Literatura
Temporal de brujas
Recientemente, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, fue presentado el libro de cuentos Temporal de brujas, que reúne seis cuentos, tres de cada uno, de los escritores Jorge Osbaldo y Herwin Salcedo Niño. En un sistema de cara y cruz, estos dos autores abordan la interesante materia de las brujas, las supersticiones y la hechicería; pero con una mirada fresca que se sintetiza en la pregunta: ¿Qué hacemos con las brujas, ahora que no viven en castillos y bosques medievales sino en nuestros pueblos y en nuestras ciudades que, plenas de luces, no pueden disipar el misterio de estos seres? Este breve texto de Wilson Díaz, aborda esa pregunta central.
La dualidad embrujada que existe en Temporal de brujas, por los autores Herwin Salcedo Niño y Jorge Osbaldo, es el hechizo en la contemplación del vuelo ingrávido entre los grabados de don Francisco de Goya al ensayar la pintura o el grabado de una holgura que no es de ángeles y que nos atreveríamos a llamar un vuelo que sorprende a cada momento por su analogía diabólica.
Es allí en donde la imaginación delirante, navega sobre las parcas de estos seis cuentos encapuchados –visión fantástica- realizada en contratiempos desde la levitación del sueño suspendido hacia las brujas acurrucadas a sus pies.
El temporal, por una parte inicia con los siguientes cuentos ``Dominga y la loma de piedras``, ``Clorita y la maceta de claveles`` y ``Aldonza y el árbol de Conciana``… Allí se vislumbra las pócimas, las palabras cabalísticas, el embrujado letargo del tiempo, las estratagemas, los menjurjes, los filtros de amor, los brebajes, los zumos de plantas exóticas, la maldición y la premonición del cometa Ikeya Seki o el cometa de la bruja. En esta caravana de trashumantes, viajan los amarres lóbregos de sinnúmero de instrumentos metàlicos entre ajugas, astrolabios, brújulas, mapas de las constelaciones del zodiaco y varios recipientes de vidrio.
Entonces, decidieron hacer algo que acabaría con toda esa maldad: como en los tiempos de la Santa Inquisición, le harían a la bruja un juicio de Dios, una ordalía, en donde por medio de una prueba que consistía en meter las manos en el fuego durante un tiempo, se sabría si era bruja o no. Si la acusada resistía la prueba, sin quemarse y sin quejarse, era porque Dios la había protegido y, por lo tanto, la declararían inocente de brujería. (Niño, 2024, p. 36, 37).
Ahora bien, todos pueden volar en las sombras imprecisas de alas de lechuza o de murciélagos, junto a los sombreros de obsesión volante de esta caterva infernal dando aullidos por las tinieblas de la noche. Así, finalizan los cuentos ``Sombrero palo de rosa``, ``Sombrero verde oliva`` y ``Sombrero granate. `` Allí la vuelta de tuerca se designa por una charola de plata que prende los sahumerios del encantamiento o sirve el vino en pulidas copas de cobre rosa; la exuberante belladona, la pequeña planta de ruda, papiros, velas, ilustraciones de Doré, William Blake, Sendak entre candelabros de hierros forjados por las llamas.
El cuerpo danzante, por momentos, reflejaba una doncella desnuda y coronada con flores de romero, para luego saltar al de una anciana vestida de negro. Recuerda, recuerda escribiente, el cofre de epístolas dedicadas a mí, me insistía la anciana que, en menos de un parpadeo, pasaba a transformarse en una enorme coneja blanca sin perder el color aceituna de sus ojos. Recuerda, recuerda, escuchaba a continuación la voz seductora de Azucena Orozco que, a la vez, estiraba su lengua bífida hasta donde yo estaba para impregnarme la cara con babas. (Jorge Osbaldo, 2024, 39).
Temporal de brujas es un vuelo nocturno de arpías acostumbradas en desafiar la gravedad entre la región etérea. Cleofás al encaramarse en las torres más altas de la razón, para regocijarse en el relleno hirviente del <> en donde se cruzan las extrañas místicas de los aquelarres por sus brujas viejas, sabias en destinos humanos, concertadoras de amores y poseedoras de fórmulas mágicas. Esas trotaconventos que correteaban en el libro del Arcipreste, o las que dirigen los amores de Calixto y Melibea, la Celestina, la Areúsa, que llegan a convertir sus nombres en adjetivos y se transforman en prototipos.
Esas viejas eternas, inmutables a través de los siglos, que reaparecen en los grabados de Goya, para preparar su infernal banquete, como abominables furias caprichosas que se pavonean entre el municipio de Conciana y la vereda La Cabrera.
El temporal de quimeras, de diablerías, en donde los condenados alucinan con el galope de sus puntas de collares de hechicería. Es allí en donde la pócima de la escritura de sus autores conjura lo fabuloso con lo diabólico, como una larga invocación atravesada por frases seudocabalísticas, con las escabrosas descripciones de los ritos señalados por una tradición literaria clásica que se sustenta en el idilio del acertijo, cuando se manifiesta el trance poseído de la magia y los augurios metamorfoseados por las maldiciones, las lecturas del tarot y las supersticiones pactadas por los ritos eróticos, siempre sospechosos a la suerte de lo burlesco y lo profano.
Wilson Díaz
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