Literatura
El realismo caribe de David Sánchez Juliao
“La culpa ––tal vez–– sea también de uno. No de ellos únicamente, porque el infortunio de este país que hemos contribuido a formar lo condiciona todo, hasta la amistad; cosa que logramos convertir en antivalor. Aquí la amistad está atada a favores, dádivas, trueques, solicitudes, intercambios y pedidos. En este terruño ser buen amigo es dar y dar, prestar ayuda, tener caridad y ––de alguna manera–– sentir lástima por los demás”… [1]
El anterior texto, por la fuerza argumentativa, parece que fueran las palabras de un predicador de capilla. Pero no, no es un sermón, ni pertenecen a la oralidad de la plaza de mercado. Por el contrario, hacen parte del tejido del primer párrafo, del inicio de la última novela, El hombre que era así…, de David Sánchez Juliao. Siente el lector, cuando aborda las páginas de este destacado escritor de nuestra costa, la presencia de ese recurso, la oralidad. Pues, es la oralidad uno de los rasgos sobresalientes en la obra y el que más ha despertado entusiasmo en sus admiradores.
La fuerza de la oralidad en la obra de David, ha llamado tanto la atención que insistimos en referirnos más que todo a sus conferencias, a sus discos, a las entrevistas, a los guiones y a lo que se ha presentado por televisión. Pero, ahora interesa dar un salto y referirnos a las obras ficcionales. A la propia literatura.
Hoy, cuando David ha partido, acaso en El Arca de Noé[2], y nos reunimos para recordarlo, podríamos exigir que esta preocupación se le dedique a la lectura atenta de sus textos más recientes, para encontrar otros recursos destacados con los cuales David Sánchez Juliao jugó en esa vocación y oficio en la mesa de trabajo del escritor. Destacar al escritor de Córdoba y el Caribe que nos dejó una obra fundamental. David el cuentista y el novelista. Se alimentó de la oralidad caribe pero su obra transciende y se universaliza en sus últimas novelas y cuentos.
Al referirme al fenómeno de la oralidad es necesario acotar que Walter J. Ong, en su interesante libro, Oralidad y Escritura. Tecnologías de la palabra, clasifica la oralidad, en primaria y secundaria: “llamo ‘oralidad primaria’ a la oralidad de una cultura que carece de todo conocimiento de la escritura o de la impresión. Es “primaria” por el contraste con la “oralidad secundaria”, de la actual cultura de alta tecnología, en la cual se mantiene una nueva oralidad mediante el teléfono, la radio, la televisión y otros aparatos electrónicos que para su existencia y funcionamiento dependen de la escritura y la impresión”.
De suerte que David –acaso en toda la obra– se ha valido de la tecnología, en lo que podríamos llamar también “oralidad secundaria” y ha puesto de moda el recurso que ha servido de paradigma para tanta literatura que ha aparecido en las últimas décadas, con el sello de categoría testimonial.
David se ha nutrido, por supuesto, de esa fuerza, de esas voces, que se escuchan a diario en la realidad Caribe.
Mucho se ha comentado, reitero, de sus conferencias, de sus discos, de sus videos, de sus entrevistas y sus casetes que han distraído la atención para la posible lectura de sus obras como lo exige el texto.
En el interesante trabajo “Literatura en el Sinú, Siglos XIX y XX”, José Luis Garcés toma un texto de la entrevista que David le responde a Ramón Illán Bacca: “Las Historias de Raca Mandaca, fueron escritas con la sangre, los sufrimientos y las esperanzas de sus protagonistas, re--creados por ellos mismos frente al micrófono”[3].
Volviendo a Walter J. Ong, dice “la condición de las palabras en un texto es totalmente distinta de su condición en el discurso hablado”. Ello interesa indagarlo en pesquisa exhaustiva en la organización del material de David. Qué le dio el universo costeño y qué aportó para la obra literaria como tal. Y él explicita a continuación en la cita de José Luis Garcés: “Fui, al momento de escribir, extremadamente fiel a los hechos y a su contenido, pero no a la forma como me fueron narrados. Ello, creo, tiene una explicación: la narración viva, espontánea y perspicaz de los protagonistas de las historias tenía que ser sometida a una especie de maquillaje formal tanto para transformarla en literatura para ser leída en voz alta como para despojarla de un peligroso contenido localista ininteligible en lugares remotos”.[4]
Interesa entonces que la propuesta, para rendirle este merecido homenaje a David, debe llegar más al texto, a la obra escrita, para desentrañar o destejer el tejido y nutrirnos de otra manera: En la introspección, en la reflexión, en el análisis, en la organización del material, en la esencia de la forma y la sustancia del contenido… “El carácter reflexivo mismo de la escritura ---reforzado por la lentitud del proceso de escritura en comparación con la presentación oral, así como el aislamiento del escritor en comparación con el orador--- propicia el desarrollo de la conciencia a partir de lo inconsciente”. Más adelante, dice: “La escritura, como se ha visto, es en esencia una actividad que eleva la conciencia”. En esta teoría del autor citado, “Oralidad y Escritura”, trata de demostrar que un texto se construye a partir de un pretexto. En David, ese pretexto sería el mundo de la oralidad Caribe, su Canoa, su Flecha, su Pachanga, su Rey, su América…
Por ello, su obra resulta tan diciente, porque es el mundo del lector y nos exige, en presencia y soledad, abordar este universo de manera exhaustiva, pues los mensajes son los problemas de nuestra incumbencia sin reducirlo meramente a ese folclorismo. Vista así, tocada así, digerida así, el alimento puede resultar doblemente significativo o polisígnico para que nos aporte en la interpretación de la compleja realidad Caribe.
Como veremos, al destejer la obra, el espacio de David, entre Montería y Cartagena, o el Golfo de Morrosquillo, se recrea una nueva realidad. Y al indagar sobre los realismos que han aparecido en la literatura nuestra, nuestra América: el realismo trágico, el realismo mágico, lo real maravilloso, el realismo fantástico, el realismo sicológico, aun el realismo biográfico o testimonial, podríamos aventurarnos a hablar, con más razón, para el caso de sus novelas, Dulce veneno moreno y El hombre que era así…, y el cuento, El pargo rojo, de un realismo Caribe.
William Faulkner hablaba de tres recursos básicos, cuando se le preguntaba sobre la inspiración, sobre la musa: la experiencia, la observación y la imaginación. Pero David pescó en el habla, en nuestra Costa y en nuestros pueblos y ciudades: Montería, Lorica, San Antero, El Porvenir, Coveñas, Punta piedra, Tolú, Cartagena de Indias… y se valió de otro recurso altamente valioso, la escucha. Es decir, que se apropió de esa oralidad del ser Caribe de estos pueblos. Sabía escuchar y sabía expresarse con facilidad, como buen sociólogo, para recrear lo que oía de los otros: de la gente del mercado, de la calle, de la playa, de la garita, de la gallera… en consecuencia, de este universo Caribe. La espontaneidad, la picardía y el humor, mucho humor, anécdotas, refranes, canciones, intertextualidad… En ese mismo juego de la oralidad, recreó pasajes, piropos, cuentos, rondas, paseos, juegos, baladas caribes: El gallo capón, El tío conejo, El tío tigre, La mamadera de gallo…
De esas ayudas, la novela “Buenos días, América”: “Esta novela no parece que se leyera, sino que se escuchara en ella la voz del pueblo costeño: del vendedor de plátano, del pescador, del sembrador de yuca; pero especialmente, del locutor de provincia… [5]
“A nivel del lenguaje, la novela está escrita en una prosa sencilla, de fuerte influencia oral, animada por esa “cosa sabrosa” que tiene el lenguaje popular del caribe colombiano”. [6]
En “Pero sigo siendo el rey”[7] recrea las canciones mexicanas, pasajes, rondas, mitos populares… Más, acá, en cuanto al espacio, se va más lejos: Tezontle, Guadalajara… Tal vez la novela que más le costó a David en la estructuración y en la organización del material.
Pero esa influencia de la oralidad se nota menos en su primera novela, Cachaco, Palomo y Gato. Se advierte en ella la experimentación, donde intenta jugar con procedimientos técnicos que estaban de moda en el momento de la escritura. Conviene referenciar aquí, un relato breve que escribe mucho después de Cachaco, Palomo y Gato, Aquí yace Julián Patrón, la vida de un terrateniente dueño de las tierras entre Tolú y Lorica. “Un buen día, don Julián volvió de Tolú por el camino de la playa en compañía de cincuenta hombres a caballo”. [8]
Aunque el tiempo histórico de la anécdota sea anterior a Cachaco, Palomo y Gato, el tiempo de la escritura de Aquí yace Julián Patrón es más reciente. Veamos algunos ejemplos donde se siente bastante la oralidad: “Se nos había metido el progreso poco a poco, sin darnos cuenta, y aún vivíamos en la misma casita de siempre, un poco mejorada, pero sin luz eléctrica, sin teléfono, sin acueducto, sin hospital, pero con radio, eso sí, que sintonizaba las emisoras de Montería y Sincelejo, antes de que apareciera Radio Progreso de Córdoba en Lorica”.
“Coveñas iba a ser utilizada como puerto de embarque del petróleo que estaban sacando los gringos del centro de la tierra en el Catatumbo”. “El Oleoducto, que había empezado a construirse 1937, estaba ya a punto de llegar. Y decían las buenas lenguas que con su llegada empezarían a llover los dólares sobre la región”. Esta breve novela, Aquí yace Julián Patrón, nos resulta de gran valor por su información histórica sobre nuestra región. Todo lo pertinente al cruce de especies de ganado, la construcción de una abastecedora de exportación de carne (Packing-House), y el embarque ––mucho más tarde–– de petróleo, se cuenta con precisión histórica en este relato.
Deseo acercarme ahora, para hablar más de este Realismo Caribe y del tejido de David, al cuento, El pargo rojo. Un cuento, en su tejido, en su elaboración, en su procedimiento técnico, en su estructura, que sentimos mejor elaborado ––sin negar el rasgo de la oralidad–– que los cuentos de la época de ¿Por qué me llevas al hospital en canoa, papá?
En cambio, estas influencias se notan menos, en el cuento “El pargo rojo”[9]. Un excelente cuento cuya anécdota se desarrolla entre Tolú y Cartagena de Indias. En resumen, el argumento de este cuento, podría ser: Magdalena Santiago, la protagonista, una mujer pobre, revendedora de pescado, sufre en el barrio en el que vive, en Tolú, toda clase de atropellos de su vecina rica. Un día logra vengarse, de la manera más olímpica, al regalarle un pargo rojo que contiene en sus hueveras un diamante. Pues, para ella, para Magdalena Santiago, el dinero ocasiona toda clase de problemas, hasta el rompimiento de la familia. Como, en efecto, va a ocurrir con la vecina rica.
En cuanto al tejido y el tono, es uno de los mejores cuentos de David, premiado en Barcelona (España). En la elaboración: cómo están tejidas las costuras, cómo usa los conectivos, cómo entra la intromisión aclaratoria dentro de la exposición del narrador. (Antología del cuento caribeño).
Veamos entonces:
“Magdalena Santiago vive ––sigue viviendo–– de comprar, limpiar y desescamar pescados a la orilla del mar. Se levanta con los primeros ardores del alba y se va al puerto a esperar el retorno de los pescadores”.
“Magdalena, sin embargo, se dice feliz; aunque desde los días en que llegó el cinematógrafo a Tolú ni ella misma lo cree.” Nótese la expresión se dice feliz y el término cinematógrafo, no son propios, podríamos decir, de la oralidad.
“Un día, mientras desescamaba los pescados en las escalinatas del puerto, vio que algo brillaba entre el espeso amarillo de las hueveras de un pargo rojo”. Se destaca, para este análisis, el término, escalinata y la expresión, espeso amarillo.
“Alguien, cuenta ella, se ofreció a comprarlo en el puerto”.
“––No está para la venta ––dice Magdalena que dijo––. Lo tengo reservado para alguien muy especial” podríamos destacar aquí también la expresión, dice Magdalena que dijo.
En esa expresión, cuenta ella, el narrador se lo dice al lector o se podría percibir también una tercera voz que por sobre el personaje le cuenta al narrador y al lector. Como si en secreto ––aunque todo el mundo lo sabe como ocurre en la Costa–– Magdalena se lo hubiera dicho al vecino y ese vecino como narrador testigo lo cuenta.
Espacio y tiempo en yuxtaposición se entrelazan de manera perfecta. Se borra, a la manera de Cortázar, la dicotomía entre lo rural y lo citadino. Acá diríamos entre la provincia y la ciudad histórica.
[La próxima semana publicaremos la segunda entrega de este ensayo].
Andrés Elías Flórez Brum
Escritor y filólogo. Ha publicado más de diez libros, entre los que se cuentan Los perseguidos (cuentos), El visitante (novela), Este cielo en retratos (novela), El trompo de Arcelio (cuentos) y Canción de sol (poemas).
Acerca de esta publicación: El escritor Andrés Elías Flórez nos presenta este valioso análisis sobre la obra de David Sánchez Juliao. Para Panorama Cultural es un privilegio publicar en dos entregas semanales la ponencia que hizo parte de las actividades conmemorativas organizadas por el Banco de República en homenaje a quien fuera uno de los más grandes novelistas colombianos. Hoy, la primera entrega.
[1] SÁNCHEZ Juliao, David. El hombre que era así…Seminarios Andinos, 2009.
[2] SÁNCHEZ Juliao, David. El Arca de Noé, Plaza y Janés. Bogotá. 1976.
[3] BACCA, Ramón. Diario del Caribe, Entrevista. Suplemento Intermedio. 1974.
[4] GARCÉS, José L. Literatura en el Caribe Colombiano. Señales de un proceso. Tomo II.
[5] GARCÉS González, José Luis. Literatura en el Sinú siglos XIX Y XX. Tomo II.
[6] GARCÉS González, José Luis. Literatura en el Sinú siglos XIX Y XX. Tomo II. Montería. 2006. Página 42.
[7] SÁNCHEZ Juliao. David. Pero sigo siendo el rey. Plaza y Janés. Bogotá. 1983.
[8] SÁNCHEZ Juliao, David. Aquí yace Julián Patrón. Caza de Libros. Ibagué. 2008. Página 21.
[9] MERCADO, Jairo. El pargo rojo, de David Sánchez Juliao. Antología del cuento caribeño.
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