, como la forma canónica de elaboración de texto; en otras palabras, la literatura (el cuento) se debe asumir como un recetario que debe ser seguido al pie de la letra con el fin de alcanzar el mejor resultado.
Dentro de su concepción, el cuento debe ser una especie de obra de arte a la cual debe intentar arribar el escritor. Ningún relato, afirma, debe irse manifestando a partir de la casualidad sino que este debe estar plenamente prefigurado en la mente del escritor. El cuento no debe ser una historia que se escriba sola, sino que la primera palabra debe estar funcionando en relación con la última. De tal manera, en el cuento nada debe quedar al azar.
El mismo Quiroga define al cuentista como aquel que sabe contar, es decir, aquel que es capaz de interesar al lector o al escucha de tal manera que, sea cual sea la historia, atrapa la atención e interesa.
Esta relación entre cuento y cuentista no debe ser tomada de forma inocente, pues para la concepción quiroguiana ambos son elementos inseparables, que deben ser tomados de modo complementario. Todo cuentista debe apoyarse en los lineamientos de Quiroga para convertirse en un escritor consumado, es decir, en un “perfecto cuentista”, lo cual implica toda la carga subjetiva que le confiere este escritor uruguayo al arrogarse la misión de definir lo que debe o no ser un buen cuento o uno malo. La envergadura que como dios asume Quiroga, no lo hace escapar, sin embargo, en varios de sus relatos, de una elaboración no siempre bien lograda ni tampoco acorde con los mismos principios que postula, por lo cual su teoría acerca de la elaboración de los relatos permanece más en el plano de lo teórico que de lo práctico y ello redunda más en una disquisición que en una puesta en práctica, pues en ocasiones este mismo se convierte en víctima de sus planteamientos, pues no todos sus relatos están bien logrados, y en algunos de ellos los finales, los inicios, los desarrollos, la elaboración de personajes o de acciones no está bien logrados, por lo que termina en un discurso teórico sin arraigo en la práctica.
Este escritor define tres cualidades básicas o primordiales que todo buen cuentista debe poseer: “...sentir con intensidad, atraer la atención y comunicar con energía los sentimientos” (Etcheverry, 1957:); tales rasgos son, por lo tanto, los elementos necesarios que permiten a un relato alcanzar la intensidad necesaria para lograr su efecto.
Quiroga reafirma el juicio de que el cuentista nace y se hace: éste es poseedor de cualidades innatas y habilidades que con el tiempo es capaz de mejorar. La brevedad de cada cuento es precisamente el elemento que permite sostener la atención requerida para capturar al lector o al oyente, en caso de un relato oral, señala; esta brevedad, por lo demás, debe ser propia también del cuento escrito.
Este escritor uruguayo experimenta tanto en cuento como en novela, y si bien no todos sus cuentos alcanzan la misma calidad de acuerdo con los juicios de la crítica tradicional, es como cuentista como logra la mayor parte de sus reconocimientos como escritor, al tiempo que su producción novelesca no pasa de ser modesta y limitada. Él mismo señala que el cuentista tiene la capacidad de sugerir más de lo que dice, lo cual es plenamente palpable en algunos de sus relatos. Es allí donde juega un papel fundamental el carácter sintético del relato, cualidad que no posee la novela.
El cuento en este escritor, y en términos mayoritariamente establecidos por la crítica literaria, es un género en el cual las acciones, provistas de gran intensidad, con uso de pocos personajes, y de carácter breve, presenta un determinado acontecimiento, que puede ser más o menos efectista. En el caso de los cuentos quiroguianos, lo fantástico adquiere una importancia fundamental, pues a partir de la presencia de este elemento, sus relatos adquieren una significación determinada. No debe olvidarse que el cuento en sí carece de moraleja, y no necesariamente la procura, por lo cual el lector recibe e interpreta éste sin “suavizar”. Ello permite entonces ligar al cuento con una producción que por su particularidad misma no persigue el entretenimiento ni la diversión como fin establecido, sino más bien presentar una acción que reviste un interés fundamental: atrapar al lector en acontecimientos más o menos gratos, fundarlo como un ente activo que se fusiona con los personajes y produzca -y se produzca- con ellos.
El cuento, en definitiva, es una acción que tiene como base la letra, que funciona como red y obliga, al lector-personaje capturado, a penetrar (se) en la historia y erigirse en una función paralela de lector y personaje. El cuento obliga, seduce y conduce; el lector, al interpretar, se deja conducir. En Quiroga el cuento incorpora al lector, y lo asimila a un mundo en el que el dolor, la impotencia y el fracaso asumen también una función de personajes recurrentes. El cuento se manifiesta como el escenario en el cual el hombre (como personajes textuales) se muestra tal como es: débil y salvaje, víctima y victimario, carente de valores que le permitan sobreponerse a la crueldad de una naturaleza despiadada y de otros hombres devoradores y sin piedad.
Óscar Alvarado Vega
Máster en Literatura Latinoamericana
Acerca de esta publicación: El artículo publicado bajo el título “ El relato perfecto: teoría del cuento en Horacio Quiroga ”, de Óscar Alvarado Vega, corresponde a un extracto del ensayo académico con el mismo título.
1 Comentarios
Muy buen analisis de literatura nuestra!
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