Música y folclor

Las novenas de Navidad, la tambora, el río Magdalena y Martina Camargo

Álvaro Rojano Osorio

13/12/2024 - 05:44

 

Las novenas de Navidad, la tambora, el río Magdalena y Martina Camargo
Martina Camargo, la más importante cantadora de Tambora tradicional en Colombia / Foto: El País

 

En San Martín de Loba, hasta mediados de los años cuarenta del siglo pasado, las novenas de aguinaldo se celebraban en torno a la iglesia. Sucedió hasta cuando el sacerdote Fidel Blandón dispuso que el escenario fueran las calles de esta localidad. Desde entonces, comenzaron a hacer los paseos que, además de contar con las representaciones en vivo de cuadros bíblicos, son amenizados con música de tambora. Música que cada noche de los nueve días suena después de la novena en las ruedas de baile.

Durante años, según el escritor Carlos Ramos, los músicos intervinientes esperaban hasta las cinco de la mañana a quienes hacían parte del paseo de la calle siguiente para, de manera simbólica, hacerles entrega de la organización y continuación de las fiestas.

De la Navidad en las tierras de Loba podemos señalar que llegó con los primeros españoles que se ubicaron en esa zona. También de manos de los negros esclavizados y libertos que llegaron junto con la productividad minera y del campo. Pero, especialmente, con quienes se asentaron en Sebastián, como inicialmente llamaron a San Martín de Loba. Proceso en el que fue determinante el río Magdalena, porque fue la vía utilizada por las corrientes migratorias que se encaminaron hacia las tierras del cacique Lova.

Para entonces, de los primeros pobladores, los malibúes, quedaron tradiciones y deidades, como el mohán, al que la cantadora Martina Camargo le pide que aparezca y se lleve a lo más profundo del río Magdalena a quienes lo contaminan. Río, río, color de plata te vean/ los peces y el mohán/ en tus aguas se pasean.

Pero el poblamiento de las tierras de Loba no se detuvo. Otras corrientes migratorias llegaron a poblar las costas del entonces sinuoso y angosto riachuelo, como lo fue hasta convertirse en la corriente principal del río Magdalena, cuando esté casi abandona al brazo de Mompox. Fueron familias que llegaron impulsadas por factores como la ruralización del Caribe colombiano, el decaimiento económico de Cartagena y Mompox, el cólera morbo, la desaparición de la esclavitud, el decaimiento de las haciendas.

Hasta la década de 1880, estuvo el río invadiendo antiguos senderos; uno de ellos, el del “Rosario”, de “Los Pescadores” o “Quitasol”, que se convirtió, junto con el de Loba, en el río grande.

Con los nuevos pobladores llegaron tamboreros, guacharaqueros, cantadores, cantadoras y bailadoras, y armaron la música que, como dice Martina Camargo en el berroche de su autoría, La pollera: Bailó mi tía / Bailó mi abuela / Bailaron todas con la pollera. Música que clasificaron por ritmos acordes con las características sonoras que le imprimieron tanto los músicos de la zona de Loba como del Magdalena Medio.

A lo que concibieron lo llamaron genéricamente tambora, como es el nombre del bombo con el que marcan la ejecución reiterativa o indefinida de tres golpes. Esta fue la música escogida para celebrar el acontecimiento más importante del cristianismo, el nacimiento del niño Dios.

Bajo este contexto, San Martín de Loba se constituyó en el más significativo bastión musical de la tambora en la zona de Loba. Lo fue por ser el mayormente poblado y por la proliferación de intérpretes de este género. Multiplicación que permitió que en cada calle existiera una agrupación para animar las novenas. Abundancia que también fue evidente con la creación del Festival Nacional de Tambora, en el que participaron cuatro grupos musicales locales, entre ellos Aires de San Martín, que anima la novena de la calle del Carmen, y de la que hizo parte Martina Camargo.

Grupos que se soportaban en la tradición musical que desarrollaron cultores hoy recordados por la investigación de Carlos Ramos, como los tamboreros Lorenzo Nevado Hernández y Francisco Serpa Padilla, quien además cantaba; las bailadoras Gregoria Matoso y Salvadora Radelo; las cantadoras Anastasia Jiménez Padilla y Serafina Camargo Urrutia, quien también era bailadora. A estos y a otros los homenajea Martina en la tambora de su autoría titulada Nostalgia: Cantemos como mi abuelo/ Bailemos como él hacía/ Con repiques de tambores/ Y con mucha picardía.

En este marco musical creció Martina Camargo, la más importante cantadora de este género musical en Colombia, quien tuvo en su padre la guía para enseñarle algunas composiciones que ella, según David Ramos, con el mayor rigor anotó en un cuaderno y memorizó. Pero también se las aprendió escuchando a Marco González Jiménez, Bernabela Arzuza Vidal, Ester Baena Morelos, Petrona Centeno Jiménez, Heriberta León Hernández, Alicia Polo Agudelo, entre otros.

También a Aminta Marín, quien fue la primera lobana en grabar tambora; lo hizo con la agrupación de Yeyo y sus Playeros, para Discos Victoria, finalizando los años ochenta. Además, escuchando las voces de connotadas cantadoras de la región de Loba como Agripina Echeverri y Venancia Barriosnuevo Cárdenas. De cantadores de la importancia de Ángel María Villafañe, Dagoberto Deal Villa y Gumercindo Palencia.

Martina es la voz de la ancestralidad que hace eco en distintos lugares del mundo donde se escucha su canto. También lo es del río Magdalena, porque este género hace parte del inventario musical perteneciente a esta arteria.

Martina nació una noche de vientos, rayos y truenos. De un río ruidoso, agitado, con corrientes vertiginosas. Sin embargo, su voz es serena como el Magdalena mientras llueve sin brisas. Entonces, mientras cae la lluvia, sus aguas se tornan tibias, lucen serenas, pero sin dejar de correr con fortaleza.

Su voz ha servido de marco para entonar las tamboras tradicionales de su pueblo: La zaragozana, La Magdalena, Sombrerito blanco, Águila del campo, Ya se va el avión, La guerra patriótica, Ahí Jesús Mamita, Volá mi pajarito, Pozo Brillante, La Ceiba. También para interpretar el poema que Nicolás Guillén le escribió al Magdalena: Sobre el duro Magdalena / Largo proyecto de mar / Islas de pluma y arena / Graznan a la luz solar / Y el boga, boga.

A través de su cantar dice que el río es imponente y que en las noches de luna llena sus aguas lucen tranquilas. Además, la ha utilizado para denunciar el deterioro ambiental del río Magdalena: Cuando veo pasar tus aguas/ siento que vas reprochando la imprudencia del hombre que te sigue irrespetando. Igualmente, para cantarle a la tambora, diciendo: “La tambora está sonando/ de vida me llena a mí;/ La tambora de Cayetano/ florecita de toronjil.”

Las novenas en San Martín de Loba seguirán siendo animadas por el golpe de tambora, y cuando la tradición intente desfallecer, habrá quien, como a principios de los años cuarenta hizo el sacerdote Luis Eduardo García, las revitalizará. La tambora, por su parte, se mantendrá vigente, más aún con el impulso que le ha dado Martina, al ponerla en contexto en el universo, dejando de ser una música marginal. Y el río Magdalena, seguro que por muchos años más, contará con su sirena, Martina, quien se ha comprometido a cantarle, sin dejar de hacerlo, hasta lograr que se recupere ambientalmente.

 

Álvaro Rojano Osorio

Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio

Álvaro Rojano Osorio

El telégrafo del río

Autor de  los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).

Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).

Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.

@o_rojano

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