Música y folclor
Música y sociedad: la influencia del folclor vallenato en la narración social
Los cambios sociales no son ajenos a la influencia que ha ejercido nuestro folclor vallenato, especialmente en un contexto de globalización, con fenómenos como la movilidad, el aprendizaje masivo en línea y abierto, la rotación laboral, el turismo y las nuevas conexiones interculturales. Todos estos procesos vienen acompañados de desafíos como el cambio climático, el envejecimiento de la población y el aumento de la diversidad cultural.
Podemos, entonces, hablar de la transformación de las estructuras, relaciones, valores y normas de una sociedad a lo largo del tiempo. Los factores que impulsan el cambio social pueden ser económicos, tecnológicos, políticos, culturales, ambientales, entre otros.
La música, como derecho cultural, puede contribuir a la promoción y protección de otros derechos humanos. Tiene el potencial de apoyar procesos de sanación, derribar muros y fronteras, fomentar la reconciliación y enriquecer la educación. A nivel mundial, hay un creciente interés en utilizar la música como vehículo para el cambio social y la unión de comunidades.
La música fortalece el aprendizaje y la memoria, regula las hormonas relacionadas con el estrés, evoca experiencias y recuerdos, influye en los latidos, la presión arterial y el pulso, y modula la velocidad de las ondas cerebrales.
No es un secreto que nuestra sociedad ha evolucionado en torno a todos estos cambios que hemos experimentado, desde el descubrimiento de América y la llegada de los españoles, quienes trajeron consigo una trascendencia cultural, en parte gracias a los instrumentos musicales que introdujeron y que enriquecieron nuestra cultura.
En nuestra región de la costa Caribe, suscitaron diferentes actores sociales, entre ellos la llamada Bonanza marimbera, y todo tipo de contrabando (licores, armas, alimentos, gasolina, electrodomésticos y otros), pero también han existido otras bonanzas del café, arroz, algodón como por nombrar algunas.
Convivimos con estas culturas y fuimos permisivos con ellas, ya que adquiríamos estos productos de contrabando a menor precio. Muchas familias de la costa caribe criaron a sus hijos gracias a este comercio, trayéndolos desde Maicao. No me vengan con el cuento de que nadie compraba gasolina de contrabando.
La sociedad era una mezcla de ilegalidad y legalidad, todo por conveniencia. Me acuerdo incluso de que usábamos palabras populares en nuestro vocabulario, como socolita (cultivo de cannabis), que era mencionada por compositores en canciones, o “gusano verde” para referirnos a la presencia de la policía o el ejército. Incluso las emisoras de la época las utilizaban para enviar mensajes a la serranía, como por ejemplo: “Se le avisa a fulano de tal, en la finca tal, que encierre las bestias, que mañana subimos a esta, que ya se le echó veneno al gusano verde”. La traducción: tenga lista la carga, que mañana suben los camiones y no hay presencia del ejército.
Los compositores y verdaderos juglares del folclor, personas comunes y corrientes como tú o como yo, convivieron con esa cultura. Por lo tanto, ésta fue una fuente de inspiración dentro de un movimiento social, por así decirlo, que formaba parte del día a día y de una convivencia normal, sin despertar malicia en la comunidad.
Para acercarnos un poco más al tema, en esa época solían retrasarse con los pagos a los profesores, quienes vivían apretados económicamente, ya que les debían varios meses de salario. En un acto de solidaridad, el compositor Hernando Marín realizó una denuncia pública a través de la música y compuso la canción "Los maestros", grabada por los hermanos Zuleta.
Los Maestros: “Hay personas que en la vida no saben agradecer / ni les dan ese valor que en realidad se merecen / y es aquel montón de hombres y mujeres / que lucha incansablemente pa’ educar la humanidad. / El maestro va a la escuela diariamente / no le importa que critiquen su aguerrida voluntad / y hay que aplaudir a esa gente tan valiente / que tienen tan mala suerte que ni les quieren pagar”.
“El maestro va a la escuela a llevar la educación / que ningún padre a su hijo le puede enseñar en la casa / porque sabe que en la escuela lo reemplaza / esa gente tan valiente y de tan noble corazón / porque llevan en la sangre en forma innata / ese don tan intachable que es el ejemplo de Dios / y nosotros tenemos tan mala el alma / que no le damos las gracias al humilde profesor”.
“También sé que este gobierno les paga de vez en cuando / y otras veces por milagro les paga de mes en mes / ése es otro que no sabe agradecer / tienen sus hijos también que los están enseñando / no se acuerdan que fueron niños también / y sea hombre o sea mujer debe ser considerado / pero como ellos tienen el poder / y las gallinas de arriba le echan flores a las de abajo”.
Rafael Escalona también vivió esta experiencia, compartiendo parrandas y andando con amigos que se dedicaban a estas "labores", oficios que eran considerados normales en ese momento de la historia. Inspirado en esta realidad, compuso la canción "El almirante Padilla".
Almirante Padilla / Allá en la Guajira arriba, / donde nace el contrabando. (bis) El Almirante Padilla, llegó a puerto López y lo dejó arruinado. (bis)
Pobre Pipe, Pobre Pipe / Pobre Pipe Socarrás, / hombre que ahora está muy triste, / lo ha perdido todo por contrabandear. (bis)
Y ahora irá, ahora pa dónde irá, / a ganarse la vida sin contrabandear. / Y ahora irá, ahora pa dónde irá, / a ganarse la vida el Pipe Socarrás.
Cogió la Guajira arriba, / se puso a contrabandear. / El Almirante Padilla / llegó a puerto López,/ pobre Socarrás. (bis)
Barco pirata bandido, / que Santo Tomás lo vea, / Prometió hacerle una fiesta / cuando un submarino / lo golpee en Corea
Y ahora pa’ dónde irá, ahora pa´ dónde irá, / a ganarse la vida el Pipe Socarrás. / Y ahora pa’ dónde irá, / a ganarse la vida sin contrabandear.
Estos dos ejemplos reflejan las vivencias de la sociedad en ese momento, que delineaban la estructura o modelo del panorama social. Naturalmente, al crecer con amigos de barrio que optaron por dedicarse a estos oficios, muchos compositores encontraron en ellos la inspiración para crear canciones, y hay numerosos ejemplos de ello. Afirmar que hacían apología a lo ilegal es controversial y estigmatiza al compositor, quien simplemente narraba una vivencia que fue permisiva en una sociedad que aceptaba este modo de vida. Las estructuras literarias de las canciones narran amores, desamores y, en otros casos, acontecimientos de la vida parrandera, muchos de los cuales se convirtieron en verdaderos clásicos del folclor vallenato.
El folclor vallenato no solo refleja las vivencias y realidades de su tiempo, sino que también actúa como un espejo de la sociedad que lo produce. Las canciones, creadas por compositores que vivieron y compartieron las experiencias de su comunidad, documentan una realidad social que, aunque a menudo controversial, formaba parte integral de su contexto. Lejos de estigmatizar a estos artistas, es fundamental reconocer que su obra se enmarca en una época y una cultura específicas, en la que la música se convirtió en un vehículo para narrar y compartir las historias cotidianas. Así, el vallenato se enriquece con estas experiencias, consolidándose como un verdadero testimonio cultural de su tiempo.
Luis Carlos Guerra Ávila
Tachi Guerra
Sobre el autor
Luis Carlos Guerra Ávila
Magiriaimo Literario
Luis Carlos "El tachi" Guerra Avila nació en Codazzi, Cesar, un 09-04-62. Escritor, compositor y poeta. Entre sus obras tiene dos producciones musicales: "Auténtico", comercial, y "Misa vallenata", cristiana. Un poemario: "Nadie sabe que soy poeta". Varios ensayos y crónicas: "Origen de la música de acordeón”, “El ultimo juglar”, y análisis literarios de Juancho Polo Valencia, Doña Petra, Hijo de José Camilo, Hígado encebollado, entre otros. Actualmente se dedica a defender el río Magiriamo en Codazzi, como presidente de la Fundación Somos Codazzi y reside en Valledupar (Cesar).
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