Literatura
Leer no duele

Desde joven he sido un apasionado por la lectura, he pasado por muchas etapas lectoras, pues comencé leyendo al mundo a través de los relatos de mis tías abuelas y mi madre, esos cuentos contados alrededor del fogón de leña donde preparaban los alimentos, luego cuando pasé de “La cartilla de cartón”, es decir el abecedario, en la escuela leíamos en la cartilla “La alegría de leer”, escalando de la número una a la número cuatro, nos sorprendía agradablemente algunas lecturas contenidas en sus páginas, como El perro de las dos presas, La zorra y las uvas, Los dos amigos y el oso, por mencionar algunas.
En esos textos aprendíamos, en primer lugar, a cogerle el gusto a la lectura y a aprender normas de conducta y moral sin las presiones del castigo y los regaños. A partir de esta etapa, con una edad entre los diez o doce años, asistíamos al puesto de alquiler de comics, “paquitos” les llamábamos, los cuales alquilábamos para leer sentados en el andén al lado del marco de madera donde, colgados en cordeles, se balanceaban como ropa tendida al sol, las aventuras de El Llanero solitario, Gene Autry, Hopalóng Cassidy, El Pato Donald, y otros héroes de esa infancia inolvidable. Luego de esas lecturas iniciales e independientes, pasábamos a leer las novelas ilustradas de Santo El Enmascarado de Plata, que tenían formato de libro y contenían 50 o más páginas, lo que obligaba a una concentración mayor.
Ya en el bachillerato, comenzaba la discordia entre el querer impositivo del profe que nos obligaba a leer La María, El Quijote, La Vorágine, etc, y el hábito de lectura independiente que adquirimos en el sitio de alquiler de paquitos, pues ya hacíamos el tránsito hacia una lectura más densa, de las novelitas de vaqueros, de Marcial La Fuente Estefanía y más adelante cuando descubríamos a motu propio, la repetición del patrón narrativo de éste, pasábamos libremente a leer novelitas del Servicio Secreto, FBI, CIA y otras que narraban bajo otro estilo, poblando de dificultad el adivinar anticipadamente el final de la trama, pues siempre daban pistas y distractores que nos llevaban a pensar y perseguir a un inocente creyendo que era el forajido y que llegando al final, nos daban pistas para desconfiar del bueno o que aparentaba serlo y que, finalmente, era el criminal.
Cada vez que podía, leía poemas de Juan de Dios Pesa, Julio Flórez, José Asunción Silva y otros, los que intercalaba con la lectura proscrita de Vargas Vila, el cual a escondidas me deleitó con El Minotauro, Aura y las violetas, La ronda de las horas y otras, creo que estas lecturas independientes cimentaron mi afición por la lectura y las formas escriturales, que no abandono a pesar del tiempo. Naturalmente, me apasioné por lecturas de temas de filosofía, pedagogía, sociología y la literatura, creo que es un hábito sano y que a pesar de algunos baches donde realizo lecturas de otro tipo, de acuerdo a la necesidad del momento, como Internet, manuales de software, noticias, política, etc. No podré abandonar mis lecturas predilectas.
Me considero un escribidor de poemas y, de hecho, llevo desde mi juventud temprana escribiendo versos, de los cuales conservo muchos y he perdido en libretas y discos duros otra gran cantidad, debo confesar, me apasiona los poemas, y, primero en un blog titulado Libertaletra, publicaba poemas de jóvenes poetas amigos y de poetas mayores, pero terminé publicando poesías de poetas universales, ante la negativa de los jóvenes a permitirme publicar sus versos y cuentos, creo que sentían que mi blog era un sitio demasiado humilde para sus aspiraciones y grandeza (estaban en su derecho).
Últimamente, leo en un canal de TickTock poemas de poetas reconocidos y de nuevo le he pedido a los poetas jóvenes del Cesar que me envíen algunos poemas para leerlos y, de nuevo dejan en visto mi mensaje, creo que siguen creyendo que es demasiado humilde mi canal y mi voz para su arte (están en su derecho).
De todas maneras, recomiendo a los profes, a los abuelos, a los padres y madres, a los jóvenes y adultos que lean, que les lean a los jóvenes, a los niños, a los hijos a los nietos y que propicien la lectura independiente, acorde al gusto y sentir del niño o joven; que la lectura debe ser libre, independiente y no obligada.
Diógenes Armando Pino Ávila
Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila
Caletreando
Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).
1 Comentarios
Ni con estas redes lo hacen. De quedan con los titulares. Ahí es donde hace daño la gran prensa. Ellos saben que el nuevo ciudadano mediocizado, les rinde más en sud codicias.
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