Medio ambiente
El árbol prisionero
Los primeros rayos del sol llegaban perpendiculares y aquella semilla brotó y germinó. La primera hojita se fue formando, luego la segunda con formas dentadas. Fue creciendo en dirección horizontal y recta, hacia un espacio de luz, al final de aquel corral que le hicieron para su protección, eso creía él. Se alimentó de los nutrientes que le proporciona la tierra y siguió creciendo y brotando hojas. Por alguna razón natural, sentía la necesidad de crecer y crecer por la dirección que le proporcionaba aquel corral de protección, muy extraño ya que por las noches estaba frío y en el día, caliente.
Varios meses creciendo siempre en línea recta, sin espacios para expandir sus ramas, pero al llegar al final de aquel corral de protección, logró sacar una y empezó a agrandar su grosor. Fue tanta la fuerza de aquella rama del árbol que logró desprender la soldadura final y abrirse al cielo.
Así pudo ramificarse y, por fin, contribuir con la creación, regalar a los humanos su sombra y la purificación del aire. Aún en su etapa adulta, se sentía asfixiado. Algo lo apretaba y trataba de soltarse, esperando que algún ser de la tierra le quitara los grilletes y lo liberara de aquel infortunado tormento. O en el peor de los casos, que lo derribaran para hacer otra columna de hierro de la cual ha sido esclavo.
La historia del árbol prisionero refleja la lucha constante por la libertad y el crecimiento personal. A pesar de las adversidades y las limitaciones impuestas por su entorno, el árbol persiste en su búsqueda de expansión y contribución al mundo que lo rodea. Su capacidad para romper las barreras impuestas y alcanzar nuevas alturas simboliza la fuerza y la determinación que todos poseemos para superar los obstáculos y alcanzar nuestro potencial completo.
Así, el árbol prisionero nos recuerda la importancia de la perseverancia y la resistencia ante la adversidad, así como la belleza que puede surgir de la superación de los desafíos.
"El Canto del Árbol Prisionero"
En un rincón de tierra árida y sombría,
Buscando la libertad en un destino anhelado.
Un árbol yace preso en su agonía.
Sus ramas extendidas, anhelantes de cielo,
Sus raíces aferradas a la tierra fría,
El viento susurra sus secretos más lazos.
Testimonian la lucha por sobrevivir cada día.
Mientras el sol besa su copa con tímidos rayos,
Árbol prisionero, en tu encierro eterno,
A través de tus hojas, el aire murmura,
tu verdadera grandeza se oculta en lo interno.
historia de esperanza que el alma abraza.
Rompe tus cadenas, árbol valiente,
Eleva tus ramas hacia el espacio universal,
Libera tus sueños, tus deseos ardientes.
y encuentra en la libertad tu propósito vital.
Que tus raíces profundas, en la tierra arraigadas,
sean la fortaleza en tus batallas libradas.
Que tus hojas verdes, como alas desplegadas,
Te lleven a nuevos horizontes, sin desvíar tu mirada
Árbol prisionero, símbolo de fortaleza,
Que tu lucha nos enseñe a ser libres,
Y tu historia inspire en cada naturaleza.
Aunque estemos atrapados en los confines.
Que tu poesía perdure en el viento,
Y encuentres la paz que el universo gobierna.
Como un canto de esperanza en cada momento.
Árbol prisionero, de tu soledad eterna,
Luis Carlos Guerra Ávila
Tachi Guerra
Sobre el autor
Luis Carlos Guerra Ávila
Magiriaimo Literario
Luis Carlos "El tachi" Guerra Avila nació en Codazzi, Cesar, un 09-04-62. Escritor, compositor y poeta. Entre sus obras tiene dos producciones musicales: "Auténtico", comercial, y "Misa vallenata", cristiana. Un poemario: "Nadie sabe que soy poeta". Varios ensayos y crónicas: "Origen de la música de acordeón”, “El ultimo juglar”, y análisis literarios de Juancho Polo Valencia, Doña Petra, Hijo de José Camilo, Hígado encebollado, entre otros. Actualmente se dedica a defender el río Magiriamo en Codazzi, como presidente de la Fundación Somos Codazzi y reside en Valledupar (Cesar).
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