Literatura

El pueblo donde hasta el alcalde declama

Félix Molina Flórez

20/12/2012 - 11:19

 

El alcalde de Chinú / Foto: Dina LuzJueves. Chinú. 1:30 p.m. Un sol furioso me da la bienvenida; lo hace también un mototaxista que está parqueado en la Esquina Caliente y quien me hace un gesto con la cabeza como quien quiere pelear. Le pido que me lleve a la casa de la señora Urania de González quien ha ofrecido su casa, (como lo hace desde hace tiempo) para que los invitados especiales al evento se instalen durante los tres días que dura el Encuentro, al que asisto en calidad de jurado.

4 p.m. Aún no imagino lo que me espera. Veo una plaza repleta de gente y decorada con luces navideñas. Los troncos de los árboles están pintados de blanco, como engalanados para algo importante. Meto mi mirada debajo de un árbol y veo a una niña como de seis años que hace unos hermosos gestos con las manos mientras de sus labios surgen unas palabras que la distancia no me permite descifrar. Dirijo mi mirada hacia la izquierda y la imagen se repite; ahora, un niño de unos doce años hace de su cuerpo algo más que una arquitectura ósea: hace movimientos casi poéticos y su mirada se dirige hacia arriba donde se despliega algo azul: quizá la espalda de un cielo solitario. Camino un poco por toda la plaza y siento una revelación gratificante: estoy en un lugar en el que se respiran metáforas. Uno en el que la gente mira a los foráneos con ojos de nobleza y donde, seguramente, se escuchará a alguien recitar algún buen verso de un poeta conocido. Es un lugar en el que se percibe una fragancia poética por todos los lados y eso es bastante bueno.

* * *

Pero todavía no he visto nada. El recorrido turístico que nos hace Miriam (una de las almas del evento) por el pueblo montados en una “chiva” para que conozcamos los lugares más importantes del municipio es solo el abrebocas de lo que vendrá. Una vez en la Casa de la Cultura, nos deja ver una joya histórica. Cuatro grandes libros de contabilidad resguardan poemas escritos desde la década del treinta hasta mitad del siglo XX. Unos poemas escritos con una caligrafía impecable que parece de otra parte. Miriam nos cuenta que la tradición poética en Chinú es tan antigua y arraigada que era costumbre que en las casas hubiera un libro para que los invitados o miembros de la familia escribieran un poema de su autoría o de un autor clásico, para luego recitarlos o declamarlos en reuniones especiales. De eso hace más de ochenta años. Ya empiezo a imaginarme la envergadura del evento al que me invitaron.

En Chinú todos aman la declamación y la poesía. De eso no hay duda. El cura del pueblo se congracia con el evento y presta sin premura el atrio de la iglesia para que instalen un poderoso sonido que servirá para oír las notas melodiosas de porros y fandangos. Son las ocho de la noche. La presentadora anuncia el homenaje a un chinuano que ha resultado ganador de todas las categorías (prejuvenil, juvenil, mayores y ganador de ganadores). El hombre empieza a declamar un poema. Se nota nervioso, como si nunca hubiera hablado ante una plaza repleta. Empieza a declamar “Los siete pecados capitales” del poeta español José Antonio Ochaita. Después de unos minutos finaliza su presentación y la gente lo ovaciona. Me entero, entonces, de que es el alcalde de Chinú a quien entregan una placa, no como burgomaestre, sino como declamador. ¡Aquí hasta el alcalde declama!, me oigo decir mientras observo a la poeta Dina Luz disparar el flash para captar el momento. Al otro extremo veo a un policía que mira tímidamente hacia la tarima como anhelando esos aplausos. Entonces, cuando pareciera que el mejor momento ha pasado, emerge, de detrás del telón la presencia bonachona de Juancho Nieves y su orquesta, quienes dan la bienvenida a los asistentes. Canta los poemas de Nicolás Guillén y Antonio Machado; y portando un sombrero vueltia’o entona con flautas y charango esa hermosa música que tocan los indígenas peruanos. A Juancho lo acompaña en la batería acústica un cirujano plástico.

* * *

Felix Molina y Atilano Salgado / Foto: Dina LuzSábado 8 de diciembre, 2 p.m. Una pequeña niña de cinco años sube a la tarima del auditorio principal de la Casa de la Cultura. Empieza a declamar un hermoso poema de Becker. Increíble que una niña que apenas habla sea capaz de memorizar un poema de tal envergadura. Es increíble que con su débil idioma tenga la habilidad de condensar tal fuerza lírica que hace que los asistentes se ericen. Miro a mi izquierda y veo el rostro absorto de la poeta Nora Carbonell que se nota extasiada. Toca el marco de sus gafas y dibuja una sonrisa tímida en su rostro. Me mira y descubre que la veo: “¡No saben hablar y ya declaman!” murmura. Yo sólo asiento. Cuando pienso haberlo visto todo, entra por la puerta del recinto un anciano sobre una silla de ruedas que es empujado por uno de sus hijos. “Es Atilano Salgado, tiene 99 años y pidió que lo trajeran al evento antes de morir”, me dice Miriam claramente emocionada. Atilano Salgado declama un par de versos mientras el público aplaude. “Si no me he muerto aquí estaré el próximo año”, es lo último que dice antes de marcharse del recinto.

De ahí en adelante escuchamos a más de cincuenta personas declamar. De Palmira Valle, de Chía Cundinamarca, Itaguí Antioquia, Manizales, Bogotá. De Sahagún, de Montería, Sincelejo, del llano y de más lugares, que vienen con la esperanza de convertirse en los ganadores del encuentro de declamadores más importantes de Colombia. Niños, jóvenes y adultos.  Entonces, es cuando entiendo por qué Chinú es uno de los municipios más pacíficos del país. Comprendo, ahí, la importancia del semillero de declamadores en el que trabajan los miembros de la Corporación que organiza el encuentro. Ahí me convenzo de que valió la pena atravesar cuatro departamentos para llegar a ese municipio anclado en la sabana de córdoba a ver un espectáculo que creía desaparecido.

* * *

Regreso a Valledupar con una sensibilidad diferente. Con una música que retumba en mis oídos mientras recuerdo la voz melódica de esos pequeños que hacen de la memoria una gaveta antigua. Me voy con la esperanza de retornar a Chinú tan pronto como me sea posible para respirar un aire cálido. Mientras voy en el carro una sabana amarillenta se desnuda. Y se me ocurre escuchar aquel “Tango del viudo” de Neruda, que siempre quise declamar.

 

A Miriam y Adela,

por permitirme esta experiencia…

 

Félix Molina-Flórez

flex20_06@hotmail.com

Sobre el autor

Félix Molina Flórez

Félix Molina Flórez

Piedra de sol

Félix Molina Flórez (Valledupar 1986). Docente, promotor de lectura y bibliotecario. Ha publicado algunos textos poéticos, narrativos y ensayísticos. La columna "Piedra de sol" es un espacio donde se abordan temas relacionados con la literatura, la cultura y las artes en general.

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