Literatura

58

Giancarlo Calderón Morón

19/01/2021 - 05:35

 

58
La obra "58" del artista José Luis “El Turri” Molina

 

Era el año 1988 y mi hermano y yo estrenábamos colegio. Él entraba a séptimo grado o segundo de bachillerato, y yo entraba a quinto grado de primaria. La ciudad: Bogotá. El colegio: Americano. Pronto surgieron las primeras preferencias en temas de amistad. La de él, la de mi hermano, un niño que además de compartir su curso compartía con nosotros el barrio: Pablo VI, segunda etapa. Su nombre: cincuenta y ocho. Así: 58. El nuevo mejor amigo de mi hermano se llamaba ¡58! ¿La razón? Su camiseta favorita, y la cual usaba todos los días de la semana después de llegar del colegio, tenía ese número en la espalda. Entonces, todo el orbe sin excepción, y sin ninguna objeción por parte del implicado, decidió que ese niño pecoso y buena gente, y gustoso del equipo de béisbol Los Bravos de Atlanta, no tuviese un nombre distinto a esos dos números: 58. Y ¿su nombre real? Ni idea. Nadie sabía, yo creo que ni él. Y ¿mi mejor amigo de esa época? No importa para esta historia.

Un año más tarde nos fuimos a estudiar a Valledupar, y en 1992 mi hermano, ya en último grado, presentó las pruebas ICFES, aquellas antiguas, y el puntaje obtenido fue 358. Al año siguiente se presentó a la carrera de medicina en la Universidad Industrial de Santander (UIS), en Bucaramanga, y no pudo ingresar porque el puntaje, a pesar de que era ‘muy alto’, no le alcanzó. Entonces, y ante su insistencia de estudiar esa carrera en esa universidad, presentó nuevamente las pruebas un semestre después. El puntaje: 358. Sí, el mismo, exactamente el mismo. Al fin, creo que no se volvió a presentar ahí, y terminó estudiando medicina, pero en Cartagena, en la Universidad del mismo nombre. Allí, tiempo después, se hizo especialista en cirugía. Y en eso, infatigablemente y desde entonces, trabaja. Mi hermano es un buen y talentoso cirujano.

En el año 2003 yo me gradué de Comunicación Social, en la Universidad Javeriana, en Bogotá, y con la idea de quedarme trabajando en esa ciudad compramos un apartamento. Recuerdo que entre otros estaba el inconveniente de no poder tener más de un parqueadero. Se podía comprar otro, pero era muy caro. Al final, sólo quedó el asignado por norma. Su número: 58. Un par de años más tarde, y harto de montar buses por la séptima, por la treinta, por la quince, por la novena, por la décima, la undécima y por la quinientos mil, tuve la opción de comprar mi primer carro, un Renault Twingo Rojo. Su placa: BTV-358.

No recuerdo qué otra coincidencia haya en la vida de mi hermano y en la mía con este número. Un día me puse a pensar y a tratar de hallar alguna señal y, ante mi total desconocimiento en numerología o algo parecido, no pude encontrar la más mínima respuesta. Hasta que otro día cualquiera, más bien desprevenido, caí en cuenta de algo, tal vez otra coincidencia y no más que eso: mi mes de nacimiento es Mayo (5) y el día en el que nací es el ocho (8), 58. Otra más: el año de nacimiento de mi hermano es 197(5), y el mío es 197(8), otra vez: 58

Pero realmente, más que de números, del repetitivo 58, o de cualquier otro, me interesa preguntar (o preguntarme) sobre algo que ya he mencionado, y que llamaré las coincidencias destínales. Éstas, ¿Existen? ¿Están algunos hechos irremediablemente entrelazados, unidos como, por ejemplo, los hermanos? ¿Están las cosas escritas? ¿Se presienten algunas de estas cosas? ¿Son los sueños vehículos de estos latidos y de estos pálpitos que predicen algunos de esos hechos? Con toda franqueza tengo que decir que no lo sé. De hecho, creo que nunca lo sabré. Y creo que ustedes, los lectores de turno, tampoco.

Ayer hablé con mi hermano por Whatsapp, y ¿adivinen de quién hablamos? 32 años después, y de la nada: de ¡58! De ese, aquel, el mejor amigo de mi hermano. Increíble. La conversación terminó normal, y él se fue a operar a algún paciente a alguna de las clínicas donde trabaja. Yo me puse a leer cualquier cosa en este mismo celular desde el cual escribo esto, y me quedé dormido (tipo 3 o 4 de la tarde). Me quedé dormido, decía, y soñé, claro que soñé: siempre sueño. Corrijo: siempre tengo pesadillas y esta tarde medio lluviosa no fue la excepción. Soñé que una llanta grandísima, de una especie de tractor gigante, descomunal, estuvo a punto de pasarle por encima y aplastar a mi hermano.

Me levanté con una sensación de llanto que se calmó al instante por constatar que solo fue eso: un oscuro y terrible sueño, una pesadilla más. Pero, ¿solo fue eso? ¿Solo son imágenes pasajeras los sueños o las pesadillas? Otra vez: ¿existen las coincidencias y nos quieren decir algo por medio de los números, a veces, y otras por medio de los sueños? Tampoco lo sé, por supuesto. Tampoco nunca lo sabré. Y Ustedes tampoco. (No metamos a Dios en esto, que ese es otro tema: álgido, apasionante y enigmático tema).

Al día siguiente, a las 6:58 de la mañana, entró una llamada a mi teléfono. Era mi cuñada, la mujer de mi hermano:  

–Hola ‘Chiche’. Tu hermano se accidentó esta madrugada.

–¿Cómo está?

–Bastante golpeado. No se está muriendo, pero lo mejor es que se vengan para acá.

Entonces las lágrimas del sueño de la tarde reciente cobraron sentido e hicieron lo suyo. Aquí estoy, más calmado, agradecido, escribiendo esto, en una sala de espera de una clínica en Cartagena. Ya lo vi. Está vivo. dentro de lo que cabe está bien. Una enfermera que lo conoce pasó y le preguntó:

–¿Cómo está, doctor?

–Como la canción de Antonio Aguilar: Adolorido.

Su humor y su gracia, intactos. Ahora solo falta esperar que el tiempo pase y le ayude a mejorar y a recuperarse de este revés inesperado.

Ayer, antes de quedarme dormido, busqué a 58 en Facebook y en otros lares virtuales, y no encontré nada. No hay rastro. ¿Habrá sido, aquella amistad, un sueño nuestro, conjunto, o tal vez un amigo imaginario que tiene más de treinta años de querer decirnos algo? Quién sabe. Lo que sí sé, en cambio, es bastante simple, y es para él, para mi hermano: sin ti mi alma no está completa. No te mueras nunca, por favor.

 

 

Giancarlo Calderón

Sobre el autor

Giancarlo Calderón Morón

Giancarlo Calderón Morón

Perro en misa

Comunicador Social de la Pontificia Universidad Javeriana, de Bogotá (2003). Ha sido colaborador en temas relacionados con cultura y entretenimiento: pintura, música, cine y televisión, entre otros, del periódico El Espectador (2012-2021). Director de trabajos audiovisuales de corte institucional (Convenio Secretaría de Salud de Bogotá - Fondo de Población de las Naciones Unidas -UNFPA- 2007-2011). Guionista y director de la serie documental “II Laboratorio de Paz” (Acción Social - Unión Europea 2008). Realizador y asistente de dirección del programa del Ministerio de Cultura “La Cultura Viva” (Virtual T.V. - Señal Colombia 2005-2006).

3 Comentarios


Yarime Lobo Baute 19-01-2021 09:05 AM

Me encantó la historia y no pude evitar buscar el # 58 Te comparto El número 58 está compuesto por las vibraciones del número 5 y del número 8. Número 5 aporta sus energías de cambios de vida, actividad, versatilidad, adaptabilidad y progreso, libre albedrío, toma de decisiones y elecciones positivas en la vida, aprendizaje por experiencia, libertad personal y oportunidades auspiciosas. El número 8 presta sus atributos de manifestar riqueza y abundancia, autosuficiencia, verdad e integridad, éxito y logro, fuerza interior y sabiduría interior, karma y la Ley Espiritual Universal de Causa y Efecto. Abrazos y que se mejore tu hermano

Elo 19-01-2021 11:09 AM

Estoy con los ojos aguados de emociones encontradas revueltas de admiracion y amor x el escritor y el hermano médico y por supuesto la historia que la tengo viva y movida d agradecimiento a dios. .esa foto intacta en mi mente y en mi corazón. Hoy me siento Orgullosa esta tía mamá d corazón también digo dios todavía regalamos vida nos falta mucho por hacer.

Jose Luis 19-01-2021 02:52 PM

Bonita historia y buen escritor el que aprovecha las situaciones cotidianas para contar cosas interesantes, y la ilustración no podía ser mejor.

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