Música y folclor
Del vallenato, con el puño en alto

¿Qué es el vallenato? Poetas, compositores y cantores de este bello folclor nativo del Caribe colombiano escrituraron sus respuestas en versos plasmados en canciones impregnadas de lo más profundo del ser caribe, en música de acordeones, sentimientos, pregones, cantos terrígenas nobles, populares, campesinos, en un amplio repertorio en el que se canta y dice lo que vive, siente y anhela.
Un sentimiento “tri-etnizado”, naciente de lo más profundo del alma para convertirse en arte, cultura e identidad múltiple de toda una región, por ello se habla de música de acordeón en sentido lato, para superar las fronteras geográficas al interior de comarcas y universos interioranos diversos culturalmente dentro del caribe colombiano. Ciertamente, Cien años de Soledad, obra cumbre de nuestro único premio nobel de literatura Gabriel García Márquez, es a juicio de su autor un canto vallenato de 450 páginas[1].
Desde el punto de vista temático y narrativo en sus canciones se pueden identificar claramente algunas matrices, por ejemplo, existen los cantos costumbristas, tradicionales, de juglares, crónicas narradas del diario acontecer de pueblos, provincias, y veredas; en cierto modo son historias orales musicalizadas. Allí encajan Rafael Escalona, Tobías Pumarejo, Alejandro Duran y Adolfo Pacheco, entre otras luminarias.
Los cantos románticos o liricos son otra vertiente, producciones mucho más depuradas y estructuradas con la métrica del idioma español, dignos representantes son Gustavo Gutiérrez, Freddy Molina, Fernando Meneses, Roberto Calderón o Rosendo Romero, por citar sólo algunas figuras dentro de un largo etcétera.
Encontramos también cultores que han explorado nuevos caminos para posicionar los ritmos del folclor de acordeón, combinando o fusionando con nuevos instrumentos y otros ritmos, amalgama para atraer nuevas generaciones a los cantos tradicionales o clásicos, son como una especie de revolución musical a maneras de nuevas oleadas, puesto que se han dado en diferentes momentos, por ejemplo Alfredo Gutiérrez, Aniceto Molina, Aníbal Velásquez, Lizandro Meza, Armando Hernández, Calixto Ochoa, Carlos Vives, Kaleth Morales o Silvestre Dangond, son algunos de sus referentes.
La última y menos conocida expresión musical es el vallenato protesta, una especie de “nueva trova” dentro del folclor de la música de acordeón, en un principio fueron cantos de denuncia e indignación frente a las injusticias sociales, los atropellos del poder y el establecimiento y el malestar que este estado cosas proyectaba sobre los sectores sociales más vulnerables, marginados, afectados por la indolencia estatal.
Cómo no exaltar las canciones de Hernando Marín Lacouture (La dama Guajira, Los maestros, La ley del embudo); Santander Durán Escalona tiene canciones insignes como Las Bananeras, dedicada a esa triste masacre y Lamento Arhuaco; Daniel celedón Orsini es el creador de canciones como La próxima guerra, La lavandera y Mujer marchita; en los últimos años.
La música con puño en lo alto tiene una figura emblemática, se trata del monteriano Máximo Jimenez Hernández, la canción mejor conocida es el indio sinuano, una denuncia social, letra del escritor cordobés David Sánchez Juliao, musicalizada por Jiménez Hernández, en su momento testigo del maltrato, usurpación, expolio y desplazamiento del campesinado en su vasta región del Valle del río Sinú, y la organización, movilización y lucha del campesinado.
Por esta razón fue acosado, perseguido, varios de sus familiares asesinados y desaparecidos, viéndose obligado a salir del país en calidad de exiliado, animador de los mítines y tomas campesinas de las décadas de los años sesenta y setentas, a través de la Asociación de Usuarios Campesinos, de la cual fue miembro.
Contrario a los anteriores cultores del género protesta que solo llegaron a la denuncia, Máximo Jiménez instó, promovió y se comprometió con las luchas campesinas, sindicales, estudiantiles y sociales, su bandera fue la reforma agraria para el campesino y el cambio social, con una vigencia total hoy en Colombia, por lo cual es punto fundamental de los acuerdos de paz de La Habana y una política central del gobierno del presidente Gustavo Petro, cordobés también.
De modo anecdótico, Máximo Jiménez narra que por las letras de sus canciones (propias y de otros autores) fue vetado por las casas disqueras (solo alcanzó a grabar tres discos), las presentaciones en las casetas de los pueblos eran boicoteadas por las autoridades, los empresarios no le pagaban los conciertos, los discos que los campesinos compraban y ponían a sonar en sus radiolas eran destruidos por el Ejército y la Policía.
Aunque, a pesar de aquella persecución, canciones como “El Indio Sinuano” quedaron inmortalizadas para siempre, la consigna “esta tierra es mi tierra y este cielo es mi cielo” corresponde hoy a “el pueblo se respeta carajo”, “hasta que la dignidad se haga costumbre” o “la tierra para el que la trabaja”, este último es lema de los reclamantes de la reforma agraria, de la reforma del mundo rural en Colombia.
Por aquellos tiempos Máximo Jiménez debió ser un gran ejecutante del instrumento rizado, en varias ocasiones se presentó en el Festival de la Leyenda Vallenata en Valledupar, “templo” de la música de acordeones en Colombia. Lo hizo en categoría rey vallenato profesional (1976, 1977 y 1979) y canción inédita (1974). Testimonia llegar a ser finalista en la versión del año 1976, en la que resultó ganador Nafer Durán, hermano del primer rey profesional Alejandro Durán, el Negro Grande del acordeón.
Esto se considera una represalia por parte de los organizadores del Festival, en cabeza de Consuelo Araujo Noguera, La cacica. En la versión del año 1977 nuevamente se presentó al festival, cantó tres canciones vociferantes de protesta y malestares sociales: El burro leñero, Productores de algodón y Usted, señor presidente:
“¿Usted señor presidente, sí está de acuerdo
que acaben los campesinos de su nación?…
es un esfuerzo que están haciendo
para no morir de hambre con su opresión.
Y manda su gente armada sin corazón,
para que vean correr la sangre de un hombre bueno.
… Usted apoya un corbatudo terrateniente
el enemigo inmediato que los persigue.
Las tierras están en montaña y nada están produciendo, (Bis)
cuando ya están cultivadas, entonces aparece un dueño”.
Esta canción es de la autoría del compositor Andrés Beleño, describe duras e infames realidades. En el público, escuchándola, estaba nada más y nada menos que el presidente Alfonso López Michelsen (1974-1978), uno de los fundadores del Festival de la Leyenda Vallenata, de manera que era toda una osadía denunciar en tarima el mundo terrateniente, violento y hegemónico de las élites locales entrocadas con el poder nacional, López “el pollo vallenato” era un mimbro de esas extirpes privilegiadas.
Como ayer, nuestro país sigue siendo “un compendio de todo y de nada”, en nosotros ser libres es más difícil que no serlo. Así como el reclamo, una constante en medio de tanto derecho vulnerado, no debe extrañar el malestar social hirviente en todo el vecindario latinoamericano. El arte, la música, el folclor y la cultura también se vinculan a las jornadas de mítines, protestas y marchas, sintonizándose con los clamores y reclamos populares.
Adriana Lucia, hija de Córdoba, incursiona en la vertiente musical de la canción protesta en nuestro Caribe. Su apoyo a las gestas del estallido social del año 2020, el más importante después del proceso constituyente que desembocó en la expedición de la Constitución de 1991. Adriana Lucía se comprometió y apoyó aquellas jornadas, tanto en Montería como en Bogotá, reviviendo el binomio pueblo-sentir popular, aquello que hizo Máximo Jiménez cinco y seis décadas atrás.
La respuesta del gobierno, en aquel entonces el presidente Duque, fue la intimidación, amenazas y el desprestigio en las redes sociales, recordando los tiempos del “trochero” Máximo Jiménez. Adriana Lucía también recibe amenazas en contra de su hijo y su familia, los regímenes antidemocráticos se disgustan cuando le cantan las verdades, y la música, el arte y la cultura entran en sintonía con las querencias colectivas de una nación.
La cantante Adriana, hija del Carito, un corregimiento de Lorica, dijo entonces “no nos callarán, no más normalidad, la normalidad están matando a Colombia”. Como ayer, la música y el arte están al servicio de la esperanza, la vida, la paz y la emancipación. Otros artistas, al igual que el colectivo social, guardan silencio o permanecen indiferentes, de cualquier manera, es inconcebible que un artista no asuma postura política, pues por naturaleza llevan la sensibilidad social a flor de piel, Pablo Milanés alguna vez lo dijo “pobre del cantor que no arriesgue su canto por no arriesgar su vida”.
Gustavo A. Carreño Jiménez
[1] https://www.milenio.com/cultura/gabriel-garcia-marquez-entrevista-inedita-musica-libros
Sobre el autor

Gustavo A. Carreño Jiménez
Desmitificando a la India Catalina
Economista, Universidad de Cartagena. Especialista en Gerencia de Proyectos, Universidad Piloto de Colombia (Bogotá). Magister en Desarrollo y Cultura de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Investigador Cultural. Maestro de Ciencias Sociales Distrito de Cartagena de Indias.
2 Comentarios
Gran aporte sobre el folclor Vallenato.
Excelente conocer de esto. ????
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