Música y folclor
Lisandro Polo, la voz de Tambó en los carnavales de Barranquilla

Lisandro Polo Rodríguez no ha olvidado la atracción que ejercía sobre él la música interpretada por el grupo de cumbia que animaba las noches de las fiestas patronales del 2 de febrero en Guáimaro. Tampoco, aunque era un niño, ha borrado de su mente el hechizo que le producía ver la plaza iluminada con la luz de las velas encendidas que portaban las bailadoras, entre ellas Carmen, su madre. Sin embargo, esa fantástica conexión se interrumpió cuando su familia se residenció en Santa Marta.
“Yo era un niño cuando nos fuimos de Guáimaro, donde nací, para Santa Marta, porque a mi papá, Rómulo Polo Lara, lo nombraron para que ocupara un cargo público. En esa ciudad solo escuchaba cumbia cuando, en tiempos de carnavales, iba con los amigos del barrio a la avenida Campo Serrano a ver algunas danzas y grupos musicales”.
Pero algunos hechos le permitieron a Lisandro volver a sentir ese magnetismo por la música tradicional, tal como sucedía en Guáimaro, como la mudanza de su familia para Barranquilla, después de la muerte de su padre, y la invitación que le hizo su vecino Carlos Ojeda a la Batalla de Flores.
“Ese día me impactó el torrente de música, disfraces, comparsas, danzas y carrozas que escuché y observé en la calle 43. Y fue tanta la fascinación que ese hecho produjo en mí que, pese a ser joven, me comprometí a defender el folclor nacido en el río Magdalena, a luchar por la autenticidad de la música tradicional del Caribe colombiano.”
Sin embargo, para lograrlo ha tenido que recorrer un largo camino que abordó un año después de su asistencia a la Batalla de Flores, y que aún no deja de transitar.
En efecto, después de haber llegado a Barranquilla y tras mudarse los Polo Rodríguez del barrio San José a otro barrio, Lisandro tuvo la oportunidad de acceder a tambores para tocar y también a casetes para escuchar música del Caribe, entre ella la del sexteto Tabalá.
Para cuando nos mudamos para el barrio Buenavista, la Corporación Nacional de Turismo desarrollaba un programa piloto denominado Parque Artesanal Bellavista, para lo que en este lugar construyeron una serie de quioscos en los que había artesanías y otras expresiones culturales que representaban a cada uno de los departamentos del Caribe colombiano. Ahí, en esos quioscos, estaban dos grupos que resultaron importantes para los comienzos de mi vida musical: el teatro La Carreta y el musical Arroz con Mango. En el primero tuve acceso a sus tambores, mientras que en el segundo comencé a conocer algunas expresiones musicales del Caribe. Sucedió después de que Armando Bonel me facilitara unas cintas magnetofónicas con música folclórica que ellos investigaban.
Fue el sonido del tambor lo que atrajo a Rafael Mendoza y Edgardo Escorcia, quienes tocaban este instrumento, convirtiendo aquella espontánea tertulia en un colectivo musical permanente. “Esta fue la semilla de Tambó”, advierte Lisandro.
Fue en ese tiempo cuando Lisandro y su hermano Camilo echaron mano de una jarra plástica, como caja, y de una lámpara de manos metálica con formas dentadas, que hacía de guacharaca, para imitar un conjunto vallenato, en el que Lisandro cantaba imitando a Jorge Oñate. Además, contaron con un acordeón cuyo fuelle parecía un abanico, debido al aire que expulsaba por las ranuras cuando el instrumento era interpretado.
Después, cuando ya no tuvieron acceso a la percusión de La Carreta, el gordo Merizalde prestó los suyos. Abandonaron el parque y se trasladaron para la casa de Silvia Estrada, donde practicaron hasta que los padres de esta, de origen antioqueño, les dijeron que se fueran con su música a otra parte. Entonces, hicieron de la vivienda de los Polo Rodríguez el punto de encuentro de los antiguos músicos y de los nuevos como Álvaro Miranda Medina, Duilio Centanaro, Edgardo Escorcia (ya contaban con tambores propios) y donde, según Lisandro, comenzó a germinar la agrupación musical Tambó.
Pero para contar con un repertorio musical, los amigos debieron sortear algunas dificultades, como el no tener un aparato para reproducir la música folclórica grabada en distintas revoluciones. Para superar semejante inconveniente. Señala Lisandro. Íbamos a las verbenas y grabábamos los discos que nos gustaban. Así comenzamos a tocar, por ejemplo, la música de la Cumbia Moderna de Soledad.
Impulsado por todo este proceso, Lisandro buscó hacerse intérprete del llamador, del alegre, también del guache; logrando, sin ser un ejecutante diestro, identificar y tocar la mayoría de los aires autóctonos del Caribe colombiano; además los enseña. Ejecución y enseñanza que van de la mano con la premisa de que, a la música folclórica, hay que defenderla, ahondando en ella, persistiendo en la búsqueda de la esencia, de la verdadera tradición, como lo sostiene la voz de Tambó en los carnavales y demás actividades culturales donde participan.
Pero en todo ese proceso evolutivo musical de Lisandro, contribuyó su vocación musical heredada de su familia Rodríguez. Entre ellos, su madre, quien, pese a sus 96 años, es de las primeras en llegar a la Noche de Tambó. Su tío Gregorio, que cantaba pajarito en las rondas de baile que ponían el 20 de enero en Guáimaro, y uno de sus primos que fue decimero, como también lo es Lisandro.
Surgimiento del grupo Tambó y de la Noche de Tambó
El primer acto público en que Lisandro participó como músico fue en la inauguración del estadio Metropolitano Roberto Meléndez, haciendo parte del grupo Tierra Caliente, que era dirigido por Rafael Mendoza. Fue después de este hecho, y desvinculado de esta agrupación, cuando oficialmente surgió el grupo Tambó.
En la creación del grupo Tambó intervinieron, además de los amigos con los que comenzamos a reunirnos en el parque Buenavista, mis hermanos Camilo y Ramiro, y Jimmy Jiménez, que tocaba la flauta. Después la interpretó Javier Jiménez García. Desde entonces he cantado al lado de otros cantadores y cantadoras. Corría el año 1997, y contamos para desarrollar este proyecto con el apoyo de la Universidad del Atlántico, pues nosotros éramos la percusión del grupo vocal-instrumental.
Para entonces en Barranquilla existían pocas agrupaciones de estas características, por lo tanto, encontraron el espacio para promocionar el grupo que fundamentalmente le ha apostado a defender la autenticidad del folclor del Caribe colombiano. De ahí que Tambó hiciera varias puestas en escena de propuestas musicales con este fin y ha grabado varios trabajos musicales. Por eso Lisandro, para ahondar sus conocimientos, entrevistó, y lo sigue haciendo, a personajes de la música como José Benito Barros, Estefanía Caicedo, Batata, a los hermanos Peluffo, entre otros.
Además, le apuntaron a revivir las ruedas de cumbia a la usanza de viejos tiempos en Barranquilla, como Alfredo de la Espriella le contó a Lisandro. Entonces, echando mano de esta información y de lo que conoció en Guáimaro, con su hermano Camilo, concibieron organizar una gran rueda de baile. La idea la concretaron después de reunirse con los demás miembros de Tambó y de contar con Yamil Cure para la elaboración del proyecto que se nutrió de un artículo de autoría del historiador barranquillero publicado en una revista que les donó.
Pero la Noche de Tambó tiene su génesis, según lo indica Lisandro.
A nosotros los de Tambó se nos dio por enseñar y tocar cumbia en los establecimientos educativos ubicados en los barrios marginales de Barranquilla. Lo hacíamos el último día hábil de cada mes. A este proyecto lo llamamos ¡Que no muera la cumbia! ¡Cruzada folclórica!
La Noche de Tambó, que cumple treinta y un años de puesta en escena, es reputada por sus organizadores como la rueda de cumbia más grande del mundo. Mientras tanto, Lisandro, que se considera un escudero de esta actividad y del grupo musical, dice, sin falsa modestia, que con la agrupación y las actividades desarrolladas han logrado lo que se propuso en esa Batalla de Flores escenificada en 1980: ahondar, persistir en la exploración y defensa de las raíces de la música folclórica del río Magdalena, del Caribe colombiano.
Álvaro Rojano Osorio
Sobre el autor

Álvaro Rojano Osorio
El telégrafo del río
Autor de los libros “Municipio de Pedraza, aproximaciones historicas" (Barranquilla, 2002), “La Tambora viva, música de la depresion momposina” (Barranquilla, 2013), “La música del Bajo Magdalena, subregión río” (Barranquilla, 2017), libro ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el portafolio de estímulos 2017, “El río Magdalena y el Canal del Dique: poblamiento y desarrollo en el Bajo Magdalena” (Santa Marta, 2019), “Bandas de viento, fiestas, porros y orquestas en Bajo Magdalena” (Barranquilla, 2019), “Pedraza: fundación, poblamiento y vida cultural” (Santa Marta, 2021).
Coautor de los libros: “Cuentos de la Bahía dos” (Santa Marta, 2017). “Magdalena, territorio de paz” (Santa Marta 2018). Investigador y escritor del libro “El travestismo en el Caribe colombiano, danzas, disfraces y expresiones religiosas”, puiblicado por la editorial La Iguana Ciega de Barranquilla. Ganador de la beca del Ministerio de Cultura para la publicación de autores colombianos en el Portafolio de Estímulos 2020 con la obra “Abel Antonio Villa, el padre del acordeón” (Santa Marta, 2021).
Ganador en 2021 del estímulo “Narraciones sobre el río Magdalena”, otorgado por el Ministerio de Cultura.
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