Literatura

El silencio de las sirenas, el cuento breve de Franz Kafka

Redacción

15/09/2021 - 04:55

 

El silencio de las sirenas, el cuento breve de Franz Kafka
Ulises, sirenas y delfines / Obra de Hernán Chappuzeau

 

Una demostración de que también recursos insuficientes y hasta pueriles pueden servir como medios de salvación:

Para preservarse de las sirenas, Ulises se tapó los oídos con cera y se hizo aherrojar al mástil. Algo parecido hubieran podido hacer desde antiguo, claro está, todos los viajeros, salvo aquellos a quienes las sirenas seducían ya de lejos; pero se sabía en todo el mundo que era imposible que esto fuese remedio. El canto de las sirenas lo penetraba todo, y la pasión de los seducidos hubiera roto trabas más fuertes que cadenas y mástiles. Ulises, aunque acaso enterado, no pensó en eso. Confió plenamente en su puñado de cera, en su manojo de cadenas, y con inocente alegría, contentísimo con sus pequeñas astucias, navegó al encuentro de las sirenas.

Pero sucede que las sirenas disponen de un arma más terrible aún que su canto. Es su silencio. Acaso era imaginable —aunque, por cierto, eso tampoco había ocurrido — que alguien se salvara de su canto; pero sin duda alguna nadie podía salvarse de su silencio. No hay nada terrenal que pudiera resistir a la sensación de haberlas vencido con fuerzas propias, a la infatuación consiguiente que se sobrepone a todo.

En efecto, al llegar Ulises, las formidables cantoras no cantaron, sea porque creyeron que semejante adversario ya sólo podía afrontarse con el silencio, sea porque esa visión de bienaventuranza en el rostro de Ulises, que no pensaba más que en cera y cadenas, les hizo olvidar cualquier canto.

Pero Ulises, por así decirlo, no oyó su silencio; creía que cantaban, sólo que él se veía librado de oírlas. Vio primero, fugazmente, las torsiones de sus cuellos, la honda respiración, los ojos arrasados en lágrimas, la boca entreabierta, y creyó que todo esto formaba parte de las arias que, sin ser escuchadas, resonaban y se perdían a su alrededor. Pero pronto todas las cosas rebotaban en su mirada abstraída; era como si las sirenas desaparecieran ante su resolución, y justamente cuando más cerca estuvo de ellas, ya nada sabía de su presencia.

Y ellas —más hermosas que nunca— se estiraban y se retorcían, tendían sus garras abiertas sobre la roca y sus hórridas cabelleras ondeaban al viento, libremente. Ya no pretendían seducir: tan sólo deseaban atrapar, mientras fuera posible, el reflejo de los dos grandes ojos de Ulises.

Si las sirenas tuvieran conciencia, habrían sido destruidas en aquella oportunidad.

Pero así perduraron, y únicamente se les escapó Ulises.

Por lo demás, la tradición refiere también un epílogo al respecto. Ulises, así cuentan, fue tan zorro, tan rico en astucias, que ni aun la diosa del destino logró penetrar en su fuero más íntimo. Quizá —aunque esto ya no pueda concebirlo la razón humana— advirtió realmente que las sirenas callaban, y sólo, por decirlo así, a manera de escudo, les opuso a ellas y a los dioses el referido simulacro.

 

Franz Kafka  (1917) 

 

0 Comentarios


Escriba aquí su comentario Autorizo el tratamiento de mis datos según el siguiente Aviso de Privacidad.

Le puede interesar

Una (aproximación) poética

Una (aproximación) poética

La siguiente es una auto entrevista que me realicé como ejercicio creativo para la realización de un ensayo que, finalmente, fue in...

Fernando Núñez, entre la poesía y la ciencia

Fernando Núñez, entre la poesía y la ciencia

  Fernando y su esposa Elizabeth me reciben muy cordiales a la entrada de su apartamento en El Rodadero. Muebles modernos, plantas ...

Ahora solo un cadáver

Ahora solo un cadáver

Esa noche sonaron tres disparos. Recién había arreciado un aguacero ensordecedor; sin embargo, el eco de las detonaciones se alcanzó...

Epifanías del poeta ‘Beto’ Murgas

Epifanías del poeta ‘Beto’ Murgas

“La luz celebra el misterio de la palabra A veces la palabra es demasiado opaca Para palpar la alejada fiebre de la estrella Dios ...

Cucarachita Martínez, un cuento breve de David Sánchez Juliao

Cucarachita Martínez, un cuento breve de David Sánchez Juliao

  Cucarachita Martínez se encontró un día cinco centavos tirados en la grama cuando caminaba por el parque. –¿Qué hago con el...

Lo más leído

Síguenos

facebook twitter youtube

Enlaces recomendados