Literatura
Sueño de Jaime Jaramillo Escobar, nadaísta y funcionario público

La noche del sábado 25 de mayo de 1940, cuando cumplía su octavo año, Jaime Jaramillo Escobar, nadaísta y funcionario público, tuvo un sueño que soñaría recurrentemente todo el próximo año. Soñó que era un ombligo: solitario, silencioso, sugerente, perturbador. Un ombligo desnudo. Vivía -aún vive- en la luna, envuelto en una sábana de estrellas, despetalando poemas ofensivos que anuncian a los moribundos su cercana putrefacción.
Jaime tenía una caja roja de donde sacaba versos y poemas como un culebrero: octosílabos para el astigmatismo, alejandrinos para la gripe, endecasílabos para el insomnio, redondillas para los perezosos y conformistas, sonetos para los bipolares -los transfuguistas-, décimas para la corruptela hemorrágica: enfermedad de transmisión electoral ampliamente extendida en su tierra. Versos y poemas para lo que quiera, para lo que tenga y si no quiere, y si no tiene nada, también versos, también poemas. Era una noche lluviosa, casi media noche: se metió a las volandas en su balandrán de estrellas y salió a recorrer la tierra de sus paisanos que a esa hora era un palacio inmenso y vacío. Desolado. Nadando por Andes, su amigo Gonzalo, el profeta, le aseguró que era el mejor tirapedrero de un país que recién soñó fundar y que sus notas lo corroboraban: 5.04 Extraordinario. Se hizo el loco y siguió nadando.
Jaime Jaramillo Escobar se sintió cansado de ser inteligente, despreciado y querer graduarse de imbécil y, expulsado del colegio, por peligroso e indeseable, se fue como godo a Altamira a escribir sobre un poeta con revólver y a ser acusado de comunista por no matar liberales y de ateo por los devotos del sagrado corazón. Pensó luego en las formas más eficaces de gastar el tiempo, embrujado por una negra que sí sabe estar desnuda, no como las blancas, y se fue a Cali a tomarse unos poemitas de tierra caliente en Nuevo Mundo y a sobrellevar un puesto directivo, con cartapacios de papeles bien ordenados en carpetas y compromisos atendidos a tiempo, como buen antioqueño y buen gerente, en las artes y la locura de una generación de revoltosos del lenguaje; pero los ídolos y los órdenes que habían estremecido y sacado de madres no le dejaban dormir, tirándole piedrecillas de reconocimiento y rodándoles las sábanas de luceros mientras estudiaba la digestión de la pulpa de coco, de la pepita de la granadilla y el castigo impuesto por Dios a los blancos con sus tierras frías y por qué a los negros les había dado el tamarindo. Convocó entonces al olvido en torno a estos ídolos: nos vemos luego del apocalipsis atómico, les dijo, venceré después de muerto, como El Cid. Hasta siempre.
Renunció Jaime Jaramillo Escobar a su propia e inmejorable compañía, invitado a una Luna de locos y se encontró, entonces, frente a un viejito cansino y jocoso, elegante, recién embolado, sin cara de sospechoso ni deudor moroso y sintió que ese viejo austero y mágico tenía mucho que ver con él: escuchó a un librero recitando un poema de su amigo Gonzalo y se sorprendió al saberlo muerto y eternamente joven y reaccionario. Sostuvo una divertida visita de cortesía con su amigo Jotamario, el más humilde de todos, quien lo elogió en sus recientes ochenta años y advirtió, de pronto, la forma horrorosa en la que el tiempo pasa por encima de nosotros sin darnos mucho tiempo a reaccionar de un golpe a otro: se supo ese viejo calvo y deliciosamente cáustico y se dispuso a acomodarse en su colchón de nubes negras y su manta de estrellas. Era todo por esa noche: cometió, nuevamente, el perfecto crimen de la poesía revelándola, luminosa, divertida y altanera, a su joven auditorio. Despertó, con un fuerte gritó y un puntapié en la puerta de su casa: Gonzalo lo llamaba, muerto de risa, ¡poeta placa de carro!
Luis Carlos Ramírez Lascarro
Sobre el autor

Luis Carlos Ramirez Lascarro
A tres tabacos
Luis Carlos Ramírez Lascarro (Guamal, Magdalena, Colombia, 1984). Historiador y gestor patrimonial, egresado de la Universidad del Magdalena y Maestrante en Escrituras audiovisuales en la misma universidad.
Autor de los libros: Confidencia: Cantos de dolor y de muerte (2025); Evolución y tensiones de las marchas procesionales de los pueblos de la Depresión Momposina: Guamal y Mompox (en coautoría con Xavier Ávila, 2024), La cumbia en Guamal, Magdalena (en coautoría con David Ramírez, 2023), El acordeón de Juancho (2020) y Semana Santa de Guamal, Magdalena, una reseña histórica (en coautoría con Alberto Ávila Bagarozza, 2020).
Ha escrito las obras teatrales Flores de María (2020), montada por el colectivo Maderos Teatro de Valledupar, y Cruselfa (2020), monólogo coescrito con Luis Mario Jiménez, quien también lo representa. Su trabajo poético ha sido incluido en antologías como: Quemarlo todo (2021), Contagio poesía (2020), Antología Nacional de Relata (2013), Tocando el viento (2012), Con otra voz y Poemas inolvidables (2011), Polen para fecundar manantiales (2008) y Poesía social sin banderas (2005), y en narrativa, figura en Elipsis internacional y Diez años no son tanto (2021).
Como articulista y editor ha colaborado con las revistas Hojalata, María mulata (2020), Heterotopías (2022) y Atarraya cultural (2023), y ha participado en todos los números de la revista La gota fría (No. 1, 2018; No. 2, 2020; No. 3, 2021; No. 4, 2022; No. 5, 2023; No. 6, 2024 y No.7, 2025).
Entre los eventos en los que ha sido conferencista invitado se destacan: Ciclo de conferencias “Hablando del Magdalena” de Cajamag (2024), con el conversatorio Conversando nuestra historia guamalera; Conversatorio Aproximaciones históricas a las marchas procesionales de los pueblos de la Depresión Momposina: Guamal y Mompox (2024); Primer Congreso de Historia y Patrimonio Universidad del Magdalena (2023), con la ponencia: La instrumentalización de las fuentes históricas en la construcción del discurso hegemónico de la vallenatología; el VI Encuentro Nacional de Investigadores de la Música Vallenata (2017), con Julio Erazo Cuevas, el juglar guamalero; y el Foro Vallenato Clásico (2016), en el marco del 49º Festival de la Leyenda Vallenata, con Zuletazos clásicos.
Ha ejercido como corrector estilístico y ortotipográfico en El vallenato en Bogotá, su redención y popularidad (2021) y Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020), donde además participó como prologuista.
Realizó la postulación del maestro cañamillero Aurelio Fernández Guerrero a la convocatoria Trayectorias 2024 del Ministerio de Cultura, en la cual resultó ganador; participó como Asesor externo en la elaboración del PES de la Cumbia tradicional del Caribe colombiano (2023) y lideró la postulación de las Procesiones de semana santa de Guamal, Magdalena a la LRPCI del ámbito departamental (2021), obteniendo la aprobación para la realización del PES en 2023, el cual está en proceso.
Sus artículos han sido citados en estudios académicos como la tesis Rafael Manjarrez: el vínculo entre la tradición y la modernidad (2021); el libro Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020) y la tesis El vallenato de “protesta”: La obra musical de Máximo Jiménez (2017).
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