Literatura

Una fogata en las profundidades del tiempo

Carlos Cesar Silva

07/06/2021 - 04:55

 

Una fogata en las profundidades del tiempo

 

El narrador regresa al pasado a través de la nostalgia. Saborea la brisa fresca del mar, atraviesa una calle colorida y entra a El Cabo de la Vela, un bar que queda enfrente del estadio Romelio Martínez. Encuentra a Pe acomodado en una mesa, nota que está devorando una Coca-Cola y una tasa con maníes. Sonríe con timidez, da media vuelta y se da cuenta que El Canario está sentado en la barra con algunos amigos.

Luego, advierte que Pe se pone de pie, se aproxima a El Canario y le dice: “Papá, regálame unas monedas para jugar en la máquina tragaperras”. Ve que El Canario deja la cerveza a un lado, le soba la cabeza a su hijo y le expresa con orgullo a sus compinches: “Ésta es la salvación del Junior”. No obstante, el narrador ya conoce el destino inevitable: el niño nunca será un Garrincha, sino que se convertirá en la memoria de su familia.

Paul Brito cuenta en tercera persona la historia de su estirpe, construye el personaje de Pe para evitar la sensiblería y cuestionarse sin complacencia. Permite que el balón ruede con libertad por la cancha de sus recuerdos, pero realiza los cambios de frente y los pases al vacío cuando resulta necesario. Indaga sobre el párkinson que fustigó a su madre, la historia de su padre como futbolista y la vida paralela de sus abuelos. Usa los sueños para poetizar y controvertir el pasado. Deja entrever que la muerte es una agitación absoluta, una energía transformándose. Fija su cámara en las pequeñas cosas de la vida y prescinde de toda fabulación: “Si tomé prestado algo de la ficción —asevera—, fueron solo herramientas y recursos literarios”.

Restos orgánicos de un mundo anterior es una novela que armoniza magistralmente varias expresiones literarias: crónica, cuento, poesía, ensayo y cine. Tiene una prosa fluida, concisa, con imágenes poéticas y reflexiones filosóficas que no hostigan: “Me concentré en los momentos más significativos y dejé a un lado las conexiones artificiosas”, indica Paul. La estructura narrativa de esta obra no es concluyente, sus personajes deambulan por el laberinto de los afectos, sus diálogos intrigantes no siguen un orden cronológico y sus capítulos están forjados como como pequeños relatos cuyos finales perturban los sentidos: “¿Acaso un libro no es otro ser humano? —pregunta Paul—, ¿uno no habla y alcanza una gran intimidad con ellos?”.

El narrador utiliza sus recuerdos para desahogarse. Expresa que la muerte cae sobre Pe como una enorme piedra, pues los años pasan su cuenta de cobro y el párkinson vence a Marina. Señala que ahora Pe debe resolver qué hacer con las batas, los crucigramas y los santos de su madre. Con él mismo, que también es un residuo de ella. Al final, todo es una sola corriente, un único aleteo. Paul sabe que cada acción tiene ondas que no se detienen y que la geografía de la memoria es como el universo: un abismo de incertidumbres y decantaciones. Así que explora las alegrías y las desdichas humanas en los movimientos del tiempo. Quiere zanjar las preguntas de su infancia y encontrar el fuego de la tranquilidad. Pensándolo bien, tal vez Marina, al mejor estilo de Borges, predijo el destino de su hijo: “En algún libro debe estar eso, no dejes de buscarlo”.

 

Carlos Cesar Silva

@CCSilva86

Sobre el autor

Carlos Cesar Silva

Carlos Cesar Silva

La curva

Carlos César Silva. Valledupar (Cesar) 22 de noviembre de 1986. Abogado de la Universidad Popular del Cesar, especialista y magister en Derecho Público de la Universidad del Norte. En el 2013 publicó en la web el libro de artículos Cine sin crispetas. Cuentos suyos han sido publicados en las revistas Puesto de Combate y Panorama Cultural. Miembro fundador del grupo artístico Jauría. Cocreador del bar cultural Tlön.

@ccsilva86

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