Música y folclor
El papel del juglar en la expansión comercial del vallenato: tradición y modernidad
El tema del llamado "juglar" en el folclor vallenato es controversial, ya que, hoy en día, muchos críticos opinan sobre si este término ha evolucionado con el tiempo o si debemos limitarnos a sustentar la esencia de su creación.
Desde sus inicios, se argumenta que el verdadero juglar era aquel músico que iba de pueblo en pueblo llevando mensajes y razones que la gente enviaba a familiares o amigos que vivían lejos. Para ganarse unos pesos, ellos les ponían música a esos mensajes y componían versos. Estas apreciaciones se encuentran en muchos escritos de entrevistas realizadas, en las cuales los juglares mismos relataban sus experiencias, como es el caso puntual de Leandro Díaz, como para nombrar uno.
No podemos ignorar que en ese tiempo no existía la tecnología de hoy en día, y se transportaban en burros, caballos o, sencillamente, caminaban largas jornadas.
Pero bueno, detengámonos en el origen de la palabra “juglar” para acercarnos un poco a su etimología.
En el diccionario, aparece de la siguiente manera: antiguamente también "joglar", era un artista ambulante en la Edad Media. A cambio de dinero o comida, ofrecía su espectáculo callejero en las plazas públicas y, en ocasiones, era contratado para participar como atracción y entretenimiento en las fiestas y banquetes de reyes y nobles.
Habitualmente acompañaban a los trovadores o interpretaban sus piezas, y si no tenían señor, interpretaban su propio repertorio. Dejaban de ser juglares para convertirse en trovadores. Un noble podía, por ejemplo, componer alguna poesía para un rey y enviar a su juglar para que la interpretara.
Podemos deducir, entonces, que el juglar era un artista del entretenimiento en la Europa medieval, dotado de habilidades para tocar instrumentos, cantar y contar historias o leyendas. Incluso se puede afirmar que eran plagiadores, ya que tomaban piezas de otros trovadores para adaptar sus mensajes o leyendas. Además, pertenecían a la clase baja.
También encuentro que la palabra juglar se remonta al término francés antiguo ménestrel, que significa "animador sirviente", con los mismos argumentos expresados en este artículo. Ahora bien, el término juglar deriva del francés antiguo ménestrel (también menesterel, menestral), que a su vez es un derivado del italiano ministrello (más tarde menestrello), proveniente del latín medieval ministralis, que significa "retenedor", una forma adjetiva de minister en latín, que significa "asistente" o "servidor".
Pero etimológicamente, la palabra juglar proviene del latín jocularis ("gracioso" o "risible"), que a su vez deriva del sustantivo jocus, que significa "broma", "chanza" o "diversión".
En la Biblia también se hace referencia a esta palabra. En hebreo, un juglar es quien toca un instrumento de cuerda. Hay referencias en el Libro de Samuel a David como un juglar tocando para Saúl. En algún momento, la palabra se amplió para abarcar a los intérpretes de otros instrumentos, incluida la flauta, como se menciona en Eclesiastés y Jeremías.
Así pues, nuestra herencia proviene del viejo continente, y este término influyó de alguna manera en nuestros primeros trovadores y músicos del folclore vallenato. Cuando se menciona esta palabra en Colombia, aparece en el diccionario como: "Eran campesinos que llevaban las noticias, componían, tocaban acordeón y cantaban". "Se codeaban con el pueblo", según la frase del folclorista Alfonso Cortés Marroquín. Siguió, entonces, la hegemonía de la clase baja, dado que nuestros primeros juglares eran trabajadores de fincas y jornaleros.
Mi pregunta es si hoy en día este término se puede aplicar a las nuevas generaciones dedicadas al marketing y a la expansión comercial de nuestra música vallenata, a pesar del avance sustancial de las comunicaciones y la tecnología. Inicialmente, se pasó de llevar razones y mensajes de pueblo en pueblo con música (caminando y a caballo) a realizar parrandas en fincas y patios de las casas de los pudientes. Luego, con la llegada del vehículo automotor y ya organizados en grupos de tres (acordeoneros, caja y guacharaca), se movilizaban a otros pueblos para amenizar fiestas patronales. Posteriormente, incluyeron guitarra, bajo y congas, y se desplazaban de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad. El espectáculo llegó a la necesidad de crear casetas o sitios cerrados donde se cobraba una entrada, y se masificó, dejando de ser regional. Salió del campo a la ciudad.
Aunque el término "juglar" originalmente se refería a los artistas itinerantes de la Europa medieval, hoy en día se podría usar de manera metafórica para describir a aquellos que, en el contexto moderno, actúan como embajadores culturales o promotores de la música vallenata. En el mundo del marketing y la expansión comercial, los "juglares" contemporáneos podrían ser aquellos que llevan la música vallenata a nuevas audiencias, utilizando estrategias modernas de comunicación y tecnología para expandir su alcance.
El vallenato ha evolucionado y se ha adaptado a los avances tecnológicos y cambios en la sociedad. Los "juglares" modernos podrían ser los músicos, promotores, y estrategas de marketing que usan nuevas plataformas para conectar con el público y mantener viva la tradición vallenata en un contexto globalizado.
Este enfoque también subraya cómo la esencia de ser un "juglar" sigue presente, pero se manifiesta en nuevas formas y contextos, adaptándose a las demandas y oportunidades del presente.
*Introducción de mi próximo libro “Vivencias de los Juglares del Folclor Vallenato”
Luis Carlos Guerra Ávila
Tachi Guerra
Sobre el autor
Luis Carlos Guerra Ávila
Magiriaimo Literario
Luis Carlos "El tachi" Guerra Avila nació en Codazzi, Cesar, un 09-04-62. Escritor, compositor y poeta. Entre sus obras tiene dos producciones musicales: "Auténtico", comercial, y "Misa vallenata", cristiana. Un poemario: "Nadie sabe que soy poeta". Varios ensayos y crónicas: "Origen de la música de acordeón”, “El ultimo juglar”, y análisis literarios de Juancho Polo Valencia, Doña Petra, Hijo de José Camilo, Hígado encebollado, entre otros. Actualmente se dedica a defender el río Magiriamo en Codazzi, como presidente de la Fundación Somos Codazzi y reside en Valledupar (Cesar).
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