Literatura

Cien años de soledad: el vallenato más bello del mundo

Iván Gallo 

25/08/2022 - 04:50

 

Cien años de soledad: el vallenato más bello del mundo
García Márquez frente a su legendaria Underwood / Foto: créditos a su autor

 

Gabriel García Márquez era un mentiroso empedernido. Sus amigos lo saben, por eso se ríen cuando leen en rimbombantes e imprecisos artículos que lo califican como el más estricto y puntilloso de los periodistas. Con fervor supo crear, en cada una de las pocas entrevistas que dio, su propia biografía. Creador compulsivo, no podía parar de fabricar historias. Por eso el mito de Gabo se lo inventó él mismo.

Leo, como si fuera parte de la ficción, su versión sobre la creación de Cien Años de Soledad.  Le creo a medias eso de que estaban viajando a Acapulco con Mercedes y los dos niños y que, súbitamente, en la mitad del trayecto, dio un giro en U a su auto y regresó a su casa en Ciudad de México porque, por fin, había encontrado el tono para contar La casa, la novela en donde condensaría todos los recuerdos, todas las lecturas, todo lo que sabía. No le creo tanto cuando afirma que se encontraba en una penosa situación económica a la hora de escribirla y que Mercedes tuvo que convencer al casero de que no cobrara durante un año -¡un año!- la renta. Su trabajo como publicista era más que bien remunerado y había ahorros, los suficientes para tomarse el tiempo necesario para escribir y corregir, bajo el calor amable de su calentador, una novela de la complejidad de Cien años de soledad.

Una de las pocas verdades absolutas que ha dicho García Márquez sobre su obra cumbre es que es un vallenato largo.

También es verdad que Gabo cantaba hermoso y que, de no haber tenido la capacidad de escribir, se habría intentado ganar la vida con un conjunto vallenato. Su timidez se acababa con el ron y con el crepitar de un acordeón. Esa musicalidad que se siente en cada capítulo en la vida de los Buendía y su estirpe maldita, es propia de esas canciones que indios como Cataure cantaban mientras bajaban de la sierra. Hasta el propio Rafael Escalona aparece como uno de los protagonistas del libro así como Francisco el Hombre, el juglar que contaba las historias de pueblo en pueblo y las convertía en canción para acordarse de ellas y también para que sonaran mejor. El vallenato es, junto a los cuentos de Borges, las novelas de Faulkner, Las mil y una noches y toda Virginia Wolf, una de las fuentes en donde García Márquez bebió.

Hace cincuenta años los críticos más exigentes se ponían de rodillas ante el boom de la novela latinoamericana. Se celebraba a José Donoso y su Obsceno pájaro de la noche, a Cortázar y Rayuela, la vastedad de la obra de Vargas Llosa, a Carlos Fuentes en México y Roa Bastos y su José Gaspar Rodríguez de Francia en Paraguay. El tiempo es un huracán que no deja piedra sobre piedra y, medio siglo después, de todos los autores del Boom, el que mejor ha envejecido es García Márquez. Todos los elogios que se dijeron en 1967, año en el que fue publicada en Buenos Aires, resultaron ser ciertos. Si, tenían razón los titulares tremendistas que en su momento la juzgaron tan grande como El Quijote.

En cuentos como “En este pueblo no hay ladrones” en donde aparece por primera vez Rebeca Buendía en su soledad de viuda centenaria matando de un tiro a un pobre muchacho que quería entrar a robar a su casa, o en Un día después del sábado con el padre Antonio Isabel levitando después de tomarse a pecho una tasa de chocolate hirviendo y viendo como los pájaros empezaron a caer muertos sobre las aceras ardientes de Macondo, ya se nota la confección del universo en el que nos sumergimos en Cien años de soledad.

La importancia de la novela y de la obra de García Márquez puede quedar reflejada en la vasta tesis doctoral de Vargas Llosa titulada Historia de un deicidio en donde compara a Gabo con un asesino de Dios quien se pone en el lugar del creador para contarnos un mundo con sus casas, su tradición, su religión, su música, como si no fuera un simple novelista sino uno de los sabios que creó planetas como Tlön. Desde su pelea con García Márquez en 1976, que terminó con el puñetazo más famoso de la literatura mundial, su reedición estuvo prohibida, por eso es un acontecimiento el de Alfaguara y su nueva edición que se vende en cualquier supermercado del país.

La fiebre de Gabo se expande como un incendio. Netflix prepara una serie, debidamente aprobada por su hijo Rodrigo, sobre Cien años de soledad, todo un reto en el que hasta el propio Akira Kurosawa fracasó. Fox habla de una adaptación de la biografía de Gerald Martin, la mejor jamás escrita y amigos como Guillermo Angulo han decidido contar sus más vedados secretos. El propio Rodrigo, en un hermoso libro, narró los últimos momentos del Nobel, sumido en la penosa peste del olvido. Además, en los primeros meses de la pandemia, El amor en los tiempos del cólera, fue uno de los libros más vendidos de Estados Unidos y su autor fue elevado al grado de profeta.

 

Iván Gallo 

1 Comentarios


Luis Carlos Ramírez Lascarro 25-08-2022 06:52 PM

Cien años de soledad NO ES UN VALLENATO. No es serio seguir difundiendo esa falacia, fruto del macondismo que nos gastamos. Orgullosos, muchos, le siguen el juego a Gabo con ese cuentico. Es más serio decir que los vallenatos y gran parte de su ibra están tejidos con la misma hebra, pero aún más preciso lo es decir que esa hebra se comparte entre la música popular del Gran caribe y su obra. No se sale a comparar las obras de grandes autores del continente con las músicas más cercanas a ellas, porque no se les puede comparar, porque son cosas distintas y hacerlo, en otros lados, causaría risa, pero aquí se hincha el orgullo afirmando algo tan descabellado como esto.

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