Literatura
Cuentos muy breves de Guillermo Henríquez
Guillermo Henríquez (Ciénaga, 1940 – Ciénaga, 2021) inició la carrera literaria escribiendo cuentos a finales de los años cincuenta del siglo pasado. Algunos de estos cuentos incipientes los reescribió mientras concluyó el bachillerato en Cartagena y más tarde en Bogotá, donde cursó dos años de sociología en la Universidad Nacional.
Los llevó con él a Barcelona en 1970 y de uno de ellos salió el drama El cuadrado de Astromelias, estrenado en noviembre de 1972 por el grupo experimental Gogó. Guillermo conservó en una maleta el cuaderno con los cuentos iniciales, y dedicó el resto de los setenta y parte de la década siguiente a cimentar una sólida carrera de dramaturgo con títulos definitivos como Escarpín de señora, Marta Cibelina, Detrás del abanico y Academia de baile. Solo a finales de esta década retomó el viejo cuaderno de cuentos y esbozos. El resultado inmediato fue Historia de un piano de cola (1989), libro al que le siguieron Sin brujas ni espantos (1996) -título de los esbozos- y Ayer solo ayer, de 2003.
Guillermo insiste en sus cuentos en recrear las fisuras, las trampas, los espejismos y la decadencia de las antiguas familias importantes del norte del Magdalena, muchas de ellas con orígenes coloniales y unidas a otras aparecidas en las costas del norte del país poco después de los vientos de la Independencia y con la posterior instalación de la todopoderosa United Fruit Company a finales del mismo siglo.
Su mirada estética no se detuvo sin embargo en la historia de las grandes familias de la región. También dispuso en su obra de espacio suficiente para examinar la vida de los marginados. Los cuentos “Silvia se va de paseo”, “Carnet de baile”, “El retorno” y el drama El cuadrado de Astromelias son buenos ejemplos, pero no los únicos, de un Guillermo interesado en poetizar la vida de explotación, pobreza y hambre de los excluidos. La vida sexual, en sus diversos intríngulis, ocupó un lugar destacado en la producción literaria del autor. En este ámbito destacan “Póster” y “A lo oscuro metí la mano”, pero igual piezas más breves como “Los gatos”, “Pianissimo” y “Gol”, que figuran en esta selección.
Aquí una muestra representativa de sus cuentos más breves, que se publican a los dos años justos de su fallecimiento en Ciénaga, su ciudad natal, el 30 de enero de 2021.
CUENTOS MUY BREVES DE GUILLERMO HENRIQUEZ
LOS GATOS
Viene tu papá y te dice: “¿Ya regresaste? No lo vuelvas a hacer…tú casa debe ser sagrada para ti. Las aventuras en la calle. Si reincides habrá que despedir a la sirvienta y tu mamá la necesita. Acuéstate”.
Me había levantado sigilosamente de mi cama en esa madrugada fría. Abrí la puerta de su cuartucho. Miré a ambos lados del vestíbulo oscuro. Me detuve. La mujer dormía precisamente. Entonces viene tu papá y te dice.
El joven regresaba a su cuarto. Atravesó el vestíbulo oscuro. Miró a ambos lados, Entró a su cuarto y miró por la ventana. Sobre un tejado dos gatos pelean por una hembra y la escena le dio nuevos bríos. Se levantó sigilosamente de la cama. Trató de abrir la puerta del cuartucho y no cedió. Estando casi a oscuras sintió un leve murmullo y el silencio, después.
El joven se fue otra vez a su cuarto. Miró por la ventana. En el tejado ya había un gato vencedor. La gata chilló. Entonces viene tu papá y te dice.
Barcelona, 1971
Tomado de Historia de un piano de cola, 1989.
PIANISSIMO
Los mejores momentos son inesperados…
Del santo de guayacán oloroso a toronjil y albahaca partía la sonrisa de lado a lado. Paso adelante. Paso atrás. Dos pasos atrás. Uno adelante. El santo está mareado. Las órbitas se apartan de sus ojos. Y el pelo recién peinado en la ermita de tablas flota al aire del mar repitiendo el fotograma final de la Duncan. El sudor recorre los cetrinos rostros.
Un paso adelante. Dos pasos atrás. Suena el platillo. Salta un cohete. La ola regresa de viaje y muere allí frente al tajamar. Paso adelante. Paso atrás. La sonrisa de lado a lado. La mano vecina linda el atrevimiento. Abre un botón del pantalón de dril blanco. Y atraviesa el pudor del propietario del pantalón de dril blanco, de los botones, del sudor, del brazo cansado de cargar el santo de guayacán (un San José repintado de látex), que ha sentido sobre su circulación el temblor de un cuchillo que atravesase el agua clara del manantial, como un inmenso placer de desalojar la última flor sobre la tierra: el San José sonriendo de lado a lado.
Barcelona, 1971
Tomado de Historia de un piano de cola, 1989.
RETORNO
A Alfredo Gómez Zurek
El presidiario se dirigió a su casa paterna después de una larga condena. Lo primero que hizo en ella fue mirarse en el gran espejo de cuerpo entero que había en uno de los salones.
Observó con sorpresa que su físico había sufrido transformación en el presidio, por ello dijo: “Este espejo miente, ese no soy yo”. Y se dispuso a romperlo.
Barranquilla, 1989
Tomado de Historia de un piano de cola, 1989.
EL INVERSO DEL CUADRADO
“Cuando la distancia entre la fuente luminosa y el sujeto se incrementa, la cantidad de luz que cae sobre el sujeto decrece inversamente con el cuadrado de la distancia”, había dicho el profesor Flavio Daniel. Y la vieja diva lo recordó al bisoño iluminador esa noche de grabación en estudio (Electronic Studios Gatering) cuando solicitó para ella una relación de luz favorable a su abotagado rostro, tantas veces registrado en pantalla: era la relación especial para damas que como ella no resisten luces muy directas.
El bisoño iluminador recordó las teorías específicas e incluso de su cuenta ajustó la luz principal con la distancia acrecida y la de relleno aún más. Hasta colocó dispersador y esperaba una sonrisa de aprobación de la vieja dama, cansada de trajinar y de vivir. Pero llegó la voz de alerta:
ꟷ¡Ey! ¿qué te pasa? ¡Pusiste tan luz que la imagen desapareció!
Barranquilla, diciembre de 1989
Tomado de Historia de un piano de cola, 1989.
EL EJE Z
Ojos sobre ojos y él estaba.
Lo importante es lo que ve la cámara y no lo que ve el ojo. Contrario a la pintura y la fotografía, el punto de vista de la cámara y el evento propiamente dicho sufren cambios: la mano se iba detrás y el pie delante en el salón de clases en penumbra. Otros ojos no vieron lo que la cámara vio, pero las piernas se unieron para siempre en un escorzo final.
El control de una porción específica de foco del Eje Z da sensación de profundidad. La cámara se acerca al objetivo (él, prudente, se aleja). Articulación del Eje Z mediante vectores visuales, promesas y el claroscuro le dan énfasis a la escena. Alguien entra al salón y la turbación aumenta. Bloqueo del Eje Z. Superimposición de planos (sensación surrealista de sueños). Manos y piernas unidas que se separan: un doble cruce de volúmenes, cambios rápidos de iluminación. El salón resplandece y el profesor inquiere, los ojos están ahí y también inquieren ¿qué pasó? El monitor registró. Lo importante es lo que ve la cámara, no lo que ve el ojo.
Barranquilla, diciembre de 1989
Tomado de Historia de un piano de cola, 1989.
NADADORES
A mi hermana Bertha
La mujer estaba de espaldas al sol y con las nubes encima de su cabeza, el mar la rodeaba. Los niños entraron al mar. Un chico salió cual pez volador de las cañas del barranco, entonces todos los niños entraron al mar. Las nubes taparon el paso del sol, sin avisar. Había una gran claridad en el cielo y olía a lluvia. A lo lejos, el calor de los cerros vibraba entre verde y azul.
Hubo un momento en que el sol empezó a retirarse de las nubes para dejar pasar lo que al inicio fue un hilo dorado pálido que se multiplicó en las pieles de los niños, jugando entre las olas. Todo aquello parecía, a juzgar por la atmósfera de la luz, un vivo cuadro de Sorolla dispuesto en escena.
Seguía de espaldas al sol, contemplando las escasas gotas de agua que caían sobre la tersa superficie del mar oscuro, en el momento en que de las aguas surgió un niño que, al recibir la luz, la encandiló con su tono de piel fosforescente, obligándola a cerrar los ojos.
Cuando volvió a abrirlos, la luz había desaparecido, los niños retozaban con las olas y la lluvia se venía con toda la fuerza del mundo.
Ciénaga, julio de 1993
Tomado de Sin brujas no espantos, 1996.
GOL
A Clinton Ramírez
Al parecer el anciano dormía acodado en la caseta de los desvestideros de la playa y un perro del vecindario al lado suyo roía un hueso lavado por el mar. En dirección de la ensenada también parecían dormitar las canoas de pesca, en larga espera. La playa lucía semidesierta a esa hora vespertina, aunque algunos muchachos jugaban a meter un balón de trapo en un arco diminuto en el parque aledaño. El mar tenía olas medianas para la época y el color sí era el gris habitual. Me despojé de la camiseta y la coloqué encima de las sandalias de cuero trenzado. Observé en el agua un cuerpo cuya cabeza emergía de un gigantesco neumático, pero al subir la ola pude divisar las piernas que afloraron en gesto alocado. Entré al mar y otra ola me detuvo y, aun así, seguí avanzando hacia el neumático…Era un chico feo de cuerpo ancho y tronco corto. Descarté toda estética y seguí adelante. Una tercera ola alejó el neumático en dirección de la orilla donde dormía el anciano, detuve la vista en el campo de microfútbol y tropecé con el par de ojos interrogantes: con la mirada lo invité y el neumático, movido por extraña fuerza, se acercó tanto que pude abrazar al ocupante y deslizarme dentro del círculo de agua que me hacía aquel cuerpo desconocido. Bajé la trusa hasta las rodillas y me aferré a los hombros del muchacho feo. Palpé debajo y saqué un aparato diestro en ir directo al círculo, donde entró para nivelar el peso del neumático. Desde mi refugio me dediqué a observar la placidez de la tarde, su tenue luz, los cerros azulados por el aire y el cielo con nubes espesas y muy blancas. En el campo de mini futbol alguien -un chico sin camisa- gritó ¡Gol! ¡Gol! al tiempo que corría. El anciano seguía durmiendo y solo el perro levantó las orejas en dirección al mar.
“Bandida”, gritó alguien.
Ciénaga, abril de 1993
Tomados de Sin brujas ni espantos, 1996.
AUDIOVISUAL
A José Rafael
Los sonidos salían de una gran caja negra posada sobre el pavimento también negro y retumbaban en el espacio abierto de la noche. Fueron recogidos entre un cañón de piedra que reverberaba las vibrantes notas cuando, sin más, la estancia sonora se posó sobre el papel y licuó los dibujos negros que cubrían el papel blanco. Entonces sintió una plácida tranquilidad, pues la estridencia desapareció.
Los símbolos sobre el papel se reconocían y saludan. Había allí una total armonía. Ahora él y su compañero de pentagrama se fundían en un abrazo total y fueron felices allí, entre líneas paralelas, porque aquella música –silente- volvía en otra armonía, dejando atrás el sonido musical.
Ciénaga, enero 26 de 1995
Tomado de Sin brujas ni espantos, 1996.
¡SURPRISE!
Hacía el show semanal para los soldados de la brigada vecina que lo visitaban, lo aplaudían y lo mimaban. En cambio, ofrecía, en su casa espectáculos, comida, trago y mucho amor. Era un personaje conocido y soportado por las autoridades de la brigada, que ante lo inevitable se hacían la vista gorda. Nunca pudieron detener la sociabilidad de Fojedabil, estrella del espectáculo casero: oficinista de día, vedette de noche.
En la salita de recibo empezaron a sentarse los juveniles espectadores, aún vestidos con el uniforme militar, solo que cierta informalidad -alguna camisa desabrochada, un par de botas sueltas y una gorra tirada sobre el sofá- predisponían al solaz en aquella ocasión. Fojedabil habilitaba el altillo, donde dormía, como escenario para el show, subiendo por la escalera de caracol con maestría fílmica.
Después de acomodar haces y telones, se asomaba al proscenio y hablaba al auditorio.
ꟷQueridos amigos, esta noche verán un show como el que hizo Rita Hayworth en Gilda...pero esperen unos minutos, que ya sale la estrella.
Ahora la mano enguantada vislumbra el retorno de la figura teatral. La música de jazz sigue el espectáculo de recreación y la mujer imposible, espléndida, al abrir la túnica de satín, exclama:
ꟷ¡Surprise! ¡Sorpresa! (traduce para los que no saben inglés)
Pero la sorpresa será suya. Esa noche, no hay público. Los soldados, los muebles, los adornos y todo lo que había en la habitación ha desaparecido.
¡Todo se lo han llevado!
Bogotá, 1998
Tomado de Ayer solo ayer, 2003.
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