Literatura
Reconstruirte a través de las palabras
Cuando los gestos que martillean un teclado se convierten en sensaciones, las palabras -una vez escritas o leídas- se convierten en silencios; pero no en silencios vividos en soledad...
Esos Silencios visuales, táctiles, resuenan en parte donde se acumulan las emociones. El silencio de mirarse a los ojos; a lo más profundo de los ojos, detrás de ese escudo protector de color azul, o marrón, o verde… No existe el escudo donde queden suspendidas las miradas que no buscan penetrar más allá, o no dejamos que lo hagan. No existen el tiempo y el espacio reales. Sólo existen las sensaciones vividas, imaginadas, creadas o recreadas en la soledad compartida de unos pensamientos que se buscan en una distancia anulada por la necesidad de encontrarse, de fundirse, de confundirse en espacios y tiempos propios. Espacios y tiempos solo de los dos y para los dos.
Cada palabra; cada frase escrita o leída es una propuesta de acercamiento: es verte sin mirarte; escucharte sin oírte; sentirte sin tocarte. Es navegar a contracorriente de una realidad que nos mantiene alejados, pero no distantes; separados, pero no solos. Cada letra se convierte en el eslabón de una cadena que nos une, a la vez que nos otorga libertad: Que nos aleja de un mundo de muros y limitaciones exteriores para conducirnos a uno solo nuestro, construido palabra a palabra; sensación a sensación.
Las palabras; los mensajes escritos en una pantalla que se han convertido en el papel del siglo XXI –al que, es cierto, le falta la emoción de ese tacto compartido a través del objeto que la otra persona ha tenido entre sus manos y acariciado con la yema de sus dedos– pero hacen viajar las mismas sensaciones que antes se movían a través del correo postal. Y no; no son un sustituto o un sucedáneo de tu presencia: es una forma diferente de sentirnos juntos.
Pasear los dedos por el teclado o la mirada por la pantalla, es una acrobacia que burla las leyes de la física para ganar proximidad y cercanía a la distancia; para ganar momentos compartidos a este tiempo que llevamos sin vernos, sin sentirnos, sin estar juntos, aunque nunca hayamos hemos dejado de permanecer unidos. Aunque, incluso, estemos más unidos que nunca.
Cuando paseo la mirada por la pantalla siento, al igual que si paseara tu piel, cómo se desata una cascada de emociones que comienza a brotar en el momento que un simple sonido electrónico anuncia la llegada de un mensaje tuyo. Ese sonido encierra toda la magia del más bello arpegio, al dejar suspendidas en el aire un montón de emociones que estallan al leerte.
Cuando paseo los dedos por el teclado para trazar las palabras que mejor expresen todo aquello que deseo trasmitirte es como si te hablara al oído, pues solo tú puedes escuchar mi voz interior dibujaba en cada frase.
No es que estos mensajes sustituyan la presencia física, la mirada, el tacto o los abrazos, pero todo ello será mucho más intenso cuando llegue. En lugar de desesperarnos por la lejanía, disfrutemos de la felicidad que nos regala el camino de ida y vuelta creado y construido con cada palabra, con cada frase, con cada mensaje que nos hace volar. Efectivamente, no sustituyen ninguna situación real pero sí hará que la misma, cuando llegue, se viva con mayor plenitud.
Dicen que uno de los elementos que puede otorgar más belleza a una música es la sabia utilización de los silencios. Este silencio de presencias que hemos sustituido por un clamor de sensaciones encontradas y compartidas nos está trasladando a unos espacios de belleza que llenan de ecos el vacío de luz en unos momentos donde abundan las sombras, la oscuridad y las incertidumbres.
Antonio Ureña
Sobre el autor
Antonio Ureña García
Contrapunteo cultural
Antonio Ureña García (Madrid, España). Doctor (PHD) en Filosofía y Ciencias de la Educación; Licenciado en Historia y Profesor de Música. Como Investigador en Ciencias Sociales es especialista en Latinoamérica, región donde ha realizado diversos trabajos de investigación así como actividades de Cooperación para el Desarrollo, siendo distinguido por este motivo con la Orden General José Antonio Páez en su Primera Categoría (Venezuela). En su columna “Contrapunteo Cultural” persigue hacer una reflexión sobre la cultura y la sociedad latinoamericanas desde una perspectiva antropológica.
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La palabra, siempre la palabra. El invento más grande de la humanidad.
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