Literatura

Acerca de la literatura infantil en el Cesar

Luis Mario Araújo Becerra

16/09/2020 - 05:55

 

Acerca de la literatura infantil en el Cesar

 

El estudio de las literaturas regionales se convierte en una necesidad urgente en un país como Colombia: país de regiones. El olvido y desdén que reciben desde el “centro”, donde se concentran los focos del poder académico y editor, además de constituir un reduccionismo malicioso, es una manifestación de exclusión de la diferencia. Un mecanismo de control social: hace inocuas las otras voces. Al respecto, Norberto Bobbio escribió que: “La primera tarea de los intelectuales debería ser la de impedir que el monopolio de la fuerza se convirtiera también en el monopolio de la verdad”.

Si este panorama es cierto para las literaturas regionales en sentido amplio, cuando se trata de la literatura destinada a los niños, o literatura infantil, esta franja de exclusión es aún mayor. Fenómenos como la homogenización de la cultura, el consumo en masa, el empaquetamiento de las historias como productos comerciales por parte de las grandes empresas del mundo del espectáculo y editorial, han hecho cada vez más difícil la presencia e inclusión de otras versiones. Textos que relaten situaciones difíciles, denuncia social, la muerte o la violencia, las tradiciones y costumbres locales, están cada vez más apartados del espacio de publicación. A los niños sólo se les puede contar versiones “rosa”, políticamente correctas; pero lo más grave: que hablen de unos valores y visiones predeterminadas. Las visiones de la metrópoli cultural.

Esta uniformidad, esta ausencia de voces, preocupaciones, entornos y realidades propias en el relato, dificulta el autorreconocimiento. Tenemos regiones esquizofrénicas. Mientras su realidad habla del rancho de barro, sus textos miran torres de cristal. No se me malentienda: no quiero hacer una exaltación de lo terrígeno y desdeñar lo extranjero. No caería en un chauvinismo semejante. Lo que deseo resaltar es que el enmudecimiento o tergiversación de los ecos regionales, señalan una profunda falencia en nuestra formación cultural, hacen incompleto el retrato de nuestra identidad. Saltamos al mundo sin pasar por la aldea; olvidando lo que en realidad somos o, peor, desestimándolo, por franco desconocimiento.

Es, en este sentido, que se torna fundamental revalorar las literaturas regionales y, en particular, la literatura para niños que se produce desde la periferia. En el caso del departamento del Cesar, vale la pena preguntarse: ¿Existe una literatura para niños? ¿Hay autores que hayan cultivado el género? ¿En qué medida se ha aprovechado la riqueza popular: leyendas, mitos?

Beatriz Helena Robledo plantea que el relato infantil se nutre habitualmente de la oralidad y las tradiciones populares. Nadie puede desconocer que los textos de los hermanos Grimm, Perrault, y Andersen reflejan la conciencia popular europea. Este fenómeno, es aún más interesante, en el ámbito latinoamericano, en donde confluyen por lo menos tres vertientes culturales: la indígena, la africana y la española, que vienen a constituir un crisol magnífico para las historias “dirigidas a los niños”.

En palabras de Robledo: “La rica cantera de arrullos, nanas, canciones y relatos propios de la cultura africana, recreada por los negros esclavos y, finalmente, los romances, los cuentos antiguos y los juegos propios de la tradición hispánica, constituyen quizás el legado mayor, recibido por generaciones enteras de colombianos (...) Es así como los personajes y las estructuras de los cuentos maravillosos y de los cuentos más antiguos de Europa, África y América, se armonizan con los hábitos, paisajes, costumbres y creencias locales, creando una fuente propia, casi inagotable de historias, leyendas, poemas narrativos, mitos, legado del cual se han apropiado los niños de generación en generación”.

El caso del Cesar es muy interesante. Aunque existe un cúmulo inmenso de costumbres e historias que han podido dar origen a una numerosa gama de autores y libros infantiles, la realidad contradice tal proposición. El folclor vallenato, en cambio, ha integrado esa tradición. ¿O qué decir, por ejemplo, del pacto con el diablo, el duelo de Francisco el hombre, la bruja de la Jagua, el “aparato de Chivolo”, la bola de candela y tantas otras? ¿A qué podemos atribuir esta ausencia relativa de escritores que hayan explorado a fondo la literatura infantil en el Cesar?

Aunque en Viento de trópico (1961), José Francisco Socarrás incluyó muchos de estos relatos populares, es evidente que no fueron tratados en clave infantil. Cuentos como Oliverito, El Maleficio, la Uña de la Gran Bestia o Contrabandistas, podrían caber perfectamente en el universo infantil; por su plasticidad, colorido, su riqueza de personajes, su agilidad narrativa.  No obstante, no han sido leídos así. ¿Podría proponerse esa lectura?

En el campo de nuestras letras, aparecen tres autores que, a mi juicio, resultan fundamentales al momento de hablar de este género en el Cesar: Luis Alejandro Álvarez, Álvaro Morales y Beethoven Arlant. Las razones por las que considero esencial su estudio, son: 1) Han obtenido reconocimientos en este campo. 2) Han destinado parte de su obra a explorar los universos infantiles, lo que se refleja en la publicación de libros específicamente dedicados a ello. 3) Trazan una propuesta estética entorno a dichos universos.  

¿Quiénes son estos autores? ¿Conocemos sus obras? ¿Qué nos han dicho en su literatura infantil? ¿Han reflejado nuestra realidad? ¿Han integrado, en su obra, esta tradición cultural?

Luis Alejandro Álvarez Van Strahlen (Chiriguaná,1920), fue un poeta autodidacta, que, pese a no contar con estudios, ni siquiera en el nivel primario, consiguió aferrase a su vocación literaria, cazando lecturas y tiempos entre los diversos oficios alimenticios que tuvo que ejercer: funcionario de las antiguas Carreteras Nacionales, inspector y oficial mayor.

Nos dejó cuatro libros publicados. Cascada de Poemas, Despetalando versos, Miscelánea de Sabandijas, Cometica de papel; uno inédito, Niño y poesía, además de varios poemas dispersos. En 1987, el Café Literario Vargas Vila le dedicó el Homenaje central, en el marco del Festival Nacional de Poesía.

La obra de Álvarez está afincada en la herencia hispánica. Su lírica bebé en las fuentes del romancero español y, en tal sentido, intenta recrear una épica local.

Tal como dice José Alborg: “Los romances son poemas épicos o épico-líricos, casi siempre breves, compuestos originariamente para ser cantados o recitados(...)Las fórmulas expresivas más utilizadas son las repeticiones de palabras o frases y el uso del paralelismo para conseguir una mayor intensidad emocional y rítmica”.

De esta es genealogía proviene la poética de Álvarez: surge y valora la emotividad; vuelve sobre la descripción y exaltación de la naturaleza; no tiene afanes metafísicos sino casi descriptivos; mantiene una carga impresionante de nostalgia; una gran presencia musical, que podría recordar el “ritmo de los vallenatos viejos”. Y, finalmente, conserva la preocupación de los romances por querer destacar algunos sitios y personajes de “su tierra”, resaltando la importancia de sus acciones, de sus “gestas”.

Su obra infantil contenida, sobre todo en Cometica de papel, mantiene esas características. Este hermoso poemario publicado en 1994, con cierta intención didáctica y moral, plasma el mundo de los niños en medio de los juegos, los afectos y la escuela; describiendo a su paso una serie de personajes y objetos que habitan los espacios de nuestras viejas aldeas y que, por mediación del ejercicio poético, entran al universo de la fantasía: la cometa, el abuelo y su pipa, el trompo, la palbarata, el burrito que pateaba el balón, el cucarachero, el bocachico, el cangrejo, el conejo, el torero. Como dice Luis Antonio Mendoza, en el prólogo del libro: “Todo el mundo mágico de niñez de nuestros pueblos cabe, apretado, en esta páginas (…)”.  

Álvaro Morales Aguilar (Tamalameque,1939), director de la Asociación de Escritores del Caribe, graduado en Filosofía y Letras de la Universidad Nacional; es uno de los nombres angulares de la literatura del Cesar. Su trabajo ha sido destacado por autores como María Mercedes Carranza, Juan Manuel Roca y Gustavo Álvarez Gardeazabal.    

Tal vez, el haber bebido de la vieja fabulación del Tamalameque de mediados del siglo XX le fue dotando de los argumentos que hoy vienen a constituir su obra; que se condensa en los libros: La luna y el arca de cristal (poemas), Vida y asombros de don Ruma, Retozos pluviosos (poemas), Los peces de octubre (cuentos), Este pedazo de acordeón (poemas), El señor Secretero (relato) y El zodiaco juguetón (poemas).

Casi la totalidad de su trabajo, salvo el poemario Este pedazo de acordeón y Los peces de octubre, puede inscribirse en la literatura infantil; ámbito en el cual es ampliamente conocido.

Parecería que Álvaro Morales Aguilar anhela el mundo perdido de la infancia; aquel que vivió junto a los abuelos y en medio de aldeas alejadas del ruido asfixiante de las grandes urbes. Este eje temático es la remembranza. Sin lugar a dudas, sus viajes hacia el pasado en Vida y asombros de don Ruma; o en El señor Secretero, en el cual el personaje principal desciende envuelto en una burbuja ante un grupo de niños aburridos de la rutina citadina para llevarlos a viajar por mundos desconocidos; o en La luna y el arca de cristal, donde recuerda algunas de nuestras antiguas rondas; o en Retozos pluviosos, donde recorre las calles de un pequeño pueblo bañándose bajo la lluvia –como lo hacíamos antes-, revelan la búsqueda de un mundo que parece estarse perdiendo.

El segundo eje esencial en la obra de Morales, íntimamente ligado al primero, es la exploración de la tradición popular. Este aspecto es destacado por Meira del Mar en una hermosa carta privada dirigida al autor: El libro es sencillamente, maravillosamente, encantador. Quiero decir, mejor, hechicero (…). Podría citar uno a uno sus cuentos: todos ellos son prueba de su bien decir, de su fuerza comunicativa cuando de trasmitir la emoción se trata. La tierra, la región de donde usted viene, la manera propia de nuestras gentes han hallado en su palabra su versión más válida, su mejor intérprete. Déjeme decirle una vez más mi admiración (…) Jaime Mejía Duque acierta cuando juzga a don Ruma el “doble espiritual” de los fabuladores del campo”.

También Pedro Gómez Valderrama destaca este aspecto: “Alvaro Morales es un exponente importante de la literatura joven que está haciéndose en Colombia, pegada  la vida y a la tierra, pero a la vez con un poderoso vuelo de imaginación”.

El tercer eje es la denuncia social, que se proyecta en dos ámbitos: el primero, las fórmulas e inventiva del pueblo raso para superar su situación de descontento social. El segundo, es la denuncia, propiamente dicha, que propone la ruptura del inveterado orden señorial.

Beethoven Arlant Ariza (Atánquez,1961) tiene una destacada trayectoria en el campo de la literatura infantil, al haber sido premiado en 1992 con la Mención de honor del Premio Nacional de Literatura y composición musical: modalidad cuento para niños (Colcultura); en 1993 al recibir Mención de honor en el Primer Concurso Internacional de Cuento infantil “Raimundo Susaeta”; en 1994 resultar ganador de la Segunda versión del “Susaeta” con el cuento Isabel, o el fin de la casa blanca; y finalmente, en 1994, ganar con su libro La vendedora de arcoíris, el IV Concurso de Cuento Infantil Confamiliar. Por su parte, la obra de Arlant, además de aparecer en varias antologías se vierte en La vendedora de arcoíris (dos ediciones: 1994, 2019) y Enigmas paralelos (2019).

Su libro de cuentos “infantiles” es La vendedora, en el cual se abordan muchos de los mitos, relatos y experiencias que rodean el sustrato cultural de su natal Atánquez; un pequeño pueblo asentado en las estribaciones de la Sierra Nevada. Es un texto que reinterpreta la tradición popular y la vierte en el molde de la literatura. Aprovecha las historias que, en buena medida, la oralidad ha mantenido vivas; pero con una gran propiedad estilística, plasticidad y lucidez, las eleva para que puedan ser leídas en su connotación simbólica, trascendiendo el ámbito del cual provienen. Esto es: universaliza lo local.

En esta dirección se pronunció el jurado del concurso Susaeta, cuando resaltó: “Su importancia dentro de la producción literaria latinoamericana al presentar una propuesta ajena al discurso estereotipado, porque abre un espectro […] por su carácter onírico, telúrico […] por una impecable belleza del lenguaje”.

Pero, Arlant no agota ahí su ejercicio, sino que, de manera precisa, incorpora una serie de seres cotidianos, imbuidos en sus oficios, agobiados; pueblerinos que, por mediación de la mirada de los niños (la mirada del autor), se convierten en personajes deslumbrantes, que pueden ser incluidos en el reino de “fantasía”.

Al explorar la obra de estos autores, encontramos ciertas coincidencias inevitables, sobre las que valdría la pena profundizar: 1) Los tres provienen de poblaciones llenas de magia, costumbres, mitos. Una fuerte vertiente popular. 2) Los tres han consolidado una obra que vuelve, de una u otra manera, sobre las historias y costumbres de esos pueblos. 3) Los tres, aunque vienen de un ámbito similar al que le dio origen, logran establecer una distancia con la propuesta estética del realismo mágico y encuentran otra forma de contar ese contexto. 4) Para los tres, la valoración del lenguaje, el cuidado en su manejo, el intento de mantener su ductilidad, constituye un elemento esencial.

Cuestiones finales

En su ensayo Literatura infantil y juvenil en Colombia, Andrés Elías Flórez Brum señala que, durante las décadas del setenta y ochenta, se produce una nueva dinámica en el campo de la literatura infantil en Colombia, como resultado de la implementación de varios concursos literarios, como el Enka (Medellín,1977) y el Confamiliar (Barranquilla). Otro factor dinamizador fue el interés de editoriales como Valencia Editores, que dedicaron amplio espacio a colecciones para niños. Sin embargo, este panorama, parece no haber influido en la actividad creativa de los autores del Cesar; pues, salvo los nombres a los que nos hemos referido, no se encuentra, en este periodo, gran número de autores interesados en el género.

En tal sentido es hora de volver sobre una de nuestras inquietudes iniciales: ¿Por qué, pese a estos incentivos; pese al impresionante cúmulo de historias populares, leyendas, mitos y tradiciones; por qué tan pocos de nuestros autores han transformado ese acervo en “literatura infantil”? Si como dice Beatriz Robledo, este caudal es la base eficiente de la literatura infantil: ¿por qué en nuestra región no existe un espectro más amplio de creaciones de este tipo?       

Este trabajo no pretende dar tales respuestas. Tampoco busca establecer el canon de la literatura infantil en el Cesar, sino comenzar a constituir un corpus; “una colección de textos de un mismo carácter, formada como base para un estudio”. El ejercicio no se agota en los nombres y obras que he señalado antes; demanda que quienes se dedican a fondo al estudio de la literatura regional, realicen más rastreos. Exploren más allá. ¿Tal vez un personaje como Beliza, de Mary Daza, pese al viso trágico, podría pertenecer a este ámbito? O ¿podríamos considerar otros nombres? A manera de ejemplo: Néstor Quiroz, en Adornos Peligrosos y otras ficciones (2017), incluye Sueños de navidad, un hermoso relato que puede ubicarse en este universo; Jahel Peralta, en “El sermón de la ventana” (2006), trae un cuento como Teo tampoco hizo esperar a los ángeles, una tierna historia de amistad entre un perrito y sus dueños; Pedro Olivella en la Revista Letras (2013) publica “La niña que no podía decir seis palabritas” y parte de su poemario El campanero.

¿Qué tal si buscamos en las obras de nuestros escritores? ¿Encontraremos una literatura infantil mimetizada entre el follaje? Por ahora, no pretendemos respuestas; anhelamos preguntas. Preguntas que hagan posible visibilizar la literatura de nuestro patio. Estas voces que desde el margen vienen construyendo, aunque el centro cierre sus ojos. Este relato que vale la pena de ser contado, para que se entienda que el mundo no es unidimensional, sino que existen otras narrativas que pujan por ser incluidas; para que el dibujo de nuestro rostro sea completo. 

 

Luis Mario Araújo Becerra

Abogado, escritor y docente universitario. Autor de “El Asombroso y otros relatos” y “Literatura del Cesar: identidad y memoria”.

 

Sobre el autor

Luis Mario Araújo Becerra

Luis Mario Araújo Becerra

La reserva

Abogado, escritor y docente universitario. Autor de El Asombroso y otros relatos (cuentos), Literatura del Cesar: identidad y memoria (ensayo), Tras los pasos de un médico rural (ensayo), Las miradas a la guerra y La aldea (novela). Ha sido incluido en las antologías Cuentos Felinos 5, Tercera antología del cuento corto colombiano y Antología de cuento y poesía de escritores del Cesar. 

7 Comentarios


Maira Garcia Alvarez 16-09-2020 01:29 PM

Luis Alejandro Alvarez es mi abuelo... en la familia estamos prestos a recuperar estos espacios de literatura que han quedado rezagados con el paso del tiempo... por estos tiempos trabajamos en impulsar la o bra publicada del Maestro Alvarez. Para dar paso a nuevas publicaciones. Precisamente, trabajamos también en publicar la segunda edición de Cometica de Papel y es de mucho agrado, encontrar que hay quienes están interesados en promover este tipo de Obras literarias dirigidas a grupos infantiles.

Alejandro Moreno Arias 16-09-2020 01:55 PM

Este trabajo de recuperación histórica es muy importante para el Cesar. Abre caminos y ayuda a conocer lo que han hecho nuestros escritores.

Mottas 17-09-2020 09:52 PM

Es un aporte importante, para muchos que desconocemos la realidad de la literatura infantil que tienen los niños en Colombia. Me parece que se no se puede hechar en saco roto que tenemos mucho material (mitos y leyendas) que no se ha utilizado para tener un gran repertorio de literatura infantil.

Fernando 17-09-2020 09:58 PM

Me parece muy interesante como el autor nos muestra la deficiencia de la literatura infantil que tienen los niños en Colombia, este podría ser un punto de quiebre donde no se alimenta ese hábito lector en todos los niños a falta de material que pueda atraer su interés, que lamentablemente no se ha sabido aprovechar con un gran número de relatos e historias que existe en cada municipio.

Luis ARZUAGA 18-09-2020 06:09 PM

una frase más de agradecimiento por tan brillante artículo da nostalgia ver como todo lo estamos perdiendo, la literatura infantil la vemos de lejos como cuando el mar se lleva a sus entrañas un náufrago, la impotencia testigo directo en la escena. la pregunta directa es sera que alguien rescatará este importante hábito?

Jose raul velandia 18-09-2020 07:39 PM

Asi como se originó el genero musical vallenato en el norte del Cesar, sur de la guajira y magdalena. En el género literario sus exponentes surgen en forma silvestre y natural, por sus mitos y leyendas, su cultura y costubres, con su pluma enaltecen la narrativa.

Félix Molina-Flórez 19-09-2020 11:19 AM

El trabajo que viene haciendo Luis Mario Araújo hace rato es muy valioso. Esas reflexiones que plantea deben ser el punto de partida para seguir indagando sobre la historia de la literatura del Cesar. Felicitaciones por esa labor académica y literaria.

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