Música y folclor
El indio Manuel María (1974 – 2004)

Hace cuatro meses se cumplieron cincuenta años de que la hermosa canción “El indio Manuel María”, grabada por el recordado conjunto de los Hermanos Zuleta, deleitó al universo vallenato desde el mismo instante en que hizo su aparición en el mercado musical, dominado en esa época por la casa disquera CBS, más tarde llamada Sony Music, con sede en la capital de la República. Corría el mes de abril de 1974, cuando la inmensa fanaticada zuletista se vistió de gala con la publicación del elepé “Río crecido”, el cual se había anunciado con antelación y cuyo lanzamiento era esperado con una expectativa desbordante en el ambiente caribeño. En el álbum aparecieron doce temas de factura impecable, entre los cuales, “El indio Manuel María” logró posicionarse desde un comienzo en los primeros lugares, dentro de la escala de las preferencias que identifican el entusiasmo de los amantes de la insuperable música vallenata. Esta preferencia, por supuesto, se hizo visible en las diferentes emisoras locales y regionales, en los bares y cantinas, en las tómbolas y casetas, en las parrandas familiares y en todos los lugares recreativos, donde la música zuletista marcaba el entusiasmo colectivo y era el centro de atracción.
La aparición del long play “Río crecido” coincidió con el fervor de la campaña presidencial que culminó con el triunfo de Alfonso López Michelsen, el domingo 21 de abril de 1974, quien derrotó en las urnas a sus homólogos delfines, Álvaro Gómez Hurtado y María Eugenia Rojas de Moreno Díaz. La victoria del candidato liberal, muy reconocido por tener fuertes lazos de fraternidad con la Villa del Santo Ecce Homo, fue celebrado en toda la región Caribe con la belleza impactante de “El indio Manuel María” y las once canciones restantes que enriquecieron el larga duración: “Río Crecido” de Julio Fontalvo, canción que sirvió de título al elepé, “Mi salvación” de Poncho Zuleta, “Juana Bautista” de Tobías Enrique Pumarejo, “Rosalbita” de Álvaro Cabas, “La muerte del buen amigo” de Julio Oñate Martínez, “Candelaria” de autor desconocido, “Nostalgia de Poncho” de Rafael Escalona, “La celosa” de Sergio Moya Molina, “Sabor a primavera” de Rafael Sánchez Molina, “Reminiscencias” de Antonio Serrano Zúñiga y “Protesta parrandera” de Nicolás Bolaño Calderón. El triunfo lopista alcanzó su máxima satisfacción, entre el 16 y 19 mayo, días en que se celebró la séptima versión del Festival de la Leyenda Vallenata.
Con la grabación de “El indio Manuel María”, su autor, Emiliano Zuleta Baquero, quien más tarde fue identificado como “El viejo Emiliano”, para diferenciarlo de su hijo Emilianito, logró sustentar su reconocida tradición musical y demostrar que seguía siendo uno de los grandes compositores de la juglaría vallenata. Una aureola que lo venía iluminando desde los años cuarenta, cuando compuso la “Gota fría”, considerada desde entonces como una de las canciones más emblemáticas de la música vernácula. “El indio Manuel María”, compuesto en ritmo de paseo, se ganó el sentimiento popular por cantar un tema costumbrista que tiene presencia en todas las regiones colombianas: “El brujo, curioso o curandero que se gana la vida haciéndoles milagros a la gente con poderes sobrenaturales y enriqueciendo sus arcas personales con los cobros que factura. Y, como es bien sabido por todo el fanatismo sensiblero, los milagros van desde la sanación de enfermedades incurables hasta la consecución de algunos amores difíciles o prohibidos, pasando por la adquisición de fortuna, el descubrimiento de tesoros, el regreso de familiares ausentes hace mucho tiempo y los males causados a otra persona, hasta conseguir su muerte.
“El indio Manuel María” se encuentra estructurado en cuatro estrofas isométricas, de cuatro versos octosílabos con rima parcial, alternada o abrazada, según el gusto del autor. En el contenido de la canción se identifican claramente las tres partes que componen un tema argumentativo: la introducción, el desarrollo y la conclusión. La primera estrofa, que constituye la entrada, o introducción, es utilizada por el autor para presentar la identificación del protagonista de la composición, y para un ajuste melódico, los versos se repiten en pares: “El indio Manuel María, / que vive en Guayacanal, / El Indio Manuel María, / que vive en Guayacanal. / Ése si sabe curar, / con plantas desconocidas, / ése si sabe curar, / con plantas desconocidas”. Sigue la segunda estrofa, a manera de argumentación, para sustentar la importancia del protagonista: “Como se dejan quitar / los médicos su clientela, / como se dejan quitar / los médicos su clientela, / de un indio que está en la Sierra / y cura con vegetales, de un indio que está en la Sierra / y cura con vegetales”. Y para acentuar el sentimiento, el cantante utiliza la exclamación ¡Ay!, al comienzo de los versos.
En la tercera estrofa, la argumentación es ambientada con una afirmación del autor empleada para sustentar la capacidad curativa del protagonista y dar mayor credibilidad a su oficio: “Yo tuve una enfermedad / que nadie la conocía, / yo tuve una enfermedad / que nadie la conocía. / Y sólo me pudo curar / el indio Manuel María, / y sólo me pudo curar / el indio Manuel María”. Con esta aseveración, queda claro que el autor pone en duda la capacidad profesional de los médicos, quienes no fueron capaces de sanarle la enfermedad. La estrofa cuatro, cierra el argumento, y, a manera de conclusión, justifica por qué la gente de la ciudad prefiere los servicios del indio curandero: “Al indio Manuel María / lo busca la gente del centro, / al indio Manuel María / lo busca la gente del centro. / Será por entendimiento / o será por economía. / Será por entendimiento / o será por economía”. La dubitación que presentan estos versos nos genera una interrogación: ¿Cuál es la razón para que la población citadina se vuelque a buscar los servicios del curandero indígena? La respuesta es obvia: los aciertos que demuestra el “médico de Guayacanal” en la curación de los diferentes tipos de enfermedades que acechan a las personas.
Y como es natural en la narrativa vallenata, el recorrido de la canción está sazonado con diferentes dichos o expresiones que lanza el cantante o algún integrante del conjunto. Estas expresiones, generalmente, se escuchan en los espacios interestróficos. Por ejemplo, al final de la segunda estrofa, cuando el autor dice: “Como se dejan quitar / los médicos su clientela, / de un indio que está en la Sierra / y cura con vegetales”, uno de los coristas exclama “Y es que cura, y pone a la gente pipona también es verdad”. Esta frase nos da luces para pensar que la población recurre a los servicios del “indio prodigioso” para buscar medicamentos y hacerle daño a cualquier semejante, bien por algún resentimiento, bien por alguna venganza. Y antes de empezar la tercera estrofa, Poncho Zuleta exclama ¡Qué viva el maranguango! También, al final de la última estrofa, cuando el compositor dice: “Al indio Manuel María / lo busca la gente del centro. / Será por entendimiento / o será por economía”, se oye una voz que afirma: “Por algo es”. Con esta expresión, nuevamente se enfatiza en la confianza que tiene la gente sobre las propiedades curativas del indio, demostrando con ello que tienen relegadas a la medicina profesional.
En cuanto al análisis musical, es sorprendente la maestría que emplea Emilianito Zuleta en el manejo del acordeón, generando unas notas cautivantes que paralizan la atención y penetran profundamente en el sentimiento de los oyentes. Desde el arranque de la canción, la nota desgranada del digitador, simulando una marcha interminable, causa un inmenso deleite que invade el espíritu e impulsa a generar un movimiento corporal siguiendo la melodía, hasta satisfacer con toda plenitud las sensaciones más agradables que experimentan todas las personas, cuando escuchan canciones que les emocionan el alma. Algo similar a cuando escuchamos las notas de nuestro Himno Nacional. Por esta razón, cuando, por casualidad o por propia voluntad, escuchamos “El indio Manuel María”, hacemos un alto en el pensamiento, para saborear plácidamente la belleza de sus notas y complacernos en la intimidad. Sin lugar a dudas, pocos acordeonistas, como Emilianito Zuleta, tienen este prodigioso talento musical. Esta es la razón para que Poncho Zuleta se llene de orgullo exclamando a voz en cuello que su hermano Emilianito es el mejor acordeonista del mundo y no tiene rivales de peso en el manejo de este instrumento.
Y a propósito de “El indio Manuel María”, en varias ocasiones y en distintos escenarios he retado a muchos acordeoneros, sobre todo, a aquellos que se ganan la vida ofreciendo canciones en bares y cantinas o en sitios turísticos, para que toquen “El indio Manuel María”, empezándolo igual a como lo hace Emilianito. Se quedan pensando, lo han intentado y nunca, jamás, ninguno lo ha logrado. Inclusive les he ofrecido cuatro o cinco veces más del valor que cobran por las canciones, y todos se han rajado. La mayoría lo comienzan imitando la melodía que encierra la letra cantada. Es una “prueba de fuego” que le aplico a todos los que cargan el acordeón en el hombro, significando dominio en la ejecución de este instrumento. Y esta misma “prueba de fuego” suelo aplicarla con otras canciones antológicas, exigiendo solamente que sean comenzadas como las originales. Entre ellas atesoro a “Amor sensible”, “Mi gran amigo”, “Igual que aquella noche” y “No voy a Patillal”, canciones, donde los comienzos, ejecutados por Miguel López y Colacho Mendoza, resultan difíciles de igualar. Y como éstas, hay muchísimas canciones más, cuyos comienzos se tornan muy complicados para los acordeoneros de la montonera.
“Siempre que oigo ‘El indio Manuel María’ me dan ganas de irme para Guayacanal”, me dijo en cierta ocasión un amigo, al tiempo que hacia señales hacía la boca con el dedo gordo de la mano derecha, significando las ganas de beber. “Esa es una canción fuera de serie, sobre todo, por la belleza de las notas que canta Emilianito, y apenas lo oigo, me transformo”, complementó. Y como este amigo, es infinita la lista de mis amistades, que son fanáticas de la música zuletista y, muchas veces, sólo prefieren escuchar “El indio Manuel María”. Y recuerdo que, en 1974 cuando se proclamó esta canción, yo estudiaba en Tunja, y junto con mi recordado compadre Jairo Tapia Tietjen, natural de Codazzi, q.e.p.d., fuimos impulsores de la música vallenata en esta ciudad. En un programa radial, llamado “Revista vallenata”, que transmitía mi compadre todos los domingos por Radio Tunja, en el cual los oyentes podían solicitar canciones, “El indio Manuel María” era el disco más pedido. Yo le colaboraba a mi compadre como secretario del programa y le llevaba el récord de las canciones solicitadas. Desde esa época desperté mi entusiasmo y devoción por la música vallenata, y, también, desde esa época vengo considerando que “El indio Manuel María” fue y sigue siendo una de las canciones más hermosas y más escuchadas del muy recordado conjunto de los hermanos Zuleta.
Eddie José Daniels García
Sobre el autor

Eddie José Dániels García
Reflejos cotidianos
Eddie José Daniels García, Talaigua, Bolívar. Licenciado en Español y Literatura, UPTC, Tunja, Docente del Simón Araújo, Sincelejo y Catedrático, ensayista e Investigador universitario. Cultiva y ejerce pedagogía en la poesía clásica española, la historia de Colombia y regional, la pureza del lenguaje; es columnista, prologuista, conferencista y habitual líder en debates y charlas didácticas sobre la Literatura en la prensa, revistas y encuentros literarios y culturales en toda la Costa del caribe colombiano. Los escritos de Dániels García llaman la atención por la abundancia de hechos y apuntes históricos, políticos y literarios que plantea, sin complejidades innecesarias en su lenguaje claro y didáctico bien reconocido por la crítica estilística costeña, por su esencialidad en la acción y en la descripción de una humanidad y ambiente que destaca la propia vida regional.
2 Comentarios
Hola amigo, buenos días, cómo siempre muy ameno el relato, Dios te siga bendiciendo , un abrazo
Excelente nota profesor Daniels. Su estilo, profundidad en el tema y la extensión de sus palabras enriquecen el conocimiento. Una lectura fácil, amena y divertida para quienes nos gusta la música de acordeón. Felicitaciones estimado Profesor.
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