Música y folclor
Entre letras y acordes: la magia literaria del vallenato

Muchas de las composiciones que nuestros autores le imprimieron a la redacción de sus obras esconden secretos. Creo que esto se debe, en parte, a que no querían ser blanco de los comentarios del pueblo o porque, sencillamente, fueron amores fugaces otros, para resaltar el prototipo general de la mujer.
Sin embargo, pienso que fue un gran acierto para el folclor, ya que su riqueza literaria las convierte en lo que los folcloristas llamamos “letra universal”; es decir, que se le podía dedicar a una mujer de la región.
Estas composiciones marcan la diferencia con aquellas canciones en las que el compositor menciona directamente el nombre de la mujer, las cuales también podían dedicarse coincidentemente, según el caso. En nuestro repertorio vallenato existen muchas, pero esta vez voy a traer a colación aquellas que se identifican con el gentilicio de una ciudad o pueblo.
Lino J. Anaya Pimiento compuso la canción “La chibolera”. Solo él y sus amigos de ese entonces podrían haber sabido a quién se la dedicó, pero al no mencionar el nombre de ella en su redacción, la canción se vuelve universal. No faltó quien dedicara esta canción a muchas mujeres de esa región. Además, la interpretación de “Poncho” Zuleta la convirtió en un clásico inmortal. Confieso que es una de mis predilectas, de las que me invitan a destapar una botella de licor.
La chibolera
Desde que yo nací / No había vuelto a llorar / Y ahora lloro por ti / Tú me vas a matar Negra, dime que sí, ¡ay! / Para poder sanarme / No me dejes morir / Te sentirás culpable / No me dejes morir, corazón, / ¡Ay! te sentirás culpable.
No me duele morir / Siempre que sea de amor / Si me muero por ti / Yo no sentiré dolor / Así como el torero / Muere en su profesión / Un hombre mujeriego / Debe morir de amor / Un hombre mujeriego como yo / Debe morir de amor.
Es una chibolera / Que destrozó mi alma / Y cuando yo me muera / No le vayan a hacer nada / Que una mujer tan bella / No pueden condenarla / Solo quiero que sepan / Que me mató una paisana / Solo quiero que sepan con razón / Que me mató una paisana.
El desaparecido Hernando Marín creó una obra magistral dedicada a la mujer de San Juan del Cesar, convirtiéndose en todo un clásico del repertorio vallenato, una canción que se puede apreciar y escuchar para seguir degustando bajo el elixir influenciado por el ánimo etílico.
Sanjuanerita
Nace en la Nevada / El río Cesar / Pasa por San Juan / La tierra mía / Y en su cauce
/ De aguas cristalinas / Donde una sanjuanerita / Todos los días se va a bañar. / Yo / me quedo sentado en la orilla / Viendo el agua que camina / Sobre el inmenso arenal / Contemplándote bonita / Viendo tu cuerpo que brilla / Como el agua del Cesar / Y el murmullo de la brisa / Y el cascabel de tu risa / Me acompañan a cantar.
Sanjuanerita tú / Eres entre las flores / De mi Guajira la más bonita. / Sanjuanerita tú / Blanca como las aguas / Como la arena / De mi provincia.
Te canto y te cantaré / Por toda la vida. / Te canto y te cantaré / Mi sanjuanerita.
Sanandresana
Es una canción del compositor Octavio Daza, que también califica en la redacción e ilustración o estilo del texto literario al que hago referencia. Bueno, a estas alturas, entre el famoso tres quince y el deseo de seguir deleitándome con la nostalgia de estas melodías, accedo a “empujarme” otro petacazo. No es por nada, pero parece que se escuchan mejor.
“Luna de septiembre que siempre me acompañas, / Por favor, dime dónde está mi / morenita, / Tú que bien conoces los secretos de esta isla, / Dime dónde está mi bella sanandresana. / La noté indecisa, ya su luz no era la misma, / Y un poco enojada se pusieron las estrellas. / Tal vez comprendieron que si yo daba con ella, / Se perdía el tesoro más hermoso de la isla.
Sanandresana, sanandresana, / ¿Dónde te encuentras, mi vida? / La luna te está negando, / Oigo tus pasos, se acercan, / Y aunque la luna no quiera, / Acudes a mi llamado.
Unidos de la mano salimos / A contarnos muchas cosas, / Fuimos a escondernos entre las palmeras, / Porque la luna estaba muy celosa. / Fuimos a escondernos entre las palmeras, / Porque la luna estaba muy celosa.
La brasilera
Rafael Escalona describe en esta obra el momento en que conoció a una brasilera que llegó a Valledupar, y esta preciosa mujer no pudo escapar a la inspiración del compositor. La historia del encuentro, envuelta en el encanto de lo exótico y lo inesperado, dio lugar a una de sus canciones más recordadas, en la que plasma su fascinación por la belleza y el misterio de aquella extranjera que cautivó su corazón.
Yo la conocí una mañana (bis) / Que llegó en avión a mi tierra / Y cuando me la presentaron / Me dijo que era brasilera / Ay, seguro cruzó la frontera / Pa' vení a meterse en mi alma / El amor no tiene fronteras / Es un sentimiento muy grande / Eso explica que un vallenato / Se enamore de una brasilera / Y eso es lo que a mí me obliga, muchachos, / A quererla de esa manera.
Se perdió en la nube el avión, / Sobre el cielo de Valledupar / Me dejó llorando a su amor / Mañana la voy a buscar / Pero si no me quiere mirar / Cojo mi camino y me voy. / Mañana la voy a buscar, / Y si no me encuentro con ella / Cojo para la frontera / Cerca de Belén de Pará / Porque como ella es brasilera / Pudo haberse ido pa' allá.
En las aguas del Orinoco, / Y en las aguas del Amazonas / Te dirán que andaba Escalona / Más desesperado que un loco / Pues mi amor es más tormentoso / Que las aguas del Amazonas. / A mí me dolió que se fuera / Pero ella me dio a comprender / Que los ojos de una mujer / Dicen cuando quiere de veras. / Y como el que se queda, se queda / Triste se quedó Rafael.
Campesina Ibaguereña
Rafael Enrique “Wicho” Sánchez fue un compositor versátil, y encuentro que en la redacción de la canción “Campesina Ibaguereña” tampoco nos da el nombre de la mujer, pero deduzco por la letra, la humildad de quien lo inspiró. Esta es otra pieza musical que engalana mi gusto "tequilero".
Voy a hacer una recorrida / Por los montes de Ibagué / A buscar una campesina / Que me han dicho / Que es muy linda / Pero no se deja ver. / Estando allá en la montaña / Yo encontré la campesina / No hallé con qué compararla / Cuando miré la belleza / De esa mujer tan divina.
Campesina ibaguereña / ¿Por qué no sales de la montaña? (bis) / Para mirarte de nuevo / Y llevarte de recuerdo / Pa’ mi tierra vallenata.
En el libro “Bajo el cielo e’ Valledupar”, del abogado y compositor Julio Oñate Martínez, impreso en marzo de 2011, se hace una reseña histórica de la canción de nuestro folclor vallenato que ilustra mi artículo, escribe: “Wicho” Sánchez, en una ocasión que estuvo en Bogotá, se enamoró perdidamente de una hermosa cachaca del barrio Santa Fe. Cortejándola de mil maneras diferentes, solo consiguió una cita para degustar un delicioso masato y algunas frituras que se vendían como pan caliente en una tienda del sector. Estando allí con ella, el compositor le prometió dedicarle una canción con la que cautivaría el corazón de Rosaura, nombre de pila de su musa inspiradora.
Cuando hubo terminado el paseo “La bogotana”, Wicho se lo cantó con la certeza de que sería la estocada final en su faena amorosa. ¡Oh, sorpresa! La encantadora joven le enrostra que no era bogotana, sino pereirana, poniendo en tela de juicio que la canción fuera para ella, lo que dio al traste con las ilusiones amorosas de nuestro galán.
Y bueno, sé que muchos paisanos y no paisanos dedicaban esta canción cuando una “rola” visitaba nuestras tierras o, sencillamente, cuando estudiaban en la capital.
La Bogotana
Buscaré una bogotana / Que a mí me sepa apreciar / Y que se bañe en las aguas / Que corren por el Cesar. / Si yo la llego a encontrar / Yo le pediré su mano / Para enseñarle a querer / Como quiere un provinciano. / Oye, bogotana, / Yo me desespero / Dame tu cariño / Porque sin tu amor / Me muero.
Yo tenía mi cariñito / Reservado para ti / Pa’ que te bañes conmigo / En el río Guatapurí. / Si yo la llego a encontrar / La besaré a cada rato / Para enseñarle a besar /Como besa un vallenato. / Oye, bogotana, / Yo me desespero / Dame tu cariño / Porque sin tu amor / Me muero.
A través de sus letras, los compositores han capturado la esencia de los sentimientos, las historias y las tradiciones de su gente, transformando sus experiencias en piezas universales que resuenan a lo largo del tiempo. La capacidad de estas composiciones para mezclar narrativas personales con la belleza del lenguaje y la melodía demuestra cómo el vallenato trasciende sus raíces regionales para convertirse en una forma de arte global.
Así, mientras disfrutamos de la riqueza de estas melodías, ya sea bajo los efectos de un moderado alicoramiento o en la tranquilidad de un buen vino en casa, recordemos que cada canción es una ventana a la historia, el amor y la cultura de quienes las crearon. Al identificarlas y apreciarlas, continuamos celebrando y preservando la herencia literaria y musical que define el corazón del vallenato.
Sé que son muchas las obras musicales que poseen o tienen estas narraciones con estos géneros literarios, y como siempre, sé que me van a escribir diciendo que me faltó tal canción del pueblo tal o de la ciudad tal. Bueno, en fin, de eso se trata, que las identifiquemos en un fin de semana en casa. En estos momentos solo le quedan dos dedos a la botella. ¡Feliz día!
Luis Carlos Guerra Ávila
Tachi Guerra
Sobre el autor

Luis Carlos Guerra Ávila
Magiriaimo Literario
Luis Carlos "El tachi" Guerra Avila nació en Codazzi, Cesar, un 09-04-62. Escritor, compositor y poeta. Entre sus obras tiene dos producciones musicales: "Auténtico", comercial, y "Misa vallenata", cristiana. Un poemario: "Nadie sabe que soy poeta". Varios ensayos y crónicas: "Origen de la música de acordeón”, “El ultimo juglar”, y análisis literarios de Juancho Polo Valencia, Doña Petra, Hijo de José Camilo, Hígado encebollado, entre otros. Actualmente se dedica a defender el río Magiriamo en Codazzi, como presidente de la Fundación Somos Codazzi y reside en Valledupar (Cesar).
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