Literatura

Una novelita barata

Luis Mario Araújo Becerra

10/08/2023 - 00:05

 

Una novelita barata

“Perdido mi norte, me he extraviado en esta sequedad agrietada”

[José Luis Molina, Cuadernos de poesía irracional]

Avanzó. La carrera décima era un turbio río de voces. El tumulto de vendedores hacía difícil el tránsito por la acera; así que, como pudo, se abrió camino entre los cuadros de caballos y paisajes en promoción. Tomó el teléfono móvil, lo guardó en el bolsillo de su chaqueta y aseguró la cartera. Una vez desocupadas, sus manos se llenaron de las tarjetas publicitarias repartidas por lo voceadores del sector.

Alcanzó a ver la primera y se aterró de lo mal que iba el mundo “...se ha vuelto loco” – dijo -. “De remate”.

Ese día se levantó sin rumbo. No había clases en la universidad, de modo que las horas que usualmente utilizaba, eran un territorio libre. El problema es qué hacer con la libertad cuando no se acostumbra; cuando se tiene tan pocas veces. De modo que decidió salir a “matar el tiempo”; como si ya no estuviera suficientemente muerto cada vez que entraba a sus aburridoras clases.

 

SEXO EN VIVO. HERMOSAS MUJERES. SHOWS CONTINUOS. RIFA DE CHICAS. MACHO MAN Y SHOW LESBIAN. SERVICIO PAREJAS, CABALLEROS Y DAMAS.

CONFORTABLES HABITACIONES.

 

“De remate”, volvió a decir.

Estaba a dos cuadras de La Galería. Un edificio de tres pisos que las autoridades locales habían destinado para la venta de libros, reorganizando a los antiguos libreros a través de un “fondo” mal copiado de las ideas parisinas. Allí, él, era feliz. Encontraba a bajo precio los escritos más insólitos.

Aún era temprano, así que no se afanó por llegar. Disfrutó el paseo. Sólo lo espantaba el hecho de poder encontrarse con los mimos que solían imitar a los transeúntes. Los evadió. Ya cerca al edificio apuntó su vista hacia don Arnulfo, su librero predilecto. Lo saludó con un gesto de la mano.

 

SALA PAREJA O HETERO. SALA GAY. SALA LESBIAN. SALA TRAVESTI O TRANSEXUAL. SALA BISEXUAL. SALA DE PELÍCULAS DE GORDAS. SALA DE PELÍCULAS DE VELLUDAS. SALA DE PELÍCULAS DE ENANAS. SALA DE PELÍCULAS DE HERMAFRODITAS.

 

“¡Perdidamente loco (recontra)!”, dijo, mientras se acercaba al personaje taciturno que lo esperaba en el local lleno de novelas en desahucio.

El hombre acomodó el viejo tablero de ajedrez, alcanzó a armar las fichas en líneas rectas –como correspondía a un veterano– y antes de darle la mano al chico lo retó a un nuevo duelo. Esta vez no estaría dispuesto a rendirse. Le ganaría.

El otro sonrío con una mueca frígida e irregular, con desazón. No quería jugarle, pero comenzó moviendo un caballo que saltó ágilmente sobre la fila de peones. Pensó en los papelitos recogidos a lo largo de la décima. Lo aturdió la frase RIFA DE CHICAS. “Si Dumas viviera, escribiría otro panfleto sobre prostitutas, seguramente”, pensó.

“¿No le parece don Arnulfo que en este mundo todo se vende?”, dijo tratando de hablar algo serio, con cierta tristeza por su descubrimiento.

“Y todo se compra, ¿sí o no?”, dijo el otro sin prestarle atención.

El librero continuó concentrado en el juego mientras el muchacho trataba de cometer todos lo errores posibles para acabar pronto. Su cabeza navegaba en aguas confusas, no sabía por qué; pensaba en los papelitos guardados en sus bolsillos, en los vendedores dispersos sobre la avenida, en la angustia que ya le corroía la boca del estómago. Sentía la ansiedad incontrolable. “Quiero...”, alcanzó a medio entender. “Quiero...”. Entonces recordó aquel libro de Bellow, en el que Henderson, el personaje principal, dice “Ansío”. “Yo también ansío” –analizó su situación. “Yo también ansío”. ¿Pero qué ansiaba? Ese era el punto que no podía ver con claridad. Volvió a meter la mano en el bolsillo buscando alguna tarjeta publicitaria de las que había recibido. “El hombre es lobo para el hombre “ – cierto don Arnulfo, pensó sin decir nada. Y como si el otro le estuviera contestando se dijo a sí mismo “Lobo, sí lobo. Muchacho”. Escuchó la música ranchera que el viejo acababa de poner, rascándose la panza.

Ahí me nombran. ¡Vea, vea!

Le subió el volumen al aparato y se pudo escuchar una estrofa: “¡Y volvió Arnulfo a su pueblo!”, refiriéndose a algún homónimo.

“Ahí me nombran”, repitió, con la esperanza de pertenecer a un mundo importante para él.

“Este también ansía”, reflexionó.

Por fin sacó el papel, observando de reojo los libros en promoción. Al fondo se leía “Llévese una novelita barata a bajo precio” (¿acaso redundante?). Recordó que por la mañana había salido con la ilusión de comprar algún librillo que le permitiera sentirse vivo. Cada vez que aumentaba su colección lo invadía una satisfacción indecible. Aveces venía por estos lares y encontraba obras esqueléticas, amarillentas, sin novedad. Las tomaba entre sus manos y percibía su olor. Casi las probaba. Y las llevaba ocultas bajo el brazo a cambio de algunas moneditas perdidas en su pantalón. Don Arnulfo era su preferido porque tenía los títulos de una antigua colección que empezaba con nombres como Chejov, seguía con Cela o con Pushkin. ¿Qué si los había leído? Por supuesto que no, su dicha quedaba en manosearlos por un rato, leer las reseñas – que consideraba el mayor de los géneros, el más difícil (¿Por encima del cuento? Por encima del cuento, sí señor)- y llevarlos a dormir bajo su cama que acumulaba los últimos comprados, pues ya no cabían en la pequeña habitación de la pensión. “Venir de tan lejos a estudiar en esta...mierda...” - pensaba cada vez que llegaba al cuartucho solitario. A ambos lados de la cama estaban los otros textos comprados en aquel mercado. Formaban torres hasta el techo. “Casi llegamos al cielo, como Babel” – les decía conversando como si le oyesen. “Pedacitos de cielo, eso son ustedes”, pues eran los únicos que lo alejaban de la vaga depresión.

El papel lo sorprendió. Esta vez no publicitaba mujeres desnudas sino todo tipo de suertes.

 

MAESTRO EN CIENCIAS OCULTAS.

ANGEL.

PARASICÓLOGO. MENTALISTA A SU SERVICIO: REGRESO A SU SER AMADO EN 3 DÍAS LIGÁNDOLO DE POR VIDA NO IMPORTA LA DISTANCIA. SOLUCIÓN INMEDIATA A TODOS SUS PROBLEMAS DE AMOR…

 

No alcanzó a terminar.

Sonrió, bajo la mirada atónita del otro.

–¿Es que me ganó?

–No, don Arnulfo, son las cosas de la vida. Dígame, tiene títulos nuevos.

–Por ahí llegó un Delibes.

–¿Cómo se llama?

–Madera de héroe; es una novela, creo.

El nombre le dio vueltas en la cabeza. Interrumpió el juego.

–Puedo cogerlo, mientras movemos.

–Sí, está en el montón.

Se acercó a la pila de libros que estaban bajo el anuncio. Allí encontró uno de pasta verde “MIGUEL DELIBES. MADERA DE HÉROE” (Como Pinocho. No. Pinocho era un héroe de madera), de la edición RBA. Acercó sus ojos a la inscripción esquemática hecha de seguro por algún crítico perdido. Resumía la historia con unas palabras estimulantes: “Gervacio –el protagonista– crece con la obsesión, alentada por su abuelo, de ser un héroe. Se divierte vistiendo uniformes y escuchando música militar; vive su adolescencia, convencido de que el patriotismo debe ser su único ideal. Pero cuando empieza la Guerra Civil, sus rígidos esquemas se tambalean: su padre deserta, declarándose enemigo del Alzamiento Nacional, mientras que su tío se mantiene al lado de los insurrectos. No obstante, reavivados sus instintos heroicos y alistado en el ejército de los nacionales, verá cómo la tragedia supera incluso a los que quieren ser héroes”. Así (superado por la tragedia) había querido él, siempre, ser escritor y había quedado reducido a aquel escombro de hombre deambulando las calles del centro de la ciudad en sus ratos libres. Lo amargó la perspectiva de tener que regresar al día siguiente a la universidad, de modo que corrió hasta el tablero para tratar de volver a perderse, así fuese en oscuras meditaciones.

–Es muy bueno, se le nota.

–Seguro ––dijo don Arnulfo tratando de propiciar la venta.

Antes de mover el alfil sugirió otra pausa. Se acercó con la anuencia del otro, que prefería verlo revisando novelas, no sólo por su negocio, sino para poder tramar, a tenerlo en frente pensando en quién sabe qué. Ya lo presentía.

Su afición por el autor judío se reavivó. Tomó un ejemplar que estaba pudriéndose “En Bellow, la crítica social está implícita en dos factores determinantes: de una parte, la protesta social no elimina los matices cómicos, el desposeimiento de los personajes contemplados piadosamente; de otra los problemas últimos se resuelven en una zona individual que “reconoce” la misma sociedad a la que ridiculiza. Aquí radica la vigencia de su arte; sin renunciar a la tradición, ésta queda a menudo desprestigiada; sus personajes acusan la propia inermidad frente a fuerzas que los rebasan. De todo ello resultan tipos segmentados pero representativos, aventuras con las que es plausible conectar, pues configuran la odisea del hombre medio profesional, parcela decisiva del “ser” contemporáneo en general”.  “Tipos fragmentados. ¡Uahuu!”.

Imaginó de inmediato la historia de un hombre que llegaba al pueblo de los hombres fragmentados. Sus amigos se lo habían referido; más él, incrédulo, tomó primer tranvía con destino al lugar. Al llegar a la estación todo le pareció normal hasta que encontró sobre una silla unas manos solitarias saludando a unas piernas paseantes. Luego vio la cabeza de la chica de la ventanilla que era recogida – justo a la hora del cambio de turno – por el cuerpo (sin cabeza, casualmente) del esposo. Notó los pies del hombre de seguridad que apuntalaban a patadas la espalda de un ladrón caído en desgracia en el piso de la terminal. Asustado ante todo aquello salió corriendo, y sin entender percibió como se desmoronaban sus partes. Una oreja se le fue rodando por el suelo, el ojo tropezó con el pie derecho...Hasta que quedó vuelto añicos, sin fuerza, convertido en un hombre fr...g...

–Creo que es jaque ––escuchó la voz lejana.

–Creo que es mate ––dijo al hallar imposible mover las fichas.

Se relajó y olvidó su historia.

“Todavía no”, contestó el librero, mostrándole la ruta de escape.

De nuevo sintió el aburrimiento. “Carajo. Fallé”.

Trató de contar las monedas que tenía. No le alcanzaban para nada. Bueno, si acaso, tenía lo justo para regresar a casa. El retraso familiar surtía sus efectos. Ahora sí, angustiado por la falta de dinero lo sacudió la risa del viejo.

Le gané muchacho.

Le ganó la vida, porque aquel día su viaje habría de resultar infructuoso. Cero libros. Agarró fuerte el Delibes.

–Don Arnulfo, ¿no me fía?

–Ya usted sabe.

La regla de oro era la total negativa. Sin embargo, se distrajo en rebuscar entre el montón. El frío le pegó en la nuca anunciándole la cercanía de la noche o de la lluvia (o de ambas, que era peor). No podría resistir llegar a la pensión sin cargar entre las manos alguna cosa nueva, algo que lo acercara a ese pedacito de cielo, como decía. La tristeza, suave caricia, fue invadiendo sin aviso… “Ansío, definitivamente, ansío; pero ¿qué? Ansío...”. Permitió que el tiempo pasara mientras las calles se iban desocupando. No quería regresar hasta la casa (¿casa?) solitario para acurrucarse entre las montañas de pequeños amigos silenciosos. La congoja lo agarró por los pies y lo paralizó. Intentó repetir lo de los tipos de Bellow. No pudo ya.

–Don Arnulfo...

–Usted sabe...yo no...

–Sí, no fía ––se adelantó.

Apartó su mirada de los textos y sacando fuerzas de lo profundo, respirando sin aire, se desplazó lento hacia la puerta, la cruzó, dejó el callejón que comenzaba a cerrarse poco a poco. La desesperanza –tan humana– se le instaló en el corazón. Lloró. Por primera vez lloró. Recogiendo con su lengua las gotas ácidas regadas como un mar, se resistió a caminar. Dio más vueltas de las necesarias, hasta que la desesperación lo acompañó a cada suspiro y el cansancio le dictó el último minuto por las calles del centro de la ciudad (monstruosa ciudad) cuando levantó la mano para detener el bus “Directo Kra. 10”. Dejó caer los papelitos y con ellos cayeron sus reflexiones sobre el hombre. Entonces supo lo que ansiaba. “Todo se compra don Arnulfo”. “Menos el cielo” – como si el otro estuviera presente y le respondiera. “Hasta el cielo...a pedacitos...se negocia, don Arnulfo”. Más, ese día, su paraíso personal de novelitas quedó incompleto...como su alma; y ni el final anuncio lo podía ayudar:

 

MAESTRO EN CIENCIAS OCULTAS…MENTALISTA. REGRESO A SU SER AMADO...SOLUCIÓN INMEDIATA A TODOS SUS PROBLEMAS DE AMOR, SUERTE, INFIDELIDAD, IMPOTENCIA SEXUAL, TRABAJO, NEGOCIOS, ESTUDIOS. EXPERTO EN HECHIZOS, SALAMIENTOS, CONTRAS, PACTOS, REZOS Y LIGAS – DESCUBRO SU ENEMIGO OCULTO Y EL MAL QUE LE HAN HECHO...

 

Se acomodó en un asiento central y se durmió.

 

Luis Mario Araujo

Sobre el autor

Luis Mario Araújo Becerra

Luis Mario Araújo Becerra

La reserva

Abogado, escritor y docente universitario. Autor de El Asombroso y otros relatos (cuentos), Literatura del Cesar: identidad y memoria (ensayo), Tras los pasos de un médico rural (ensayo), Las miradas a la guerra y La aldea (novela). Ha sido incluido en las antologías Cuentos Felinos 5, Tercera antología del cuento corto colombiano y Antología de cuento y poesía de escritores del Cesar. 

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