Literatura

El dios del agua

Luis Carlos Guerra Ávila

21/09/2022 - 04:55

 

El dios del agua

 

Todo comenzó cuando tenía cuatro años de edad. A mi padre se le ocurrió llevarme al entierro de mi tío Juan quien había fallecido en el municipio del Guamal, Magdalena, población a tres horas en lancha por el río. Cuando estábamos dispuestos a abordar una lancha que nos llevaría a nuestro destino, llegó el compadre Moisés. Siempre se andaba riendo de algo; a todo le sacaba chiste y le gustaba burlarse de los demás, me tomó la cabeza con sus manos y se expresó en forma sarcástica: “oiga, ahijado, cuidado con un diluvio. Acuérdate que, cuando tu naciste, duró un mes lloviendo”. La risa no se hizo esperar, algo me hizo pensar que todo el mundo sabía algo de mí que yo ignoraba. Mi padre me cogió por el brazo, me subió a la lancha y me acomodó al lado suyo para iniciar aquel inesperado viaje.

Llegamos a eso de la tres de la tarde, era un lunes y supe que era verano porque la esposa de mi difunto tío me dijo cuándo me vio: “Si no supiera que estamos en verano, me hubieras puesto nerviosa”; me agarró los cachetes y me besó en la frente. Todo estaba listo para el funeral, ya estaban sonando las campanas de la iglesia, y creo que fue ese golpe lento de las campanas que hizo aparecer aquellas nubes misteriosas que, de un momento a otro, irrumpieron en el pueblo, el agua caía a cántaros, las calles se inundaron y todas las miradas se dirigieron hacia mí. Llovía torrencialmente y sé que a alguien se le ocurrió decir: “Bueno, esto no es normal, ¿por qué no se llevan ese niño del pueblo para ver si escampa, y así poderle dar cristiana sepultura al difunto?”. Así fue, mi padre me colocó un plástico que consiguieron para protegernos de la lluvia, salimos sin despedirnos, íbamos como afanados. Una vez llegamos a Plato, a mi papá le avisaron que la lluvia había cesado y que, por fin, habían podido enterrar a mi tío.

Los años fueron pasando fui creciendo y el destino quiso que yo fuera periodista, me fascinaba la radio y la animación, razón por la cual integré la nómina de Maribel Cortina y su grupo vallenato. En los ensayos previos al primer toque, a Maribel le encantó la forma como animé e improvisé, y me dijo: “Usted es el animador que yo estaba buscando, prepárese que el viernes tocamos en la población del Pijiño y el sábado en Chivolo”. Ésta era la oportunidad que yo estaba esperando desde hace rato para profesionalizarme en este medio tan competitivo. Llegó el anhelado viernes, llegamos a Pijiño muy temprano, el ambiente era espectacular, la gente ya se aglomeraba en la puerta de la caseta, se esperaba un lleno total; cuando la amplificación estaba lista y comencé a animar el evento comenzaron a caer las primeras gotas de agua, miré al cielo y exclamé: “No me hagas esto por favor”. Al día siguiente, salimos madrugados para Chivolo, Maribel se acomodó al lado mío y me dijo: “Caramba, este es el primer baile que me daña la lluvia, menos mal que ya la gente había entrado o si no el pago me lo hubieran embolatado”. Le devolví el comentario, con una sonrisa y una encogida de hombros y una preocupación enorme dentro de mí. Pensé que aquello era una casualidad y que no se iba a repetir.

El día era radiante, el sol era un sol bien macho. “Me gusta”, dije cuando llegamos a Chivolo. Estaba contento, no visualizaba nubes por ningún lado, solo esperaba que llegara la noche para comenzar la caseta. A las ocho en punto salí del hotel y me dirigí hacia el evento, noté que la gente estaba afuera y no entraba, me localizó un organizador del baile y enfatizó: “Oiga, hermano, comience a animar y llame al grupo para que toquen, que en este pueblo la gente no entra si no oyen al conjunto tocar la primera tanda”. “Con mucho gusto“, contesté. Cuando inicié la presentación formal y Maribel tocó el primer disco la gente empezó a entrar, y antes que termináramos la primera tanda de seis canciones se oyó un trueno que me dejó inmóvil, la lluvia caía, como si el trueno hubiera roto el cielo.

Al día siguiente, de regreso para Plato mi preocupación aumentaba, no quería que la historia inventada por mis ancestros tomara fuerza; el fracaso de los dos bailes por los aguaceros daba a entender que era por culpa mía. Como en efecto sucedió, el papá de Maribel Cortina al enterarse de la situación estaba esperando el carro en el cual nos desplazábamos, y era que ya en Plato se sabía la noticia, y justo venía atrás de Maribel cuando su papá me señaló y le dijo delante de todos los integrantes del conjunto musical: “Ése es el culpable, se llama Darío Bolaños y le dicen el Dios del agua. A todos los eventos que asiste llueve, sobre todo en las fiestas de la Virgen del Carmen porque él siempre asiste a la procesión, no lo contrates más”. Maribel no encontró fundamento en esas afirmaciones y solo me separó del grupo cuatro bailes después, pasados por agua. Me dijo: “Darío, tú eres mi hermano, pero los muchachos me pidieron que te sacara… tú me entiendes, ¿verdad?”. “Sí, claro, hermana, no te preocupes”, le respondí.

La fama del Dios del agua impuesta por mi padrino Moisés ya se encontraba en todos los círculos sociales. Muchos, que decían conocerme relataban como los amigos ya no me invitaban a las parrandas y a los eventos por temor a que fuera a llover. Alguna señora se acordó, que en los actos de graduación de mis hijos en todos había llovido y otra dijo: “también cuando se casó”.

Cierto día, caminaba desprevenido por la plaza del "Hombre Caimán", en mi pueblo, cuando un señor de bastante edad, un poco afanado me alcanzó, me sujetó por el brazo y me dijo:

––Perdone, señor, ¿usted es Darío Bolaños?

––¿En qué le puedo servir? ––le contesté.

––Mire, es que yo vengo de Bosconia, municipio del departamento del Cesar, yo no soy de por aquí, pero me dijeron que a usted le dicen el Dios del Agua, y que es el animador del conjunto de Maribel Cortina, por lo que me gustaría contratarlos para que me toquen en la finca.

––Sí señor, la primera parte es cierta, pero en la segunda hay un problema y es que, ya no pertenezco a ese grupo musical.

––Bueno, no importa, tóqueme así sea con un radio, y cóbreme lo que sea.

––Ajá, ¿y eso por qué?

––Yo quiero que vaya usted sin importar los costos porque en mi finca tengo seis meses que no me llueve y se me está muriendo el ganado. -

 

FIN

 

Luis Carlos “El Tachi” Guerra Ávila

Sobre el autor

Luis Carlos Guerra Ávila

Luis Carlos Guerra Ávila

Magiriaimo Literario

Luis Carlos "El tachi" Guerra Avila nació en Codazzi, Cesar, un 09-04-62. Escritor, compositor y poeta. Entre sus obras tiene dos producciones musicales: "Auténtico", comercial, y "Misa vallenata", cristiana. Un poemario: "Nadie sabe que soy poeta". Varios ensayos y crónicas: "Origen de la música de acordeón”, “El ultimo juglar”, y análisis literarios de Juancho Polo Valencia, Doña Petra, Hijo de José Camilo, Hígado encebollado, entre otros. Actualmente se dedica a defender el río Magiriamo en Codazzi, como presidente de la Fundación Somos Codazzi y reside en Valledupar (Cesar).

1 Comentarios


Augusto martin soto avila 22-09-2022 06:25 AM

Muy buen cuento ,excelente

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