Medio ambiente
La Ciénaga Grande de Santa Marta: tan grande y tan frágil a la vez

Vista en un mapa, la Ciénaga Grande De Santa Marta impone respeto por su tamaño. En su totalidad, suma más de 4200 kilómetros cuadrados y, aunque es difícil asimilar a primeras lo que puede representar esta cifra descomunal, la cartografía nos ayuda a entender su inmensidad: el solo espejo de agua, que suma 730 km2, se estira aproximadamente desde la ciudad de Ciénaga (Magdalena) hasta las estribaciones de Barranquilla, y en un triángulo casi perfecto que incluye un sinfín de ciénagas y lagos, se extiende hasta acercarse a Pivijay, territorios del interior del departamento del Magdalena.
Pero si las cifras no bastan, los superlativos nos ayudan a describirla: la Ciénaga Grande de Santa Marta es la laguna costera más grande y productiva de Colombia[i]. En este punto de la cartografía colombiana, se funden el mar Caribe y siete ríos (entre los que destacan el río Magdalena, el río Fundación y el río Aracataca). Es una tierra bendecida, en donde siempre han abundado los peces y el agua, pero que lleva más de medio siglo languideciendo por culpa del maltrato diario y las negligencias de un entorno que ha dejado de valorar su extrema riqueza.
A espaldas de la carretera que atraviesa Puebloviejo (Magdalena), en la pequeña isla del Rosario, gran parte de la población vive de la pesca y de lo que se pueda vender en la vía a Barranquilla. En esa misma islita, se encuentra la sede de la Asociación de Pescadores Artesanales Amigo del Cultivo “Cría Pez”[ii]: una entidad que lleva décadas defendiendo la actividad pesquera de los residentes y que hoy busca también una transformación integral del relacionamiento con la Ciénaga Grande de Santa Marta.
La asociación nació en el año 2000, cuando la mortandad de peces, la contaminación y acumulación de residuos en la ciénaga se volvió tan alarmante que los pescadores se vieron obligados a unirse para preservar el hábitat en el que vivían con sus familias. Lo hicieron recuperando anualmente unas hectáreas de mangles. Una tarea extenuante en un entorno anestesiado, pero extremadamente necesaria. El equilibrio se estaba rompiendo por completo. Especies animales desaparecían y, al mismo tiempo, menguaban los sustentos.
Subidos en la barca que nos lleva por la Ciénaga Grande, Manuel asiente ante mi asombro: el lugar está lleno de plástico. Envases, bolsas y tapas de todo tipo se amontonan en las orillas, debajo de los manglares, y aunque en estos primeros metros la vista del túnel verde que conforma la vegetación sobre el agua es asombrosa, la omnipresencia del plástico es estremecedora. Los titulares más alarmantes ahora toman sentido. La “Ciénaga Grande de Santa Marta se inunda de plástico”[iii], anunciaba hace unos años El Informador, y, es ahora, para nosotros, una realidad palpable. No hay exageración alguna en lo que dice: “el complejo lagunar estaría contaminándose anualmente con plástico suficiente para llenar 320 veces la capacidad del estadio Metropolitano de Barranquilla”.
“Los ciudadanos no aprenden. Es una labor que nunca termina”, nos explica el motorista Jesús, sentado en la parte trasera de la barca. “Nunca faltan las operaciones de limpieza –añade–, pero a los pocos días todo vuelve como era antes”. Su voz suena afligida y, por otros comentarios, nos deja entender que se requiere algo mucho más grande, algo mucho más ambicioso que las simples “campañas estéticas”, para transformar la forma en que la gente se relaciona con su entorno inmediato.
Al cabo de uno minutos, la ciénaga se abre ante nuestros ojos. De repente, sobresalen las infinitas extensiones de agua, las islitas verdes de manglares, y en cada una de ellas, las garzas reales y los cormoranes se sientan en las ramas más altas. El espectáculo es hermoso. Cuánta belleza y cuánto silencio. En una punta y otra de la Ciénaga, los pescadores, siempre solitarios sobre sus embarcaciones, se dedican a su labor en un ritual sagrado y centenario. Manipulan la atarraya con serenidad y destreza, en la orilla o en las profundidades, en busca de róbalo, sábalo o tilapia. Nada los entretiene, ni siquiera nosotros que pasamos como una estrella fugaz por este inmenso lago de límites improbables.
“Se despiertan cada día entre 3 y 4 de la mañana”, explica Manuel apuntando a uno de los pescadores. Dos garzas lo acompañan en su barca, con la expectativa de hacerse con algún pescado. La imagen es poderosa. Dos tipos de pescadores muy distintos, se acompañan en una misma barca, imperturbables e impasibles. Ambos son testigos de cómo ha ido bajando el nivel del agua y la cantidad de pescado que alberga la ciénaga.
“El cambio climático ha afectado notablemente la Ciénaga”, explica Jesús desde el fondo de la barca. “De tener casi tres metros de profundidad, hemos pasado a tener sólo ochenta centímetros”, añade Manuel en la otra punta. El cambio climático aparece a menudo en las conversaciones. Es un término al que se le presta mucha atención últimamente, por eso los pescadores lo incluyen en sus presentaciones. Ayuda a ilustrar y profundizar los pesares que viven a diario los habitantes, y, sin embargo, la caída del nivel del agua no sólo tiene que ver con ese fenómeno.
En una investigación publicada en ColombiaCheck[iv], la doctora en Ecología y Medioambiente, Sandra Vilardy, explicaba que cinco de los siete ríos que desembocan en la Ciénaga (los ríos Fundación, Aracataca, Tucurinca, Sevilla y Frío) llegan con caudales insuficientes, especialmente en épocas de sequía, “debido a la instalación de talanqueras para intentar desviar sus cauces y a la captación ilegal de sus aguas por fincas de banano y palma africana que la usan para el riego de cultivos”.
Esto genera tensiones dentro de los municipios. Enfrenta a simples ciudadanos con grandes propietarios. Un ejemplo es el que se puede observar en Zona Bananera, donde campesinos han denunciado a dueños de grandes fincas, ubicadas en las partes altas, por el desvío del agua de los ríos Frío, Sevilla y Tucurinca. Pero también se observan conflictos entre municipios, como la denuncia en 2016 del alcalde de Puebloviejo, Wilfrido Ayala, a siete fincas por “la construcción de talanqueras o diques artesanales, con sacos de arena y palos, y de canales artificiales para desviar el agua de los ríos Aracataca y Tucurinca”[v].
Otra investigación publicada por el medio Mongobay[vi] nos revela que una sola empresa bajo el nombre de Servicios Administrativos Bananeros S.A.S (SAB) ha logrado acapararse del 47% de las fuentes de agua en el municipio de Zona Bananera teniendo al mismo tiempo un impacto notable en la vida de las poblaciones vecinas y en toda la Ciénaga Grande de Santa Marta.
Así pues, más allá de la etiqueta sonora y llamativa del “Cambio climático”, los motivos de la bajada del nivel del agua tienen su raíz en la mala gestión de las fuentes de agua, en el uso abusivo e insolidario de los recursos, pero también el casi inexistente control por parte de las autoridades locales para regular los diques y desvíos.
Y, sin embargo, la justicia se pronunció recientemente a favor de las víctimas. En un “histórico fallo en defensa de la Ciénaga Grande de Santa Marta”[vii], el Tribunal Administrativo del Magdalena ordenó en marzo del 2025 a entidades como el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, la Corporación Autónoma Regional del Magdalena (Corpamag) y la Gobernación del Magdalena “a adoptar medidas inmediatas para mitigar el daño ambiental y garantizar el acceso al agua potable a las comunidades afectadas”.
Al oír el eco de esa noticia manar de nuestras bocas, al escuchar nuestros comentarios entusiastas (o inocentes), Manuel y Jesús no parecen reaccionar. Pasan algunos segundos antes de que alcen los hombros con aplomo. Manuel sacude la cabeza. Jesús mantiene la mirada firme en el horizonte. Evidentemente, ya han tenido tiempo de entender lo que esconde un fallo.
––Pues, una cosa es un fallo, y otra cosa es lo que debe pasar para que ese fallo sea ejecutado ––comenta Manuel.
––Es como lo del plástico ––añade Jesús––. Uno puede limpiar la ciénaga entera, pero al día siguiente, todo vuelve a ser igual. El fallo salió hace ya un tiempo, ¿Y algo ha cambiado?
––Nada ––concluye Manuel.
El derrotismo de estos pescadores ambientalistas choca con su disposición para la lucha diaria. Ellos, defensores incansables de la Ciénaga, han perdido la fe en el sistema, pero siguen buscando la forma milagrosa de restablecer el equilibrio en esta región. No creen en los fallos, no creen en las instituciones, no creen en la política, pero creen en la vida, en la naturaleza, y en los seres que vienen a escucharlos. Este tipo de paseos concienzudos al que nos hemos sumado, y en el que nos presentan las verdaderas problemáticas de la Ciénaga Grande, podría ser una forma de sensibilizar a la población, expone Jesús, aunque los pescadores lo ven con recelo. Muchos comentan: ¿Para qué sensibilizar a gente que luego se va lejos y se desconecta del asunto?
Nuestra barca progresa a ritmo lento. A lo lejos se intuye la vaga presencia de la carretera, y a primera vista se acercan los “pueblos palafitos” que se caracterizan por esas casas de madera construidas sobre el agua con estacas y pilotes, que se mantienen milagrosamente fuera en la superficie, pero siempre con el temor de ser engullidas. El afán de vender una “Colombia mágica” hace que se presente a estos pueblos como lugares en “donde las coloridas casas de madera y las canoas son parte vital del paisaje”[viii], o incluso como un “paraíso flotante”[ix], y, sin embargo, son el vivo reflejo de una desgracia social.
Las hileras de casas “anfibias” que encaran la orilla de Tasajeras (corregimiento de Puebloviejo) no son el resultado de un plan urbanístico coherente, sino el fruto de cordones de pobreza alentados por la construcción de una carretera nefasta ecológicamente en la década de 1950-1960, entre Ciénaga-Magdalena y Barranquilla, y de la violencia que desperdigó a miles de campesinos durante las décadas de 1990 y 2000[x]. “Los que construían en el agua chocaban muchas veces con los que habían construido en la tierra ––explica Manuel––. Se peleaban por el derecho a pescar en las aguas de la Ciénaga”.
El silencio y la tranquilidad que ostentan los pueblos palafíticos de la Ciénaga grande de Santa Marta no son garantes de una paz constante. En las aguas subsisten los conflictos, los recelos, las necesidades, el deseo de prosperar y las dificultades estructurales. Es cierto que la electricidad llega a la mayoría de las casas acuáticas de Tasajera (y de muchos pueblos palafíticos), pero la falta de acueductos y alcantarillado, y el tratamiento incompleto de los deshechos, representan grandes factores de contaminación diaria[xi]. Los envases se amontonan sin ley ni orden, mientras que los habitantes luchan por organizar su vida diaria. Llevar a los niños al colegio, en tierra firme, no es una tarea fácil a pesar de ciertos arreglos e iniciativas dentro de la comunidad.
La Ciénaga Grande de Santa Marta es un microcosmos con sus centrismos y periferias, sus inclemencias y hermosuras. Uno de los paisajes naturales más ricos en biodiversidad del país, pero empobrecido y enrarecido extraordinariamente por la acción humana. Los suspiros de los guías de la asociación “Cría Pez” también son los nuestros, humildes viajeros de paso que tratan de entender la magnitud del desastre que avanza.
Ya de regreso al punto de partida, Manuel nos señala el mar Caribe con un dedo y nos explica que el nivel de sus aguas sube de manera alarmante. “La NASA calcula que, para el año 2050, Puebloviejo, Tasajera y la isla de Salamanca podrían desaparecer completamente bajo las aguas del mar”, comenta con los ojos saltones. Ahora vuelve el Calentamiento global (o Cambio climático), pero esta vez, sin paliativos ni explicaciones posibles de mala gestión o de abuso local. Es la cereza sobre el pastel. Las proyecciones de Climate Central[xii] lo corroboran: el Santuario de Flora y Fauna Ciénaga Grande de Santa Marta, y, por consecuente, todos los municipios costeros de esta zona, están en riesgo de desaparecer.
Pocas veces se reúnen tantas problemáticas en un solo paseo. Pocas veces se entrelazan tantas intrigas en una desgracia. Le pregunto candorosamente a Manuel: ¿Ha llegado a pensar en lo que pasará con los habitantes de Puebloviejo si el mar se lo traga absolutamente todo? El silencio de la ciénaga vuelve a imponerse. La pregunta no le parece tan boba. Para nada. Su expresión denota que, en algún momento, ya se la había planteado. Por eso, después de unos segundos, me responde con la frente fruncida:
––Tocará emigrar, seguramente.
Johari Gautier Carmona
@JohariGautier
[i] Aida Américas. “Conservando la Ciénaga Grande de Santa Marta”. Recuperado de: https://aida-americas.org/es/conservando-la-cienaga-grande-de-santa-marta
[ii] Cría Pez. https://tierragrata.org/cria-pez
[iii] El Informador. “Ciénaga Grande de Santa Marta se inunda de plástico”. 01 de diciembre del 2022. Recuperado de: https://www.elinformador.com.co/index.php/el-magdalena/83-departamento/288839-cienaga-grande-de-santa-marta-se-inunda-de-plastico
[iv] Paola Benjumea Brito. “Los ríos que se roban antes de llegar a la Ciénaga Grande de Santa Marta”. Colombiacheck.com. Recuperado de: https://es.mongabay.com/2019/04/colombia-cienaga-grande-de-santa-marta-agua-banano-palma/
[v] IDEM. “Los ríos que se roban antes de llegar a la Ciénaga Grande de Santa Marta”. Colombiacheck.com. Recuperado de: https://es.mongabay.com/2019/04/colombia-cienaga-grande-de-santa-marta-agua-banano-palma/
[vi] Mongobay. “Concesiones de agua afectan ríos de la Ciénaga Grande de Santa Marta y están en manos de pocos empresarios”. 2 de abril del 2019. Recuperado de: https://es.mongabay.com/2019/04/colombia-cienaga-grande-de-santa-marta-agua-banano-palma/
[vii] Senado.gov.co. “Histórico fallo en defensa de la Ciénaga Grande de Santa Marta tras recurso presentado por el Senado”. 10 de marzo del 2025. Recuperado de: https://www.senado.gov.co/index.php/component/content/article/19-presidencia-del-senado/6273-historico-fallo-en-defensa-de-la-cienaga-grande-de-santa-marta-tras-recurso-presentado-por-el-senado
[viii] Colombia Travel. “Conoce los Pueblos palafito de la Ciénaga Grande”. Recuperado de: https://colombia.travel/es/cienaga/conoce-los-pueblos-palafito-de-la-cienaga-grande
[ix] Revista Cromos. ”Un viaje a los pueblos palafito del Magdalena: un paraíso flotante”. 15 de noviembre de 2023. Recuperado de: https://www.elespectador.com/cromos/famosos/un-viaje-a-los-pueblos-palafito-del-magdalena-un-paraiso-flotante/
[x] Norman Alarcón Rodas. “Tasajera: de exuberancia pesquera a pobreza infernal”. Diario La Libertad. 14 de julio del 2020. Recuperado de: https://diariolalibertad.com/sitio/2020/07/14/tasajera-de-exuberancia-pesquera-a-pobreza-infernal/
[xi] César Barrera Palomino. “La vida en pueblos palafitos del Magdalena: magia, problemáticas y secuelas de una masacre”. 08 de agosto del 2022. Recuperado de: https://www.elinformador.com.co/index.php/mas/aniversarios-el-informador/el-informador-64-anos/282136-la-vida-en-pueblos-palafitos-del-magdalena-magia-problematicas-y-secuelas-de-una-masacre
[xii] Daniel Esteban Reyes Espinosa. “El nivel del mar amenaza con sumergir 60 municipios de Colombia para 2050”. Infobae.com. 05 de noviembre del 2024. Recuperado de: https://www.infobae.com/colombia/2024/11/05/el-nivel-del-mar-amenaza-con-sumergir-60-municipios-de-colombia-para-2050/
Sobre el autor

Johari Gautier Carmona
Textos caribeños
Periodista y narrador franco-español. De herencia antillana. Dirige PanoramaCultural.com.co desde su fundación en 2012.
Escribe sobre culturas, África, viajes, medio ambiente y literatura. Todo lo que, de alguna forma, está ahí y no se deja ver… Autor de "El hechizo del tren" (Ediciones Universidad Autònoma de Barcelona, 2023), "África: cambio climático y resiliencia" (Ediciones Universidad Autónoma de Barcelona, 2022), "Cuentos históricos del pueblo africano" (Ed. Almuzara, 2010), Del sueño y sus pesadillas (Atmósfera Literaria, 2015) y "El Rey del mambo" (Ed. Irreverentes, 2009).
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