Literatura

Las miradas a la guerra: una exploración al universo de la imagen y la representación

José Luis Molina Torres

30/09/2021 - 05:35

 

Las miradas a la guerra: una exploración al universo de la imagen y la representación

 

En el marco del encuentro de escritores de la Biblioteca Rafael Carrillo Lúquez, hemos asistido al lanzamiento del libro “Las miradas a la guerra” del escritor y abogado Luis Mario Araújo, quien ha continuado la tradición literaria que se ha generado en el municipio de San Diego, y hace parte del grupo cultural Café Literario Vargas Vila.

En la presentación del libro se hizo énfasis en su aspecto experimental, en el que se diluyen las fronteras de diferentes géneros literarios y donde se invita al lector a recrear a través de sus interpretaciones el universo que plantea su texto. Una vez leído, su libro me evocó obras dentro del arte conceptual, por lo que quise entrevistar a su autor a través de los medios digitales.   

Con esta introducción podría surgir la impresión de que nos hallamos ante un texto complejo, tal vez catalogado “para intelectuales”, pero debo hacer énfasis en que éste no es el caso. La claridad del lenguaje y la utilización efectiva de imágenes que guían al lector de principio a fin, lo hace un libro asequible a todo público. Es más, consideraría que con el tiempo puede convertirse en esos libros de amplio espectro, amados por las juventudes, aunque imagino que no fue esta la intención de su autor.

Luis Mario, ¿estarías de acuerdo con la afirmación de que este libro, “Las miradas a la guerra”, corre la suerte de las novelas de Hermann Hesse, de ser amado y consumido sobre todo por los jóvenes?

Hesse es uno de los escritores que más quiero.  Me gustaría que cualquier escrito mío corriera la suerte de cualquier escrito de él, así fuese el del más desafortunado. Así que, ojalá “Las miradas” pudiese tener ese destino; llegar al público joven. Creo que tiene elementos para ello, desde el punto de vista estético-formal. Ahora, no sé si este libro tenga el misticismo de los libros de Hesse. Es decir, yo intento explorar el alma, camino por esa senda, hay un contenido simbólico en varios de los textos; pero no sé si transite cerca de la senda espiritual, como lo hace Hesse.

Mi afirmación parte del hecho que nos encontramos ante una narración que pinta imágenes con una coherencia interna, pese a ser   fragmentarias. Esto me llevó a pensar que el libro pudo haber funcionado como una novela gráfica. ¿Te has planteado esa posibilidad? Si no para este, para otros proyectos…  

Antes de contestarte, quisiera redondear mi afirmación anterior. En el libro hay un texto acerca de una flor. Esta flor es sometida al sacrificio, a ser molida. Para mí es un símbolo espiritual (¿cristiano?, no lo sé). Hay un niño sostenido por un gigante, enigmático... Hay también un personaje que a través de la música logra elevar su vida a niveles trascendentes. Un personaje que nos conecta con el espíritu. Nos inspira. En ese sentido, habría algo en la esencia del libro que puede conectar con los jóvenes. Ahora, desde el punto de vista estructural, la fragmentación, la presencia de imágenes, la levedad del lenguaje, la brevedad, podría, también, conectar con ellos. Un creador nunca sabe, claramente, que pasará con su obra, a quién llegará. Es parte del misterio.

Sobre lo que señalas, no había pensado en ello; pero el libro funcionaría bien como “novela gráfica”. Tiene unas escenas que podrían aprovecharse. Además, la imagen, en el libro, es un elemento muy importante. En ciertos momentos, trato de hacer “instantáneas”. Si funciona gráficamente o no, eso se lo dejo a los pintores. Ése es otro lenguaje.

En el conversatorio que diste en la biblioteca, mencionaste que el detonante o la inspiración para sentarte a escribir el libro había surgido de imágenes televisivas y fotográficas. Imagino que la decisión estética de plantear esta novela, tal como quedó, fue el producto de la búsqueda por encontrar nuevas formas de conectar con un público que se encuentra inmerso en un mundo de imágenes, donde las formas narrativas de la novela clásica podrían no despertar tanto interés. ¿No te has planteado incursionar en otras formas de arte, que incluya el video, la performance, el teatro u otros movimientos dentro del arte contemporáneo? 

No, nunca. De hecho, me ocurre algo extraño. Pienso que tengo una gran sensibilidad para la literatura; pero otras manifestaciones artísticas no me conmueven igual.  El cine, por ejemplo, no significa mayor cosa para mí. Con la pintura, me pasa como con la poesía, siento que hay mucha más pintura de la que debería y que sólo algunos logran ese nivel de sublimación necesaria para perdurar. El performance, me parece que está bien, planeta un juego; más no todo lo que hace es arte, de hecho, muy poco lo es. No me atrevería a entrar en terrenos que no comprendo bien. Lo que me gusta es escribir. Tú llamas novela, a lo que escribí, eso no lo sé, simplemente, escribí un libro. Escribí.

La novela arranca con una imagen de uno de los tantos grabados que Francisco de Goya, realizaría sobre la invasión napoleónica a España y que titularía “Los desastres de la guerra”, para mí cada una de estas imágenes que están intercaladas en el texto funcionan como capítulos del libro y no como simples ilustraciones. ¿Por qué sólo la mirada de Goya, y no incluiste con él a otros pintores que reflexionaron sobre su época y la violencia que les tocó padecer, como Otto Dix, Salvador Dalí, Alejandro Obregón, o autores contemporáneos como Anselm Kiefer, o nuestra Doris Salcedo, que centran sus miradas en torno a la devastación y el sufrimiento que produce la guerra? 

Hay tres razones esenciales. La primera, es que tuve la suerte de ver esos grabados y esa experiencia de observar una obra de arte directamente, en definitiva, es diferente, porque marca la percepción de otra forma más profunda. Más si se trata de una obra de otra época, es como un viaje en el tiempo, te transporta.

La segunda es que Goya significó una crítica a los valores del racionalismo que encarnó la Revolución Francesa. Es decir, al principio los acogió, obviamente, pero en cuanto vio lo que los ejércitos invasores de Napoleón hacían sobre España y otras regiones, entendió que “el sueño de la razón produce monstruos”. El vio esos monstruos. Mi libro, en cierta forma, comparte esa crítica. El hombre no puede limitarse a una faceta racional, olvidando la espiritual. Ser humano implica una complejidad.

La tercera razón, es que Goya me comunica con el mundo de la imagen, de la representación, que es otro de los temas que exploro. ¿Es posible representar una realidad o siempre estamos suplantándola?¿Representar es copiar la realidad? ¿Qué poder tiene la evocación? Esas preguntas creo que están presentes en la obra de Goya, entonces quise plantear ese diálogo con él. Sólo plantearlo, por eso el libro no está saturado de ilustraciones, sino que hay algunas que se pusieron intencionalmente, acompañando a textos específicos. Es decir: se abre la puerta al diálogo…para que el lector sea quien lo continúe…; buscando más sobre Goya y los Desastres…, o Sontag y sus ensayos sobre la imagen…  

Hablas de la imagen y de la representación. ¿Por qué esto te interesa tanto?

Mientras escribía el libro me di cuenta de que una de las cosas que hacemos con el arte es tratar de reproducir la vida. Queremos trasmitir algo que nos marcó, o nos interesó, a través de ciertos medios artísticos. Ya cuando hacemos eso, hemos definitivamente falseado la realidad. Es imposible transmitir la realidad, lo que hacemos es crear una mediación. Cuando vemos una imagen sobre la guerra de Afganistán o un atentado en el Putumayo, estamos viendo, ya, de por sí, algo que está mediado. El mundo contemporáneo está mediado. Hay una saturación. La imagen es la principal mediadora. No accedemos al mundo directamente, sino en contados casos. Pero lo más tremendo es que cuando accedemos al mundo, ya no vemos con nuestros propios ojos sino con los lentes con los que nos han enseñado a ver el mundo. La imagen es esa lente. Tú ves la imagen de un corazón, por ejemplo, y ¿en qué piensas? En el amor. ¿Pero por qué? No ves el corazón, ves aquello que te han dicho que implica. Mujeres que buscan la imagen de Barbie cuando se miran al espejo. La imagen, en ese sentido, es una construcción que nos impide ver. El mundo actual es el mundo de la imagen. Face, Instagram, emoticones, memes, afiches, vallas, televisión. El mundo está representado, mediado. Y eso nos dificulta vivir en el mundo real, creo, porque para verlo, debemos apartar muchos fantasmas.

¿Espectros?

Sí. Espectros.

Ya has publicado un libro de cuentos “El Asombroso y otros relatos”, un libro de ensayo “Literatura del Cesar: Identidad y memoria” y el ensayo “Tras los pasos de un médico rural. Un acercamiento a la presencia de Manuel Zapata Olivella en el Valle de Upar”. Ahora nos compartes lo que, para mí, es tu primera novela “Las miradas a la guerra”. Como sé que, pese a tus obligaciones de trabajo como abogado y docente te mantienes en una constante producción intelectual, ¿podrías darnos pistas de qué esperar en el futuro cercano de tu producción literaria?        

Hay varios proyectos. Tengo un libro de cuentos para niños en corrección. Otro que también parece para niños se está escribiendo. Es una trama que retomé, porque andaba por ahí el manuscrito, la leí y pensé que valía la pena terminarla. Y no sé si para un futuro cercano, como tú dices, se está cocinando un texto extraño. Todavía no sé qué es. Lo cierto es que hay varias historias que siento muy relacionadas. Creo que son novelas cortas que se entrelazan. Una de ellas, casualmente, es sobre el racionalismo. Ese tema me atrae. Por eso ando leyendo algunas novelas sobre la época. Suskind, Voltaire o Saramago que me ha iluminado, por ejemplo, con Memorial del Convento. Espero lograrlo. Espero escribir esos textos.

 

José Luis Molina Torres  

Artista y docente

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