Medio ambiente

Cuando el bosque arde, se apaga la vida

María Ruth Mosquera

08/09/2015 - 06:30

 

La sentencia es literal. Millones de hectáreas de bosque en el mundo están siendo consumidas por el fuego justo en este momento. Los titulares en diversos medios han sido recurrentes y alarmantes, las imágenes dan cuenta de una devastación desoladora, muchas personas han tenido que salir de sus hogares huyéndole a las llamas -un bombero no alcanzó a salvar su vida- y las entidades competentes en temas ambientales y de atención del riesgo han dado su veredicto: ¡Estamos en alerta roja!

Las cifras hablan por sí solas: Para el caso de Colombia: el ministerio de Ambiente habla de 68.000 hectáreas de vegetación reducidas a cenizas en lo que va corrido del presente año; con un dato de 3.000 incendios forestales reportados, teniendo en cuenta que un alto porcentaje de estos eventos no llegan a oídos de autoridades ni medios de comunicación. El promedio da cuenta de 21 incendios diarios, muchos de ellos en el mismo municipio, sobretodo en la zona andina, que presenta el mayor número de casos documentados; en síntesis, el 80% del país se encuentra en alerta.

Al revisar los casos por departamentos, se encuentran datos alarmantes en zonas como Tolima, donde se cuentan hasta 25 municipios afectados, 22 incendios simultáneos y ocho personas lesionadas; en Cali, en los cinco primeros meses del año se contaron 250 incendios, 64 de ellos en las zonas rurales. En Villa de Leyva, Boyacá, un solo evento arrasó con 350 hectáreas de bosque y requirió la intervención de 500 hombres y cuatro helicópteros de la Fuerza aérea para controlarlo; en Yumbo, Valle del Cauca, se quemaron 500 hectáreas en un incendio de cuatro días; en Cundinamarca, el reporte es de 24 incendios en diferentes municipios, contándose más de 1.300 hectáreas devoradas por las llamas;  en Huila, la cifra es de 37 municipios afectados.

Llegando al Caribe colombiano, el departamento más afectado es Bolívar, con 44 municipios en alerta roja. No obstante, basta viajar por las carreteras para ver cómo arden los cerros y valles de toda la región; sin que muchos de estos fuegos se reporten, se atiendan oportunamente para o se conozcan las causas que los originan.

En el mundo, el panorama no es más alentador, para citar sólo un caso, unos 20 incendios en California arrasaron viviendas, unas 800 hectáreas de bosque, obligaron a cientos de personas a salir de sus casas y le provocaron la muerte a un bombero.

La situación es preocupante porque, como lo manifiesta el IDEAM, “la alta diversidad biológica, la sostenibilidad de los recursos agua y suelo, así como algunas actividades humanas se ven afectadas en Colombia de forma notoria por los incendios. Este fenómeno se presenta de manera recurrente en gran parte del país, en especial durante los periodos secos prolongados, durante los cuales los ecosistemas tropicales húmedos y muy húmedos pierden parte de los contenidos de humedad superficial e interior, incrementando sus niveles de susceptibilidad y amenaza hacia la combustión de la biomasa vegetal que los compone”.

Lo dicho por el IDEAM es ratificado por el sargento Ariel Romero, del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Valledupar, quien afirma que una tierra por la que haya pasado el fuego necesita mínimo 30 años para recuperarse, dejándola quieta o sembrando especies nativas en ella, pues “el fuego quema todo, debilita el suelo, mata los microorganismos que alimentan la tierra, esta se vuelve estéril, se pueden producir deslizamientos por erosión; cuando caen esas fuertes lluvias, las avalanchas en los ríos van cargadas de tierra, piedras... La afectación es grande”.

Asegura este experto, que lleva 16 años enfrentándose a las llamas, que en el Cesar se está presentando un caso curioso y es que en zonas de alta frecuencia de incendios forestales, como Pueblo Bello, por ejemplo, han disminuido, mientras que en otras en las que no se presentaban, están ocurriendo, como un caso que afectó unas 800 hectáreas, en los municipios de Pailitas, Curumaní y Pelaya. Esta disminución obedece, según Romero, a que se han adelantado trabajos desde Corpocesar con las comunidades, en temas de prevención de estos casos, y en temas jurídicos, ya que provocar un incendio forestal es un delito que es penalizado hasta con 12 años de prisión. En este momento, el departamento jurídico de Corpocesar adelanta dos de estos procesos.

Pero qué ha hecho que se esté quemando el bosque. Helman Cuadrado, ingeniero agrónomo, vinculado a un proyecto de conservación y uso sostenible de la biodiversidad del bosque seco tropical en Colombia, que lidera el PNUD con socios como la Corporación Paisajes Rurales, el fondo Patrimonio Natural y el Instituto Humboldt y las Corporaciones Autónomas Regionales de seis departamentos, dice que la mayoría de veces estos fuegos se inician en  tareas del agro, “por la expansión de la frontera agrícola: los campesinos usan como método para la preparación del terreno la tumba y quema del monte. Le prenden fuego a veces sin ningún tipo de control, sin guardarraya; los tiempos de ahora son más secos que los de antes y la temperatura alcanza unos niveles más altos y eso es propicio para que el suelo arda. La mayoría de los incendios forestales son ocasionados por la práctica de la tumba y la quema”.

“A mí se me quemó todo”, dijo con ojos aguados un campesino de la zona rural de Dibulla, en La Guajira, en un taller de prevención de los muchos que adelantan en el marco del citado proyecto de Bosque seco. Relató el hombre del campo que hizo la guardarraya como medida preventiva para hacer la quema, pero que le fuego se salió de control. En su caso, según lo relató, hizo llamados a las autoridades, pero su caso no fue atendido y su tierra fue reducida a cenizas, incluido un árbol milenario al que para abarcarlo se requerían siete hombres.

Dice Cuadrado que “lo ideal sería no quemar, pero sabemos que eso no es fácil cambiarle la concepción a un campesino”, entonces sugiere que se tomen medidas para las quemas: Ampliar la guardarraya, avisarle a los vecinos, tener herramientas como bomba de espalda y los elementos básicos”. En ese caso, la quema sería reemplazada por la práctica llamada ‘tumba y pudre’, que es repicar el monte lo más pequeño posible y dejarlo que se pudra, para luego sembrar; pero esta resulta un negocio poco atractivo para los agricultores porque implica una mayor inversión en tiempo y recurso humano, aunque para la conservación del suelo sea el método ideal, ya que un terreno que es sometido a una quema para cada siempre termina convertido en un área estéril.

“Esta sequía nos está acabando”, expresó otro campesino de la zona de Garupal, en Valledupar, que relataron cómo un cerro empezó a arder sin que se sepa cómo se inició el fuego. Pero a las prácticas de los agricultores se suman otras causas que pueden provocar el fuego, como cazadores que en ocasiones prenden el bosque para que la candela haga salir a los animales de sus escondites y así poderlos cazar. Otras razones como vidrios en los bosques, rayos, volcanes o terremotos; no obstante, el 95% de estos eventos son causados por personas, ya sea intencional o accidentalmente.

Los incendios pueden comenzar muy pequeños o intentar ser controlados, pero el incremento de las temperaturas, la fuerza de los vientos y la falta de lluvia hacen que se salgan de control.

El llamado es entonces a un trabajo juicioso de prevención, de toma de consciencia para cuidar entre todos, ya que  de continuar la tendencia, la situación se volvería insalvable para este planeta, ya que si en tan solo ocho meses se han quemado 68 mil hectáreas de bosque y para su recuperación se necesita 30 años, sumado al gran acumulado de suelo quemado en años anteriores; más la gran cantidad de dióxido de carbono que se está liberando con estas quemas, afectando la salud de la atmósfera y de los seres humanos, más las muerte y desplazamiento de especies de fauna que provocan las llamas, más las otras formas de intervención que hoy sufre el bosque… ¿Qué quedará para las futuras generaciones?

Hay que cuidar lo poco que queda, porque con cada incendio se están provocando cientos de muertes. Ariel Romero lo resume así: “Cuando el bosque arde, se apaga la vida”.

 

María Ruth Mosquera

@sherowiya

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