Literatura

Néstor Madrid Malo: otro olvidado por la crítica literaria en Colombia

Luis Mario Araújo Becerra

25/01/2023 - 05:20

 

Néstor Madrid Malo: otro olvidado por la crítica literaria en Colombia

 

Cuando en 1982 Hermann Saunock publicó su olvidada “Lámpara de los Locos”, declaró a la prensa que el eje fundamental de su obra radicaba en el hombre enfrentado a la doble locura del mundo “la suya propia y la que se escapa a sí mismo…locura del cielo, del otro hombre que enfrenta, locura de la vida que vive…”. Aunque parezca sorprendente por la diferencia geográfica y temporal – uno europeo y el otro caribeño, uno nacido en 1930 el otro en 1918–, el mismo dilema plantea Néstor Madrid Malo en su libro Suerte a la siete.

Valga anotar de manera previa que la literatura de Madrid, en especial en lo que hace referencia a su narrativa, ha sido poco abordada por nuestra crítica - generalmente cegada por el infortunio ideológico de sus posturas -; pero, aún en las pocas oportunidades en que ha sido revisada, el sustento central del análisis en torno a ella gira sobre el eje de la denuncia política.

Si bien, es cierto que la obra de Madrid Malo muestra una faceta de compromiso social con los moradores de su región, de su “Costa”, la misma no se agota en este tópico… Ni siquiera, éste, es el aspecto fundamental de su discurso narrativo.

En una especie de exploración del alma, su libro “Suerte a la siete” desnuda tres aspectos esenciales de la condición del hombre que vive bajo el influjo del desamparo.

El primero, el sufrimiento derivado del abandono político o estatal, que se identificaría con la denuncia, antes citada.

Sin embargo, el hombre que describe Madrid Malo no es un ser que se rebela contra el opresor - como si pasa con los personajes de Zapata Olivella, o algunos de José Francisco Socarras – sino que se resigna y efectúa un “traslado de personalidad”; de los hechos que deberían ser imputados al hombre y termina imputándolos a la providencia, a la naturaleza, al tiempo en que vive o en últimas a fuerzas oscuras, a cualquiera menos “al opresor”.

Basta revisar las siguientes notas de su cuento “El Mar Grande”, en el cual frente a una tragedia anunciada el protagonista personifica al mar como un viejo conocido y excluye de toda responsabilidad “al otro”.

“De pie junto a la tumba de su último hijo …Eladio Cifuentes contemplaba desde aquella pequeña eminencia del cementerio el inquieto panorama marino que allá lejos ofrecía su vista.

Rota la deleznable faja de arena que servía de muro de contención, el mar – el viejo “Mar Grande” ...avanzaba embravecido hacia la propia vera del indefenso poblado Y las malas lenguas decían – él no había querido creer - que algunos interesados influyentes ante todo deseaban mantener abierta la carretera que conducía a su prósperos negocios y lujosas villas de veraneo, aun a trueque de la propia existencia del poblado.

Y Eladio Cifuentes, por primera vez en su vida, odió a aquel mar“.  

Nótese que Eladio efectúa el traslado de personalidad citado, pues ha culpado al mar de su infortunio, nunca a aquellos que dejaron de reconstruir los diques de contención en el pueblo, más si los construyeron para sí mismos.

De igual forma en “La ajena tierra”, el personaje central “recordaba que esa tierra no era suya. Que allí, donde habían muerto sus abuelos y nacido sus hijos, sólo la voluntad del amo le permitía estar.”

Aunque al final del cuento existe una especie de reivindicación del oprimido –que es el protagonista –, ésta no viene por su propia mano, sino que es una obra de fantasmas y mandingas, lo que lleva a concluir que la denuncia social de Madrid Malo es una denuncia condicionada: a él no le interesa generar movimientos libertarios – como a Zapata Olivella– sino mostrar los mecanismos que operan en la mente y ánimo del hombre subyugado que termina por transformar su inconformidad en resignación.

El principal de estos mecanismos es el traslado mítico de la personalidad (aquí yace implícita toda la carga de lo sobrenatural, del sustrato mágico-religioso como explicación de los acontecimientos), el dotar a la naturaleza de entidad consciente, el azar como justificante, en últimas; el trasladar a “algo” contra lo que no se puede luchar, todas las responsabilidades.    

El segundo aspecto –que se anuncia en el primero–, es la condición del hombre frente a las fuerzas del destino, de la providencia, o de la naturaleza, a las que se ve sometida, como una suerte de desamparo trascendente, místico. Un desamparo de Dios...de un dios que deja a sus criaturas al arbitrio del azar y de la nada.

Aquí, “Suerte a la siete” parece entroncarse, no sólo por algunos aspectos técnicos con dos novelas sustanciales: “El viejo y el mar”, de Hemingway; y “La vorágine”, de Rivera.

Ambos libros vuelven sobre la lucha constante del ser humano contra la irracionalidad externa: en uno el gran pez, que confronta al experto pescador – que estaba “salao” – y en la otra, la selva, la manigua, que termina envolviendo a Cova en la perdición, pese a su tesón.

Voluntad versus Providencia, ese es el dilema. Pero, en providencia entiendo todo lo externo…no sólo dios, sino muerte, elementos naturales, azar, destino…

En tal sentido, el cuento que da el título al libro es un ejemplo señero de cómo la voluntad del hombre está limitada para definir su porvenir. En este caso de manera favorable, pues Mateo ha tratado por todos los medios de encontrar un número de lotería con el que ha soñado – cree en la suerte, es agorero – pero, al final del día, no lo consigue. Por casualidad, por desgano, por “no dejar” compra un número cualquiera justo antes de que se haga el sorteo con la fortuna de ganarlo.

Tranquilamente y sin muchas esperanzas buscó en su bolsillo el arrugado billete que hacía poco había comprado. Y acercándose a la luz de la farola, lo puso ante sus ojos. Sí, allí estaban uno tras otros, los cuatro números de la suerte, de su suerte, que en vano había tratado de eludir.”

¡Qué extraña circunstancia de la vida! No su voluntad sino el alea, algo que se le escapa, ha decidido su futuro.

A contrario sensu, en “Mar de leva” el marinero Irazusta intenta llegar a toda costa –y a la postre lo logra– luchando contra el agitado mar a su casa donde la esposa ha de esperarlo – a la hora señalada– según la promesa mutua. Pero, aunque todo su empeño vence a la naturaleza que parecía impedirle su meta, ¡qué contradicción! Cuando por fin llegue a su hogar encontrará a su mujer muerta por suicido. Entonces el querer, el sobreponerse no basta. Nuevamente: al personaje algo se le escapa, una fuerza superior e inexplicable lo derrota.   

No en vano Madrid Malo titula uno de sus cuentos como “El regreso de Arturo Cova”. He aquí la clave: Cova, el que se tragó la manigua, vuelve a un escenario aún peor: la selva del hombre contemporáneo, agitado, desesperanzado, agotado por la incertidumbre.

Para ser sincero, casi llegué a pensar si aquel hombre no sería en verdad el propio y mismísimo Arturo Cova, lanzado ahora de pronto a la civilización como una postrera resaca de la selva.”

El tercer aspecto que denota la obra es la condición del hombre que lucha contra sí mismo, contra sus temores, miserias y prejuicios internos.

Aquí la labor del escritor se hace en su terreno natural: la conciencia humana. Coherentemente señala Isaac Bashevis Singer –y en esto parece identificarse con Madrid– que su arte narrativo se sustenta en una pregunta vital: “¿Qué distingue a un ser humano de otro? El problema de la individualidad humana se convirtió en mi propio problema”[1].

En “Suerte a la siete”, el autor revuelve los papeles de esta individualidad.

Son paradigmáticos, en tal sentido, los cuentos: “El hombre que odiaba los conejos” y “Un hombre solo”.

En el primero, a través de una especie de estudio psicoanalítico el autor intenta desentrañar las razones de la aversión del personaje central hacia los conejos. Viaja entonces por los sueños, por la infancia, por los complejos y culpas; tratando de encontrar las hondas razones del alma. 

En el segundo, el narrador se encuentra en un tren con un extraño personaje, cuyo nombre no sabemos, el cual va solitario por la vida y cuya caracterización es símbolo del hombre contemporáneo – que como dijimos pervive bajo el sino del desamparo - 

“Y así, aquí me tiene que no sé para dónde voy ni de dónde vengo. He querido tener afectos y no he podido. Siempre soy el hombre que espera encontrar “un amigo”.”  

“Suerte a la Siete” describe, pues, algunas de las claves profundas del hombre del Caribe, que, por supuesto, es su más cercana referencia: sustrato mágico religioso de la explicación del mundo, providencialismo, tendencia a dejarse arrastrar por “el azar”, lucha contra los elementos naturales, desamparo político. Pero no se limita, en tal sentido, a un análisis coloquialista y externo (es decir se aparta de la corriente “telúrica” que busca resaltar costumbres, dichos, modismos, etc), sino que viaja a la esencia misma de la conciencia del ser; por eso sus búsquedas psicológicas, por eso su preocupación por la individualidad.

Este último aspecto lleva la obra de Madrid Malo por encima del mero “localismo literario”, puesto que su discurso no se centra en el estudio de la idiosincrasia de tal o cual región, sino en las dinámicas internas de la naturaleza humana y en las dinámicas de esa humanidad frente a lo externo (el elemento providencial, como lo hemos llamado).

Ahora bien, en ese estudio, Madrid Malo, ha tomado como referente experimental al ser caribeño; pero éste es sólo “una muestra” (conejillo de indias) de una tesis literario-filosófica aplicable a la humanidad, si se quiere. Tal vez por ello su coincidencia con Saunock, en dos geografías y tiempos tan disímiles, pues el literato – el bueno– es siempre un investigador del “yo”...

…es decir, del hombre, el hombre que vive en este confuso universo heracliteano, no el fantasma que reside en el cielo platónico. Puesto que lo peculiar del ser humano no es el espíritu puro sino esa oscura y desgarrada región intermedia del alma, esa región en que sucede lo más grave de la existencia: el amor y el odio, el mito y la ficción, la esperanza y el sueño, nada de lo cual es estrictamente espíritu sino una vehemente y turbulenta mezcla de ideas y sangre, de voluntad conciente y de ciegos impulsos. Ambigua y angustiada, el alma sufre entre la carne y la razón, dominada por las pasiones del cuerpo y aspirando a la eternidad del espíritu, perpetuamente vacilante entre lo relativo y lo absoluto, entre la corrupción y la inmortalidad...[2]

 

Luis Mario Araújo Becerra

 

[1] Isaac Bashevis Singer, Amor y exilio, Ediciones B, 2002

[2] Ernesto Sábato, El escritor y sus fantasmas, Seix Barral, 1991.

Sobre el autor

Luis Mario Araújo Becerra

Luis Mario Araújo Becerra

La reserva

Abogado, escritor y docente universitario. Autor de El Asombroso y otros relatos (cuentos), Literatura del Cesar: identidad y memoria (ensayo), Tras los pasos de un médico rural (ensayo), Las miradas a la guerra y La aldea (novela). Ha sido incluido en las antologías Cuentos Felinos 5, Tercera antología del cuento corto colombiano y Antología de cuento y poesía de escritores del Cesar. 

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