Literatura

La rana camuflaje y la abuela Mémvè De Ôkêtê

Francisco Ballovera Estrada

29/07/2021 - 05:15

 

La rana camuflaje y la abuela Mémvè De Ôkêtê
Foto: Getty images

 

En un reducido pero caudaloso río del islote Dibujos Animados, llamada también Tela Posoya, ubicado junto a las costas africanas del oceáno atlántico, y próximo al hemisferio sur del ecuador, en el golfo de Guinea, aparece de manera esporádica una gentil y genial rana juguetona, afable, excepcional, bromista y muy, pero que muy, inteligente.

Era hermosa y maravillosa por su voluminosa cabeza, tronco, manos y patas alargadas, y por sus ojos brillantes, sobresalientes, grandes y redondos como la prodigiosa luna llena. Además, poseía una flauta que usaba en los momentos de ocio para componer armoniosas canciones que solía cantar a sus amistades, compuestas por otros de su misma especie, langostas y peces de la incolora agua dulce.

Aquel arroyo nace en el lago Àpöto. Sus orillas estaban repletas de verdes helechos, flores y sauces de tamaños normales que a diario las mariposas, abejas, moscas y otros animales solían visitar para buscar alimento. El río intentaba atravesar las elevadas fincas de Lem Dazum retando cualquier obstáculo. ¡Imposible! Entonces decide desviar su anterior rumbo para correr por las desniveladas fincas de Jôngôsanda, Jäda y Àkekël, y así forma su único afluente con el río Palïyã, que se encuentra ubicado a casi un kilómetro y medio de punta Güxìn, para ir a desembocar finalmente en la mar.   

Los pobladores de Tela Posoya eran generalmente queridos por todo el mundo debido a su generosidad y humildad con los demás, pero la inmensidad del océano que rodea el islote, sus playas de arena fina y blanca, su tierra productiva y el verdor de bosques que cubre toda la superficie de su tierra, hacen que sea la isla más hermosa, atractiva y rica del mundo. Habitaba allí toda clase de persona menos las que era violenta y las que se enojaban.

Sin embargo, ocurre que en cada hogar de los habitantes o población que residía allí, a pesar de ser tan mansos, ingeniosos e igualmente divertidos, carecían de muchas cosas, y lo mismo ocurría en la misma ciudad, a pesar de su abundante riqueza de todo tipo. Por ejemplo, faltaba el acceso al agua potable. O sea, cada vez la población tenía dificultad para gozar de buena agua de beber, luz de la corriente eléctrica, educación sostenible, parque municipal y sanidad garantizada. Esas carencias desmoralizaban y entristecían completamente el corazón de toda la ciudadanía.    

Misteriosamente esa especie de vertebrados a la que los oriundos deciden ponerle nombre de Än Fò Fälàf por su mucosa y resbaladiza piel blanda, nunca había sido vista en ninguna otra parte del mundo. Pues la primera vez que la vieron divagar por aquel río, lugar que ahora el nombre se escapa a mi memoria, era todavía pequeña. Pero más tarde poco a poco había ido creciendo y creciendo, hasta alcanzar la edad de una rana adulta.

Än Fò Fälàf no soportaba ningún clima cálido ni muy frío. Tal era la razón por la que se obligaba a permanecer durante todo el día nadando y saltando de una orilla a la otra. Lo pasaba divirtiéndose. En ocasiones arriesgaba su propia vida para salir del agua desafiando cualquier peligro y libre se adentraba sigilosamente en las frondosas arboledas tropicales para ir a cazar mariposas, hormigas y otras variedades, mayoritariamente invertebrados, para nutrirse... y nunca se atrevía a prorrogar su estancia un sólo segundo más en la selva, a pesar de la encantadora belleza que enormemente la envuelve y que cada vez daba gusto parar a contemplar.

Aquella criatura era singular y divinamente experta manejando el tiempo de siesta de algunos animales feroces como las serpientes, las águilas, los búhos… y el mismo ser humano. Estos últimos, habitualmente utilizan a las de su especie para preparar suculentos platos en unos prestigiosos restaurantes del mundo. Pero gracias a la astucia, la cautela y la destreza, Än Fò Fälàf podía regresar a su hábitat sana y salva antes de que se despertasen, así evitaba ser capturada y devorada. De la misma manera una de las dotes que hacía peculiar y muy singular al animal era que en menos de un minuto, dependiendo del ambiente del lugar en que se encontraba, podía transformar el color de su piel en cientos de miles de colores sensacionales para atraer a sus víctimas; y en ocasiones lo usaba para distraer y escaparse a posibles verdugos si hacía falta, tal y como sucede con los camaleones.

Y sí, aquellos colores camuflaje a los que se solía adaptar su frágil piel eran completamente idóneos, y dejaba boquiabierto a cualquiera que la contemplaba, y feliz a todo aquel o aquella de su alrededor. Eran capaz de enamorar a todo el mundo.

Así había estado viviendo el animal en aquel remanso de tierra y agua dulce. Pero ¿Qué es eso que no debió acontecer y lo que sí va a suceder en el islote Tela Posoya?    

Pues, a parte de la extraordinaria aparición del anfibio Än Fò Fälàf en aquel caudal del arroyo de Dibujos Animados, una anciana de nombre Mémvè D'ôkêtê que en la isla vivía sola en su domicilio, a pesar de que de vez en cuando las muchachas y los muchachos del barrio solían ofrecerse a ayudarla trayéndole agua desde el lejano río, fregarle los platos sucios e ir a tirar su basura en el vertedero, a cambio de un cuento o una canción de nana que memorizaban al instante y que dejaba a cada uno impetuosamente feliz, contento y muy agradecido, lo mismo que se quedaba la abuela por la generosidad de aquellas niñas y niños. Ocurre que un día por la mañana Mémvè D'ôkêtê, sin importarle su edad avanzada, decide servirse con uno de sus recipientes para salir dirección a la fuente a buscar agua de beber.

Había conseguido llegar a la fuente, pero encuentra muy sucia el agua del estanque creado en el borde que da al poblado, donde los lugareños acudían habitualmente para llevarse agua limpia. En ese instante ambiciona atravesar el caudal pisando piedra por piedra, a fin de alcanzar la otra orilla que da al bosque, como solía hacer la gente más joven que ella en semejante situación, por llevarse a sus hogares agua decente aun no siendo nada potable. No le resultaría nada fácil a la anciana llegar la otra orilla. Hizo varios intentos hasta alcanzar en medio de la masa de corriente natural de agua y ya no encontraba otra piedra donde colocar su pie para avanzar. No podía seguir. Pues en poco tiempo, por intentar hacer cumplir su deseo, una o dos piedras que no se encontraban en la calzada le complicaron todo a la pobre. Mémvè D'ôkêtê se había quedado atrapada allí en medio del arroyo, sola. Su avanzada edad no le permitía girar fácilmente su cadera para retroceder saltando de una en una sobre las piedras, a pesar de insistentes pero fallidos intentos.    

Entre tanto Än Fò Fälàf, desde su posición sobre la otra orilla, camuflada totalmente con los apacibles y atrayentes colores de verdes sauces, flores y follaje que crece en aquel borde, sin alterar ni levantar sospechas, había ido observando con atención aquella dificultosa escena en la que estaba viviendo la anciana. Dicho desventurado hecho obliga al animal a cambiar el color de su piel, adaptando el de una piedra, y se mete en el río con la intención de ir a socorrer a Mémvè D'ôkêtê, anteponiéndose entre la orilla y ella.  

Cuando gira la anciana su mirada desesperada hacia la derecha y ve piedra en aquel lugar donde hacía pocos instantes hubo sólo agua, pero que ahora encuentra que ya ha cambiado de aspecto por la aparición de una piedra de tamaño normal, ciertamente se reconforta su ánimo sin importarle cómo pudo aparecer allí en tan poco tiempo. Únicamente se para a dudar de sí misma, sobre si lo que estaba viendo era real, por si estuviera mal de la cabeza, pero no. Mémvè D´ôkêlê concluye que no estaba mal de la cabeza, ni padecía de una enfermedad psíquica que le afecta para ver alucinaciones. No obstante, le seguía pareciendo muy raro todo. Aun así, ya no le importaba nada; sólo quería avanzar, llenar el recipiente de agua y regresar a casa antes de que anochezca, sin saber que estaba a punto de experimentar algo que jamás había vivido en toda su longeva vida. Mémvè D'ôkêtê se confía y con firmeza procura avanzar un primer paso. Pisa sobre el lomo del animal pensando que pisaba una piedra y su cuerpo comienza a temblar de miedo cuando… y rápidamente se desliza su pie por los temblores, pierde el equilibrio y cae levemente en un lugar llano del arroyo empapándose por completo, sin padecer de ningún daño. Lo mismo ocurre con el recipiente que llevaba en la mano, pero había ido a caer en otro lugar profundo lo que le dificultaría recuperarlo.

Än Fò Fälàf había hecho todo aquello con los mejores propósitos de su corazón y de su vida, por dar lo más digno de sí para ayudar a la abuela. No deseaba causarla ningún daño, si bien ella no se lo esperaba y… desde ese momento siente haber fracasado con su loable intención llena de bondad; todo por culpa de su mucosa y resbaladiza piel. De repente da un salto prolongado desde dentro del agua para caer en tierra firme, pero en la misma orilla donde estuvo antes. Allí comienza a llorar amargamente por el infortunado incidente, aunque leve, y por el susto provocado que casi le habría incautado el corazón. Mientras tanto sus amigos, las langostas, los peces, etc. preocupados paran a observar a su colega durante un rato desde el fondo del agua; más tarde salen también todas y todos a la superficie para abrazarla, consolarla, calmarla, llenarla de cariño… y allí comienza a cotarles lo que había sucedido.

No era un acto de un ser con mala fe. Únicamente quiso dar a la abuela lo mejor de sí, echarle una mano en medio de la corriente, dijeron sus amigos. Se puso muy contento al oír a sus amigos hablarle así. Y, una vez reanimada, vuelve a saltar de nuevo al río, se sumerge, esta vez sin adaptar otro color diferente al de su piel habitual, recupera el recipiente de Mémvè D'ôkêtê, lo lleva lleno de agua limpia y se dirige a ella en la otra orilla para entregárselo. La anciana quedó muy agradecida por el grato gesto que había recibido del saltón y resbaladizo animal y éste había ido tocando su flauta, ¡kuac, kuac… kuac!, cuando regresaba a su hábitat, por la euforia que había inundado su corazón.

Todo aquello y más cosas había ocurriendo en la isla Dibujos Animados, dentro de un encuentro y ambiente entrañable. Sin embargo, lo que no debió acontecer en aquel lugar del océano Atlántico, en el golfo de Guinea, era que sus habitantes careciesen de lo más fundamental en sus hogares por ser una isla totalmente alegre y muy rica de recursos naturales. Pero ocurre habitualmente en Tela Posoya. Y así fue.

 

Francisco Ballovera Estrada

Acerca del autor: Francisco Ballovera Estrada es un destacado escritor y poeta de Guinea Ecuatorial. Ha sido invitado en la edición de septiembre del 2021 del Festival de Poesía de Fusagasugá (Colombia) en el que Guinea Ecuatorial y El Saharaui son los países invitados de honor. Este cuento se publica con el fin de acercarnos al autor.

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