Literatura

Diez poemas inspiradores de Garcilaso de la Vega

Redacción

18/09/2019 - 07:45

 

Diez poemas inspiradores de Garcilaso de la Vega
El escritor y militar Garcilaso de la Vega

 

Considerado uno de los poetas más importantes de la lírica del Siglo de Oro español, Garcilaso de la Vega fue un escritor y militar de origen toledano pionero en introducir la poesía renacentista y los versos endecasílabos (de once sílabas) en la España de aquel entonces.

Nacido probablemente en 1501 y muerto en 1536, su obra, aunque relativamente corta, es de gran importancia ya que incorpora un tono íntimo, musical y emocionalmente expresivo que rompe con la pomposidad típica de épocas anteriores.

En total consta de una cuarentena de sonetos, tres églogas, una epístola, dos elegías y cinco canciones. Todas ellas de gran hermosura y siendo el amor uno de sus principales temáticas.

A continuación, compartimos algunos de los más conocidos poemas de Garcilaso de la Vega.

1. Soneto I

Cuando me paro a contemplar mi 'stado y a ver los pasos por do m'ha n traído, hallo, según por do anduve perdido, que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino 'stó olvidado, a tanto mal no sé por do he venido; sé que me acabo, y más he y o sentido ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte a quien sabrá perderme y acabarme si quisiere, y aún sabrá querello; que pues mi voluntad puede matarme, la suya, que no es tanto de mi parte, pudiendo, ¿qué hará sino hacello?

2. Soneto V

Escrito está en mi alma vuestro gesto, y cuanto yo escribir de vos deseo; vos sola lo escribisteis, yo lo leo tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto; que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, de tanto bien lo que no entiendo creo, tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros; mi alma os ha cortado a su medida; por hábito del alma mismo os quiero.

Cuando tengo confieso yo deberos; por vos nací, por vos tengo la vida, por vos he de morir, y por vos muero.

3. Soneto XXVI

Echado está por tierra el fundamento que mi vivir cansado sostenía. ¡Oh cuánto bien se acaba en solo un día! ¡Oh cuántas esperanzas lleva el viento!

¡Oh cuán ocioso está mi pensamiento cuando se ocupa en bien de cosa mía! A mi esperanza, así como a baldía, mil veces la castiga mi tormento.

Las más veces me entrego, otras resisto con tal furor, con una fuerza nueva, que un monte puesto encima rompería.

Aquéste es el deseo que me lleva, a que desee tornar a ver un día a quien fuera mejor nunca haber visto.

4. Soneto XXXVIII

Estoy contino en lágrimas bañado, rompiendo siempre el aire con sospiros, y más me duele el no osar deciros que he llegado por vos a tal estado;

que viéndome do estoy y en lo que he andado por el camino estrecho de seguiros, si me quiero tornar para huiros, desmayo , viendo atrás lo que he dejado;

y si quiero subir a la alta cumbre, a cada paso espántanme en la vía ejemplos tristes de los que han caído; sobre todo, me falta ya la lumbre de la esperanza, con que andar solía por la oscura región de vuestro olvido.

5. Soneto XXVIII

Boscán, vengado estáis, con mengua mía, de mi rigor pasado y mi aspereza con que reprehenderos la terneza de vuestro blando corazón solía.

Agora me castigo cada día de tal salvatiquez y tal torpeza: mas es a tiempo que de mi bajeza correrme y castigarme bien podría.

Sabed que en mi perfecta edad y armado, con mis ojos abiertos me he rendido al niño que sabéis, ciego y desnudo.

De tan hermoso fuego consumido nunca fue corazón: si preguntado soy lo demás, en lo demás soy mudo.

6. Soneto XXIX

Pasando el mar Leandro el animoso, en amoroso fuego todo ardiendo, esforzó el viento, y fuese embraveciendo el agua con un ímpetu furioso.

Vencido del trabajo presuroso, contrastar a las ondas no pudiendo, y más del bien que allí perdía muriendo que de su propia vida congojoso, como pudo, 'sforzó su voz cansada

y a las ondas habló d'esta manera, mas nunca fue su voz dellas oída: «Ondas, pues no se escusa que y o muera, dejadme allá llegar, y a la tornada vuestro furor esecutá en mi vida».

7. Soneto XXXI

Dentro en mi alma fue de mí engendrado un dulce amor, y de mi sentimiento tan aprobado fue su nacimiento como de un solo hijo deseado;

mas luego del nació quien ha estragado del todo el amoroso pensamiento; en áspero rigor y en gran tormento los primeros deleites ha tornado.

¡Oh crudo nieto, que das vida al padre y matas al agüelo!, ¿por qué creces tan desconforme a aquél de que has nacido?

¡Oh celoso temor!, ¿a quién pareces?, que aun la invidia, tu propia y fiera madre, se espanta en ver el monstruo que ha parido.

8. Soneto XXIII

En tanto que de rosa y de azucena se muestra la color en vuestro gesto, y que vuestro mirar ardiente, honesto, con clara luz la tempestad serena;

y en tanto que el cabello, que en la vena del oro se escogió, con vuelo presto por el hermoso cuello blanco, enhiesto, el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado, todo lo mudará la edad ligera por no hacer mudanza en su costumbre.

9. Soneto IV

Un rato se levanta mi esperanza, mas cansada d’haberse levantado, torna a caer, que deja, a mal mi grado, libre el lugar a la desconfianza.

¿Quién sufrirá tan áspera mudanza del bien al mal? Oh corazón cansado, esfuerza en la miseria de tu estado, que tras fortuna suele haber bonanza!

Yo mesmo emprenderé a fuerza de brazos romper un monte que otro no rompiera, de mil inconvenientes muy espeso;

muerte, prisión no pueden, ni embarazos, quitarme de ir a veros como quiera, desnudo espirtu o hombre en carne y hueso.

10. Soneto VIII

De aquella vista buena y excelente salen espirtus vivos y encendidos, y siendo por mis ojos recibidos, me pasan hasta donde el mal se siente.

Entránse en el camino fácilmente, con los míos, de tal calor movidos, salen fuera de mí como perdidos, llamados de aquel bien que está presente.

Ausente, en la memoria la imagino; mis espirtus, pensando que la vían, se mueven y se encienden sin medida;

mas no hallando fácil el camino, que los suyos entrando derretían, revientan por salir do no hay salida.

José Luis Hernández

 

Referencias:

Morros, B.(ed.). (2007). Garcilaso de la Vega: Obra poética y textos en prosa. Editorial Crítica.

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