Música y folclor
Calixto Ochoa, compositor e intérprete sin igual
Muy cerca de Valledupar, sobre el lado derecho de la carretera nacional que conduce a Bosconia, se encuentra Valencia de Jesús, cuya historia se remonta más allá de 1550, cuando se fundó la ciudad de los Santos Reyes. Este corregimiento tuvo auge económico durante el siglo XVIII, pero decayó por los continuos asaltos de los indios chimilas, quienes propiciaron el éxodo de sus habitantes. Su iglesia, construida en 1700 por los españoles, fue instituida como Monumento Nacional en 1992 e influye notoriamente en la espiritualidad de la región, estimulando copiosamente la devoción de la población. En su interior se encuentra un bello altar tallado por un artista quiteño similar al de la capilla de San Francisco, en Santa Marta, con figuras de Jesús de Nazareno y María Inmaculada. Sus habitantes preservan con esmero las tradiciones religiosas año tras año en Semana Santa, a través de la Hermandad de los Nazarenos, que con túnicas negras y descalzos cumplen sus promesas.
En esta preciosa población de calles adoquinadas con faroles imperiales que adornan las noches frescas, sus habitantes le siembran unos arbolitos de hojas siempre verdes frente a cada una de sus casas, llamados Maíz tostao, que se tupen al podarlo, creando un homogéneo volumen que no permite la entrada de los rayos solares, gracias a ellos se mitiga el inclemente calor del mediodía y hacen posible agradables tertulias a su alrededor en las tardes. Hoy, su economía se basa en la agricultura, la ganadería y en la producción artesanal de ladrillos en hornos cercanos a sus viviendas, cuya producción se consume en Valledupar
Allí nació Calixto Antonio Ochoa Campo, el 14 de agosto de 1934, en el hogar de César Salomón Ochoa López y María Jesús Campo, conocida como Mamachu. Ellos se dedicaban a labores del campo, igual que sus hijos Juan, Rafael y Calixto, quienes trabajaban como jornaleros en las haciendas Pedro Becerra, de Lucas Monsalvo, y El Arca, de Juan Herrera. Ellos tocaban el acordeón. Calixto, al darse cuenta de que le era fácil sacarle melodía a una dulzaina que con el trabajo de enrejador pudo conseguir, aprovechaba los descuidos de sus hermanos –quienes dejaban un viejo acordeón en una destartalada alacena de estilo español que había sido construida por un carpintero que había llegado al pueblo– para desentrañarle melodías.
Aunque en su casa solo escuchó las incipientes notas del acordeón de sus hermanos y comentaban en el pueblo que su padre era un buen cajero, Calixto, haciendo gala de su personalidad sencilla y humilde, nunca se vanaglorió de sus ancestros musicales:
Su abuelo Teófilo López Mieles, que se crió en Mariangola, fue un reconocido acordeonero, primo de Pablo Rafael López Gutiérrez, padre de los Hermanos López, de La Paz, y de Juan Bautista López Gutiérrez, destacado acordeonero de esa región, quien en 1950, por su destreza y conocimiento del instrumento, el médico y folclorista Manuel Zapata Olivella, que había realizado su año rural en la tierra de las almojábanas, lo llevó al interior del país para realizar unas presentaciones en distintas ciudades, mostrando nuestro acervo folclórico, tal como consta en la hermosa y descriptiva canción La gira, compuesta por Juan Manuel Muegues. En esa inolvidable correría participaron Juan Bautista López G., Juan Manuel Muegues, de Manaure, y actuó como cantante Dagoberto López, padre del Rey Vallenato Nadín López.
Calixto disfrutaba al ejecutar su acordeón prestado por momentos y anhelaba tenerlo todo el tiempo, por eso se dedicó a trabajar a pesar de su corta edad, para conseguirlo aunque fuera de segunda mano. Necesitaba ochenta pesos para comprar un acordeón Honner de dos hileras que le vendían; su única alternativa fue dedicarse a coger iguanas en el río Los Clavos, que corre zigzagueante a la carretera que conduce a Pueblo Bello (Cesar), con la compañía de su sobrino Félix, para vendérselas a los indios arhuacos. Emprendió su aventura armado de caucheras y una larga vara para enlazarlas con una trampa de alambre que le acomodó en la punta. Su sueño se hizo realidad al conseguir los recursos para comprar su anhelado instrumento, del que jamás se ha separado.
Al sentirse seguro, consiguió cajero y guacharaquero para amenizar parrandas. Iba y venía a Pueblo Bello, donde se había mudado su hermano Rafael. En esa población, donde abundan las pomarrosas, un árbol cuyo fruto es de color amarillo verdoso, buscando recursos económicos realizó unas presentaciones en un circo y se enamoró de Carmen Maestre, hermosa pariente de su cuñada Paulina, a quien convenció valiéndose de su fluidez verbal, para que vivieran juntos. Al aceptar Carmen la inesperada propuesta, él arrendó un burrito por $100 para traérsela a vivir a Aguas Blancas, pero al caer la noche aparecieron en la carretera nacional unas luces que los encandiló y los obligó a esconderse debajo de un puente temiendo que los estuvieran persiguiendo. Al darse cuenta que era una falsa alarma producida por un destartalado camión, tranquilizó a Carmen, que comprendió la situación y, motivada por sus galanteos, facilitó en ese nido de amor improvisado el ambiente de pasión que habían planeado días atrás en una tardecita fría, cuando contemplaban cogidos de la mano, el cerro Alguacil, desde Pueblo Bello.
Al darse cuenta el padre de Carmen de la molesta situación, buscó a Calixto y a sus familiares y le exigió matrimonio en Valledupar. Como suele suceder en estos casos, la unión no duró y fue la ocasión precisa para salir de su pueblo y darse a conocer como acordeonero en otras partes, por eso llegó a San Diego y Codazzi, donde se encontró con Leandro Díaz, quien lo acompañó como guacharaquero. En ese tiempo Leandro había quedado solo en Tocaimo, ya que sus padres habían decidido regresar a Altopino (La Guajira), pero él prefirió quedarse para auscultar alternativas diferentes si bajaba a Codazi, que en ese entonces vivía la bonanza del cultivo del algodón.
Pronto, la creatividad musical de Calixto fue reconocida en la región, ya no solo interpretaba las canciones de Abel Antonio Villa, Luis Enrique Martínez, Rafael Escalona, Emiliano Zuleta Baquero, etc., sino que comenzó a componer y le hizo a su hermano Rafael el son Plan de salas, que jamás grabó pero disfruta muchísimo interpretándolo.
“Oigan muchachos si fueren para Pueblo Bello/ya verán Uds, saluden a Rafael/y me le dice que este son es para él/ para ver si así puede volver a su pueblo”.
Con el guitarrista Orlando Nola Maestre, que conoció en El Copey (Cesar) y con su pariente Chu Castrillón, Calixto organizó su conjunto y pudo demostrar sus enormes conocimientos musicales, por esa razón era solicitado constantemente para amenizar eventos que programaban o en parrandas improvisadas donde mostraba su enorme capacidad innata. De pueblo en pueblo llegó a Caracolicito, donde vivía el técnico de acordeones Ismael Rudas (padre del acordeonero Ismael Rudas Jaramillo), a quien le solicitó reparar su viejo instrumento. De inmediato hubo empatía y nació una profunda amistad que le sirvió muchísimo, pues con él perfeccionó su estilo y aprendió todo lo relacionado a la reparación y afinación de acordeones, profesión que ha ejercido con gran satisfacción y destreza.
Con Chu y Lola llegó a Barranquilla, donde estaba en furor Aníbal Velásquez, y siguió a San Jacinto, centro musical de las sabanas de Bolívar, donde Nola tenía un hermano acordeonero llamado Buenaventura. Allí conoció a Toño Fernández y sus gaitas, al maestro Caro y su banda de viento, y a Andrés Landero y sus cumbias. Encontrarse con ritmos diferentes a los de su tierra no lo amilanó, su genialidad le facilitó adaptarse al medio y a su música. Su nota diferente y la impresionante creatividad musical lo hicieron un músico seguro, por eso no le fue difícil lograr permanentes contratos en corralejas, fiestas patronales, parrandas, etc. Su nombre pronto se comenzó a escuchar en la sabana, ya con Ramón Vargas en la guacharaca y el Mocho Rafael Díaz como cajero, pues sus dos iniciales acompañante se regresaron a su tierra.
Siguió a El Carmen de Bolívar y se instaló en Sincelejo. Estando allí, en 1957 en una parranda lo contactaron para realizar una grabación de un sencillo en Cartagena, donde grabó dos temas de su inspiración que de la noche a la mañana fueron éxitos: Lirio rojo y La sobrina de mi compadre.
“Yo tenía mi lirio rojo bien adornao/con una rosita blanca muy aparente/ pero se metió el verano y lo ha marchitao/por eso vivo llorando mi mala suerte”.
En Sincelejo, Calixto conoció al cantante y compositor de Zambrano (Bolívar ) César Castro, con quien entabló amistad personal y musical. En esa región se escuchó muchísimo una canción de César con su acordeonero Santiago Vega: La muerte de dos hermanos. Como Calixto y César se admiraban mutuamente, César dejó a su acordeonero y se fue a acompañar al “Negro Cali” en su conjunto como guacharaquero y cantante.
Calixto, los fines de semana desde Sincelejo, cumplía los compromisos donde lo contrataban, y de lunes a jueves reparaba acordeones en un taller que tenía en su casa. En una oportunidad llegó un muchacho llamado Alfredo Gutiérrez, que venía a arreglar un viejo acordeón de El Hatillo, un pueblito cercano a Paloquemao (Sucre), donde vivía con un familiar. Calixto recuerda jocosamente que Alfredo llegó mal vestido y con unos zapatos feos talla 43 prestados, pero que calzaba 38. Cuando estuvo listo su Honner, este joven al comprobar el estado de los pitos y los bajos del acordeón recién reparado, sin ningún tipo de aspavientos impresionó a Calixto, quien al escucharlo se dio cuenta de su agilidad y de las melodías sorprendentes que le hacía brotar al instrumento. Enterado sobre su vida y sus intereses musicales, se dio cuenta de las penurias económicas que estaba atravesando desde la muerte de su padre, por eso de inmediato le brindó su casa y lo invitó a integrarse a su conjunto. Día a día se fue fortaleciendo una profunda amistad de estos dos personajes cuyos sentimientos e intereses los han mantenido siempre unidos.
En 1960, Calixto, que había integrado a César Castro y a Alfredo Gutiérrez a su conjunto y a sus grabaciones en Discos Fuentes, logró varios éxitos musicales con sus canciones bien construidas, algunas sentimentales, otras picarescas, mostrando siempre la autenticidad de un pueblo que con frenesí lo lha seguido siempre.
Toño Fuentes, dueño de Discos Fuentes, preocupado por la salida del reconocido músico José María Pañaranda de su empresa, autor de reconocidos éxitos en la Costa Atlántica como La batea, La ópera del mondongo, Se va el caimán, etc., le solicitó a Calixto con carácter urgente grabar un LP con doce canciones de doble sentido para llenar ese espacio. La respuesta no se hizo esperar, la grabación solicitada fue un éxito comercial y musical, cuyas canciones se escuchaban en todas partes, especialmente El billar y La bola.
En 1961, nuevamente Toño Fuentes le solicita a Calixto integrar a los mejores acordeoneros e intérpretes para hacerle frente a su competencia, el sello Carrizal, donde Aníbal Velásquez, un músico reconocido por su habilidad en la ejecución del acordeón, le estaba haciendo estragos económicos a su empresa con varias canciones que le llegaba fácilmente a un público que con arrebatos lo seguía: El turco perro, Sal y agua, La brujita, El ají picante, Un poquito de cariño, Alicia la flaca, Guaracha en España, etc.
Ante esta vehemente solicitud, Calixto reúne a varios acordeoneros, integrándolos con algunos instrumentos de las bandas papayeras. Así nacieron Los Corraleros de Majagual, cuyos iniciales integrantes fueron: Calixto, Alfredo Gutiérrez, Eliseo Herrera, los hermanos Benítez, Rosendo Martínez, Carmelo Barraza, César Castro, Julio Herazo, Nacho Paredes, Lucho Algaraín, Chico Cervantes y Antonio Cavas, entre otros.
Algunos de sus éxitos nacionales e internacionales han sido: Remanga, La ombligona, Los sabanales, El calabacito, El compa’e Chan, Charanga campesina, La charanga internacional, Playas marinas, El pirulino, Todo es para ti, La india motilona, La reina del espacio, El africano, La charanga internacional, Marilí, La compañerita y Los altares de Valencia, una composición que describe la situación que se presentó en su pueblo, Valencia de Jesús, cuando el sacerdote de origen español Francisco de Mendizábal, conocido como Pachito, trató de sacar de la iglesia los altares para llevarlos a reconstruir. Los habitantes, mal informados, orgullosos y sensibles con Jesús de Nazareno y María Inmaculada y su venerada iglesia colonial, enardecidos se lo impidieron e informaron a todo el pueblo que se los llevaban para venderlos. A Calixto le comunicaron la situación y compuso el paseo Los altares de Valencia.
“Los altares benditos de Valencia/
y el tamarín de Jesús de Nazareno/
dígame, padre, qué iba a hacer con ellos/
por qué razón los sacó de la iglesia/
me dicen los que saben el cuento/
cual era el pretexto del señor Pachito/
lo que iba a hacer con los altares/
fue lo que hizo Judas con Jesucristo/
¡a venderlos será que iba/
a venderlos será que iba!!!”.
Cuando se percató de que había utilizado una errónea información para componer una canción que había desacredito a un sacerdote correcto, compuso un nuevo un paseo llamado Perdóneme padre, pidiéndole excusas.
“Yo tengo que confesarme para sacarme este pecado/porque hablé muy mal de un padre siendo un padre tan honrado/por culpa de un comentario/ yo tuve que hacer un disco/y hoy sé que todo era falso lo que decían de Pachito”.
El éxito de Los Corraleros le abrió las puertas internacionales, sus presentaciones se hicieron constantes en varios países, incluso terminó viviendo por un largo tiempo en México, donde conoció todo ese folclor que desde niño seguía, y perfeccionó sus conocimientos musicales. Regresó a Colombia y continuó componiendo y haciendo presentaciones con su conjunto.
En 1970, se presentó al Festival Vallenato, donde fue coronado Rey Vallenato, con cuatro de sus canciones: el merengue Palomita volantona, el paseo Muñequita linda,la puya La puya regional y el son La interiorana.
En 1987, se presentó al primer Concurso Rey de Reyes, donde resultó ganador Colacho Mendoza. Para este concurso se presentó vestido de blanco, con ganas de aniquilar a sus contendores. Con movimientos laterales de su cuerpo y estimulado por las melodías briosas que brotaban de su acordeón, tocó una puya que compuso para esa dura competencia, la cual llamó El que llevó, llevó, con la que paralizó la plaza Alfonso López, de Valledupar, por sus mordaces versos:
“Voy a ver si mi talento/tiene grandes cualidades/porque llegó el momento/de mostrarlo aquí en el Valle.
A todos mis colegas/ los admiro y los aplaudo/pero en una competencia/no hay amigos ni hay hermano.
Como estamos en lo que estamos/Yo quiero llegar a la meta/ y voy a poner de mi parte/Y si el diablo se presenta, con él me doy combate.
El que llevó, llevó/el que aguantó, aguantó”.
A partir de 1994 se apartó de los escenarios, pero nunca ha dejado de componer. Su producción musical está compuesta por más de 1.300 canciones en ritmo de paseos, puyas, merengues, paseaítos, charangas, rancheras, pasebol, etc. Según las estadísticas oficiales de Sayco, es el compositor vallenato y de otros géneros con más canciones registradas: 667. Le siguen Wilfran Castillo con 337, Leandro Díaz, 187; Diomedes, 181, y Escalona con 131.
El que es un compositor heterogéneo, de estilo inconfundible disfruta lo que vivió, o le contaron, y lo plasma en canciones caracterizadas por un contenido sentimental, picaresco, descriptivo, costumbrista o alegre, cuyas melodías precisas llegan a un público que lo apoya.
Con nostalgia, constantemente evoca los versos melancólicos de su canción predilecta: Los sabanales.
“Cuando llegan las horas de la tarde/que me encuentro tan solo y muy lejos de ti/me provoca volve’ a los guayabales/de aquellos sabanales donde te conocí...”.
Calixto es sentimental, llora cuando se emociona. A muchas mujeres que conoció, les compuso canciones y les ponía el nombre de ellas : Diana, Marilí, La flaca Vitola, Irene, Crucita, Mirian, etc. Siempre dice:
“A la mujer en la canción uno la pone como la quiere poner, la llama como la quiere llamar”.
Este talentoso compositor e intérprete creador del paseaíto, un paseo mas rápido, recibe importantes ingresos por sus obras, pero aún así se queja: “Si la música la pagaran como es debido, yo no tendría dónde echar la plata. Como no es así, no tengo dónde echar la pobreza”.
Sus canciones han sido interpretadas por los Hermanos Zuleta, Jorge Oñate, Diomedes Díaz, Los Corraleros de Majagual, Franck Pourcel, Wilfrido Vargas y Paul Mauriat, entre otros grandes conjuntos y orquestas.
Calixto, fecundo en inspiración, le compuso a todo lo que se le antojó, incluso a un animalito chirriquitico llamado machorrito.
En su canción Sueño triste presagia lo que ocurrirá al morirse:
“El día que muera este negro/quedará de luto el Valle/me llorará mi morena/y mi acordeón queda de luto/todo el público comenta/tan bueno que fue el difunto”.
Ricardo Gutiérrez Gutiérrez
riguti@yahoo.com
1 Comentarios
Excelente relato de la vida e historia musical del Negro Cali, cómo también se hizo llamar en una canción. Calixto Ochoa Campo fue un icono de nuestro folclore, gran acordeonero y compositor de un estilo inconfundible y polifacetico. PAZ EN SU TUMBA .
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